¿Todas las niñas son buenas?
Os presento el regalo por antonomasia para las, los y les peques de la casa estas fiestas del Solsticio, de la Sacrosanta Navidad o de lo que sea que celebres: 'Bestiario secreto de niñas malas', escrito por Gabriela Larralde e ilustrado por Myriam Cameros Sierra. Una obra que tú también disfrutarás con una sonrisa pensando "qué gozada, qué maravilla, qué guay, qué bonito, qué ingenioso, qué puntazo".
Bestiario secreto de niñas malas, a priori puede sonar a cualquier cosa. Ante tal título una no sabe si se trata de un libro sobre mitología antigua o un kamasutra lésbico contemporáneo. En inglés hay un dicho que insiste en que “no puedes juzgar un libro por su portada”, para referirse a que no puede saberse cómo es la gente por su apariencia. Pero lo cierto es que la portada de este compendio de perfiles infantiles de lo más variopintos es un fabuloso poema absolutamente premonitorio. Parece un cuento tradicionalmente entendido como “femenino” (mátame camión, sí, has leído bien, he dicho “femenino” whatever the fuck that means) o sea, que es de color rosa flojito de ese que no te reta mucho el ojo, con letras moradas. Aparecen dos niñas dibujadas. Hasta aquí todo en orden. El niño Jesús en su pesebre sonríe. ¿Pero qué pasa? Que una de las niñas de la imagen tiene pinta de ser bastante bocachancla, y además lleva aparato metálico en la boca. La virgen María se santigua tres veces. La otra niña, con un diente a la virulé, tiene cierto estrabismo y una pinta de zen-empanada que no puede con ella. El padre putativo, José, empieza a rezar el “cuatro esquinitas tiene mi cama”. Se nota nerviosismo en Belén. Tras el fondo rosa palo de la portada, hay un mantra blanco en cursiva: todas las niñas son buenas. Se repite insistentemente. Todas las niñas son buenas. Todas las niñas son buenas. Todas las niñas son buenas. Todas las niñas son buenas. Quizás por aquello de que si repites una mentira muchas veces parece que se convierte en verdad… (que se lo digan a Eme punto Rajoy). Y oye, que sepas, querida amiga, que para esto hay una medicina natural muy eficaz que se llama hacer cursillos antirrumores donde te intentan enseñar cómo ir callando bocas con números, datos y con muuuuuuuucha empatía hacia quien quieres que se pase del bochornoso lado oscuro que habla de denuncias falsas o de que la renta de garantía de ingresos la cobra noséquién al lado de la gente que piensa en las personas sin imaginarlas con código de barras y un DNI pegado en la frente. “¿Qué quieres decir?”—me pregunta Jesusito susurrando—, “¿Que todas las niñas NO son buenas?”—dicen al unísono José y María con ojos como platos. (BIS BIS!) Yo, asiento. La paloma sale volando. El Ángel se va por patas. El niño Jesús se revuelve en su pesebre. La mula y el buey se tronchan de la risa y se miran con complicidad: “Oh well: hu-ma-nos.”
¿Todas las niñas son buenas? Pues no hija, mira, no. Hubo un día en el que se empeñaron en hacernos creer que todas las niñas debíamos ser buenas. Y hubo también un día en el que alguien (un machirulo blanco con dinero y una edad, muy posiblemente) decidió que ser buena cuando se es niña consiste en no moverse de la silla, no mancharse, no correr, no hablar “más de la cuenta” (todavía no sé qué demonios significa esta frase), estar siempre peinada, ponerte vestidos y oler a colonia. Por ejemplo. ¿Qué niña hoy en día queremos que siga a pies juntillas el “calladita te ves más bonita”? Pues ninguna, evidentemente. Lo de la niña que no molesta ni hace ruido YA PASÓ. Y si no pasó en tu entorno más cercano, háztelo mirar o dale una vuelta porque es MUY GRAVE. Hoy queremos niñas que se rían a carcajadas, que se sientan bien consigo mismas, que quieran y traten bien a sus amigas, que vivan cada día con curiosidad, que no tengan miedo y que sobre todo tengan la opción de ser como les dé la puñetera gana. Porque la niña, de toda la vida de Dios, no nace, se hace. Y nosotras, NOSOTRAS TODAS NOSOTRAS, TÚ TAMBIÉN QUIERES, Y LO SABES, nosotras queremos que la categoría niña sea lo menos diferente posible de la categoría niño (y viceversa) y que nuestras criaturas vivan vidas no estancas en compartimentos cuadriculados con roles predeterminados. ¿No? Pues eso. Seguimos.
De la mano de Destino, la editorial Planeta sacó en mayo de este año Bestiario secreto de niñas malas. En 53 páginas de lo más apetecibles (de esas que huelen especialmente bien y son como suaves y resbaladizas al tacto) con las palabras de Gabriela Larralde y la archiconocida ilustración de Myriam Cameros Sierra, os presento el regalo por antonomasia para las, los y les peques de la casa estas fiestas del Solsticio, de la Sacrosanta Navidad o de lo que sea que celebres. Son 9, 95 euros invertidos divinamente, porque se trata de una obra que no sólo la van a disfrutar tus criaturitas, sino TODA LA FAMILIA. Yo me he pasado desde la página cero a la 53 con una sonrisa de oreja a oreja de esas en las que piensas por lo bajini: qué gozada, qué maravilla, qué guay, qué bonito, qué ingenioso, qué puntazo… y así todo el rato. La verdad es que agradezco especialmente que la gente se dedique a la literatura no adulta, y se tome su trabajo a la hora de escribir e ilustrar REFERENTES que serán de vital importancia para una nueva generación que viene pisando fuerte. Hoy escuchaba que la (su) Real Academia de la Lengua Española ha añadido Sororidad y Escrache recientemente. ¿Quién nos lo iba a decir? SORORIDAD, ¿mentiendes? Las futuras hijas imaginarias de mi hermana nacerán un día y la palabra SORORIDAD será normal. ¿¡No me digas que no es bonito!? Es MUY bonito, joder. (Aunque nosotras sigamos tirándonos de los pelos por seguir las blancas creyéndonos las reinas de la barraca) Y una generación que convive con la sororidad, ¿cómo demonios va a seguir leyendo cuentos trasnochados sobre príncipes que salvan a princesas? Es que no casa. No tiene sentido. No puede ser. Así que ya estamos tirando al contenedor azul todos los cuentos antiguos del año de la polca que tenemos, o plastificándolos, cosiéndolos y haciéndonos carteras vintage con ellos. Porque llegan para quedarse las obras de Myriam Cameros Sierra, que es lo que tiene que leer tu retoñe. Y ante la duda: no, no es mi amiga, ni la conozco, ni la he visto nunca en persona siquiera. Pero es que la conocida ilustradora navarra nos regala personajes como Sheila, que se esconde. Irune, que tiene la manía de bloquear teléfonos móviles. Ana, que tira cosas de su madre por el inodoro. Lara, que lo llena todo de migas de galletas… y es que no me puedes decir tú a mí, que tu hija no es Lara, porque Yo soy Lara, tú eres Lara, vosotras sois Lara y LARA SOMOS TODAS. ¿O no? ¡¿Quién no llena todo de migas de galletas?! ¿¿¡¡QUIÉN!!??
Además, estás de enhorabuena, porque como ya sabrás, Bestiario secreto de niñas malas no es la única joyita que nos trae Cameros Sierra. Seguro que te sonará su megapopular cuento para niñes y adultes: La cenicienta que no quería comer perdices, que creó junto con la barcelonesa Nunila López Salamero en octubre de 2009. Otra vez: esta encantadora y cuqui Cenicienta con la que te tronchas de la risa, somos todas. ¿Y es que quién no es un ansioso cuadrito a ratos?
¡Aún hay más! ¿Os suena Cuentos para antes de despertar? Se publicó por primera vez en el año 2012, pero por el éxito apoteósico que está teniendo, han sacado una tirada este mismo año 2018 de nuevo. Si quieres a tus hijes, a tus sobrines, a tus nietes, a tus vecines, a tus amigues o si eres maestre, creo que tienes que echarles un ojo a estos tres cuentitos la mar de ingeniosos. Cualquier personita que reciba este regalo, va a sentirse superafortunada de que te hayas tomado el tiempo de ofrecerle personajes ocurrentes, no normativos y preciosos con narraciones y descripciones que hacen justicia a la infancia tan valiosa que nos rodea. Se lo merecen. Y como nosotras también nos lo merecíamos, pero sólo había bazofia, luego cuando se duerman les echas un vistazo tú, que seguro que te meas de la risa. Pues eso, que no te pierdas estas maravillas y que ¡FELIZ SOLSTICIO DE INVIERNO, FELIZ LUNA LLENA, FELIZ NAVIDAD, Y FELIZ AÑO NUEVO!