La Serena: una casa para recuperar el gozo
Es una casa de cuidado y sanación que coordina y gestiona desde 2016 el Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca, en el marco de la estrategia de protección integral feminista que promueve la Iniciativa Mesoamericana de Mujeres Defensoras de Derechos Humanos (IM-Defensoras).
A escasos kilómetros de la rebelde, hermosa, indígena y cosmopolita ciudad de Oaxaca, en el estado mexicano del mismo nombre, las que defienden los derechos humanos en Mesoamérica disponen de un lugar al que acudir cuando sientan que sus fuerzas están al límite y que es necesario detenerse, tomar un respiro y darse la oportunidad de sanar las heridas y cicatrices que las luchas cotidianas abren en sus cuerpos, mentes y espíritus.
Ese lugar es Casa La Serena, la casa de cuidado y sanación que coordina y gestiona desde 2016 el Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca, en el marco de la estrategia de protección integral feminista que promueve la Iniciativa Mesoamericana de Mujeres Defensoras de Derechos Humanos (IM-Defensoras). Ya ha recibido la visita de 33 mujeres defensoras de derechos humanos provenientes de El Salvador, Guatemala, Honduras, México y Nicaragua.
Desde el inicio del trabajo, en la IM-Defensoras se empezaron a dar cuenta de que las defensoras van acumulando afectaciones que trastocan su salud y bienestar en distintos ámbitos, empezando por el físico, pero también el mental, el emocional, el espiritual y el energético. Como explica Ana María Hernández, directora de Consorcio Oaxaca, coordinadora de Casa La Serena y una de las principales impulsoras del autocuidado entre las defensoras de la región, ello no solamente las afecta personalmente, sino que también sufren impactos por las dinámicas internas de las organizaciones, colectivos y movimientos sociales a los que pertenecen.
No es extraño. A los contextos de discriminación, riesgo y violencia que enfrentan cotidianamente en la región, una de las más peligrosas del mundo tanto para las mujeres como para quienes defienden derechos humanos, se une el mandato patriarcal que construye socialmente a las mujeres para el cuidado de los demás. Lo que implica que la mayoría de defensoras además de las cargas de trabajo propias de su labor de defensa de derechos humanos también deben ocuparse de las relacionadas con el trabajo doméstico y de cuidado de sus seres queridos. La defensa de los derechos humanos en muchas ocasiones se lleva a cabo sin goce de sueldo, lo que significa que muchas defensoras se vean obligadas a sostener una triple actividad laboral para conseguir recursos económicos que les permitan subsistir. A ello se suma que el compromiso de las mujeres defensoras es sostenido, es decir, una entrega total. El contexto de violencia muchas veces las convierte en víctima de ataques, y sufren amenazas o campañas de deslegitimación y estigmatización.
Esta carga tiene un impacto ineludible sobre su salud, con un acumulado de afecciones que al ser muchas veces invisibles no se les presta la debida atención, y que con el tiempo pueden llegar a derivar en problemas mucho más graves e irreversibles. Es a partir de esta evidencia que desde el año 2012 en la IM-Defensoras se empezaron a imaginar alternativas para atender y visibilizar estas afectaciones y tener capacidad para diagnosticarlas, atenderlas y prevenirlas.
Algunos de los datos recabados en un diagnóstico realizado por la IM-Defensoras en 2012 reflejan claramente las condiciones precarias en las que las defensoras ejercen su labor: un 56 por cient dedica de cuatro a seis horas diarias a tareas domésticas y de cuido; un 60 por ciento realiza su labor de defensa de forma voluntaria; un 50 por ciento requiere de otros trabajos para obtener mayores ingresos; un 83 por ciento han vivido alguna manifestación de estrés cotidiana; y un 81 por ciento había padecido durante el último año, previo al diagnóstico, alguna enfermedad que requería cuidado permanente.
Casa La Serena surge así como un espacio de cuidado y sanación para recibir a las defensoras en estancias temporales de diez días, durante los cuales, además de ser relevadas de sus obligaciones de trabajo y de cuidado, están acompañadas de un grupo multidisciplinar de terapeutas con quienes comparten procesos de diagnóstico, terapia y la elaboración de un plan de sanación y autocuidado.
Las defensoras llegan a La Serena en grupos de cinco, una por cada país en el que la IM-Defensoras ha impulsado redes nacionales. Ello con el objetivo de que se puedan acompañar y enriquecer mutuamente en sus procesos. Se trata de defensoras de distintas edades, urbanas, rurales, mestizas, indígenas, y diferentes ámbitos de trabajo: defensoras de la tierra y el territorio, madres que buscan a sus hijas desaparecidas, sindicalistas, defensoras de los derechos de las mujeres…
Todas llegan con problemáticas crónicas de cansancio, estados de extenuación emocional, tristes y enfrentando dilemas respecto a su trabajo. Muchas acuden también con daños acumulados por duelos no trabajados, impotencia ante la impunidad y la falta de justicia y, sobre todo, con mucho enojo ante los contextos adversos que enfrentan. La mayoría ha sufrido ataques, ya sean ellas directamente o sus familias; a algunas les han asesinado a sus hijas o llevan años luchando por encontrar a su hermano desaparecido; han vivido las guerras que azotaron Centroamérica en la década de los 80 o enfrentan el crimen organizado, la persecución del Estado o la violencia feminicida. Todas estas problemáticas son abordadas desde el análisis político, poniendo énfasis en el impacto que tienen sobre su persona, su cuerpo y dinámicas cotidianas de vida y activismo.
A lo largo de los diez días que dura la estancia las defensoras se van haciendo conscientes de cómo han ido postergando su salud y bienestar, así como de las afecciones y dolores que acumulan en sus cuerpos debido a la tensión cotidiana en que desarrollan su vida: tensiones articulares y musculares, desviaciones de la columna, rigidez de rodillas…
Durante este periodo pasan por un proceso de reeducación alimentaria con una terapeuta ayurvérica, gozan de atención psicológica, reciben un taller de medicina tradicional mexicana, masajes neuromusculares y relajantes, practican yoga, reflexologia, adquieren conocimientos básicos sobre las flores de bach, realizan sesiones de antigimnasia. Todo bajo la supervisión de un conjunto de especialistas que las tratan dependiendo de las necesidades de cada una: una ginecóloga, una tanatóloga, una acupunturista y una alfabiotista que trabaja la alineación de la columna vertebral. En el programa no faltan tampoco actividades creativas culturales y artísticas como talleres de pintura, barro o siembra, grupos de lectura o paseos culturales por los pueblos cercanos orientadas, como dice a Ana María, a “recuperar el gozo y a modelar la alegría de nuestra vida y nuestro trabajo”.
Todo ello se orienta a elaborar un “diagnóstico participativo” del estado de cada una de las defensoras. A partir de la premisa de que nadie sabe más de una que una misma, se busca que las mujeres realicen un diagnóstico acumulativo de sus condiciones de salud y bienestar, sin olvidar hacer recuento de las fortalezas y conocimientos. Con en este diagnóstico, se diseña con ellas un plan personalizado de autocuidado para un plazo de seis meses, durante los cuales se les da seguimiento a distancia con el apoyo de las responsables de la estrategia de autocuidado de las redes en los países respectivos.
Ana María reconoce que este proceso, si bien ha sido muy enriquecedor para quienes trabajan en Casa La Serena, también genera desgaste e impactos en sus propias vidas. Por ello, el equipo de Consorcio y las terapeutas tienen sus propios procesos de descarga, así como medidas para evaluar al grupo y el trabajo realizado.
En definitiva, Casa La Serena es un espacio pensado y diseñado para que las mujeres defensoras hagan un paréntesis en la cotidianiedad de sus luchas y obligaciones y tengan la oportunidad de re-conocerse, liberarse de las cargas acumuladas, reforzar las fortalezas y reemprender sus vidas desde un enfoque en el que el autocuidado tenga un papel fundamental de cara a garantizar su salud y bienestar y la sostenibilidad de sus luchas. Ello desde una visión feminista del cuidado orientada a deconstruir el mandato patriarcal que lo impone como un sacrificio de las mujeres hacia los otros y transformarlo en un instrumento gozoso de construcción colectiva.
La importancia del cuidado: