Las monjas rojas | 3er episodio

Las monjas rojas | 3er episodio

Lades Conocida

 

 

Primer y segundo episodio

Aquella tarde era tranquila. “Las exterminadoras” se iban turnando para hacer sus quehaceres cotidianos sin levantar sospechas en la zona, con auténticos e irreconocibles atuendos. Se hacían pasar por abuelitas, agentes forestales, prostitutas o aficionadas senderistas de paso al Pirineo. Nada podía […]

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09/11/2018

Lades Conocida

 

 

Primer y segundo episodio

Aquella tarde era tranquila. “Las exterminadoras” se iban turnando para hacer sus quehaceres cotidianos sin levantar sospechas en la zona, con auténticos e irreconocibles atuendos. Se hacían pasar por abuelitas, agentes forestales, prostitutas o aficionadas senderistas de paso al Pirineo. Nada podía fallar.

Seguían en la sombra.

El colegio de María Magdalena situado en una pequeña localidad valenciana, se había convertido en unos años, en una auténtica revelación.

Sus monjas estaban a punto de ser excomulgadas y les habían denegado varias subvenciones para sus proyectos sociales por ser considerados inmorales, según palabras de la derecha más ultra y el obispo de la región.

Muchos de los sectores más retrógrados de la Generalitat Valenciana habían comenzado a llamar al centro “Santa María la Puta”. Manifestaciones y pintadas provocadoras revelaban una gran cortura mental y un peligro inminente para las hermanas.

El caso es que las señoras monjas hacían una misa sin cura y se cagaban abiertamente en la diócesis cada domingo.

Durante la crisis, habían supuesto un gran soporte para las familias de la zona, formaron parte activa del entramado comunitario de su barrio, abrieron aulas de soporte educativo para niñxs y jóvenes de la zona e incluso habilitaron la capilla del centro para acoger a lxs vecinxs desahuciados a los que los bancos y el estado habían dejado en la calle, mientras los servicios sociales intentaban dar a cada caso, una posible solución.

Se decía que sus antepasadas habían practicado abortos en la clandestinidad y habían escondido a fugitivxs del fascismo.

Era probable.

Actualmente, eran pioneras en temas de prevención y sexualidad, violencia y relaciones de poder con población adolescente, junto al resto de maestrxs y agentes sociales de la zona. Todxs las conocían como las Monjas Rojas.

Sin embargo,  algo oscuro estaba cerca. Su nada santa intuición nunca fallaba. Llegó la carta: les querían cerrar la escuela y reconvertirla en parador nacional.

-¡Me cago en dios!- gritó la directora.

-¡No te cagues en nuestro señorrrrr!- trató de calmarle su compañera, la hermana soledad.

-¡¿Qué no me cague? Jesucristo y su padre me tienen los ovarios fritos. Nuestro señor los cojones! Va a arder la santa iglesia si esto sigue así Soledad!- clausuró Sor Consuelo.

Lo peor…, llegó al anochecer.

Un grupo de encapuchados entraron en el recinto y lanzaron piedras y bengalas. Las monjas tuvieron que salir por patas por la puerta trasera y llamar a lxs bomberxs. Quedarse y enfrentarse a tales locos, solo serviría para acrecentar la tragedia. -¡Os vamos a violar a todas, monjas comenabossss!!!- se escuchaba en plena noche.

Las hermanas fueron acogidas en un albergue social del pueblo. Sor Consuelo no cabía en sí de ira. Ella era humana. Ella podía y quería luchar pero no tenía poderes de heroína como esas mujeres que se habían hecho tan famosas en la tele.

Decidió retirarse a orar en soledad y en su Santa María madre de dios…, soltó inconscientemente un… benditas sean ellas entre todas las mujeres exterminadoras…ahora y en la hora de nuestra muerte…amén!

Y así fue. Se quedó parada. Minutos más tarde como por arte de magia, un grajo pelado estilo paloma se posó en su hombro advirtiendo un mensaje: -“RESISTE. YA LLEGAMOS”.

Y así fue como las diablas del señor se aparecieron a María Magdalena.

“Las exterminadoras” llegaron al pueblo vestidas de irreconocibles e ingenuas beatas.

Gas, que se había criado entre sermones, coros y sacristías, conocía perfectamente el ritual eucarístico e instó al resto a entrar en la iglesia del pueblo con el resto de feligresxs para disimular.

Bazoca quería prender fuego a todo, pero Casquería…se quedó flipada con la trasformación de la sangre en vino y quería quedarse para probarlo.

Veneno le guiñó el ojo a uno de los monaguillos que a punto estuvo de tirar el cáliz.

Calasnicov llevaba la metralleta debajo de la falda esperando una señal y Palillos intentó quedarse con la cara de cualquier culpable aprovechando el momento de… pueden darse todxs la paz.

Gas Entró en el confesionario y reconoció en el curilla de turno, al líder de los incendiarios de la noche anterior.

-Ave María purísima hija: ¿pecas?-

-Hasta en el culooooo padrreeee!!!.

Ahí empezó todo. Gas se pedorreo y dejó en coma al cura. Salió y se pedorreó más y más. Su vientre estaba a punto de estallar. Toda la iglesia quedó dormida por la peste, de manera que “las exterminadoras” localizaron a los once cabecillas del suceso: 2 curas, 1 guardia civil, 4 concejales del ayuntamiento, 3 jóvenes vinculados a grupos de extrema derecha y un famoso empresario constructor, muy conocido en las Españas.

Les sacaron a todos de la iglesia y les ataron de pies y manos. Veneno rabiaba e impuso con su llanto la sentencia:

-¡NO HABRÁ PIEDAD PARA LOS MACHOS ALFA!! Este es el siglo de las mujeres!! Casquería les cortó la polla a todos y Bazoca les prendió fuego al instante. Aquello sí que fue un Rosario de la Aurora para recordar.

Antes de que el pueblo despertara de esta misa negra…, “las exterminadoras” habían huido lejos.

La hermana Consuelo estaba muy confundida cuando recibió la visita de la policía. -Qué qué? Qué se han cargado a quién??- Le citaron nombres de los que ni siquiera ella hubiera sospechado que estuvieran en la lista negra de actos contra sus prácticas sociales. Sí que les veía derechones pero…, tanto…?

No sabía que pensar. Las habían vengado. Esas “exterminadoras” eran reales y no un invento de la prensa.

Sin embargo, se la llevaron a testificar a la Fiscalía, donde conoció a Sinjuicio. La jueza asumió el caso de manera voluntaria, alegando tener razones profesionales para querer encontrar a las causantes delos hechos.

Nadie pensó que era una treta de Sinjuicio y que como mujer y profesional jamás desenmascararía a las heroínas, pero necesitaba poner sus armas poderosas sobre la mesa y así siguió su búsqueda.

La monja le contó paso a paso la secuencia. Sinjuicio intentaba dar sentido a la coordinación entre las víctimas y las heroínas pero ella no lo lograba. Quizá debía esperar a un estado de mayor tensión interior?? Estaba empezando a impacientarse.

Finalmente la hermana fue puesta en libertad sin cargos y volvió al colegio. Su pueblo la apoyaba y siguieron las acciones reivindicativas en la región. “Las exterminadoras” fueron beatificadas en un acto sin precedentes. Ni cristos, ni ostias. Mujeres de carne y hueso. Mujeres como la que luchaban cada día en aquel barrio.

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