Tercer sexo: ¿avance legal o estigma?
La aprobación de una tercera casilla en el registro civil alemán genera confusión y críticas. La noticia invita a abordar el reconocimiento legal a la diversidad sexual y de género en España.
Agosto de 2018. En las redes sociales se viraliza una noticia que suena prometedora para la comunidad trans y queer: “Alemania aprueba el tercer género”, “Diverso: el tercer género en Alemania”, “Hombre, mujer o diverso: Alemania aprueba el tercer sexo”. En realidad, lo que el Parlamento alemán ha aprobado es un proyecto de ley que permitirá a los y las progenitoras inscribir en el registro civil como “tercer sexo” o “género diverso” a los bebés en los que se detecte una condición intersexual al nacer. Es decir, el Bundestag pretende reconocer y dar cobertura administrativa a la intersexualidad en la infancia; pero no habilita una tercera casilla para las personas adultas que se identifiquen fuera del binarismo de género.
Pronto algunas voces llaman a revisar con cautela las probables limitaciones y trampas de la propuesta alemana. Mauro Cabral, activista intersexual argentino, difundió por redes sociales un aviso: “Dejen de celebrar esa decisión como un avance para el desmantelamiento del binario de género. NO LO ES. Es una decisión que reitera lo que ya sabemos: toda variación respecto del binario de la diferencia sexual es patológica, y la medicina sigue gobernando todos los géneros (…). No vamos a desmantelar este sistema corriendo sin pensar detrás de cualquier eslogan que nos venden”. Señalaba como principal problema que esa opción se restringe a personas intersexuales a las que se les requiere diagnóstico médico, lo que considera una forma de patologización. En esa publicación, Cabral añadía que “las únicas opciones emancipadoras son dejar de considerar el sexo una categoría legal; mientras tanto abrir el registro de posibilidades múltiples, sin requisitos incompatibles con los derechos humanos (incluyendo el diagnóstico médico); dejar de vincular legal y socialmente el cuerpo sexual y reproductivo de las personas con su identidad; reconocer la autonomía decisional de todas las personas respecto de su propio cuerpo, y romper de una vez con el automatismo del “si dice tercer sexo seguro es algo bueno””.
Dau García Dauder, profesor de psicología social en la Universidad Rey Juan Carlos e investigador en materia de identidades trans e intersexualidad, desarrolla por qué es problemático inscribir a un bebé recién nacido como tercer sexo: “Se supone que la información que aparece en los registros o en el carné de identidad se refiere a la identidad de las personas, no a sus genitales. Las variaciones intersexuales corporales no implican identidad intersexual. La mayoría de personas que tienen una condición intersexual se sienten hombre o mujer cuando crecen y solo una pequeña parte (igual que la gente sin ninguna condición intersex) se siente subjetivamente como ese tercer sexo”. Por ello, señala el riesgo de que este aparente reconocimiento contribuya a estigmatizar a las personas intersexuales y confundir sobre su identidad. “Hay medidas mucho más imperiosas para las personas que viven una variación intersexual que tienen que ver con el estigma de la diversidad corporal o con los tratamientos médicos”, concluye.
García Dauder cree que la posibilidad administrativa de una tercera casilla vendría muy bien en la práctica, “pero no dirigida a la población intersexual sino a todas las personas que cuya identidad de género es no binaria (tengan o no una condición intersex)”, matiza. Aunque, para él, lo ideal sería que no se preguntara por el sexo para cuestiones como sacar un billete de avión o para miles de trámites administrativos.
Para encontrar un reconocimiento a identidades de género no binarias tanto en la infancia como en la edad adulta es preferible mirar a Canadá, donde, desde el pasado 31 de agosto, todas las personas residentes pueden escoger si en toda su documentación aparecen como ‘hombre’, ‘mujer’ o ‘X’, también en el certificado de nacimiento. O a Tailandia, pionera en el reconocimiento de identidades que se desmarcan del binarismo de género. Ya en 2005, el gobierno tailandés incorporó la posibilidad, a las personas que no se sienten ni hombre ni mujer, de inscribir un tercer sexo en sus pasaportes. En 2016, se empezó a plantear la posibilidad de prever el tercer sexo en la Constitución.
¿Se reconocerá la diversidad de género en España?
Beni Lago Fernández trató durante muchos años de ser reconocida institucionalmente y socialmente como una mujer. Exjugadora de voleibol, fue noticia por ser la primera mujer transexual en el deporte federado, e insistió en apariciones en los medios en ser nombrada sin hacer alusión a su transexualidad. Obtuvo incluso la partida bautismal de la Iglesia católica rectificada y adaptada a su identidad civil. Sin embargo, la noticia del reconocimiento de un tercer género en Alemania le llevó a escribir un email a la redacción de Pikara Magazine para contar sus reflexiones y vivencias. Comenzó el tratamiento hormonal de forma tardía, a los 39 años, y después de tres años, su cuerpo no ha reaccionado como esperaba: “No ha habido ninguna adecuación de caracteres secundarios, sigo manteniendo el mismo aspecto masculino físico que tenía al inicio”, explica. Ante esta circunstancia, encuentra que nombrarse como “tercer género”, “bigénero” o “género fluido” puede ser “una alternativa en la ansiada búsqueda de integración social”. Esa reflexión le ha llevado a dejar de utilizar en su día a día su nombre de mujer y empezar a utilizar el diminutivo neutro Beni. Sin embargo, encuentra que la administración no contempla el reconocimiento a una identidad no binaria. Para Fernández, que la ley española previera la posibilidad de inscribirse libremente como persona de género no binario en el registro civil sería la única forma de “adaptación y supervivencia”. No conserva demasiadas esperanzas, duda que se lleve a cabo, y mucho menos a corto plazo.
La Ley de Identidad de Género española aprobada en 2007 exige, para la reasignación de género y su reflejo en el registro civil, acreditar dos años de hormonación y un diagnóstico psiquiátrico de disforia de género. En cambio, legislaciones posteriores, como la argentina, aprobada en 2012, permiten a las personas rectificar el sexo en el registro civil cuando éste no coincide con su género sentido.
Unidos Podemos y PSOE están tramitando en paralelo propuestas para actualizar el reconocimiento a las identidades trans. En noviembre de 2017, el Congreso de los Diputados aprobó la toma en consideración de una proposición de ley presentada por el grupo socialista que actualiza la ley 3/2007 reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas, más conocida como “ley de identidad de género”. Carla Delgado López, diputada del PSOE en la Asamblea de Madrid e histórica activista trans más conocida como Carla Antonelli, destaca que esta reforma busca despatologizar la transexualidad eliminando cualquier requisito de informe médico para la reasignación administrativa de las personas trans y añadiendo el “reconocimiento explícito del género no binario; aquellas personas que no se sientan identificadas [en el binarismo de género] podrán dejar su casilla en blanco”, detalla. Las personas menores de edad también podrán solicitar la modificación registral a través de sus progenitores o representantes legales, y a través del Ministerio Fiscal en caso de que estos se opongan. La diputada socialista espera que la reforma pueda aprobarse antes de final de año.
Sin embargo, Antonelli no ve mucho sentido a reconocer un tercer género para los bebés con variaciones intersexuales como se ha planteado en Alemania. “Al fin y al cabo, no se sabe cuál es la opinión del bebé recién nacido. Hay opiniones contrarias, que defienden que si señalas a un bebé [como tercer género] lo estás estigmatizando”. En la actualidad, cuando un bebé nace con genitales considerados ambigüos, un protocolo médico recomienda a la familia si registrarlo como hombre o como mujer, analizando genitales, cromosomas y hormonas. La Organización Internacional de Intersexuales se opone a las prácticas de asignación sexual por entender que contravienen el derecho de las personas a decidir sobre sus cuerpos e identidades “sin interferencias, tratamientos forzados u otra coerción de autoridades legales y/o médicas”.
Por su parte, el grupo parlamentario de Unidos Podemos registró, en febrero de este año, un proyecto de ley sobre la protección jurídica de las personas trans y el derecho a la libre determinación de la identidad sexual y expresión de género. En el documento se expone que toda persona de nacionalidad española o extranjera en situación regular mayor de 16 años cuya identidad sexual no se corresponda con el género sentido podrá solicitar la rectificación del sexo y el cambio de nombre propio. “La mención al sexo será Femenino, Masculino o No Binario (abreviatura NB)”, se detalla.
Socializar el género no binario
Vamos a suponer que en un futuro próximo el Congreso español reconoce el género no binario y legisla para la protección legal y administrativa de las diferentes identidades trans. Se torna difícil que no despierten otras dudas: ¿Entiende la sociedad española la necesidad de una tercera casilla de sexo o -quién sabe- muchas más? ¿Está comprendiendo la ciudadanía que existen mujeres con pene, hombres con útero y personas con cuerpos diversos que no se sienten hombres ni mujeres o que transitan entre ambas identidades? ¿Legislar a favor de la diversidad de género contribuirá a transformar la sociedad en el plano cultural?
A Carla Antonelli le parece una obviedad que un cambio legislativo que avance en el reconocimiento y la protección a las personas trans no supondrá que rápidamente el conjunto de la sociedad asuma las distintas maneras de entender y vivir el género. Hay que hacer una labor de concienciación diaria para ir transformando el imaginario colectivo y ampliando el espectro de lo “normal”. “Lo normal es aquello que se repite cotidianamente. En su momento hubo una escandalera que parecía que se iba a caer el cielo porque dos personas del mismo sexo se casaran, y hoy es algo cotidiano”, señala.
García Dauder cree que “cada ley suele excluir a alguna parte de la población que queda como punto ciego”. Recuerda que la ley actual fue un paso adelante que cubrió mediante seguridad social a aquellas personas “que necesitaban tratamientos médicos para dar sosiego vital a su identidad”, y eliminó la necesidad de cirugías genitales como criterio obligatorio para el cambio legal. ¿El problema? Que también supuso una “colonización médica de la transexualidad”, ya que “se perdía autonomía en las decisiones y el proceso necesariamente tenía que pasar por la medicalización guiada y tutorizada por los profesionales, que establecían quiénes eran ‘verdaderos’ transexuales”. El resultado de ello, según el investigador, es que se han dejado de lado los tránsitos necesarios de la propia sociedad: “La medicalización se lo pone fácil a la sociedad con su mirada dualista, no tiene que hacer ningún esfuerzo en su reconocimiento. Que la modificación corporal no sea necesaria para el cambio legal abrirá otras alternativas sobre su cuerpo a las personas trans, que inevitablemente y poco a poco “obligarán” a la sociedad a cambiar sus patrones de reconocimiento”.
García Dauder concluye que “hay que hacer mucha pedagogía de la diversidad” para que la aceptación de cuerpos diversos se convierta en una realidad: “Que la gente pueda referirse en masculino hacia una persona aunque vea pechos bajo su camiseta o una voz aguda, que pueda aceptar el pelo en un cuerpo de mujer o pechos en un hombre, que no se asuste si ve una compresa en un baño de caballeros o no dé por hecho que a todas las chicas en la adolescencia les viene la regla”. Subraya que presionar para que la gente reconozca esa diversidad permitirá reducir “la violenta presión corporal hacia el dualismo” que viven quienes no responden a él. “Los cambios legislativos en ese sentido pueden ayudar, pero si la sociedad no cambia sus miradas, las normas seguirán guiando necesidades y deseos dualistas”, concluye.
Este reportaje fue inicialmente en la edición en papel del El Salto.