Periodistas feministas, en su punto
¿Sabes quién es María Luz Morales? ¿Conoces las demandas de las mujeres periodistas? ¿Qué crees que hace falta para hacer la revolución? Andrea Momoitio repasa en el blog de la redacción de Pikara algunos hitos recientes de las periodistas. Todo está a punto para imprimir el nuevo número de #PikaraEnPapel
Puede que una de las anécdotas que mejor explican qué es eso que llamamos, desde el feminismo, el barranco de cristal es el nombramiento de María Luz Morales como la directora de La Vanguardia en agosto de 1936. En Nosotras, que contamos, la periodista Inés García-Albi rescata su corta historia a cargo del medio catalán: Morales estaba enferma en su casa cuando fueron a buscarla y, dicen, no pudo negarse. Había estallado la Guerra Civil y el periódico estaba en manos de un Comité Obrero. Uno de sus compañeros, Carlos Sentís, cree que probablemente la consideraron “inocua”. No le subieron ni una peseta el sueldo, pero ella aceptó con una condición: se dedicaría en exclusiva a cuestiones relacionadas con el periodismo. No quería saber nada de cuestiones políticas. No sé cómo pretendía mantener esa distancia entre el periodismo y la política cuando nuestro oficio está tan íntimamente ligado a ella. A la política en todas sus expresiones y no solo a esas cuestiones relacionadas con el poder que la prensa se empeña en hacernos creer que son importantes.
En una entrevista con Rosa Montero, lo explicaba así de bien y más vale cita en mano, que divagaciones mías volando: “Los medios han agrandado y distorsionado el debate político real. Han llenado los periódicos de noticias políticas que le importan a la gente un carajo. Una cosa es la política, o mejor dicho lo político, que eso evidentemente nos tienen que importar a todos porque es la gestión de nuestra vida pública y en definitiva de nuestra vida; y otra cosa es la política de la que hablan: las peleas entre barones a ver quien tiene el poder. ¿Cuántas páginas ocupan en los periódicos esas historias? ¿A ti te interesa eso? A mí para nada. NADA. No sé cómo explicarte. Esa no es la vida”. No. Desde luego que no. La autora de La loca de la casa, entre otras muchas maravillas, no parece muy esperanzada en la entrevista con el panorama de los medios de comunicación en el Estado español: la falta de rigor, la obsesión por una agenda mediática muy tradicional salvo pequeñas excepciones que se convierten en grandes anécdotas, la precariedad o la eclosión de pequeños medios que no acaban de conseguir estabilizarse para hacerle frente al poder son alguna de las preocupaciones la articulista de El País.
El periodismo y, en consecuencia, el mundo, han cambiado mucho desde que Morales estuvo al frente del diario La Vanguardia, pero quizá nada haya cambiado lo suficiente para las mujeres. A raíz de la huelga del 8 de marzo, en el Estado español las periodistas se han organizado en diferentes asociaciones territoriales para hacer frente a la precariedad y al sexismo con el que tienen que convivir. Medios como La Marea han visto en el nombramiento de Soledad Gallego-Díaz como directora de El País una consecuencia o, al menos un reflejo del estallido feminista. Es mucho lo que las periodistas callamos. En el manifiesto, que firmaron más de 8000 profesionales de la comunicación, están incorporadas las reivindicaciones de todos los sectores: precariedad, inseguridad laboral, brecha salarial, techo de cristal, acoso sexual o ninguneos; pero, además, dan un paso más allá. “Las periodistas denunciamos que los espacios de opinión están extremadamente masculinizados y que el sistema patriarcal impide que podamos hacer bien nuestro trabajo proponiendo y promoviendo una visión muy parcial del mundo”, dice el comunicado. Ya dijo Adrienne Rich que la objetividad siempre es subjetividad masculina y, nosotras, lo sufrimos. Lo sufrimos y lo enfrentamos. Cada una, dentro de sus contextos y según sus circunstancias, pero hacemos frente al sistema.
El éxito de esta organización ha sido tal que el pasado 2 de junio se celebró la primera asamblea en Madrid. No es la primera vez que las periodistas nos encontramos en diferentes espacios para reivindicar nuestro papel. Las redes de periodistas con visión de género han sido —y siguen siéndolo— imprescindibles para muchas de nosotras. La gran Lydia Cacho se lo explicaba así a Lucía Martínez Odriozola hace ya unos años: “[Las redes] son fundamentales. Nos permiten capacitarnos y nos recuerdan cómo se hace mejor periodismo. Se aprende de las colegas. Particularmente, las de mujeres. Yo he participado en las de México, Centroamérica y el Caribe. Lo importante tiene que ver con la sororidad, con esa solidaridad que nos permite mirarnos a nosotras mismas como individuas y hacer reflexiones sobre cómo estamos, qué nos detiene. Incluso, sobre cómo hacer periodismo transforma nuestra vida personal”. Las fundadoras de Pikara habían fundado antes con otras compañeras la red vasca de periodistas con visión de género, Kazetarion berdinsarea, y fijaos la que liaron después. Hay una pintada maravillosa por ahí que dice que para hacer una revolución solo hace falta una amiga. Nosotras, tenemos muchas.
Lo que no tenemos —ni pretendemos tener— es patrón. Ni partido, ni marido, ni amo, Dios, ni nada de nada. Lo que tenemos alrededor es una red maravillosa de personas —como tú, que lees esto— que hacen posible que, por ejemplo, un año más podamos volver a imprimir un número de Pikara en papel lleno de contenidos con perspectiva feminista, que demuestran que lo que venimos diciendo desde hace año: la perspectiva de género nos convierte en mejores periodistas porque los análisis sobre consumo de drogas que más se han hecho, obvian la socialización de género; porque los procesos de reproducción asistida no pueden entenderse sin el ideal de maternidad que nos vende el patriarcado; porque la imposición de la custodia compartida obvia que los cuidados siguen, principalmente, en manos de las mujeres; porque aún se dice que “te han vaciado” cuando te quitan el útero; porque ellos son modistos y nosotras, costureras; porque los acontecimientos históricos más relevantes se cuentan sin nosotras. Porque se nos sigue obviando. Porque parece que nadie se escandaliza cuando las rotativas trabajan sin descanso para contarnos un mundo que no es nuestro. A partir de septiembre, en las librerías más molonas, tendréis algunas respuesta, en clave feminista, a esas cuestiones y a muchísimas más. Todo está en su punto. Estamos a punto.