Políticas feministas sin excusas
Laia Rosich, Kate Shea y Laura Roth
Barcelona En Comú
Barcelona En Comú |Parc de la Estació del Nord, Barcelona | Foto: Marc Lozano
Como bien dice la politóloga Sílvia Claveria: “Los partidos son máquinas de triturar el potencial de las mujeres”. Solo hace falta seguir algunas noticias, como las […]
Laia Rosich, Kate Shea y Laura Roth
Barcelona En Comú
Como bien dice la politóloga Sílvia Claveria: “Los partidos son máquinas de triturar el potencial de las mujeres”. Solo hace falta seguir algunas noticias, como las declaraciones de Lluís Salvadó d’ERC, para ver cómo algunos dirigentes hablan desde el más profundo machismo sobre la dificultad para encontrar mujeres para posiciones de poder y los “procedimientos” para elegirlas. Vivimos en una cultura machista y la política sigue siendo un mundo de hombres pensado por y para hombres, con formas y procedimientos absolutamente patriarcales. En definitiva, el reto para todos los espacios políticos con voluntad transformadora no es encontrar a mujeres que tengan la capacidad de gobernar, sino cómo erradicar la discriminación y las violencias cotidianas de nuestras organizaciones.
En Barcelona En Comú estamos buscando las estrategias para combatir esta cultura machista, empezando por un absoluto compromiso político con ello y dedicando los recursos necesarios. De hecho en el plan de fortalecimiento organizativo elaborado poco después de ganar las elecciones, se situaba como objetivo transversal despatriarcalizar el movimiento político y el modelo de organización entendido como un proceso de apoderamiento, transformación y refuerzo de los valores feministas.
Y hablamos de “despatriarcalización” por dos razones fundamentales: en primer lugar para huir del esencialismo del término “feminización” (como si el solo hecho de ser biológicamente mujer implicara una mayor capacidad de diálogo, consenso o empatía. No se trata solo de que las mujeres estén); y en segundo lugar, porque esta palabra de pronunciación compleja nos permite que todo el mundo se sienta más implicado y señala directamente la necesidad de cambiar las formas, lugares y estrategias de hacer política.
Así pues, convertir Barcelona En Comú en una organización feminista es una línea estratégica transversal y presente en todos los planes y proyectos internos. Y como tal, tiene también su propia agenda la cual se inició con una diagnosis de gènero, un proceso que se externalizó a una consultora y que realizó un estudio profundo de nuestra organización (a través de observaciones, encuestas, grupos focales, entrevistas…) durante la segunda mitad de 2017.
Estamos convencidas de que para ir más allá de las palabras vacías y las declaraciones de buenas intenciones, tenemos que estar todos y todas dispuestas a hacer autocrítica, reconocer nuestros límites y nuestras malas prácticas, y poner los recursos para ir avanzando hacía la organización feminista que deseamos.
Algunas conclusiones de la diagnosis
En la diagnosis se detectó que hay divergencias en relación a qué se entiende por gènero. A veces se utilizan expresiones basadas en términos biológicos que simplifican y encasillan comportamientos, entendiendo por ejemplo que “si una persona ha nacido con características sexuales femeninas, será mujer y tendrá un comportamiento femenino”. Eso invisibiliza un contínuum de maneras de ser y estar en el mundo, oculta otros ejes de opresión (como orígen, clase social, edad, orientación sexual…) y responsabiliza a las mujeres, como grupo, de liderar el cambio. Sí hay una parte a fomentar que entiende el feminismo en Barcelona En Comú no como un proyecto de mujeres, sino como un posicionamiento político, un proyecto de transformación de la organización y también de toda la sociedad.
Respecto a la participación en los distintos espacios de la organización, la presencia de mujeres y hombres no presenta grandes desigualdades. Hay prácticas generalizadas en la organización valoradas muy positivamente, puesto que se considera que facilitan una interacción inclusiva e igualitaria como es intercalar turnos de palabras entre hombres y mujeres; limitar el tiempo de cada turno, contabilizar al final hombres y mujeres que han tomado la palabra o generar pequeños grupos o dinámicas que facilitan la participación. Pese a eso, suelen concentrar la palabra las personas que tienen más información, a menudo hombres, y son éstos quienes siguen usando la comunicación no verbal más contundente.
Las asambleas de barrio son percibidas como espacios de cuidado y proximidad con roles rotativos, pese a eso se reproducen algunos estereotipos (hombres con tareas más visibles y mujeres con tareas de cuidado o gestión). Así, se constata que la cultura organizativa es muy exigente, con un modelo de activismo que supone una carga importante de tiempo y espacio vital (presencial y virtual) que debe buscar alternativas menos demandantes, racionalización y menos culpabilización de quienes no pueden adaptarse al modelo de activista ideal.
Sobre los liderazgos, se valoran muy positivamente aquellos ejercidos por mujeres y más visibles (alcaldesa, regidoras…). Más allá de los mecanismos cremallera (alternar mujeres y hombres en las listas) y las medidas de corrección para que los espacios sean paritarios, se apuesta claramente por liderazgos más horizontales, empáticos y colaborativos. Esta explicitación del estilo de liderazgo responde a un posicionamiento político, no sólo al sexo de quien los ejerce.
Por último, los cuidados, conciliación y sostenibilidad emergen como el gran reto. Los cuidados, tanto entendidos como conciliación con la vida familiar como por la sostenibilidad de la propia vida, parecen incompatibles con la participación política. En ese sentido, se está diseñando todo un programa de cuidados que contempla desde la acogida hasta una agenda propia para las familias, pasando por los horarios y un uso más racional de la tecnología que pueda hacer compatible la política con la vida.
En definitiva, la organización encara este año su plan de acción con una línea llamada “Una organización feminista y radicalmente democrática”. Un reto que sin duda se asumirá con toda la responsabilidad y contundencia que merece, sin poner excusas cuando se propone llevar a cabo políticas feministas.