Comprendiendo los micromachismos en la ciencia desde las vivencias

Comprendiendo los micromachismos en la ciencia desde las vivencias

 

 

Ilustración de Riana duncan

 

Una vez asistí a un congreso de ingeniería y era la única mujer. Cuando me tocó exponer mi artículo de investigación, recibí más preguntas que nadie, pero no porque les interesase mucho lo que yo había hecho, sino para cuestionar […]

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20/02/2019

 

 

Ilustración de Riana duncan

 

Una vez asistí a un congreso de ingeniería y era la única mujer. Cuando me tocó exponer mi artículo de investigación, recibí más preguntas que nadie, pero no porque les interesase mucho lo que yo había hecho, sino para cuestionar mi trabajo y a mi misma como investigadora”. Arantza B.

 

El pasado 9 de noviembre escuchábamos testimonios como este en el centenario centro cívico de La Bolsa del casco viejo de Bilbao. Asistimos 8 de las 13 personas que están participando en un proceso de reflexión sobre los micromachismos que se dan en todo aquello que rodea a la ciencia para, a partir de ahí, impulsar propuestas coeducativas que les hagan frente y contribuyan a su erradicación. Un grupo mixto muy rico y diverso que tiene en común sus lazos con la educación, la ciencia y los feminismos desde múltiples prismas.

Cuando doy clase en la universidad estoy habituada a que los hombres que asisten, en especial los que se llevan menos edad conmigo, se consideren con derecho a cuestionar continuamente lo que digo”. Uzuri reflejaba con este relato uno de tantos micromachismos a los que nos enfrentamos cada día. Lo habitual es que en el mejor de los casos, los consintamos a regañadientes, y en el peor, ni siquiera los percibamos. El que sean comportamientos y gestos que nos pueden llegar a parecer menudencias o trivialidades a primera vista, pone de manifiesto lo normalizado que está el heteropatriarcado en nuestras sociedades, y lo refuerza sutil pero incesantemente. Más preocupante es todavía, cuando pensamos en lo que criaturas y jóvenes están interiorizando con su presencia constante y naturalizada.

Parece por tanto inaplazable, destinar un espacio a su análisis, comprender estos micromachismos lo mejor posible para suprimirlos de la cotidianidad y de nuestras prácticas educativas. Durante nuestro breve pero intenso encuentro, y mientras disfrutábamos de las uvas y mandarinas eco de la tienda de Ibrahim, fuimos desgranando diferentes micromachismos que se dan en la ciencia. Para ello, quisimos partir de los relatos personales de quienes participaban, poniendo en valor y reivindicando al mismo tiempo que la experiencia es una fuente legítima de construcción del saber. Tímida o decididamente; a veces de forma propositiva y otras indignada; en ocasiones desde la serenidad que puede darte la experiencia y otras muchas conteniendo la rabia o el dolor. Poco a poco, una sucesión de micromachismos sufridos, presenciados o incluso ejercidos, fue evidenciándose ante nuestros ojos. A continuación exponemos algunos de los que más nos interpelaron.

Entre los micromachismos reconocidos por el grupo están todos aquellos que naturalizan la supuesta capacidad de las mujeres para el trabajo doméstico y de cuidados. Joseba explicó que incluso entre parejas mixtas que también son compañeras de trabajo, está normalizado que se apoyen mutuamente siendo ellos quienes tiran en la parte profesional y ellas quienes asumen mayor carga en las tareas reproductivas. Coincidieron además en la falta de asunción de la corresponsabilidad como una necesidad colectiva, desde los lugares de trabajo públicos o privados, destacando los horarios, puestos o becas incompatibles con tener a personas a tu cargo. “Lo peor de todo es que, cuando los hombres realizan este tipo de tareas se aprecia positivamente que lo hagan. Mientras, si lo hace una mujer se las terminará criticando por no cumplir con las exigencias de su puesto de trabajo”, exponía Patri.

Muy asociado a esto están todos los micromachismos que menosprecian aquellas tareas reproductivas históricamente feminizadas, que las consideran superfluas, simples o sencillas, y que invisibilizan todo el conocimiento, ingenio y experimentación que ha requerido su desarrollo. En este sentido un ejemplo que compartían era cómo la mayoría de proyectos educativos de centro pecaban de esta tendencia, especialmente al desligar estas tareas de la ciencia que enseñan. Esta separación dicotómica donde todo lo asociado a lo femenino queda relegado a una condición inferior, se traslada a la diferente valorización de las áreas de conocimiento. Así, a través de todo tipo de gestos y comentarios aparentemente inocuos por parte de familia, profesorado o gente del entorno, se arrastran una serie de juicios de valor y expectativas que condicionarán los gustos y elecciones de las criaturas en el futuro hacia unas profesiones u otras en función de su sexo.

De entre los micromachismos expuestos, los que más evidenciaron las compañeras fueron aquellos que presuponen una menor capacidad de las mujeres para la ciencia y la tecnología. Arantza B. explicaba por ejemplo que había tenido “que pedirle a un compañero que me acompañe a una reunión porque sabes que si vas tu sola no van a considerar tu propuesta”; o el presenciar como, “si vas a un taller con tu pareja, el mecánico se dirige a él y no a tí, aunque tu coche es tuyo y eres ingeniera”. En general coincidían que lo más grave es que esto, consciente e inconscientemente, se da también en la infancia por parte de las personas educadoras, influyendo lógicamente en cómo se perciben diferenciadamente niñas y niños.

Causa y consecuencia de lo anterior es el menor reconocimiento constante que sufrimos en el ámbito de la ciencia las mujeres. Remedios Zafra,  en una de sus conferencias, contaba que cuando era pequeña a su hermana y a ella les encantaba leer. Su padre les iba llevando tomos de una enciclopedia a su casa, cada vez una letra, y ellas los devoraban a medida que llegaban. Las mujeres no aparecían y, al principio pensaron que estarían en aquellos tomos que faltaban, pero a medida que fue completándose la colección se dieron cuenta de que no, simplemente se las habían obviado en todos ellos. En el grupo coincidieron en que esta invisibilización histórica es algo habitual entre los materiales didácticos que se emplean, incluso en las imágenes. Uzuri relató cómo en un libro que analizaba la imagen que se traslada de las personas científicas, los retratos que había de ellas y ellos eran completamente opuestos. Ellos serios, con poses firmes, contundentes, ropajes sobrios. Ellas mucho menos solemnes, con gestos dulces, posturas lánguidas, ropas coloridas, adornos. Por otra parte, las experiencias expuestas reflejaban que esa falta de reconocimiento va permeando en diferentes estratos que les afectan personalmente. Pequeños detalles, como el sistema de citación que existe en los artículos y publicaciones sobre investigaciones académicas, que terminan derivando en los techos de cristal de cualquier empleo.

Las mujeres presentes también resaltaron aquellos micromachismos que las desprecian a ellas por sus posturas feministas incluso desde espacios específicamente creados para promover la igualdad de género, como consejos o comisiones de igualdad que están controlados por hombres con altos cargos y nada sensibilizados que “para ser políticamente correctos afirman ser feministas, pero es pura fachada” comentaba una de ellas. Arantza F. a su vez, resaltaba las resistencias que se encontraba en su trabajo diario con el uso del lenguaje inclusivo, con ridiculizaciones permanentes que le ponen en situaciones incómodas constantemente. Además, todas coincidieron en “lo fácil que es etiquetarte de feminazi cuando no les gusta lo que dices”.

En contraposición a estas formas de minusvaloración que sufren las mujeres estaría la exaltación de las conductas y actitudes ligadas al ideal de masculinidad heteronormativa. Aquí las personas asistentes destacaron los mansplaining, manspreading, y similares. Es decir, esas tendencias a ocupar espacios que no les corresponden, ya sean físicos, de palabra o de reconocimiento. Uzuri contaba cómo abandonó un supuesto debate muy enfadada porque dos de los hombres que participaban en él ignoraron una intervención contraria a lo que ellos decían y continuaron a lo suyo, no cediéndole más la palabra después aunque lo intentase y sin parecer preocuparse demasiado por ello. También podríamos considerar todos esos micromachismos que escudan a los hombres de actuaciones muy discutibles por su supuesta dificultad para expresar sus emociones o que castigan la demostración de sus vulnerabilidades por parte de otras personas que no encajan en este perfil.

El primer día que di clase, donde el 90% eran tíos, poco después de empezar a escribir en la pizarra escuché “vaya culo”. Desde el segundo día, voy siempre con bata para neutralizar mi cuerpo y evitar agresiones de ese tipo” señalaba una de las participantes. La cosificación de los cuerpos de las mujeres es habitual. A la vez, desde el grupo se hizo énfasis en cómo nos bombardean, desde muy jóvenes e incluso desde la educación formal, con imágenes de cómo supuestamente debemos ser que son fuertemente dimórficas, sexualizadas y estereotipadas, y con importantes exigencias estéticas, especialmente para las niñas.

Diferentes experiencias que en definitiva, nos hicieron tomar consciencia de los múltiples micromachismos ligados a todo aquello que rodea a la ciencia que existen, de lo mucho que nos afectan personalmente y de los terribles efectos que puede llegar a tener su normalización. Por todo ello, más allá de visibilizarlos, denunciarlos y tomar medidas activas para erradicarlos como en cualquier otro ámbito, concluimos que es esencial ir definiendo estrategias coeducativas concretas que vayan a la raíz del problema. Entre otros, esbozamos que hay que profundizar en aspectos como: cuestionar qué entendemos por ciencia y tecnología, evidenciando las múltiples formas de opresión que se conforman dentro de ellas y humanizándolas. También habría que reconocer el valor científico y social de los saberes surgidos desde las tareas históricamente feminizadas y generar referentes de mujeres diversas que han hecho ciencia, desde el laboratorio o desde sus espacios cotidianos. Por último, sería preciso impulsar el uso de metodologías pedagógicas feministas y populares, otras formas de transmisión y otros contextos de aprendizaje, que promuevan la generación de conocimientos desde múltiples miradas. Así, este trabajo nos ha dejado bien claro lo mucho que todavía queda por hacer.

”Curiosidad. Referentes. Propuesta. Proceso”; “Seguir compartiendo”; “Más veces. Más tiempo”. Estas son algunas de las valoraciones que nos dejaron las personas participantes al finalizar la sesión, y que nos reafirman en aquello que nos impulsó a iniciar este proceso: necesitamos buscar puntos de encuentro, definir formas de colaboración e ir tejiendo redes. Este es un largo viaje que no queremos hacer solas.

 

Nota: Queremos agradecer a Uzuri, Patri, Pepe, Joseba y las dos Arantzas sus muchos aportes durante ese día y que hayan tenido la generosidad de ceder sus testimonios para construir entre todas otras realidades. Las citas que aparecen en el texto no son textuales pero hemos procurado mantener su esencia, habiendo sido revisadas por ellas mismas y contando con su aprobación. 

Queremos sumar también a este agradecimiento a Sandra, Marta, Leticia y Laura, que están participando en este proceso desde otros espacios. 

De esta reunión surgió un texto que hemos redactado conjuntamente con todas las participantes y que puedes leer en este enlace: ‘De lo micro a lo macro II. Primeros resultados del proceso’.

 

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