¿Puede ser el consentimiento sexy?

¿Puede ser el consentimiento sexy?

¿Puede ser el consentimiento sexy? ¿Es mi consentimiento sexy? ¿El no consentimiento, es sexy? Yo, feminista autodidacta y entusiasta del seguimiento de los debates públicos feministas, seguí este debate en redes con atención.

27/02/2019

Ana María Rodríguez Pereira
Vocera del Movimiento Aborto Legal Costa Rica

Ilustración de Glória Vives

A finales del 2017 se inició un movimiento de denuncia pública protagonizada por mujeres actrices de Hollywood, que hicieron públicos casos de abuso y acoso vividos durante sus carreras mediante el #metoo. Este movimiento tenía como fin visibilizar que el abuso sexual era una práctica común dentro de esta industria y naturalizada como una consecuencia inescapable para las mujeres que trabajan en ella. Pero sobre todo, darle voz a las sobrevivientes de abuso que por años, e incluso décadas, habían callado pensando que estaban solas.

Unos meses después, y en respuesta a este movimiento, un conjunto de actrices francesas redactaron un ​manifiesto que inicia con ¨​La violación es un crimen. Pero el coqueteo insistente o torpe no es un crimen, ni la galantería es una agresión machista​¨. En este, las actrices tildan de puritanismo que se promuevan las prácticas de consentimiento sexual explícito antes de cualquier práctica sexual, consideran vengativa y basada en un odio hacia los hombres la conducta de denuncia pública de las actrices de Hollywood. Y por si fuera poco sostienen que dicha actitud promueve la visión de las mujeres como seres ¨​en un estado de víctimas eternas​¨.

A raíz de las diferencias de las posturas mencionadas, se generó un debate público sobre el puritanismo en relación consentimiento sexual explícito. ​Uno de estos debates lo protagonizaron Marta Lamas, antropóloga feminista académica de la UNAM, y Catalina Ruiz, activista feminista colombiana. En éste, Marta defiende la postura de las actrices francesas y habla de cómo después del movimiento #metoo han surgido visiones puritanas relacionadas a la sexualidad producto del consentimiento verbal explícito. Catalina, mientras tanto, habla de la necesidad del consentimiento sexual explícito, incluso en una de sus réplicas responde:

No hay nada más sexy que el consentimiento

 ¿Puede ser el consentimiento sexy? ¿Es mi consentimiento sexy? ¿El no consentimiento, es sexy? Yo, feminista autodidacta y entusiasta del seguimiento de los debates públicos feministas, seguí este debate en redes con atención. Pero de todas las posturas, la frase de Catalina se quedó conmigo.

Y desde entonces he pasado algunos meses dándole vueltas a esta idea, lo que significa para mí, mi vida sexual y mi propio aprendizaje sobre el ejercicio libre de mi sexualidad. Reflexioné sobre mis primeras prácticas sexuales, sobre cuánto hubiese deseado que cuánto hubiese deseado que me enseñaran que nadie me puede tocar sin mi consentimiento, que me hubiesen enseñado que el placer y el goce son decididos, pero sobre todo pensé cómo en América Latina enseñarle a una niña que nadie la debe tocar sin su permiso, puede salvarle la vida.

Llegué además a la conclusión de que mis mejores experiencias sexuales han sido producto de comunicación. Que fueron gracias a la reflexión sobre mis experiencias previas, a todos esos años de probar, intentar, ceder, retroceder, esconderme y atreverme, gracias a personas que me respetaron, pero también producto de las otras que no tanto y de aquellas otras que del todo traspasaron las barreras de lo personal sin mi consentimiento.

Descubrí, o tal vez acepté, que mi placer es producto de un entendimiento de mi cuerpo, de años de exploración de lo que quiero, me gusta y puedo hacer. Hoy puedo decir que mis mejores polvos han sido aquellos donde he guiado con mayor atención de lo que me gusta y lo que quiero específicamente en ese momento.

Y pienso que esto no es casualidad, porque para mí el consentimiento explícito no es un paso antes la relación sexual, no es un requisito previo al tocamiento o la penetración. Es un estado permanente en el que todas las personas participantes deben estar para compartir esta práctica.

Ahí, pará, más, sí, no, ​decir: dónde, cuándo, cómo, qué y cuánto, son formas de consentimiento sexual explícito antes y durante las prácticas sexuales, pero también son afirmaciones verbales de placer, ya que así como permiten comunicar la manera en que se desea disfrutar la práctica sexual también calientan, excitan. Y es necesario que en primer lugar aceptemos que estas son prácticas sanas y necesarias, pero que además las normalicemos como sensuales y excitantes.

Para mí, la mera relación entre consentimiento sexual explícito con puritanismo solo demuestra la profunda necesidad de normalizar estas formas verbales de consentimiento como expresión de placer, dentro de nuestras prácticas sexuales. A poner de moda expresar qué, cómo, cuánto y dónde deseamos. Y que sea la norma que sea visto como algo sensual y necesario.

 

Que los dos tengamos que sudar, que bailemos al ritmo del tra.

Que me haga fuerte suspirar,  pero pa la cama digo mira na na na.

Porque yo soy la que mando yo soy la que decide cuando vamos al mambo.

Y tú lo sabes.

 

Así daba cátedra sobre consentimiento sexual Ivy Queen hace 15 años, en un género musical que dudo mucho alguien pudiera llamar puritano. Estas son palabras que hoy resuenan a toda una generación de mujeres jóvenes latinoamericanas, porque este debate no es nuevo pero sí necesario y uno sobre el cual falta mucho por decir.

Yo, por mi parte, no puedo decir más que, desde mi experiencia, no hay más excitante que saber que con quien(nes) comparto mis prácticas sexuales, pudiendo estar en cualquier otro lugar, han decidido estar ahí, conmigo, haciendo exactamente lo que quieren hacer.

 

 

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