La angustia de ser mujer
Iris Simón
Foto de Colores Mari. Licencia Creative Commons.
Hace unos días cundió el pánico en mi grupo de amigos. A las 23:10h, el hermano de una amiga me escribe por WhatsApp para saber si sé algo de ella. Le respondo que no, que salimos de clase […]
Iris Simón
Hace unos días cundió el pánico en mi grupo de amigos. A las 23:10h, el hermano de una amiga me escribe por WhatsApp para saber si sé algo de ella. Le respondo que no, que salimos de clase a las 20:30h y que supuse que se iba a casa. Me dijo que no sabía nada de ella y que no le cogía el teléfono.
Pregunto por nuestro grupo de amigos y nadie sabe nada. Me empiezo a asustar. Le digo si tiene el número de alguno de sus otros amigos, y al decirme que no, empiezo a hablar con la única amiga de su pueblo de la que tengo el número. Me dice que ellas tampoco saben nada y se empieza a asustar también.
Reviso las redes sociales de mi amiga pero no ha escrito nada en las últimas horas. Contactamos con todo el mundo que podemos y nadie sabe nada. Me empiezo a angustiar muchísimo pensando en que la ha podido pasar algo. Como ya hace buen tiempo, muchas veces se va andando a casa. ¿Y si se la han llevado? ¿Y si está tirada en un portal?
La única baza que nos queda es que esté con un chico que ha conocido hace poco, pero no tenemos su número y solo sabemos su nombre. Le buscamos en sus seguidores de Instagram, pero aparecen cuatro que se llaman igual. Al final damos con el perfil y le escribimos. Son las 23:28h.
A todo esto, estamos hablando el tema en mi grupo de amigos. Las chicas muestran en su mayoría bastante preocupación, aunque algunas intentar lanzar hipótesis que perfectamente podrían ser ciertas: “Se estará tomando unos vinos”. “Ya sabéis como es”. “Lo mismo ha perdido el móvil y lo está buscando por la calle”. Uno de los chicos dice que no nos asustemos, que ya sabemos que nuestra amiga es de silenciar el móvil y no saber dónde lo pone. Pasan veinte minutos y el chico no contesta. Nos asustamos más todavía.
Yo ya la he llamado cinco veces. Su hermano me dice por WhatsApp que se la va a enfriar la cena. Pienso cómo puede bromear cuando no sabemos nada de su hermana.
A las 23:52, llega un WhatsApp al grupo de amigos: “ESTOY VIVA”. Es de mi amiga. Me invade una sensación de alivio increíble. Había estado en el cine y había silenciado el móvil. Pide disculpas porque creía que nos lo había dicho.
Han sido los cincuenta minutos más largos de mi vida.
Ahora, pongámonos a analizar la situación. Al asustarme tanto debo admitir que me sentí un poco paranoica. Pensé que era una exagerada por alarmarme tan pronto, tan sinsentido… Pero luego me di cuenta de que lo mismo debieron pensar los familiares y amigos de las chicas que no volvieron.
También observé que tanto mis amigos como su hermano no habían mostrado tanta preocupación como nosotras en ningún momento. Una amiga incluso preguntó si era demasiado pronto para denunciar su desaparición. Será porque nunca han tenido la experiencia de pensar que te van a violar cuando vuelves sola a casa por la noche.
Y qué decir, mi amiga no tiene que pedir perdón por no contestar. Tiene derecho a ir al cine y apagar el móvil durante unas horas. Tiene derecho a divertirse sin que nos tengamos que preocupar. Tiene derecho a poder volver a casa sola, sin miedo.
Pero parece que aún estamos lejos de esa quimera.