Tu silencio no te protegerá

Tu silencio no te protegerá

Ha llegado el momento de dejar de hablar tanto por la boca, y hablar por el cuerpo. María Unanue nos presenta a Azahara Ubera, pensadora y bailarina que dinamiza talleres grupales de performance.

Un momento de la performance-taller grupal 'Manada', coordinada por Azahara Ubera./ Foto de archivo de su web

Un momento de la performance-taller grupal ‘Manada’, coordinada por Azahara Ubera./ Foto de archivo de su web

Este 2018 me invitaron a formar parte del cartel de Feministaldia en Donostia, San Sebastián. No me ha apetecido mucho exponerme en carne y hueso de un tiempo a esta parte, pero quería que se hablara de gordactivismo. Así que todo por la causa. Allí que fui el jueves aquel de mediados de diciembre. Que si blablablá. Que si jajajá. Que si memes en el powerpoint. Di mi charla, y al finalizar me fui corriendo como alma que lleva el diablo a mi casa para no tener que hablar con nadie, ni ver a nadie, ni recibir palabras de nadie. Es que el feedback malo lo encajo que te cagas. Porque para cuando alguien me señala alguna liada que haya hecho, yo tenía registrada esa, y trece más. Pero soy literalmente incapaz de recibir feedback positivo sin quitarle hierro a lo que oigo o descontarme por sistema. Siento pudor. En fin. Encarnar una feminidad invisible, y ser hija adoctrinada a la perfección por el heteropatriarcado, divino tesoro. Después de años de terapia soy absolutamente consciente de que estoy más rota que el cacho de chándal azul marino noventero que uso para limpiar el polvo. No sé si a las demás os pasa. ¿Os pasa? He descubierto que cada vez que alguien me mira de reojo o me hace un caso mínimo, ¡INFIMÍSIMO!! yo tengo que devolverle lo mismo multiplicado por 6.785. (Por poner un número.) Imaginen ustedes, si al salir de una charla, al bajar de un escenario o al publicar un artículo recibo algún cumplido positivo en ese momento tan vulnerable en el que miras al público con cara de: “tres, dos, uno…. y ahora empieza el linchamiento o los aplausos”. Pues si sucede que lo que he hecho gusta, y alguien me lo dice, directamente quiero regalar mis dos pulmones si veo que fuman y arrancarme los ojos para quien necesite un trasplante de córnea. Qué le vamos a hacer. No me siento merecedora de halagos. Y lo curioso es que cuando me da por decirlos yo misma, postanálisis, la gente normal me dice cosas como: “Parece que no tienes abuela”. Pues sí, mira, tengo las dos. No entiendo nada, de verdad. ¿La única manera discreta de estar en el mundo sin dar la nota es aceptar los halagos del resto con un “gracias” escueto, en ningún caso repitiendo nada de lo escuchado por si piensan que te lo has creído? ¿O cómo va esto? Estoy más perdida…Es que NO SE PUEDE ESTAR MÁS PERDIDA. Me siento como cuando la aguja de una brújula empieza a dar vueltas sobre sí misma a una velocidad vertiginosa. Una vuelta, y otra, y otra y otra. Todas las vueltas parecen la misma, pero son diferentes porque se van sumando. Qué hartazgo de cabeza, joder. Pero bueno. El primer paso es darse cuenta. Sólo me quedan 154 años más de terapia. Todo bien.

Si mi charla fue un jueves de diciembre, el sábado fui de oyente a escuchar a una amiga, y (sin mucho aspaviento y habiéndome jurado que hablaría lo menos posible) acabé comiendo con las ponentes. Lo estaba llevando bien. Ahora, como la vida es una tómbola, nunca se sabe por dónde te va a salir el universo. ¡¡BOOOM!! En un momento de descuido, una persona que tenía sentada en diagonal, hizo contacto visual conmigo (así lo recuerdo yo, sabe diosa cómo fue en realidad, porque tiendo a inventarme situaciones), y no me digas cómo, empezó a hablarme de mi charla diciendo cosas buenas. ¡Horror! ¡Me muero! No sabía cómo salir de la conversación sin arrancarme la piel a tiras y hacerle de regalo un neceser de viaje, así que le pregunté por su ponencia. He aprendido con años de experiencia que la mayoría de las veces la gente cuando te dice cosas buenas sobre ti, es porque quiere que le digas cosas buenas sobre ella. Vale, pues ella ni siquiera era de esas. Era como… pura. Mira, no sé. El caso es que con una tranquilidad pasmosa empezó a contarme a grandes rasgos su performance de danza. Yo la miraba con ojos como platos y la boca entreabierta en modo: HOSTIAQUÉFUERTE. ESTOESMUYFUERTE.

Y la historia dice así:

Esto ella no me lo ha contado, pero la madrileña Azahara Ubera “se gradúa en 2011 en Bellas Artes en la Universidad de Goldsmiths de Londres. Desde ese momento ha expuesto vídeos, esculturas y performances en Reino Unido, Holanda, Bélgica, Alemania y España, siempre relacionados con los aspectos coreográficos y sociales del cuerpo, sus afectos y relaciones con la cultura contemporánea (…) Uno de sus intereses reside en la pedagogía y en cómo se puede crear conocimiento de forma colectiva”. ¿Cómo te quedas? Vamos, que cuando le pides a ella que se defina, cuenta que le cuesta mucho decir lo que es, probablemente porque tiene una hermana gemela que se llama Pepa y porque juega con la alteridad en su trabajo. Afortunadamente, yo voy a intercalar sus explicaciones con lo que dice un artículo de ileón.com que os enlazaré debajo. ¿Cómo la definiría Yo con la información que tengo? Como pensadora y bailarina de profesión. Es limitador. Lo sé. Será miles de cosas más. Pero yo aquí voy a subrayar esto. ¿Por qué? Porque creo que hay que tener las prioridades muy claras, o una visión de la vida muy particular para dedicarte a pensar y bailar como actividad central de tu existencia. En una sociedad en la que la gente nos ponemos corbatas, pintalabios o disfraces varios, y nos encerramos en cubículos de sol a sol para conseguir prestigio social a través de la imagen que precisamente ese estatus de acceso a encierro presuntamente voluntario transmite de cara a la galería, optar por ser (y poder ser) pensadora y bailarina me parece de una valentía que roza lo osado y al mismo tiempo muy tierno y envidiablemente bonito.

En estos momentos, Azahara Ubera reside en Bruselas, donde fue becada en 2015 para realizar una investigación en coreografía social y feminismos, después del trabajo en arte y activismos realizado con el grupo de investigación creep-queer Somatecx en Madrid, que surgió a partir de unos estudios avanzados en el Reina Sofía a cargo de Paul B. Preciado con solo dos convocatorias. Ella participó en la primera,  que ha mutado en “células e individuas moviendo proyectos necesarios en los activismos madrileños e internacionales”, explica.

La performance que mostró en el Feministaldia se titula: “Zinneke, Archivo bastardo”. Sentadas en aquella mesa de madera, lo que sobre todo captó mi atención al explicarme de qué trataba, fueron sus palabras: “Performé como si fuera mi madre”. Bueno, seguramente diría eso que acabo de escribir, grosso modo. Ahora sé que su madre se llama Maria José Biedma, que es andaluza y que tiene 70 años. (¡Un saludo desde aquí!) Mientras otras personas de la mesa interrumpían diciendo algo que tampoco recuerdo con exactitud, dentro de mi cabeza pensé que sabría imitar los pasos de baile de mi madre con relativa facilidad. Digo más: incluso podría mimetizarme con sus gestos y movimientos del día a día y convertirme en ella durante horas. Me visualicé haciéndolo y me pregunté cómo nunca me había dado por “jugar” a ello. Es algo que podría habérseme ocurrido, pero en vez de hacerlo desde la danza, en mi caso lo hubiera hecho desde el teatro. En cuestión de segundos, o minutos, teniéndola delante de mí en aquella mesa, intenté diferenciar lo que Azahara Ubera hubiera hecho, viviendo cada movimiento y haciendo cada gesto totalmente suyo para convertirse en su madre, frente a mi modus operandi en una misma actividad. El trasfondo puede ser similar, pero la ejecución suele ser clave. Después de ver a la bailarina de pelo negro corto moverse en mi cabeza, me vi a mí, ejecutando a la perfección todos y cada uno de los pasos que me convertirían en mi madre sin sentir absolutamente nada, pero sabiendo transmitir aquello que elija a la gente que mire. A cada cual, lo que busque. Cuando tienes mi frágil personalidad es muy sencillo impostar actitudes, repetir interacciones que tienes ensayadas desde siempre y hacer creer que es lo que no es. Envidié brevemente el no poder ser bailarina como ella, y poder y saber permitirme ser libre de sentir lo actuado, sin quedarme allí tirada en el escenario abierta en canal con todas mis vísceras rodeándome. No. Yo no podría hacerlo, porque me da miedo no saber meterme las vísceras dentro de nuevo, cerrarme y seguir como si nada. “¿Como si nada? ¿Existirá tal cosa? ¿O todo el mundo estará trampeando como yo?” . Igual la que se piensa que la gente sigue como si nada, soy yo, que me descuajeringo y siempre me da la sensación de que además de acumular aprendizaje, con cada situación dramática me quedo un poco más pallá que pacá. Pero volvamos a Ella.

Acto seguido Azahara siguió hablando y juraría que me explicó que mucho de lo que yo señalé en mi charla como violencias y agresiones gordófobas diarias, ella las había vivido como “hija de gorda”. El juicio. La desconfianza. Las miradas. ¿En serio? No sabía que esa visión existía. La de la hija que ve lo que la madre recibe. Yo me he centrado siempre tanto en lo Yo recibido, que me explotó la cabeza. Me quedé muerta allí mismo. La Yo de ese día, ahora es otra. “Joder, qué bonito. Qué forma simple y a la vez poderosa de honrar ese cuerpo del que ella viene. Mostrándolo. A través de ambas: Ella y su Madre”. Ahora que le he vuelto a preguntar añade que para ella, es una forma de exorcizar demonios del pasado, del silencio, de crear lazos antifascistas de Sur a Norte, de entender a su Madre. Me llama la atención cuando explica que al performarla crece. Bueno, sus palabras han sido: “Me hago mayor de golpe”. ¿Por qué? Porque entiende su cuerpo, entiende sus rodillas machacadas de trabajo después de haberse pasado la vida cuidando anónimamente, con una eterna sonrisa en su bella cara andaluza. Cuando me lo cuenta, reflexiono sobre las últimas sesiones de terapia en las que precisamente estoy tratando de reconciliarme con mi propia madre. No es fácil aceptar a la gente como es. Al menos, no lo es para mí. Quizás porque siempre me ha costado aceptar precisamente, a mi Madre tal y como yo la conozco. ¿Por qué? Porque pensaba desde mí. Y para comprender, aceptar y querer, debía pensar desde Ella. Pero sigo: al preguntarle de dónde surge la idea de la performance sobre su Madre, relata que sentía que tenía que dejar los lugares marginales del silencio a un lado, y quería valorar lo que sus mapadres vivieron. Rescatar sus muertos. Buff. Qué necesario. El colofón llega cuando añade que se alía con una cita de Audre Lorde que Yo no conocía:

“TU SILENCIO NO TE PROTEGERÁ”.

JODER.

TU SILENCIO NO TE PROTEGERÁ.

JO-DER.

Llevo tres, o cuatro o cinco o no sé cuántos años escribiendo en esta revista. A veces de todo, y sobre todo de la nada. De esa nada tan fuerte y profunda con la que vivo. A veces intento llenarla a través de lecturas que me entretienen, y son las que reseño por si le sirven a alguien más. Otras veces sólo vivo y siento. Y lo único que he sabido siempre, desde adolescente prácticamente, es que no hablar, el silencio, me dolía. Me ahogaba. Me hacía sentir aún más presa de lo que sentía que vivía. Con el paso de los años, he hecho de mi charlatanería la marca de la casa. Y gracias a no haber permanecido en silencio NUNCA, sigo aquí. El silencio sólo tapa. Y puedes intentar tapar y tapar y tapar eternamente, apilar secretos hasta que te tapen a ti, pero cuando menos te los esperes, SURPRISE!, toda la mierda te explotará en la cara.

Bien, pues ha llegado el momento de dejar de hablar tanto por la boca, y hablar por el cuerpo. Ese cuerpo que siempre mantengo a raya, y al que tengo entrenado en la inactividad, para que no me delate. Porque a veces cuando no paras de hablar, también intentas tapar lo que quizás en movimiento brote sin esfuerzo ni disfraces. Y para eso el lunes día 15 de abril, pienso ir al taller que imparte Azahara Ubera en Bilbao, en Arroka Beltza (abajo añadimos toda la información). Se llama MANADA. Porque NOSOTRAS SOMOS LA MANADA. ¿Vives en los alrededores? ¿No te dan ganas de venirte a echar un ojo? Yo no me lo pierdo ni por todo el oro del mundo. Y que conste en acta que es la primera vez en mi vida que hago algo remotamente parecido, porque siempre he sentido miedo paralizador a mis posibles reacciones. Ahora estoy exactamente igual. Pero de Azahara Ubera me fío. Y no puedo explicaros mejor por qué. Porque no lo sé ni Yo misma. La he visto una vez en mi vida, a lo sumo 20 minutos de reloj. En fin. Pero una cosa es que yo te cuente todo esta información, y otra cosa es ponerle TÚ tu cuerpo y tu movimiento con la ayuda de alguien con tanta claridad en la mente y en la mirada. ¿Te lo vas a perder? ¡¡NO TE HAGAS ESO!! ¡¡DEJA QUE TU CUERPO HABLE Y TE PROTEJA, POR FIN!!

Sobre el taller
M A N A D A es un laboratorio de movimiento que puede ser activado por todo tipo de cuerpos, desde las acciones de cuidados. En este taller vamos a: imaginar y activar otras formas de movernos, ritualizarnos, re-descubrirnos, desprendernos de una identidad fija.., A partir de ejercicios de movimiento basados en la de-construcción de metodologías de danza contemporánea. Hacia el movimiento fuera de la técnica. Partimos de la premisa de que nuestro cuerpo tiene toda la información necesaria para crear movimiento, en todo momento es ya un cuerpo en danza. Desde ese lugar, descubrimos formas de canalizar la información (imágenes, sensaciones, experiencias) que el cuerpo contiene. Para asistir a este taller no es necesario tener experiencia en danza. Plazas limitadas, inscripciones abiertas hasta el domingo 14 inclusive.

Contacto, preguntas e inscripciones: azahara.u.b@gmail.com


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Viaja por La ruta de la performance, una producción de Laura Corcuera para Pikara Lab

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