Sororidad feminista para resistir

Sororidad feminista para resistir

La sororidad ha sido uno de las principios más subversivos y revolucionarios que feministas, defensoras y mujeres han asumido al enfrentar y resistir a un régimen patriarcal y misógino como el de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua.

28/11/2018

Por Arlen Centeno G, IN-Defensoras.

Ilustración de Andrea Fonseca.

La sororidad ha sido uno de las principios más subversivos y revolucionarios que feministas, defensoras y mujeres han asumido al enfrentar y resistir a un régimen patriarcal y misógino como el de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua. Los ataques y conspiraciones para dividir y desmovilizar a la fuerza femenina y feminista han sido constantes desde el inicio, pero en tiempos de crisis la sororidad ha sido asunto de vida o muerte.

La crisis de violencia y derechos humanos que estalló en Nicaragua desde abril de 2018 es, como aseguran diversos movimientos sociales -principalmente feministas y ambientalistas-, el resultado de más de once años de abusos de poder, exclusiones, artimañas legalistas y manipulaciones basadas en fundamentalismos retrógrados.

Para el equipo de Protección y Autocuido de la Iniciativa Nicaragüense de Defensoras de Derechos Humanos de las Mujeres (IN-Defensoras), “la crisis política creada por el régimen ha llevado a una profunda polarización, que éste utiliza para llevar adelante su mecanismo de división y descalificación. Por eso las feministas centran sus esfuerzos en acuerpar a las defensoras, mujeres y otras personas que ejercen su legítimo derecho a defender sus derechos ciudadanos y humanos universales, sin que reparar en condicionamientos de tipo alguno”.

Dolly Mora es una joven feminista y defensoras de derechos humanos de las mujeres para quien la sororidad es una apuesta política. Así lo explica: “He entendido y sentido la sororidad, sobre todo desde la narrativa de nosotras las feministas, y la asumo desde mi papel de mujer joven y feminista, acuerpando a otras mujeres no sólo jóvenes, sino a cualquier otra mujer, dándole un sentido político a la sororidad. O sea, no solidarizarnos por un tema de empatía o por un tema de humanidad, sino por un sentido político que trasciende la vivencia de que lo personal se vuelve político y que lo que sentimos de cómo lo vivimos, de cómo lo hacemos también se vuelve político”.

La noche del 18 de abril de 2018, luego del violento ataque a un plantón autoconvocado en la ciudad de Managua por parte de fuerzas parapoliciales afines al Gobierno en complicidad con la Policía Nacional, una gran cantidad de jóvenes permanecían resistiendo. Era la hora del congestionamiento vial, ya estaba oscuro y las calles estaban infestadas de fuerzas parapoliciales y policiales. Jóvenes aún protestaban en grupos desde la calle, algunos defensores de derechos humanos intentaban impedir las agresiones, periodistas intentaban documentar y reportar la situación, la calle en caos y, en varios establecimientos cercanos, cientos de estudiantes y personas autoconvocadas que recibieron refugio permanecían en la zozobra intentando salir de la zona. Dolly era una de las jóvenes que consiguió salir con ayuda de otras mujeres, quienes a pesar de los riesgos se dispusieron a evacuar a jóvenes de la zona de peligro. Ambas defensoras, guardan este instante de confluencia como parte de sus memorias de resistencia.

Las feministas en Nicaragua, como en el resto del mundo, son diversas, con expresiones y estrategias particulares de resistencia, pero como asegura Marcela Lagarde: “La sororidad emerge como alternativa a la política que impide a las mujeres la identificación positiva de género, el reconocimiento, la agregación en sintonía y la alianza”.

El régimen Ortega-Murillo apostó por dividir a las fuerzas de oposición que por presión popular le obligaron a convocar un diálogo nacional. Esta vez el mecanismo utilizado fue la imposición de representaciones de los diversos sectores para interlocutar. En el caso de las mujeres, la madurez política de las integrantes de la Articulación Feminista de Nicaragua y su capacidad para reconocerse en la diversidad neutralizaron la jugada de los Ortega-Murillo, ya que las feministas respaldaron a sus representantes reconociendo en ellas la capacidad profesional, su trayectoria de rebeldías, ética y beligerancia para enfrentar el desafío.

Los ataques no se quedan en feministas históricas, como se tiende a llamar a las que tienen mayor tiempo militando en el feminismo nacional, también las feministas más jóvenes de edad, y particularmente las defensoras autoconvocadas, cuyos liderazgos tomaron mayor notoriedad a partir de abril, han sido objetivos visibles.

Por lo general los ataques a las mujeres y feministas tienen que ver con cuestionamientos a su ética, a su participación en la resistencia en las calles donde la represión ha sido más violenta, a la exposición de sus cuerpos con cuestionamientos moralistas al ejercicio de su sexualidad e identidades de género, con historias familiares y cuestionamientos a la legitimidad de sus liderazgos a través de la contraposición descalificante entre una y otras y, desde luego, la criminalización por ejercer su derecho a protestar.

Entre las situaciones con mayor visibilidad en redes sociales destaca, por ejemplo, los cuestionamientos a la integridad y acusaciones de infiltrada a Waleska Sandoval, estudiante universitaria que se hizo famosa en un video viral, en el que se muestra resignada ante la muerte, durante el ataque armado en el que fuerzas oficialistas retomaron el control de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua). Waleska apareció denunciando a sus compañeros de universidad en un vídeo grabado en circunstancias muy confusas, mientras permanecía privada de libertad. Muchas feministas, defensoras y algunos de sus compañeros estudiantes evidenciaron el riesgo de las acusaciones para la integridad, seguridad y el resguardo de la vida de Waleska, igualmente hicieron notar los claros indicios de tortura, amenazas, sometimiento y miedo bajo los cuales ella pudo haber actuado.

El equipo de Protección y Autocuido de la IN-Defensoras, que ha estado trabajando en el acompañamiento a defensoras en riesgo y construcción de planes de seguridad con defensoras adultas y jóvenes en la actual crisis sociopolítica, ha conocido testimonios de primera mano que describen la utilización de la tortura como “mecanismo represivo para hacer que las personas privadas de libertad hablen, denuncien delaten formas de organización y de a sus compañeras y compañeros de lucha”.

Otros elementos en los que se apoyan los ataques que enfrentan las mujeres están basados en prejuicios respecto a los roles tradicionales impuestos a las mujeres en una sociedad patriarcal, que son aprovechados para emitir juicios morales con el objetivo de destruir la integridad y la legitimidad de los liderazgos femeninos, como en el caso de la Comandante Macha.

Nahomy Urbina Marcenaro es una joven diriambina conocida como la Comandante Macha, cuya historia conmovió a toda Nicaragua por haber tomado la determinación de unirse a la protesta cívica ciudadana desde las calles, a pesar de ser paciente oncológica. A ella se la tachó de irresponsable y se la cuestionó duramente por quedar embarazada en su estado de salud y permanecer en los tranques de Carazo. Su ahora expareja se prestó al juego del régimen, pero nuevamente el acuerpamiento feminista y femenino salió al paso para contener la arremetida desmovilizadora del aparataje propagandístico oficialista.

La rebelión cívica y ciudadana nicaragüense también ha estado liderada valientemente por la comunidad LGBTTIQ, quien no se han dejado doblegar y, por el contrario, ha defendido sus derechos con sagacidad. No obstante, es un hecho que, entre las personas de la diversidad, las mujeres trans son quienes se han llevado la peor parte cuando han sido alcanzadas por la represión. Las feministas y defensoras de derechos humanos reconocen y reivindican las identidades femeninas de las mujeres trans que se encuentran privadas de libertad, en un sistema penitenciario que nos las reconoce y vulnera sus derechos y seguridad, por exacerbamiento de violencia y tortura.

En la experiencia de acompañamiento de procesos del equipo de la IN-Defensoras surgen reflexiones que es poco probable surjan en otros movimientos sociales: “La crisis política nos ha obligado a despojarnos de cánones y patrones patriarcales sobre los que se sustentan los mecanismos de desmovilización de la fuerza feminista. Otra cosa que no se puede perder de vista es que la violencia política que enfrentan las feministas y defensoras pasa por invisibilizar los aportes que ellas hacen a la sociedad en la defensa de los derechos humanos y bienestar de la nación, y en particular a las mujeres”.

Las feministas siguen siendo capaces de ver asuntos éticos que están por encima de la actual crisis, como a las mujeres cautivas en las filas del régimen o la necesidad de cuestionar y neutralizar los ataques con matices misóginos por parte de esas mismas mujeres. En el caso de las mujeres trans, la sororidad feminista tiene particular importancia pues, como nos explica una integrante de la IN-Defensoras, hay familiares que no reconocen sus identidades: “Nos hemos encontrado que en algunos casos sus familiares no se refieren a ellas con sus nombre femeninos, aunque las apoyen y están siguiendo sus situación hablan de ellos” .

El pasado 24 de octubre, el Comité de Familiares de Presos y Presas Políticas presentó la cifra de 558 presos y presas políticas, de las cuales 46 son mujeres. Organizaciones de derechos humanos nacionales y extranjeras coinciden en que la situación de todas las personas privadas de libertad es tan deplorable que les han generado complicaciones de salud.

A menos de una semana de su última conferencia, familiares de las Presas y Presos Políticos denunciaron ante medios de comunicación que el viernes 26 de octubre, en horas de la noche, un grupo de hombres encapuchados y sin identificación irrumpieron en las celdas del Sistema Penitenciario Nacional de Mujeres, La Esperanza, donde permanecen las mujeres prisioneras políticas y las golpearon brutalmente, con el objetivo de llevarse a la líder autoconvocada Irlanda Jerez y trasladarla a un destino incierto. Diecisiete presas políticas que intentaron proteger a su compañera resultaron lesionadas.

El compañero de Irlanda detalló en un espacio radial que, a pesar de la valentía y determinación de las mujeres, después de varias horas, Irlanda fue sacada de su celda con la certeza de que la iban a matar. Sus compañeras y muchas otras privadas de libertad por delitos comunes se sublevaron haciendo ruido con todo lo que encontraron dentro de sus celdas advirtiendo a las autoridades que si no regresaban a Irlanda a su celda quemarían el penal. Las mujeres lograron que regresaran a su compañera esa misma noche.

En seis meses, la IN-Defensoras ha recibido denuncias de 182 diversas formas de agresiones. En el análisis de este registro, uno de los componentes de género identificados ha sido el desplazamiento interno y externo, una decisión sumamente difícil y con múltiples complicaciones. No obstante, el desplazamiento fuera del país ha hecho aflorar la sororidad feminista internacional.

A pesar de los complejos contextos en los países de la región, las redes feministas se han activado para acoger y acompañar a las defensoras desplazadas por la crisis. De acuerdo con integrantes de la IN-Defensoras que se han visto obligadas a salir del Nicaragua, la sororidad ha sido un elemento clave para conservar los arraigos políticos y la resistencia sin importar las distancias geográficas. Se han activado diversas redes de apoyo y coordinaciones internacionales tanto para asuntos cotidianos logísticos, como también para la sostenibilidad política y organizativa. “Estar fuera de Nicaragua es muy difícil, pero coincidir con la caravana feminista y con chavalas exatrincheradas de las universidades que salieron con la determinación de no desistir, y además con feministas y defensoras que nos hacen sentir menos solas y más seguras; ha sido vital para manejar la tristeza y seguir aportando desde donde estemos”, explican.

Aunque las medidas de seguridad no permiten que todas las feministas estén enteradas de todo lo que en conjunto están construyendo, siguen avanzado juntas. Así lo expresa Dolly: “En algunos momentos me he sentido replegada de espacios feministas entrañables y a momentos me he sentido muy sola. No obstante, he encontrado sororidad en mujeres de mi espacio feminista, mi hermana, mis compañeras de la Alianza Universitaria, en otras feministas jóvenes y adultas, que están muy pendientes. Vivo conversando con ellas, hablamos de lo que está pasando, de cómo resistir, hemos llorado juntas, hemos hechos catarsis juntas. Y para mí es importante ese acuerpamiento, aunque yo soy una mujer fuerte, pero a veces esas palabras te motivan, te ayudan a continuar. Yo creo que el feminismo ha mostrado una coherencia bárbara en esta crisis y que nosotras hemos posicionado que sin las mujeres no hubiera esta revolución”.

Hay otras claves en los pactos entre mujeres que los sistemas opresivos como el de Ortega y Murillo no pueden comprender ni desmontar, pues a pesar que entre mujeres haya muchos desencuentros, debates, cuestionamientos y autocuestionamientos, la sororidad es el elemento que les permite reconocerse, encontrarse y cuidarse colectivamente.


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