Todo lo que espera Doña R.

Todo lo que espera Doña R.

Doña R. sigue esperando noticias sobre la desaparición forzosa de uno de sus hijos en Guerrero, un estado al suroeste de México. Mira con recelo y esperanza las propuestas del nuevo Gobierno electo para hacer frente a una de las vulneraciones de Derechos Humanos más flagrantes que sufre el país.

26/09/2018

 

Ilustración de Zuriñe Burgoa

Ilustración de Zuriñe Burgoa

Llegamos a su comunidad en una camioneta blanca. Por el camino, un grupo de hombres borrachos nos pide ayuda para llegar a casa. El conductor había bebido mucho y chocaron su carro contra la montaña. Unos a otros se ayudan a subir. El más pequeño lleva con él un saco de de cemento, que funcionaría también como metáfora para explicar cómo tienen que lanzar a la camioneta a dos de ellos. Llegamos un rato después, cargadas de borrachos, a una pequeña zona rural de Guerrero, un estado al suroeste de México. El mar es lo más pacífico que encontramos en el camino y, en época de lluvias, está especialmente bravo. La compañera que nos guía hacía ella no recuerda bien dónde vivía Doña R. Preguntamos a la primera persona que vemos pasar y nos indica sin titubear.

Doña R. es una mujer grande, no muy alta. Impone y enternece, prácticamente, a partes iguales. No sé calcular cuántos años tiene y se me olvida preguntárselo. Es una de las lideresas de su comunidad. Nos explica que eso significa que muchas personas acuden a ella para que les ayude a solucionar sus problemas. A veces le piden que intervenga en asuntos que afectan a todo el pueblo, pero también requieren su presencia para mediar en conflictos familiares. Algunas vecinas se acercan a Doña R. porque están siendo víctimas de violencia machista: “Doña R., ayúdeme, que mi esposo me pega fuerte”, se lamentan.

Ella interviene, les explica que las cosas han cambiado, que los tiempos de impunidad han sido arrasados por aires nuevos, que ya no se tolera ni se permite algo así. Habla, confía y está atenta. Es optimista y asegura que la violencia ha disminuido notablemente entre las familias de su entorno. Cree que han sido útiles los talleres que ella misma imparte para tratar de establecer otras lógicas familiares. En el pueblo hay poca gente, muchos animales, paupérrimos recursos, un par de tiendas para comprar cuatro cosas y un locutorio en el que, por unos pesos, puedes conseguir un papelito con una clave temporal de wifi. Se conocen como “las fichitas” y funcionan de aquella manera. La gente trabaja en el campo para alimentarse y tratar de conseguir algo de dinero. Doña R. planea plantar algodón en un terreno que compró uno de sus hijos, que ahora vive en Estados Unidos. Allí vive también su hija: “Ella volverá cuando les eche Trump”, cuenta. En la comunidad, la obediente E., a cargo de sus abuelos y encargándose de ellos, espera desde que su madre emigró. Doña R. tiene otros seis nietos, estadounidenses, que no conoce todavía. La política migratoria dificulta llegar y convierte en imposible el volver. En la casa de Doña R., día y noche, está encendida una vela blanca. Es su pequeño ritual para no desesperar: lleva dos años mirando de reojo la puerta. Es una de esas mujeres, miles de mujeres en México, que no se resigna ante la desaparición de un hijo. Dos de ellos emigran, otro desaparece, uno vuelve y Doña R. espera por los cuatro.

En casa, con ella, se ha quedado otro de sus hijos: J. Él pudo viajar a la ciudad a estudiar antropología, pero quiso volver tras la desaparición de su hermano y la desesperación de sus padres. Ha encontrado trabajo como maestro, sueña con viajar a Argentina, postea en Instagram y duerme poco para acabar a tiempo su tesis. Está analizando las fiestas de su comunidad y su relación con las cosechas. Sabe que no es el momento de irse, que le necesitan en casa, pero las cuatro calles de su pueblo le saben a poco. Llegará el día, Y. se marchará también y Doña R. seguirá esperando a que todas vuelvan. Mientras, ella trabaja para su comunidad, se forma en Derechos Humanos, escucha atenta los problemas de otras mientras rumia los suyos, interviene, asiste, se implica y trabaja duro por construir un entorno más habitable, un lugar más amable, para cuando vuelvan a casa todos sus hijos.

Doña R. duerme en el suelo de su humilde hogar, siempre abierto a visitas y encuentros. Hace poco, nos cuenta, estuvo por allá una española que sólo comía ensaladas. Doña R. se ríe, una y otra vez, al recordarlo y enseña su dentadura estropeada por los años. Uno de sus hijos ha prometido ayudarla a pagar los arreglos que necesita, pero para que su sonrisa luzca perfecta Doña R. necesita mucho más que un dentista. No parece confiar mucho en un cambio de gobierno histórico, que ha llevado al progresista Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República, pero escucha atenta las novedades sobre una Comisión de la Verdad que planean poner en marcha para tratar de esclarecer las miles y miles de desapariciones que sufre el país. El proyecto parece estar especialmente centrado en la búsqueda de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Según el último informe de Amnistía Internacional, el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas indicaba entonces “que seguía sin esclarecerse el paradero de 34.656 personas”. Denuncian, además, que las investigaciones de los casos de personas desaparecidas  están plagados de “de irregularidades y que las autoridades normalmente no inician de inmediato la búsqueda de las víctimas”. En el momento de cerrar el informe “persistía la impunidad de estos delitos, incluido el caso de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, que fueron víctimas de desaparición forzada en el estado de Guerrero en 2014”. Representantes del Gobierno electo, que comenzará a trabajar el 1 de diciembre, han asegurado que tratarán de subsanar los errores que se cometieron en la investigación. La comisión pretende que se garantice el derecho a la memoria y a la verdad de las víctimas. Hallar el paradero de las personas desaparecidas es una de las prioridades políticas de la Comisión. En un foro que acaba de celebrarse en México, organizado por la Red Soy Joven, se ha denunciado que el 55% de las personas desaparecidas en el país son jóvenes, entre 15 y 29 años.

Doña R. ha agotado todas las instancias en la búsqueda de su hijo, pero ella no se ha agotado. Nadie sabe nada, nadie dice nada, nadie ha visto nada. En México conviven con la violencia con una calma tensa que corta la respiración. La esperanza mira hacia López Obrador de reojo mientras Doña R. mira la puerta.

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