El antifeminismo marcha, como un muro de escarcha
¡Es delirante odiar al feminismo! Marta Bassols se pregunta por qué esa fobia y por qué quienes la propagan se autoproclaman disidentes.
Nota de las editoras: Pikara Magazine, como la sociedad entera, como los feminismos en plural en los que creemos, sigue aprendiendo a incluir la interseccionalidad en su mirada; queremos que nuestras gafas violetas no dejen a compañeras fuera. Por eso incluimos al final un comentario que nuestra colaboradora Marta Plaza, que habitualmente escribe en Pikara sobre salud mental y género, nos hacía llegar sobre este artículo, relativo a su uso de palabras del ámbito de la salud mental.
Se me está desmenuzando el corazón latino y el hígado me borbotea (a lo loco) cuajarones de hiel o se me van a caer los ojos cada vez que leo a tantas personas ningunear y burlarse de los preceptos más básicos del feminismo aún hoy, aún ayer, aún el día después de Laura, aún tras las once nuevas víctimas (sólo en España) de este año tan eros, que disparan el contador a navajazos sin tanta alarma generalizada, como si no murieran asesinadas y sólo se estuvieran dejando caer.
¡Qué incomprensible el desarraigo a la transversalidad de esta causa! Un filo de cuchilla oxidada se hunde en mi carne cuando leo a algunos personajes públicos que admiro y otros que odio, adhiriéndose a esta moda de feminazi-zarnos. Me sienta como spray de gas pimienta el aliento de las carcajadas de sus bocas cuando digo “deconstrúyete”, “nos violan”, “micromachismos”. Y, su risa envenenada me inmoviliza unos segundos hasta que después me sobresalta, me turba y me azora. ¿Neutralizan los avances colectivos con su poca de gracia?
¿Me están rebatiendo lo mío (lo nuestro) de este modo pasivo-agresivo mientras se expiden en juicio público las quejas sobre la pérdida de la libertad de expresión?
Yo que soy de humor de colores, negro, amarillo, todo, la verdad, no me hace mucha risa, no.
No.
Porque el retruécano es hacer sentir estúpida y básico a todo el que no ha entendido lo que ellos ya saben. Que es, concretamente, que somos estúpides y básicas y también unas brasas y paranoides y miembras de una secta peligrosa para la felicidad humana. Y unos calzonazos los tíos que nos acompañan y unos ridículos los que transitan géneros y queman nombres y artículos y cambian las letras de las palabras o dicen líquido, cuando es sólido. ¿No? Y completan la maniobra chiflada llamándolo discurso disidente (o salirse de la norma).
Aunque esa disidencia a la letanía imperante (¿imperante?), sea compartida por la mayoría de los líderes políticos, jueces, banqueros, empresarios de alto postín, escritores de renombre de hoy y siempre, Franco, Hitler, Bolsonaro, Jonnhy Ramone, y algunos reponedores, toreros, diseñadores y periodistas reputados y cineastas en horas bajas que también se consideran habitantes de los suburbios normativos por decir: ¿Patriarcado? (el que tengo aquí colgado)Entonces, miren, no es tan underground, ni vanguardista, no ser feminista. Te lo quitas de la cabeza. Me lo quitan de las manos. Si no eres feminista es porque no quieres.
Y entonces, ¿por qué no quieren? No tengo ni media pista. (Mentira. Pero no tengo pruebas contrastadas). Entonces, sólo puedo hacerme preguntas en batería y a matraca. No tengo tesis certeras. Pero leo a las personas que rajan al movimiento por los cimientos ojoplática: ¿Dónde y cómo viven? ¿Por qué lo hacen? (O cómo diría Delfín hastaelfín: ¿quién lo hiso? ¿por qué lo hiso?) ¿Acaso mientras el techo de cristal empieza a resquebrajarse por los aullidos, estos (estas y estes) se están construyendo con escarcha, uno de esos muros que hay en Latinoamérica que separa las ciudades con alambradas?
¿Acaso bajan al centro del mundo que yo veo en buga (con lunas tintadas) y sólo transitan la vida de puerta a puerta? ¿Sólo entre ellos? ¿Nadie -no a ellas, no a sus madres,primas, hermanas- les ha contado de cerca una experiencia traumática machista con la que puedan verse apeladas? ¿Nunca les ha pasado nada? No sé si les envidio. No sé si hacen trampa.
Ojalá fuera un relato paranoide el de que cuando nos matan (cerramos 2018 con 97 feminicidios en España) lo hacen por el mero hecho ser mujeres. Sin necesidad de una reyerta loca. Sin retarnos a duelo. Simplemente un tarado decide que algo de lo nuestro debería ser más suyo y nos raja. Nos manda a la caja. ¿Comprendéis? Si no hay algo ahí que reestructurar, repensar y cambiar, si eso no es una emergencia real y responsabilidad colectiva, entonces tampoco fue extraordinario lo del puto cámping de Biescas. (allí murieron 87 personas), que vuelvan a abrir en riada y que pongan toboganes para iglús.También me encantaría que fuera una monomanía de una tía o varias, querer reivindicar el consentimiento ante el uso y abuso del propio cuerpo. Ojalá no hiciera falta. Pero resulta que en nuestro país civilizado, se registra una violación cada cinco horas, y eso, que gran parte de las violaciones no son denunciadas. Y eso, que cuando se denuncian, te puede ocurrir que te atropelle el machismo estructural que ya te ha metido el pito en un portal o en tu casa, y se te brinde un tratamiento (tanto político, como judicial, como público) tan sensacionalista e irrespetuoso como está pasando con el espeluznante caso de La Manada.
¿Por qué no querer frontal y contundentemente hacer algo para mejorar eso?
¿Qué motivos podrían llevarle a alguien a negarse, seguirse negando o cuestionar la validez de un movimiento que propone, piensa e ilumina los mecanismos que nos llevan a, como sociedad, seguir reproduciendo eso? No es de unos contra otras, es de todos contra eso. ¿No?¡Es delirante odiar el feminismo! Está muy bien debatir algunas de sus tesis, ya sabemos que no vamos a volver a casa después de una manifestación lila, con un paquete de consensos horizontales y planos sobre abolicionismo, reproducción, lucha de clases, ni siendo perfectamente decoloniales, contrahegemónicas, separando el capitalismo y la moda de la paja, y detectando cuando la academia desconecta del cuerpo para bajarla de nuevo a la calle, llevarnos al huerto, y a las escuelas, y respetar todas las libertades religiosas. Ya sabemos, claro, pero qué hermosura las fricciones, porque así se inventó el fuego, aunque digan que Prometeo se lo robó a las diosas. ¿Por qué esta fobia?
Decidme, Antifeministas. Contestadme. Los que decís feminazi. Decidme. ¿Habéis dado alguna galletita? No digo BDSM. No juegos, ni palabras mágicas, que eso nos gusta a todas, o las que haga falta. Pero digo. ¿Alguna hostia porque teníais mucha rabia? ¿Vuestra novia os sacaba fuerte de quicio? Eso lo habréis hecho pocos, no. Os suena ajeno. Pero a ver… algún insulto así medio gratis, no a vuestra pareja, sino, no sé, ¿a una tía que pasaba por la calle y os achantó cuando le llamábais algo parecido a guapa? ¿Le habréis puesto la yemita de algunos dedos en el lóbulo de alguna oreja a alguien de quien vuestro grado de satisfacción con su simpatía dependiera su continuidad laboral o futuros contratos? Decidme, chicos y chiques y chicas: os ha contado alguna amiga con vergüenza que su ex le pegó o la forzaba y habéis pensado esta paya está tronada, por qué me cuenta a mí esta vaina? ¿Vais de cañas y barros con ese tipo que llamaba puta y zarandeaba a su cari porque es de puta madre con vosotros? ¿Habéis insistido y continuado hasta la lefa porque ya os habías besado en una mesa-camilla o un sofá-cama aunque sabíais que vuestra persona de enfrente (de dentro) prefería detenerse y si seguía, era porque era el puto camino más fácil y rápido para llegar a su casa?
Pues si nada de eso. (Menos mal, gracias). Entonces, ¿qué miedo os da el feminismo?
El feminismo sólo lucha para que eso deje de ocurrir, y también para que sepáis todos y todas que la primera persona que hizo cine del mundo, la primera que rodó una ficción, fue Alice Guy, una mujer que la historia del arte o el cine no mencionaba siquiera, a pesar de sus más de mil trabajos como directora, y ser la precursora de Meliés y Segundo de Chomón.
Y cosas así.
Cosas normales. Cosas justas. Cosas humanas.