Problemas en la colonia
Ana Collados
Soy una hormiga. Sí, estas letras las está escribiendo una hormiga. Soy una hormiga roja que se ha desviado de su ruta y se ha topado con un ordenador portátil en su camino. Claro que, yo no sabía lo que era hasta que […]
Ana Collados
Soy una hormiga. Sí, estas letras las está escribiendo una hormiga. Soy una hormiga roja que se ha desviado de su ruta y se ha topado con un ordenador portátil en su camino. Claro que, yo no sabía lo que era hasta que no entendí para lo que servía.
Supongo que no te creerás todavía que esto lo está escribiendo una hormiga, pero es que no soy una hormiga cualquiera, soy una hormiga roja y obrera harta de su reina. He decidido boicotearla y voy a criticar su monarquía públicamente. Intentaré no extenderme mucho porque para escribir tengo que colarme bajo cada una de las teclas del aparato y es un poco tedioso.
Llevo media vida, un año entero, haciendo lo que una hormiga quiere que haga solo por el hecho de haber fundado el hormiguero en el que todas mis hermanas trabajamos por y para su reinado.
Mi función es la de recolectar alimento y cavar túneles para sobrevivir a la llegada del frío, ¿pero es que de qué frío habla si yo vivo en Murcia? He desarrollado la teoría de que todo esto es una farsa para tenernos ocupadas hasta el límite de nuestras fuerzas. No quiere que nos vayamos a otro hormiguero, eso la destruiría. Sí, como lo lees. Nos machaca hasta que ya no podemos más y “casualmente” cuando ya estamos al límite, llega el supuesto invierno, la estación deseada donde todo va bien. Pero un invierno a unos 15º no es un invierno de verdad.
Cabe decir que cuando llega el prometido invierno nos volvemos locas con el banquete. La comida apacigua la rabia y las celebraciones merman el pensamiento crítico. Es precisamente esto lo que ella quiere, que nos callemos y comamos. Nos distraemos y perdemos el impulso que la injusticia nos da.
Al principio todo era perfecto. Ella me prometió un hormiguero precioso donde compartir nuestra vida, lo que no me dijo es que era yo quién tenía que ocuparme de ponerlo bonito mientras ella se queda sentada sin hacer nada a parte de poner huevos. Es que no hace otra cosa. ¡Hasta ha perdido sus alas! Muchas veces ni tiene fuerzas para levantarse y sin embargo, se sigue creyendo con la autoridad para mandarme fuera a buscar comida. Me humilla.
Hoy yo levanto mis antenas, puesto que somos nosotras, las obreras, las que tenemos el poder. Puede parecer que somos el último escalafón de la cadena pero, si lo piensas, somos nosotras las que cuidamos de la reina y la defendemos de posibles ataques del exterior. Cuando se pone mala, nosotras estamos allí. No se sabe defender en el mundo real más que en el ámbito de su trabajo. Sin nuestras atenciones ella moriría.
Sin embargo, somos nosotras las que sufrimos la dureza del sistema e intentamos sobrevivir en un mundo hostil que ni se fija en nuestros logros. Somos nosotras las que salimos al exterior todos los días y nos enfrentamos a las muertes constantes de nuestras hermanas.
Es por la falta de alimento y cuidados laborales durante las estaciones del año y por la situación ventajosa e injusta que se crea a través de la jerarquía de poder, por lo que pido en esta carta abierta que todas las hormigas se empoderen para acabar con esto. Se está atentando contra nuestros derechos fundamentales y la broma ha llegado demasiado lejos.
Si podemos levantar 20 veces nuestro peso, ¿por qué no levantar una monarquía? Porque estoy hablando sobre una monarquía, ¿verdad?