“He creado mi propia obra para interpretar papeles con los que puedo ser yo”
¿Qué cosa es ser negra? Ser negra es que te miren por la calle y que desconfíen de ti. Que si tu profesión tiene que ver con el arte y el cine, solo te den el papel de migrante, toxicómana, señora de la limpieza o prostituta. Para mostrar tanto el racismo como la unión y la cultura de la comunidad afrodescendiente losa de la negritud, Silvia Albert Sopale interpreta el monólogo 'No es país para negras'.
Española, afrodescendiente y actriz. Ha trabajado en cine, pero realmente su carrera se centra en el teatro y la televisión, donde tomó las riendas para crear obras que abordan la discriminación racial en primera persona. “Me ha tocado hacer de todo. No me siento representada cuando veo películas o series, así que después de mucho tiempo creé mi propia obra y comencé a hacer los papeles con los que sí puedo ser yo”. Y es que, el macrorracismo (que no micro porque ni lo más mínimo es pequeño) le llevó a vivir situaciones en los casting, donde sus ojos eran tan grandes como platos: “En una entrevista me pidieron poner acento de África y cuando pregunté por cuál país, me dijeron que daba igual, que solo tenía que poner acento africano”.
De esas experiencias surge lo que hoy conocemos por No es país para negras. Un monólogo en primera persona desde una parte de la historia y de las entrañas de las mujeres negras que viven en España. Desde la infancia, cuando tenía que soportar sin conocer el significado que le cantaran las canción del “cola-cao” o la del “conguito” hasta las situaciones más íntimas y afectivas: “Cómo es tener un novio blanco, cómo te tratan los amigos de tu pareja, la hipersexualición de la mujer negra, cómo alguien que no quiere ofenderte y te ofende sin querer con el lenguaje… El público empieza a cuestionarse al máximo”. La intención es que la obra siempre esté viva e incluir nuevas situaciones del día a día para que se pueda debatir sobre la racialización como si de una herramienta de empoderamiento y educación se tratase.“Hay que revisarse el respeto y el teatro tiene ese poder en el que la gente se puede ver reflejada a través del humor. Pueden identificar comportamientos racistas que reproducimos sin darnos cuenta, que vienen desde nuestra mente colonizada”, explica.
La afirmación No es país para negras puede sonar chocante y dura, pero la realidad es que el color de piel sigue marcando la forma y la calidad de vida de la mayoría de personas racializadas. “Somos negras y afrodescendientes. Es cuando llega el período de la esclavitud a África cuando empezamos ser negras, antes no lo sabíamos”, subraya Albert. Pero para la actriz el color no solo está en la piel, sino también en la mirada, y destaca que no tiene nada de malo ponerle nombre a su tono de piel, como al de cualquiera: “Negro es un color, no es un insulto. Debemos de apoderarnos de la palabra negra y negro para que no se convierta en un insulto. Cuando realmente toda la población aceptemos eso, ya podremos transcender”.
¿Y tú de dónde eres?
Todo el mundo hace apuestas para acertar su país de nacimiento: “Camerún”. “Senegal”. “Nigeria”. “Costa de Marfil”. Pero nadie lo sabe hasta que abre la boca con un acento de eses finas del norte. Y entonces se escucha: “¿Pero dónde has aprendido tan bien el español?”. Silvia nació en San Sebastián y desde que era pequeña ha sentido cómo su entorno la ha cuestionado. “Durante mucho tiempo decía que era ciudadana del mundo, pero me di cuenta que decía eso porque no quería sentir el rechazo cuando decía que era española. Cuando me quedé embarazada de mi hija retomé el discurso de que yo soy española. Ahí se acaba la conversación”.
La identidad no es solo cuestión de un territorio o de un color de piel, sino todo aquello que te hacer ser y sentir. “Mis padres tienen la identidad muy clara. Mi madre es guineana y mi padre de Nigeria. Yo, como hija de la diáspora, la tengo más confusa. Parece que tenemos que escoger. Cuando vives en España eres guineana y cuando llegas a Guinea Ecuatorial eres considerada española. Eso está dentro de nosotras también y durante años he sentido el desarraigo, pero ahora mis raíces son tan profundas que yo siento que están aquí y están en Guinea”.
Y cuando habla de raíces, se nota cómo se hacen más grandes y fuertes en una mujer que transmite empoderamiento, aunque ella lo defina como “fachada” y reconozca que toda su vida he tenido una imagen muy dura porque era la manera de defenderse. Ahora, solo se rodea de la gente que le vale la alegría y no la pena, sobre todo cuando comenzó con su espectáculo y sintió que necesitaba más que nunca el apoyo de la comunidad afrodescendiente. Según nos cuenta, este término proviene de América Latina, donde el adjetivo de negra fue sustituido por éste para acabar con ese eufemismo. En España, desde los años 80 el activismo afro está en marcha y ahora con las redes sociales esa denuncia del racismo cotidiano es más visible: “Cuando alguien toca el pelo a otra persona afrodescendiente, ese gesto está relacionado con el poder y con el colono que piensa que es su territorio y lo puede hacer”, se lleva las manos a la cabeza la monologuista. Esa situación la viven sobre todo las mujeres, las mismas que están despertando el sentimiento afro en este país. “El movimiento de mujeres es muy fuerte dentro de la afrodescendencia. Son las madres, ya que tiene que ver mucho con la maternidad y de mujeres empoderadas que tenemos otro tipo de objetivos. Mi objetivo pasa por mi hija y pasa por acciones para derrumbar los estereotipos”, dice dando en el clavo.
Dentro del propio colectivo existen debates que se trabajan entre todas. A veces, se cuestionan la identidad al reivindicar la afroespañolidad o el europeísmo. “Nuestro discurso debe ser que queremos un reconocimiento y esto pasa por tener las mismas oportunidades: poder alquilar pisos, poder acceder a puestos de trabajo…”, concluye Albert.
Migraciones
Pero ser negra en un país como España también es, en muchos casos, tener que saltar vallas y cruzar el Mediterráneo en patera a falta de visados y de vías seguras. Ser negra es que te violen y te cosifiquen en las fronteras de los países en tránsito o que en tu destino seas explotada sexualmente. Ser negra es ser ciudadana de segunda, tercera o prácticamente de ninguna categoría. Y en España, la herencia gubernamental ha dejado en su ciudadanía la mancha del racismo con un lenguaje salvaje que criminaliza a las racializadas y las migradas.
Silvia Albert Sopale habla de migraciones como si las fronteras la atravesaran. “Lo miro desde mis privilegios, desde mi DNI español priviliegiado y entonces es otra historia, pero pienso que a través del teatro puedo contar estas historias y sobre todo con una perspectiva de género y étnica. En el imaginario colectivo, España no es un país para que las personas negras puedan vivir y de ahí No es país para negras. Esto se está repitiendo continuamente. Por eso, yo quiero contar la historia de esas personas migradas que llegan a España, que no mueren y que se quedan y tienen descendencia aquí y cómo se mezclan con un país y pueden enriquecerlo. Cuando esto se entienda será cuando exista una España del siglo XXI de verdad”, se ríe mientras lo dice, pero si perder la esperanza.
Viene a la entrevista con la una camiseta de “Top Manta” y en la parte trasera se puede leer: “La vida de los manteros también importa”. Y es que el Sindicato de Manteros de Barcelona, ciudad en la que reside, trata de hacer frente a la persecución de la policía a personas que se encuentran en situación administrativa irregular y se dedican a la venta ambulante. Para ello, han creado una marca de ropa cuyo eslogan anuncia “Persona ilegal, ropa legal”. La mayoría de las personas que conforman este colectivo no han nacido en España, ni han venido en avión con un visado, sino que son víctimas de la militarización de las fronteras. Con impotencia, Albert se desahoga: “Sabemos que no se puede detener el movimiento de las personas. Volvemos al punto en el que sabemos que se trata de cuestiones económicas. Mantener las fronteras tiene un coste y genera beneficios a un número determinado de personas. Igual que juegan con las políticas del miedo. Es como un juego en el que nosotras no conocemos las reglas y tampoco hemos pedido jugar, pero estamos aquí jugándonos la vida”.
Ella coincide con la existencia de una violencia y racismo institucional hacia las personas negras. De momento, se desfoga sobre el escenario y así consigue llegar a la conciencia de más gente. Silvia es poderosa y no tiene preocupación, más bien tiene “ocupación” y es todo lo que rodea a su hija, para que ella sí pueda crecer con referentes.
Y bendigo al cielo porque quiso Dios que negro azabache fuese mi color.
Y ya comprendí. AL FIN. ¡Ya tengo la llave!
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¡Negra soy!'Me gritaron negra', performance de Victoria Santa Cruz