“Es absurdo que la guerra se considere un tema literario más universal que la maternidad”

“Es absurdo que la guerra se considere un tema literario más universal que la maternidad”

Charlamos con la escritora Laura Freixas tras la presentación de su libro 'Todos llevan máscara' en Bilbao, en el que señala la ausencia de diarios publicados por mujeres y de la experiencia maternal en la literatura.

Laura Freixas en Medialab-Prado Madrid 2017./ GoboFR para Wikimedia Commons

Laura Freixas en Medialab-Prado Madrid 2017./ GoboFR para Wikimedia Commons

Para escribir un diario íntimo solo hace falta un boli, un cuaderno y constancia. También desangrarse. Dejar que lo más miserable y humano del ser coja vida en una sábana blanca. Es un ejercicio de encontrarse con el yo más visceral y hondo. Leer un diario es como abrir un baúl viejo, oler el polvo. O como Laura Freixas lo vive: el diario es el único espacio en el que se puede meditar sobre la vida, sin más ni más, sin andamiaje alguno (ni teórico, ni argumental, ni nada de nada), cogiendo al toro por los cuernos y a la realidad por las solapas,. El diario, como género literario, ha servido de testimonio humano e histórico, y se agrupa en temáticas diversas, por ejemplo, diarios sobre la cárcel, de viajes o de guerras como el de Anne Frank. Pero difícilmente encuentres en una biblioteca de pueblo los diarios íntimos de Virginia Woolf, Anaïs Nin o Sylvia Plath y mucho menos, el diario de una escritora española, a excepción del de Rosa Chacel. Tampoco diarios escritos por mujeres que hablen sobre el parto y la sangre, la experiencia de la maternidad y a veces, su propia aversión y ahorcado; sobre el dolor, los cólicos, la negación y la luz.

Porque las historias escritas por hombres se convirtieron en lo legítimo. A pesar de ello, Freixas se empeña en “escribir a tumba abierta” y publica su primer diario, Una vida subterránea, en 2013 y ahora se reencarna de nuevo en Todos llevan máscara. En este reciente publicado en 2018, Freixas se arranca las capas reflexionando sobre cómo es ser una mujer escritora dentro de un mundo masculinizado y cómo influye la maternidad o el matrimonio en el proceso de creación. Laura Freixas (Barcelona, 1958), paralelamente a su obra literaria, se ha dedicado a investigar y divulgar la literatura escrita por mujeres coordinando la antología Madres e hijas, compuesta de relatos de escritoras españolas contemporáneas; publicando el ensayo Literatura y mujeres, u otros artículos como El silencio de las madres y otras reflexiones sobre las mujeres en la cultura. También ha dirigido desde su formación en 2009 la asociación Clásicas y Modernas, creada para fomentar la igualdad de género en la cultura, de la que ahora es presidenta de honor. Su prólogo en La desconocida que soy (Índigo Editorial, 2018), antología de fragmentos de diarios escritos por mujeres de diferentes profesiones, ha sido también una de sus últimas colaboraciones.

En su paso por Bilbao, Freixas presentó Todos llevan máscara en la librería Louise Michel. Unas horas antes de la presentación, una mujer vestida de celeste espera ojeando libros tras el cristal de la tienda.

***

Es chocante que una mujer publique su diario, y más aún estando con vida.

Sí, lo he publicado como resultado de todo un proceso de reflexión,. Las experiencias de las mujeres están muy poco reflejadas o nada reflejadas. Y cuando se muestran, se hace desvalorizándolas, o en la subcultura. Por ejemplo, ¿en dónde se habla de la maternidad? En las revistas del corazón. He sido cada vez más consciente de la necesidad de que las mujeres incorporemos el relato y la reflexión sobre nuestras vivencias a la cultura.

En el contexto internacional nos hemos encontrado con diarios de escritoras como Sylvia Plath, Anais Nïn o Virginia Woolf… pero, en castellano, hay un vacío de publicaciones de diarios de mujeres.

En España se han publicado muy pocos diarios de escritoras en comparación con Francia o Inglaterra, donde aún siendo un género minoritario tiene una continuidad desde el siglo XVII y hay una eclosión en el XX. Aquí se empiezan a publicar diarios prácticamente en el tardío siglo XX, pero muy pocos y claro, de escritores. El único ejemplo son los diarios de Rosa Chacel. El modelo que socialmente e históricamente se ha establecido es el masculino, e igual que estos diarios de escritoras han sido significativos para mí, creo que también es importante dejar nuestros diarios para las que vienen después.

¿Qué se siente al ver tu diario publicado y lidiar con tu yo del pasado?

Por una parte es una satisfacción ver que existo, que soy la misma. El diario y la autobiografía surgen de una duda sobre la propia identidad. Es muy típico que se escriban diarios del exilio, de la enfermedad, de las cárceles… El diario te tranquiliza porque de un modo u otro te asegura que eres la misma persona. Y luego por otra parte, siento que esa persona ya no soy yo; estaba descubriendo cosas que ahora ya sé y entonces tenía dudas que ahora ya he resuelto. Me siento lejos de ella y al mismo tiempo siento que soy yo. Es una sensación muy ambivalente.

Y por ello, ¿no te surgieron dudas a la hora de publicarlo?

El primero que publiqué, Una vida subterránea, lo hice con más miedo porque me exponía mucho. Por ejemplo, cambié muchos nombres o puse una X. Luego he visto que la reacción ha sido positiva, que la gente se ha quedado sorprendida pero que les ha parecido bien esa exposición, entre otras cosas, porque supongo que lo de exponerse tanto inspira cierto respeto. Es una confesión. Yo me siento protegida porque es mi yo del pasado. No me atrevería a publicar lo que escribí antes de ayer o el fin de semana pasado, no porque resulte escandaloso, sino porque todavía está muy vivo. Y lo que duele, duele. Hay que dejar un espacio para cicatrizar.

En tu época encontraste que no había nada escrito sobre la maternidad en la literatura. Ahora se pueden encontrar más publicaciones y ensayos políticos sobre teoría feminista y maternidad.

Sí, pero en cuanto a la subjetividad no. La maternidad tiene muchísimas caras y experiencias, y estamos hablando de que hay documentadas muy pocas. Se ha explorado muy poco lo que supone para una mujer de pronto ser madre, tener un bebé. Por ejemplo ahora ha salido El nudo materno, de Jane Lazarre. Hay alguna cosa pero muy poco que refleje esta experiencia que es tan común.

Ya que no encontrabas nada escrito sobre la maternidad, fue eso lo que te llevó a arrancarte con la antología Madres e hijas

Sí, yo creía que había leído sobre todos los grandes temas pero me di cuenta de que la maternidad o el aborto estaban ausentes en el plano literario y a partir de ahí empecé a investigar. Una amiga me regaló una antología de relatos de madres e hijas en inglés, y fue lo que me inspiró a editar algo similar con escritoras españolas en el que participaron mujeres como Ana María Moix o Cristina Peri Rossi. Es absurdo considerar que en la literatura la experiencia de la guerra es mucho más universal que la experiencia de la maternidad. Una novela cuyas protagonistas son mujeres es vista como literatura de mujeres. Al contrario no pasa; por ejemplo, un libro sobre la mili se convierte en universal, en una experiencia humana.

En Todos llevan máscara escribes reflexiones como “el matrimonio tiene un precio caro”, tus deseos de ir al campo a escribir o “si yo viviera sola…”, ¿crees que la maternidad frenó tu carrera de escritora?

No olvidemos que Woolf decía que una mujer para escribir necesitaba una habitación propia y 500 libras de renta. Si yo hubiera tenido la habitación propia… ¿de dónde habría sacado las 500 libras de renta? Descubrí que la maternidad es una cosa maravillosa y que también es un rollo, tiene muchos inconvenientes, es un trabajo que exige mucho tiempo, energía… y que, sin embargo, no se paga. Te condena a la dependencia económica. En ese entonces, la maternidad me empoderaba y me reafirmaba en un sistema de valores contradictorios con la sociedad capitalista y patriarcal -el valor de lo emocional, del cuidado, etc.- y hasta ahí, sigo estando de acuerdo.

Y ¿el matrimonio?

No fui consciente de que esto me convertía en subordinada y dependiente respecto a mi marido porque él era la fuente de ingresos. No me di cuenta de que eso me ataba de pies y manos. Por mucho que tú, en un feminismo de la diferencia, lo valores y te sientas muy empoderada, en la realidad material eres un cero a la izquierda. Tu marido acaba decidiendo él solo, porque él es el que gana. Al final acabamos divorciándonos, jaja.

Y ¿cómo se presenta la maternidad en tu proceso creativo como escritora?

Me enriqueció mucho como persona y me hizo ver otro aspecto de la realidad que no habría visto si solo hubiera sido simplemente una intelectual. Me convirtió en más humana, y eso enriquece la escritura, y desde entonces ha estado bastante presente en lo que escribo.

¿Crees que se puede distinguir entre literatura masculina y femenina?

No digo que haya literatura femenina porque entonces diríamos que hay hombres que escriben literatura femenina y ya entramos en un terreno resbaladizo. La palabra femenino es algo que es pura ideología, no es científico. Veo más correcto decir “literatura escrita por mujeres”, como hay otra escrita por hombres que tiene otras características determinadas, por ejemplo: los puntos de vista masculinos, tener una visión de las mujeres estereotipada y muy poca conciencia de identidad. Esto es un problema de identidades dominantes e identidades subalternas y lo que nos pasa a las mujeres, a las racializadas o LGTBQI es que tenemos una conciencia porque compartimos opresiones. Los hombres escritores blancos de clase media/alta, ellos, no tienen una conciencia de género.

Y nadie va a cuestionar su privilegio…

Exacto. Están tan acostumbrados a verse reflejados en todo que nunca piensan que son hombres. Me acuerdo cuando se celebró en esa época un congreso de novela europea y eran todo hombres. Ellos, por supuesto, no se dieron cuenta y si yo como mujer asisto a ese evento… no me veo reflejada.

Bueno, y eso sigue pasando en congresos de columnistas por ejemplo.

Sí, continuamente está pasando y da la sensación de no ser bienvenida.

Eso es lo que intentáis evitar en la asociación Clásicas y Modernas.

Existimos desde hace nueve años y estamos viendo los frutos de nuestra acción pero aun así sigue habiendo programaciones donde no hay mujeres. Hemos tenido éxito porque estamos en distintos ámbitos, pero el único avance real que veo es en la conciencia y un poco en los hechos. Ahora somos muchas más y no debemos quedarnos en lo cuantitativo, hay que ir más allá. Dentro de los concursos literarios y premios, los jurados son de hombres. Me acuerdo que en un premio literario todos eran señores viejos y feos, menos una escritora, que era joven y guapa. Hay un rechazo a las mujeres mayores y la obsesión por la juventud. Existe un malentendido: se cree que la igualdad es un problema de la juventud, cuando es generacional. La desigualdad se empieza a ver hacia los 35 o 40 años, cuando los hombres se han beneficiado de todas las redes de apoyo.

En 2015 dirigisteis a los hombres el manifiesto No sin mujeres, que se reactivó en 2018 aprovechando el tirón de la huelga feminista.

Sí, se van sumando cientos y cientos de hombres, sobre todo este año [esta entrevista se hizo a finales de 2018]. Los hombres que firman el manifiesto se comprometen a no participar en actos públicos, debates, tertulias… en las que no hay participación de mujeres. Ellos tienen que contribuir y renunciar a ciertos privilegios y reconocer que los tienen.


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