El último regalo del Colectivo Hetaira

El último regalo del Colectivo Hetaira

La asociación madrileña en defensa de los derechos de las personas que ejercen la prostitución anunció el pasado marzo que este año dejará dejará de funcionar, después de 24 años de activismo. Su carta de despedida es un regalo para pensar cómo vivimos los cierres y los duelos.

19/06/2019

Collage de Señora Milton en el que una planta con flores brota de una calavera

He tardado mucho en leer La muerte de mi madre me hizo más libre, de Mari Luz Esteban, porque le tenía miedo. En los últimos años que ha tocado lidiar con varias muertes, muertes físicas y relaciones que mueren, que no se transforman sino que se matan. He tenido que pensar mucho en los duelos y me he dado cuenta de la poca costumbre que tenía de hacerlo, y de las pocas herramientas que tenía para hacerlo. Pensar y transitar los duelos fue como ponerme a pensar en física cuántica, algo que sé que anda por ahí pero que no sé dónde buscar las referencias. Las referencias, sin embargo, estaban, fueron volviendo a la memoria: algunas conversaciones con mi madre de acogida, algunas conversaciones con mi no-padre, o el libro Vidas precarias de, atención, Judith Butler, su único libro accesible sin conocimientos técnicos y que es precioso a más no poder. Ay Judit, ojalá nos regalases más teoría con lenguaje de clase…

Tardé mucho pero me puse a leer a la Esteban precisamente porque teníamos un acto juntas, un diálogo y quería estar a la altura de la admiración que le tengo. Y sí, La muerte de mi madre me hizo más libre me resonó y me removió mis propios duelos, pero lo hizo desde ese lugar de acompañamiento que tanto necesitamos frente a la pérdida.

Hablando con la Esteban tiramos de ese hilo, de la muerte digna, del derecho a morir y a tener agencia sobre nuestras muertes, que también habla de cómo cerrar relaciones amorosas y cómo hacerlo de manera dignificante. Somos unas escaqueadoras de la muerte, posiblemente porque sabemos que es lo único que no podremos evitar, morir, así que vivimos mirando hacia otra parte por aquello de que lo que no se ve parece que no existe. Pero sí. El mismo escaqueo sobre la muerte física lo trasladamos a todos los demás terrenos. La muerte es como un fracaso terrible que resignifica todo lo vivido, porque la máxima condición para que algo sea bueno, para que sea real, es que perdure para siempre, más allá de una muerte que ya no es muerte porque ha sido trascendinda. No sé si atendemos a esta dinámica bajo el terror de la liquidez absoluta que nos ha tocado vivir. No sé si la certeza de que todo dura en la actualidad lo mismo que dura una publicación en el muro de Facebook, en un timeline, es lo que nos lleva a buscar desesperadamente lo eterno, incluso lo crónico, una búsqueda que ha sido constante en el ser humano pero que tal vez sea aún más específica de los tiempos que vivimos.

Para construir eternidad y no cronificación es necesario adaptarse, no hay más. El entorno cambia, nosotras cambiamos, las necesidades cambian, todo cambia. Pero, al entender el cierre como un fracaso, no queremos cerrar nada, así que hacemos ghosting, desaparecemos, nos esfumamos y así evitamos el mal trago de tener que decir que se acabó. También hay que sumarle a la ecuación la inmensa dificultad que tenemos para asumir que “no es no” a pesar de lo que digan nuestras camisetas. El “no es no” debería servirnos para cualquier no, para cuando lo recibimos y para cuando lo damos, en todos los ámbitos, no solo en el sexual. Ante el “no” de una compañera podemos preguntar, creo, si hay alguna cosa que podamos hacer, pero de esta pregunta a la insistencia que a veces ponemos en no aceptar la negativa hay un abismo que tiene que ver, también, con la cultura de la violación que se nos mete por todos los poros. Pero este ya es otro tema…

En relaciones sexo-afectivas no exclusivas, llámese poliamor o llámese como sea, este fenómeno de ghosting es una de las violencias invisibilizadas y que tenemos que empezar a nombrar. Como ya he dicho en otras ocasiones, parece que en las relaciones poliamorosas nadie deja a nadie, porque parece que ya no es necesario. Como nos tenemos que bancar todo, que para eso somos tan modernas, la persona que mantiene varias relaciones simultáneas ya no tiene que dejar a nadie sino que puede permitirse negligir, aparcar a una de ellas, crear situaciones emocionalmente insostenibles hasta que es la persona abandonada de facto la que acaba pasando por el mal trago de cortar la relación y se queda, además, sin el apoyo social de haber sido la “dejada”.

¿Por qué explico todo esto? Porque hace unas semanas una carta abierta me golpeó fuerte el alma, así de claro lo digo. La despedida del Colectivo Hetaira, un colectivo que para muchas de nosotras era y es un referente sobre trabajo sexual, sobre sororidad, apoyo entre mujeres y organización de colectivos mixtos. Las compañeras de Hetaira, en un ejercicio de coherencia con lo que son y con lo que han sido, han decidido no desvanecerse, no escaquearse, no tener miedo a los finales sino entenderlo como parte de la vida y han decidido sobre su disolución, han decidido un final digno. Y han cerrado una etapa, y lo han hecho público con una carta preciosa que es un regalo para todas nosotras, y es otra de las grandes enseñanzas que nos dejan. En la charla con la Esteban alguien nos regaló una frase: “Lo contrario a morir no es vivir sino nacer. Vivir es todo”.

Compañeras, gracias. Gracias por este gesto de generosidad, gracias por mostrarnos un camino, por ayudarnos a pensar también en todos los cierres que no hemos hecho, que hemos dejado pasar, que hemos diluido. Gracias por evitaros y evitarnos violencias, correveydiles y chascarrillos. Gracias por tanto y que sepáis que vuestras semillas están sembradas en muchísimas de nosotras.

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