¿Cuánto dura en morir un pez?

¿Cuánto dura en morir un pez?

Cuando era estudiante de Derecho, Ana María asistió a un juicio por violación. Mientras el hombre que violó a la víctima la forzaba, una pecera cayó al suelo, según contaba. Al salir, les compañeras de Ana María decían que era imposible, que un pez no tarda tanto en morir. ¿Cuánto dura una violación?

11/06/2019
Ana María Rodríguez Pereira
Integrante del Movimiento Aborto Legal Costa Rica

Tribunal. Imagen de Wikipedia.

En mi primer año en la Facultad de Derecho fuimos de gira al Poder Judicial, visitamos dónde se reúne la Corte Plena, recibimos charlas sobre el funcionamiento burocrático y al final, asistimos a un juicio penal. Ningune de quienes asistimos estábamos al tanto del tipo ni contenido del juicio, es más no sabíamos realmente nada sobre la gira hasta que estábamos realizándola. 

Así, la gira finalizó con un juicio penal de una denuncia por violación. Nadie podría haberlo esperado, nadie podría haberlo previsto, porque realmente nadie sabía nada. Nos encontramos de frente con una denunciante a punto de declarar públicamente su violación. Ella narró cómo la habían forzado, y en medio de todo, una pecera cayó al suelo y se quebró.  Lo recordaba porque, cuando todo terminó, todavía poder ver a los peces moviéndose. 

Yo nunca había asistido a un juicio y nunca había oído a una persona narrar en voz alta, públicamente, una violación. La experiencia fue difícil, chocante, incómoda y dolorosa.

En la clase siguiente comentamos la gira, pero principalmente hablamos sobre el juicio. Todos parecían haberse impresionado tanto como yo, pero por razones distintas. En cuestión de minutos quedó claro que la gran mayoría de la clase creía que la demandante mentía, porque, en su opinión, un pez no podía durar tanto en morir. La argumentación me pareció inmediatamente absurda, inicialmente porque ninguna de las justificaciones estaba fundamentada en fuentes confiables o experiencia, sino en meras percepciones.  Pero además porque me pesaba en la memoria los vívidos recuerdos de mi infancia, cuando paseando en comunidades costeras veía los peces agonizar en el suelo hasta por quince minutos. 

Pero principalmente, porque no podía comprender cómo alguien podía ir y oír lo que yo había oído, tomar un detalle de la narración del cual no sabe realmente nada y a partir de este, tomar la decisión de creer que una persona que ha pasado años en un proceso judicial largo, revictimizante y doloroso, lo hacía solamente para mentir. La furia inmediatamente se volvió personal, pero la discusión en clase terminó antes de que pudiera entender exactamente qué estaba defendiendo.  Así la rabia se quedó ahí y de vez en cuando pienso en esta experiencia. 

Pienso en cómo la disociación puede ser un mecanismo de defensa, pero al mismo tiempo una forma de perpetuar la violencia, y cómo en una sociedad tan profundamente violenta, a veces es más simple no ver que entender realmente qué es lo que está pasando. Pienso que, al sentarte a escuchar, sin ningún tipo de advertencia, la narración de una violación es más fácil concentrarte en un detalle absurdo para distanciarte de lo espantosa que es esta experiencia, que aceptar que esta es la realidad de muchísimas mujeres, todos los días. 

Pero pienso además en la noción de objetividad, en cómo todes mis compañeres de clase al exponer sus argumentos intentaban hacerlos parecer basados en evidencia, convirtiendo el testimonio de la víctima en un sinsentido, sin que ninguno supiera realmente cuánto duraba un pez en morir ahogado. Nadie lo había consultado con profesionales en veterinaria, ni siquiera lo habían buscado en internet, y aun así afirmaban que era imposible que un pez durara tanto en morir.  

Yo no podía entender: ¿nadie había conocido a un eyaculador precoz? ¿No entendían cómo respiran los peces? Pero principalmente no podía entender por qué a esto le llamaban objetividad, cuando eran juicios morales hechos de forma apresurada y basada en criterios sin ningún tipo de evidencia. 

Hoy, algunos años después, han pasado muchas cosas.  Hoy es mucho más visible que las mujeres sobrevivimos a violencia sexual, que es parte de nuestra realidad y que las violaciones son, lastimosamente, mucho más comunes de lo que querríamos haber pensado. Como sociedad, sabemos muchísimo más sobre la violencia sexual, y la información, además, es mucho más accesible. A pesar de todo, seguimos disociándonos y seguimos reproduciendo discursos de falsa objetividad en relación con la violencia sexual. 

Ahora sabemos que creerle a una persona que denuncia violencia sexual es una decisión política, es comprender que la violencia estructural que oprime a quienes han sobrevivido para callar, para avergonzarse, para sentir que el lugar más seguro es el silencio, y que siendo así que es muy poco probable que quien denuncie, mienta. No es un ejercicio automático. Tenemos derecho a dudar y también derecho a examinar, pero no tenemos derecho a disociarnos porque es lo más fácil, y mucho menos a apelar a falsas nociones de objetividad, porque es lo que hemos aprendido.  

Así, hoy me queda absolutamente claro que ante las denuncias de abuso debemos partir de la realidad: las mujeres sobrevivimos a violencia sexual todos los días. Y que, ante una denuncia, cualquier análisis que no contemple la violencia estructural como una realidad, es disociarse de la realidad y reproducir una falsa noción de objetividad. 

Y vos, ¿cuánto creés que dura en morir un pez? 

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