Mujeres, al REDil

Mujeres, al REDil

Alicia Murillo comparte algunas de sus claves de autodefensa en internet mientras se pregunta a qué tenemos realmente miedo las mujeres

26/02/2019

El miedo es el autoengaño con el que nos convencemos de que la emoción que nos espera tras una acción va a ser más grande que nosotras mismas. Pensamos: “No podré con ello, me derrumbará”. Y bloqueamos la acción. Pero la realidad es que las emociones son como los embarazos: ningún cuerpo gestó jamás una emoción (o un bebé) al que no pudiese abarcar, al que no pudiese parir, al que no pudiese sacar de sus entrañas sin morir. Las violencias patriarcales están siempre bien apoyadas en los cuerpos amedrentados de las mujeres, esto lo aprendí en las redes sociales. Ellos necesitan que nosotras creamos que nuestras emociones nos van a hacer colapsar. De hecho, las mujeres no tenemos miedo de los hombres, nunca lo tuvimos. Las mujeres, a quien de verdad tememos, es a nosotras y a nuestra propia fuerza. Hermana, mira al primer hombre que se te cruce por delante mientras lees este artículo… ¿En serio te da miedo? Y ahora piensa en aquella fase de tu vida en la que el miedo más te colapsó, ¿no eran las consecuencias del ejercicio de tu propia libertad lo que temías? ¿No estabas aterrada por la posibilidad de que tú misma habrías sido capaz de transformarlo todo de forma radical con un sencillo gesto? Las mujeres no tenemos miedo de que nos maten. A las mujeres, lo que de verdad nos da miedo, es matar. Ellos ya lo saben (por eso nos matan), nosotras nos estamos enterando poco a poco (por eso la revolución feminista avanza lentamente, pero de forma segura). Así funciona Internet, porque ese espacio es como cualquier otro. Es otro lugar donde se nos informa de que serán violentos con nosotras hasta hacernos colapsar: “Y cuando colapséis, ¿qué será de vuestras criaturas?”, nos dicen. “¿Qué será del mundo, en general? Destruiréis el mundo si os defendéis con vuestras armas, con esas que (sabéis de sobra) lleváis dentro. ¿Qué sería del mundo si las mujeres sacaseis todo vuestro potencial destructor? Locas, histéricas, brujas, vuestra esencia es demasiado corrupta para dejarla florecer. No respondáis a nuestra ofensiva. No os pongáis a nuestra altura, cualquier violencia que un hombre genere será siempre más noble e inocua que la de la mujer. Al fin y al cabo, la mujer es la amiga del demonio”.

Es un farol, señoras, los hombres van de farol.
Te voy a denunciar, feminazi, mira esta polla, ¿sabes qué es un bukake? Puta, te rastrearé y te mataré. 876 mensajes de Whatsapp de números desconocidos en 24 h. Vas a terminar en una cuneta con la garganta rajada…

Aunque, a decir verdad, las mujeres, demasiado a menudo, aparcamos lo de ser mujeres para empezar a ser otras cosas. Esto también es motivo del bloqueo de nuestra acción, porque lo que ganamos como mujeres, lo perdemos como blancas, como heterosexuales, como no encarceladas, como burguesas, como personas cis… Mata a tu violador, escribimos en nuestras pancartas. Pero del eslogan a la vida hay un camino muy largo:

¿Arañarle el coche al vecino acosador? ¿Para tener que pagar una multa?
¿Hacer una protesta desnuda? ¿Y que luego eso influya en mi ascenso laboral?
¿Matar a mi violador? ¿Para después ir a la cárcel?

No sólo tenemos potencial guardado, también tenemos miserias…

La primera vez que fui acosada en Internet cientos (¿miles?) de hombres se organizaron desde un foro, denunciaron mis vídeos, hicieron que Youtube los retirara, nos amenazaron de muerte a mí, a mi familia, a mis compañeras, publicaron todos mis datos personales, recibí muchos mensajes de Whatsapp, llamadas de teléfono, mails ofensivos… Ese día tuve mucho miedo. Temí colapsar y temí perder mis privilegios (véanse los párrafos anteriores). Afortunadamente tuve cerca a compañeras más experimentadas que permanecieron impasibles y risueñas. Así desactivé mis miedos, los dos: riendo. Desde entonces he sufrido acoso cibernético casi a diario. A veces más intensificado, otras menos. Dos veces he acabado poniendo inútiles denuncias en la policía, no sé muy bien para qué, si soy sincera. Para vivir la experiencia, supongo (es que las comisarías son sitios, cuanto menos, curiosos).
También yo he recibido denuncias que tampoco llegaron a nada. Cuando ocurrió me asusté, respiré, me pregunté ante qué tipo de miedo estaba, me respondí, me reí y seguí adelante. Siento decepcionar al auditorio, como ven lo mío no es heroísmo, es sólo que no logro tomarme la vida en serio.

Y de ahí que nunca haya sentido la necesidad de cerrar mis cuentas de redes sociales para descansar por el desgaste, ni por un tiempo ni de forma definitiva. No me canso ni lo más mínimo. Respeto y apoyo a las compañeras que lo necesitan, creo entender sus razones. Ahora bien, la realidad, no nos olvidemos, es que el acoso cibernético es lo que los hombres usan para de intentar echarnos de Internet: “¡Mujeres, al REDil!”, nos gritan. Yo no me voy, me quedo, estoy, aunque quizás puede que lo haga no por mujer, sino por blanca, por adulta, por europea, por clase media, por extrovertida, por alfabetizada…

Y dicho esto, no quiero terminar este artículo sin contar cuáles es mi método de autodefensa en las redes sociales, por si puede ser de utilidad a alguna compañera. Está basado en estos sencillos 5 puntos:
1. No nombro jamás a mi enemigo. Google busca por palabras. En Internet, más que en ningún sitio, lo que no se nombra no existe. Creo que hay que destruir al patriarcado construyendo sin él, no contra él. A veces le cambio el nombre a las cosas, por ejemplo llamo Jarturo Espero No Verte a uno que escribe novelas (muy malas) de guerra y que es académico.
2. No comparto enlaces de páginas con contenido machista: prefiero los pantallazos. Las visitas fortalecen al enemigo.
3. No pierdo mi tiempo alimentando troles y no los bloqueo, los silencio, para que ellos me lean a mí pero yo a ellos no. Así sufren más. Esto me lo enseñó Irantzu Varela.
4. Cuando necesito promoción me autoinmolo y llamo la atención de los forocochinos. Son tremendamente manipulables y no hay mejor publicidad para una artivista que una campaña de acoso. Es la única manera en la que la prensa generalista se ocupa de nosotras.
5. Cuando el miedo llega me pregunto si temo a mi potencial destructor o a perder mis privilegios. Me respondo y sigo adelante.

En todo caso, por favor, recordemos que la única defensa, es la autodefensa y en redes sociales esto también vale. Las mujeres hemos cambiado el príncipe azul por las instituciones. Nos ha costado mucho tiempo, pero por fin ya sabemos que los novios y los maridos matan. Espero que no necesitemos tantos siglos para enterarnos de que los jueces y la policía también.

Sólo las mujeres pueden defender a las mujeres así que ¡tomemos las redes! Son demasiado valiosas para dejarlas en manos de esos infraseres.

 


Otros artículos del proyecto Acoso en redes en el que participa Pikara:

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