Alarde de Hondarribia: Tu libertad, mi riqueza
Aún hoy a las mujeres de Hondarribia se nos niega el derecho a participar en igualdad en el acto central de nuestras fiestas. Tal vez el Alarde paritario parezca una reivindicación pequeña, pero han sido lo ataques, insultos y golpes que hemos recibido los que han definido el tamaño de nuestra lucha.
Todavía tenemos que escuchar o leer que alguien diga “no soy machista ni feminista”. Pero dejando a un lado la ignorancia, hoy, gracias al enorme trabajo de muchas mujeres, gran parte de la sociedad sabe que el corazón del feminismo es la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
En busca de esa igualdad lucharon las feministas que nos precedieron y ese es el horizonte de los feminismos actuales. Igualdad de derechos, para que luego cada quien utilice como quiera o pueda esa igualdad. En tiempos de las sufragistas también había feministas que afirmaban que el derecho al voto era inútil para cambiar la realidad. Además, desde la izquierda.
Si algo caracteriza al feminismo es la pluralidad, ésa es nuestra riqueza. Y, de la misma manera, esa pluralidad genera tensiones. Hay un ejemplo que en este momento me interesa más que cualquier otro. ¿Qué hacer cuando una mujer o un grupo de mujeres reivindica el derecho a hacer algo que nosotras no queremos hacer?
Algunas mujeres quieren entrar en el ejército, quieren ser sacerdotes de la iglesia católica, trabajar en una mina de carbón o casarse con otra mujer. Y tal vez tú, esa feminista que tiene la generosidad de leer estas líneas, estás contra todos los ejércitos, piensas que las religiones son dañinas, opinas que el carbón es perjudicial para la conservación del medio ambiente y estás en contra de todo tipo de matrimonios.
Mientras decides qué postura tomar ante esas reivindicaciones, quiero contarte que yo estoy en una de esas situaciones, desde hace veinticinco años. En aquel tiempo, tan lejano para muchas jóvenes como el Paleolítico, me uní con otras mujeres que pretendían participar en las fiestas de Hondarribia en las mismas condiciones que los hombres y todavía estoy en ello.
Hasta aquí, no parece que el derecho a participar en el acto cumbre de las fiestas locales pueda generar dudas a ninguna feminista. Después de todo, hace tiempo que las mujeres defendemos esa reivindicación: creemos que las calles también son nuestras, noche y día, incluso durante las fiestas y de madrugada. Durante siglos, los hombres han organizado las fiestas y las han adaptado a su gusto. Pero estamos en otra época y hay muchas mujeres fiesteras por todos los rincones.
El acto principal de las fiestas de Hondarribia tiene su origen en un hecho ocurrido hace trescientos ochenta años. Eso es el Alarde de Hondarribia, la repetición de un desfile de gentes armadas hace casi cuatro siglos, actualizado por el tiempo y la sociedad, transformado, convertido en folklore. Tal y como lo diseñó la sociedad patriarcal: los hombres como protagonistas y las mujeres como adorno en el lugar designado por los hombres. Las cantineras.
Esta manifestación folclórica es similar a otras muchas manifestaciones folclóricas de Euskal Herria, como por ejemplo la ezpata dantza. Nuestro folclore tiene esas características: nos ha gustado y nos gusta hacer las cosas en grupo, de forma organizada y unitaria. Ese es el núcleo de nuestro folclore, actuar de forma organizada, sin apenas lugar para improvisaciones individuales. El grupo por encima del individuo, el orden por encima de todo.
Y eso es lo que hacemos en el Alarde de Hondarribia. Esa es la base. El toque militar es superficial, es un adjetivo, no el sustantivo. Esa es la actividad en la que Jaizkibel Konpainia quiere participar. Fuimos veintiséis mujeres en 1.996 y en 2017 más de quinientas personas, quién sabe cuántas seremos el ocho de septiembre de 2018. Sin embargo, no desfilamos aún en el Alarde, sino que desfilamos en solitario. Aún hoy las mujeres de Hondarribia no tenemos derecho a participar en el acto central de nuestras fiestas. O sí, tenemos ese derecho porque somos ciudadanas, pero no la posibilidad de ejercerlo.
Por el camino y con el explícito objetivo de impedir la participación de las mujeres, el ayuntamiento de Hondarribia privatizó la fiesta y la dejó en manos de una institución privada. Se nos prohíbe desfilar porque el Alarde fue privatizado. Los hombres que desfilan pueden haber nacido en Hondarribia, ser veraneantes o migrantes, o, simplemente, amigos de alguien que tiene un amigo que desfila. Sin embargo, a las mujeres de Hondarribia se nos prohíbe desfilar.
Desde luego, no queremos obligar a nadie a participar en el Alarde. Los hombres también lo hacen de forma voluntaria. Esta es nuestra reivindicación: queremos un Alarde paritario y público, donde desfilen unidos hombres y mujeres. Estamos convencidas de que las mujeres somos sujetos de todos los derechos, en igualdad, sin marginaciones.
Tal vez a ti, querida lectora, te parezca una reivindicación pequeña, una fruslería. También pensábamos que era una reivindicación pequeña las mujeres que nos manifestamos al principio por un Alarde paritario. Ha sido la postura de los y las que se oponían y oponen lo que ha agrandado nuestra lucha, los ataques, insultos y golpes de quienes se oponían son los que han definido el tamaño de nuestra lucha. Los ataques recibidos durante un cuarto de siglo han agrandado nuestra reivindicación.
En nuestra pequeñez, somos la lucha por la igualdad más larga que existe en Euskal Herria. Es más, la más larga lucha por la igualdad que haya existido en Euskal Herria. En otras ocasiones, hemos conseguido algunas reivindicaciones surfeando una ola que venía de fuera, como en el caso del divorcio o del aborto. Pero este conflicto ha surgido aquí, se ha desarrollado y gestionado aquí. También combatido aquí. Esta lucha de la comarca del Bidasoa tiene eusko label.
Queremos conseguir lo que ya se ha logrado en muchos pueblos y ciudades de Euskal Herria, creemos que la participación de las mujeres no va contra las tradiciones, que no las debilita, sino que las enriquece. Tocar el pífano, el tambor o llevar una escopeta al hombro es secundario. Es lo menos importante. Lo que importa es la igualdad, la libertad de desfilar.
Porque cuando a una mujer se le reconoce en cualquier lugar el derecho a hacer esto o lo otro, no sólo nos enriquecemos las mujeres, sino el conjunto de la sociedad. Incluso se enriquece quien no tiene intención de ejercer ese derecho. Por lo menos eso lo hemos aprendido: tu libertad es mi riqueza, mi libertad, tu riqueza.
Las sufragistas pedían el derecho al voto, el derecho a la patria potestad y el acceso a la educación. Vinieron, mucho después, unos derechos que aún no son reconocidos en muchos países. El tronco tiene muchas ramas, las ramas multitud de ramitas y éstas infinitas hojas.
A la imagen descrita hasta ahora le falta un detalle, no pequeño. En 1996, las mujeres que intentamos incorporarnos al Alarde recibimos la oposición de los hombres. El año siguiente fueron mujeres las que impidieron el recorrido de la compañía Jaizkibel, mujeres de todas las edades.
Los siguientes años también han sido las mujeres quienes han formado la vanguardia de las fuerzas opuestas a Jaizkibel y eso ha sido lo que más preocupación nos ha suscitado. ¿Cómo entender que año tras año quienes alzan los plásticos negros contra nosotras en la calle Mayor son mujeres jóvenes?
Sí, los hombres están desfilando y no pueden estar en dos lugares a la vez y aquéllas que quieren llegar a ser cantineras tienen que hacer méritos ante quienes dirigen el Alarde. Pero aún hoy, cuando alguien nos dice que desde fuera es difícil de entender lo que ocurre en Hondarribia cada 8 de septiembre, tenemos que contestar que tampoco es fácil entenderlo desde dentro.
¿Qué empuja a esas jóvenes a luchar contra la igualdad entre hombres y mujeres? ¿Cómo explicar a esas jóvenes que nuestra libertad no está en su contra? En Hondarribia no hemos sido, aún, capaces de dar respuestas liberadoras a esas preguntas, hemos encontrado aspectos que comprendemos, pero no el conjunto. También para eso necesitamos la ayuda de otras feministas, para entender mejor lo que ha ocurrido y ocurre para, posteriormente, poder dar respuestas liberadoras a las incógnitas.
Teniendo en cuenta todos esos aspectos nos atrevemos a pediros una doble ayuda: os necesitamos para comprender mejor nuestra lucha y, asimismo, os necesitamos en las aceras, apoyándonos el día del Alarde, si fuera posible, con el pañuelo colorido que distingue a Jaizkibel anudado a los hombros. Porque vuestros aplausos avivarán nuestras fuerzas.
Para que se traduzca a la realidad lo que el año pasado decía una pancarta de apoyo a Jaizkibel Konpainia: “Nunca estarás sola en esta lucha”.