Hay que dejarlo por escrito

Hay que dejarlo por escrito

¿Cuántas historias de abuso en el entorno familiar habrá de las que no se tienen constancia? Esta lectora de Pikara escribe esta semana la suya, porque solo "queda lo escrito, lo demás no queda", como dijo Emilia Pardo Bazán.

29/05/2019

Imagen de Pixabay

“Queda lo escrito, todo lo demás no queda” dijo Emilia Pardo Bazán. Y cuánta razón tenía. Y me digo a mi misma, lo que me sucedió hay que dejarlo por escrito….”pero, ¿a ti que te hace falta para ser feliz?”…”¿hasta dónde quieres llegar?”…

Es curioso ver, pero sobre todo sentir, como el tiempo y la memoria borran la intensidad de unas palabras. Como hay comentarios que vuelan por debajo del radar, pero que quedan en el espacio aéreo. Y como esas palabras tienen una capacidad incendiaria fulminante y los hechos unos efectos corrosivos…”tú tienes el 99% de verdad, porque qué ganas contándolo y que pierde él admitiéndolo; pero yo no quiero ser juez”…

Hay que dejarlo por escrito…

La vida a veces te sitúa como una maleta en una cinta transportadora de un aeropuerto que nadie recoge…pero a los días alguien reclama como suya y se alegra de encontrarla…así me he sentido yo en muchos momentos. Perdida dando vueltas, esperando la reacción de mi familia y a la vez, obligándome a entender que los abusos, sobre todo en el entorno familiar, dejan congelada a la gente y la reacción tarda en aparecer…o no aparece nunca.

Y hay que dejarlo por escrito…”Si lo hubieras dicho antes, es que ahora, te creo a ti y le creo a él”…como si eso fuese posible.

Pues ahí voy…dejo por escrito que a los 9 años sufrí abusos por parte de un tío y un primo. Y lo dejo por escrito porque no quiero que se olvide, porque forma parte de mí. He aprendido, sigo aprendiendo, a vivir con ello y las secuelas que conlleva ser una víctima, y actriz de una serie con tantas temporadas como larga es la existencia…” eres valiente, muy valiente”…

Y según lo escribo me doy cuenta de que al hacerlo soy más libre, estoy más conectada conmigo y me libero del yugo del secreto que los abusos imponen, me siento viva. “Estamos en el bando de la verdad y tú con la cabeza bien alta”.

Es inevitable pensar que no es aleatorio el momento elegido por los abusadores  ni su género masculino. Ni tampoco que a día de hoy, uno esté muerto y el otro esté impune por la red de complicidades que lo sostiene. Muchas personas han tomado decisiones en base a lo que ganan o lo que pierden, y no en función de lo que se debe hacer, de lo correcto…y lo más curioso de todo, cómo esa gente es prisionera y huye de sus palabras cuando no son coherentes con sus pensamientos. Viviendo en una realidad paralela. “Nunca te olvides que estamos contigo, a tu lado”.

Es indudable que cuando vives algo a nivel personal tienes más argumentos para defender con más vehemencia la veracidad de tus palabras. A la vez, se multiplica la intensidad y la resiliencia cuando eres tú misma la que pone acentos, comas y puntos en cada una de las conversaciones que ocurren cuando todo sale a la luz. Y en el caso de los abusos como la atención se tiene que centrar en dos vías, una la recuperación psicológica para afrontar los abusos y otra familiar para tejer las relaciones y hablar el mismo idioma….”tú hijo se va a sentir muy orgulloso de la madre que tiene”…

Siempre va a existir en mí el anhelo de justicia porque es inherente a la condición de víctima. Y entiendo, que el hecho de que nos pidan perdón servirá como efecto balsámico en el entorno y colocará en distintas posiciones a todas las personas que actuaron o dejaron de actuar.

Como dijo Frida Kahlo, “a veces tienes que olvidar lo que sientes y recordar lo que mereces”, y eso hago actualmente.  Hace mucho tiempo que no dejo mi recuperación en manos de palabras y hechos de otros/as y tengo claro que sigo plenamente viva “gracias a” y “a pesar de”.

Dejo por escrito para que quede, que voy a enfrentarme al miedo de cara, que voy a luchar por caminar hacia delante y no me voy a esconder en el silencio. Y para terminar, ésta última frase me la digo a mi misma y a mi niña de 9 años…”Me toca ser feliz”.

Fdo: una superviviente

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