Vómito marica

Vómito marica

Lola Ghana

Pues eso, que he vomitado esto en diez minutos porque no podía más.

Es viernes por la noche y vuelvo a casa en un tren de cercanías con mi novio. Él se baja en Sant Andreu y yo en Cerdanyola; nuestras familias no saben que […]

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20/04/2018

Lola Ghana

Pues eso, que he vomitado esto en diez minutos porque no podía más.

Es viernes por la noche y vuelvo a casa en un tren de cercanías con mi novio. Él se baja en Sant Andreu y yo en Cerdanyola; nuestras familias no saben que estamos juntos ni tenemos intención de que se sepa, así que nos vemos a escondidasSolemos aprovechar las tardes después de la universidad y cogemos el último tren de vuelta a casa. Al subir al tren echo un vistazo a todos los asientos disponibles y me armo de prejuicios para elegir el menos malo: «A ver, ¿Quién tiene menos pinta de haber sido un bully del marica de clase?». Mario cree que exagero y que no nos va a pasar nada por despedirnos con un beso, pero como me bajo el último elijo yo:

Vamos a aquellos, que hay dos chicas jóvenes—. Se me hace inevitable sentir seguridad en espacios feminizados. Entiendo a qué se refieren las mujeres con “espacio seguro” cuando vuelvo tarde en tren con Mario; supongo que la interseccionalidad son momentos como ese. ¿Cómo no voy a sentir seguridad al lado de mujeres, si cuando ni yo mismo me aceptaba eran ellas quienes se encaraban a los cisheteromachis para defendernos, si la violencia siempre ha sido masculina? ¿Y por qué coño tengo que gastar mi tiempo en diseñar estrategias con mi novio por si nos vienen a pegar una paliza? Bueno, pues se ve que exagero.

Después llego a casa, donde se actúa como si nunca haya dicho que soy marica, y escucho a mi padre decir que ya lo tenemos todo desde 2005: que nos podemos casar, que por qué nos ofendemos si nos llaman maricón; que a él no le ofendería, que ahora hasta está de moda ser gay. Y mira, tiene un poco de razón. No es que la homosexualidad esté de moda, es que se ha construido una identidad paralela a la marica: ahora hay gays y maricas. El gay es el bien vestido, blanco/caucásico, de clase media-alta que estudia ADE y quiere casarse y formar una familia tradicional “¡Qué sería de nosotros sin Zapatero!”. Seguramente, además, haya tenido un perfil en Grindr en el que especifica que “no le van las locas ni la pluma”. Luego estamos las maricas: las que no nos casamos, trabajamos en la farándula (o la consumimos) y tenemos pluma para una fábrica de almohadas. Esas, nosotras, ya no les molamos tanto a los heteros, porque una cosa es ser gay y otra es ser una loca. Ya no encajamos en el esquema cisheteropatriarcal que se han montado.

Después del episodio del tren y la discusión con mi padre me meto en la cama a ver Rupaul’s Drag Race y fantaseo con hacer drag. Quizás lo tengo romantizado, pero no me importa; quiero probarlo y bailar todo lo que nunca he bailado por si se me subía la pluma. Pero no lo haré. No lo haré y siento sonar derrotista, pero aún se me hacen demasiado pesadas las cadenas familiares y sociales. Pero podemos ayudarnos, no creo que sea la única en esa situación. Dejemos al lado esa competencia tan hija del capitalismo y la masculinidad dentro del colectivo marica y ayudémonos a romper con lo que nos ata, que ya estoy cansado de mirar antes de cruzar.

Que le den por culo a los homófobos del tren, que le den por culo a mi padre, que le den por culo a los “liberal gays” y oye, que nos den por culo a nosotras.

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