Feminismo low cost
La objetivización del feminismo inhabilita la ideología de este movimiento que parece haberse puesto de moda. Contemplando este panorama, no podemos evitar pensar qué ha sucedido para que el movimiento feminista haya sido desocupado de contenido y convertido en un producto de fácil consumo.
Montserrat Aránega Segú
La herencia histórica de emancipación femenina de Mary Wollstonecraft y de Olympe de Gouges parece haberse desvanecido ahora que el feminismo puede comprarse a precio low cost. No solamente es vaciado de significado para amontonarlo en nuestros armarios, sino que ahora puedes encabezar la revolución feminista apuntándote a un curso online con las rebeldísimas Towanda Rebels (inscripción con descuento incluido, para que luego critiquen la lógica neoliberalista que está dinamitando el feminismo), mientras compartes con tus amigas activistas la nueva cerveza barcelonesa NoMeLlamesGuapa , porque todas sabemos que la conquista por los derechos de género empieza hincando el codo en la mesa.
Contemplando este panorama totalmente absurdo e inverosímil, no podemos evitar pensar qué ha sucedido para que el movimiento feminista haya sido desocupado de contenido y convertido en un producto de fácil consumo que puede comprarse en tazas, indumentaria e incluso, como experiencia, siempre políticamente correcto y despojado de su capacidad subversiva. Si rememoramos la primera campaña publicitaria de conquista del mercado femenino ideada por Edward Bernays (inventor de la teoría de la propaganda y las relaciones públicas) para la American Tobacco Company, cuyo hipotético objetivo era romper el tabú que prohibía a las mujeres fumar presentando el producto como símbolo de emancipación femenina, parece ser que los mecanismos de esta lógica manipuladora no han caducado, si no que actúan con más fuerza que nunca en el diseño de campañas publicitarias para orientar las tendencias de un público, el cual es visto desde una perspectiva clasista como un ente pasivo, moldeable e ingenuo. La grieta que está causando esta moda al feminismo se ha infiltrado incluso en las revistas de belleza y salud cuyas portadas reivindican la supresión de los cánones de cuerpos irreales para luego recomendarte dietas a seguir para perder esos kilitos de más (nótese el diminutivo, afijo derivativo que se emplea con abuso pretendiendo eufemizar la gran estafa de la gordofobia).
Para colmo, parece ser que la saturación visual intrínseca de la cultura contemporánea nos satura con su intensidad y distorsiona nuestro juicio, dificultando la supervivencia ante este dispositivo alineador de masas, como es la publicidad. Homogeneizador e insaciable voraz, da la impresión de que el capitalismo adopta como estrategia de defensa la conocida y trascendental lección del estratega militar y filósofo Sun Tzu “Si no puedes con tu enemigo, únete a él”, torciendo esta enseñanza con perspicacia y retorcida voluntad, haciendo que el enemigo, en este caso el feminismo y con anterioridad otras figuras como la mismísima Marina Abramovich, entren a formar parte de su lógica productiva y obtención de beneficios.
En esta época en la que los posicionamientos que buscan debilitar la legitimidad de la sociedad consumista-capitalista son engullidos vertiginosamente por la propia economía del sistema, se pretende pervertir el feminismo reduciéndolo a algo vendible. Esta estrategia de inhabilitación ideológica es aterradoramente efectiva y de consecuencias inmediatas.
¿Cómo detenerla? ¿Puede realmente el feminismo liberarse de estas dinámicas de conversión objectivizadora, para seguir fomentando un cambio que no se estanque en la comodidad de las apariencias, y pueda alcanzar los grandes logros pendientes de la equidad de género y de emancipación femenina?