El voto de hoy es la deportación de mañana

El voto de hoy es la deportación de mañana

El 27 de mayo nos despertamos en un país más gris, más hostil y menos acogedor, y las primeras personas en notarlo vamos a ser las racializadas y las migrantes. Nos va la vida en el voto, aunque muchas no tenemos ni voz ni voto y participamos como meras espectadoras.

29/05/2019
Rita Bosaho (segunda por la izquierda) junto con activistas afro en el Congreso de los Diputados el pasado 19 de julio, después de registrar una Proposición No de Ley sobre el reconocimiento de la comunidad africana y afrodescendiente de España./ Twitter de Rita Bosaho

Rita Bosaho (segunda por la izquierda) junto con activistas afro en el Congreso de los Diputados el pasado 19 de julio, después de registrar una Proposición No de Ley sobre el reconocimiento de la comunidad africana y afrodescendiente de España./ Twitter de Rita Bosaho

La mañana del 29 de abril me desperté desorientada, cansada y con la mente borrosa.

Algunos lo llaman resaca electoral, pero para mí era algo más – mucho más – que eso.

Este último ciclo electoral, como persona afrodescendiente políticamente, activa ha sido agotador. No sólo se perdió el escaño de la primera diputada afrodescendiente de la democracia española – Rita Bosaho Gori -, sino que las dos personas negras que entran en esta nueva legislatura pertenecen al establishment que aprobó y defiende medidas muy duras en materia migratoria: PSOE y el partido racista, xenófobo, LGTBfóbico y machista que todas conocemos.

Ahora, el único rayo de esperanza de incidencia legislativa en el Congreso que veíamos algunas, se volvía tenue.

Las dos legislaturas de las que Rita Bosaho formó parte no fueron en absoluto fáciles. Comenzaba en 2015, con un Parlamento fragmentado que no estaba acostumbrado a la diversidad y al movimiento frenético que trajo la aparición de nuevos partidos. Repetición de elecciones, mociones de censura, presupuestos no aprobados… A veces me pregunto si en el Congreso de los Diputados no se había asumido aún lo que conllevaría el fin del bipartidismo.

Aun así, la presencia de Rita Bosaho en el Congreso ha sido muy importante simbólica para la comunidad afrodescendiente.

Rita Bosaho representaba el cambio demográfico de la españa post-franquista, la generación de mi padre, que llegaba en los años 70 y 80 a una España que resurgía de sus cenizas. Representa, también, la implicación de las personas migrantes y racializadas en los movimientos sociales para la consecución y defensa de derechos colectivos.

Rita representaba no tanto el “yes we can” de Obama, como el “ya estamos aquí” del Comando Migrante.

Este es el contexto en el que entra Rita, para irse al pasar cuatro años.

Y sin embargo, en estos cuatro años del cambio, la población migrante y racializada ha continuado denunciando problemáticas que no se han resuelto como el aumento de la persecución de manteros en la Barcelona de Colau, la persecución y muerte de Mame Mbaye en el Madrid de Carmena, la brutalidad policial, la negación del derecho al voto, la injusta Ley de Extranjería, la existencia de los CIEs y las agresiones por motivos racistas en lugares públicos entre otros.

A fin de cuentas, lo que pedíamos no eran héroes. No queríamos personas racializadas encabezando candidaturas que legitimasen la extricación de derechos y persecución de nuestros colectivos. Solo esperábamos que, por una vez, se hiciera política a nuestro favor. El cambio.

Así, nos dejan una vez más con la opción de votar a los partidos tradicionales que tuvieron ya la oportunidad de demostrar la visceralidad de sus políticas o – por otro lado – votar por un cambio, más novedoso, en letras minúsculas. El cambio que no ha podido superar ninguna de las injusticias anteriormente nombradas.

Votar a los centros y las derechas, por otra parte, significa votar a favor de las concertinas en Melilla, las devoluciones en caliente a Marruecos, las violaciones de Derechos Humanos en los CIEs, los exámenes de españolidad, las políticas inhumanas de reagrupación familiar, las que excluyen a las trabajadoras del hogar del régimen general y un largo etcétera de políticas que nuestras comunidades sufren día a día.

Sin embargo, cuando te va la vida en el voto, se imposibilita ver la votación como una simple elección de un grupo concreto de políticas objetivas. Poder observar la política de esta forma conlleva un privilegio inmenso que ninguna de las personas sobre las que escribo tendrá jamás.

Nos va la vida en el voto porque nuestra mera existencia en el Estado español es política; nuestras vidas y situaciones se convierten en un punto de contención dentro del juego político. Juego en el que, además muchas no tenemos ni voz ni voto y participamos como meras espectadoras.

Para ilustrar con ejemplos concretos: el voto de hoy puede significar que no tengamos acceso a sanidad mañana, que tras dedicar nuestras vida al duro trabajo infrarremunerado no tengamos derecho a ningún tipo de prestación. También puede significar que nunca más veremos a nuestras familias o pisemos nuestros países de origen. El voto de hoy puede significar la deportación de mañana.

Realmente no se nos plantea una elección genuina a las personas migrantes y racializadas que podemos votar, sino más bien se nos da a elegir entre business as usual o business as usual con una sonrisa. Ese es el problema de ser receptores de la política en lugar de hacedores de la misma. Siempre nos hablan, nunca hablamos. Siempre nos dan opciones, nunca incidimos sobre ellas. Siempre objeto, nunca sujeto.

El 27 de mayo nos despertamos en un país más gris, más hostil y menos acogedor – diga lo que diga Carmena – y las primeras personas en notarlo vamos a ser las racializadas y las migrantes.


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