“Si eres rentable para ese sistema te aceptan, pero no si eres una marica pobre, indígena o periférica”

“Si eres rentable para ese sistema te aceptan, pero no si eres una marica pobre, indígena o periférica”

Desafiar los patrones occidentales y heteropatriarcales es una de las razones que ha llevado al artista argentino Maximiliano Mamani a transformase en Bartolina Sisa. Dialogando y transitando entre la identidad sexual y cultural, nos presenta a Bartolina como un homenaje a la heroína aymara que luchó contra el colonialismo español.

05/06/2019
una mujer aymara con el traje típico está sentada en el suelo mirando hacia el suelo y con una pandereta en las manos que tiene pintada una cara

Bartolina Xixa. / Foto: Elisa Portella

Maximiliano Mamani es Bartolina Xixa y viceversa. El transitar por el transformismo le ha permitido cuestionar los cánones de la diversidad. Maximiliano es del norte de Argentina, pero en su performance tiene muy presente la realidad andina. Por eso eligió a una chola paceña para transformarse, y un nombre que no es casual: Bartolina Xixa fue una indígena aymara que luchó en el levantamiento contra el colonialismo español hasta su asesinato en 1782. A través del transformismo, puede sentir y reflexionar lo que en muchas ocasiones se niega o se invisibiliza, comenzando un diálogo entre las disidencias del folklore y el drag. Estudiante de antropología, ahora mismo se encuentra en México participando en la compañía de danza México de Colores e investigando sobre distintas formas de entender el arte folklórico desde otras identidades y corporalidades. Con Bartolina, ha unido arte, cultura e identidad.

¿Cómo es ese transitar entre Maximiliano Mamani y Bartolina Xixa?
Comencé con Bartolina hace casi dos años. No suelo distinguir entre Bartolina y Maxi porque creo que eso termina respondiendo a una lógica muy binaria. No soy en lo femenino Bartolina ni en lo masculino Maxi. Soy Maxi y soy también Bartolina. Lo considero más como un afluente, un ir y venir en esas transiciones, y así nace la idea de transformista. En un principio tomé la perspectiva drag queen, pero no me encontraba; la sentía demasiada colonizada y occidentalizada. Empecé a pensarme sólo desde el transformismo y para mí era importante hacerlo desde una identidad que sea propia latinoamericana. Por eso lo hago desde la identidad de la chola paceña.

¿Por qué la chola paceña?
La chola paceña es una identidad. Son mujeres que viven en la zona andina y me parecía interesante poder tomar su vestimenta y sus experiencias de vida. La chola es una mujer muy aguerrida, muy fuerte. En los conflictos de Bolivia ellas son las primeras en salir a las calles y hacer cortes de ruta, por ejemplo. Son las que cuidan a las hijas, las que trabajan. Me pareció interesante recobrar el poder que hay en ellas y retomarlas para hacer este personaje transformista.

También naciste muy cerca de esa realidad, en el norte de Argentina. ¿Eso te influyó?
Para mí Argentina construye su argentinidad en una lógica blanca. Toda su historia se construye en la blanquitud y en los procesos de migraciones, pero tomando en cuenta sólo las migraciones europeas. El norte de Argentina, Bolivia y Perú tuvieron procesos históricos muy similares: procesos de colonización y total sometimiento, por lo cual me siento más parte de esa zona y no tanto de la argentinidad. El límite fronterizo estatal tiene 200 años, pero mi ascendencia y toda mi cultura muchísimo más. Compartimos la pertenencia cultural.

una mujer aymara con traje típico

Maximiliano Mamani transformado en Bartolina Xixa. / Foto: Elisa Portella

Y para ello te has servido del nombre de una gran lideresa mujer aymara. ¿Quién fue Bartolina Sisa?
No es casual el nombre. Fue una lideresa andina que peleó en el último proceso de colonización. Ella dio su vida por no ser colonizada. Me parecía importante poder traer su nombre de nuevo a la actualidad y a diferentes espacios contemporáneos para que suceda esto, para que me pregunten por ella y pueda contar su historia. Es traerla al presente y hacerle un homenaje a su presencia. Las lógicas drag queen, que es desde donde inicié, terminan poniéndose nombre ingleses, o nombres que niegan su indigenidad o su latinoamericanidad. Esto viene de la mano de que lo LGTB también forma parte de una norma impuesta y colonial. Uno llega a pensar que debe pensarse en esa sintonía. Si yo soy drag, sólo puedo serlo en términos occidentales y acabamos siendo réplicas. Yo creo que desde nuestra latinoamericanidad podemos crear y producir nuestras propias experiencias.

¿Consideras que siguen teniendo mucha fuerza los estereotipos gay-normativos?
Sí. Se nos ha enseñado como ser gays, lesbianas y trans. Todo lo que no entra en esa lógica, queda marginalizado. Yo por ser moreno estoy un paso más al costado que un gay blanco. Si soy latinoamericano, si soy indígena, si soy seropositivo… Y así empieza uno a ponerse mucho más al margen de los márgenes. Ya no se es deseable para el movimiento porque ahí hay un imaginario al cual todo el mundo aspira y casi nadie llegamos.

¿Se ha mercantilizado el movimiento?
Desde que se crea el mito histórico que nace en Stonewall se están negando todas las identidades que existían antes. Se marca un punto de inicio que no es casual, tampoco dónde, en Estados Unidos. De ahí empieza a crearse un mercado: bares gays, cruceros, turismo, el término gay friendly, marcas que apoyan a la diversidad…. Y todo esto es muy loco, por que actualmente si eres rentable para ese sistema te aceptan, pero si eres una marica pobre, una marica indígena o periférica, no puedes ocupar esos espacios. Se nos enseña implícitamente que debemos aspirar a esos espacios pero no podemos. Entonces todos esos otros cuerpos son desechables, son excluidos. El LGTB actual está muy contaminado por una lógica mercantil y capitalista. Entonces, la idea es crear otras lógicas que escapen a eso. Yo, por ejemplo, no me siento representado por la teoría queer. Me siento representado desde mis propias prácticas culturales, ya que eso es lo que me permite a mí potenciarme. En la perspectiva queer parecería que todos somos iguales o todos tenemos que vivir transitando, pero despojados de un montón de particularidades que nos atan. Me siento más cómodo pensando en que la fuente de todas las identidades está en las experiencias y las trayectorias de vida de cada persona. Las teorías terminan pasando un filtro académico que es totalmente homogeneizante. Yo no me puedo pensar en términos de teoría, porque me seguiría colonizando. La ciencia también es una forma de supremacía frente a otros conocimientos.

Y en ese camino descolonizador has pensando mucho en los roles impuestos en las danzas folklóricas.
El pueblo en el que nací es muy pequeño y no hay mucha variedad artística. Sólo podías aprender folklore y con eso me quedé. Después me fui dando cuenta de que el folklore construye lógicas muy heterosexuales y patriarcales. El varón va a demostrar en el folklore argentino fuerza y virilidad; la mujer, dulzura y delicadeza. Entonces empecé a nutrirme de otras realidades y otras vidas. ¿Qué pasa si hay dos cuerpos trans que quieren bailar folklore? ¿Qué hace el folklore para responder a eso? Lo vuelve a catalogar en términos binarios, mujer y hombre, pero nunca te permite transitar o fluir. Creé un taller para pensar los roles de género en el imaginario de la danza folklórica argentina. El punto central es poder tomar las trayectorias de vida de las personas para poder pensar otro tipo de folklore. Para mí era importante pensar en todas las corporalidades, identidades y realidades y construir así un folklore más amplio y más amigable. La experiencia fue muy rica, identidades fuera de la heteronorma, cuerpos embarazados, personas gordas…. Esto es la realidad de nuestro folklore. Son los cuerpos que niega el folklore pero es lo popular de lo argentino.

Reivindicas que la danza es política.
Para mí es muy importante utilizar la danza como un vehículo que me permita llegar a más personas. Lo último que construí es un cuadro que hace una crítica al uso de nuestras tierras. Se llama La ramita seca, la colonialidad permanente. Es una denuncia a las mineras y a los transgénicos que vienen a destrozar nuestros suelos. Yo, por tener una formación académica, puedo hablar de esto y entender qué es Monsanto y qué es una multinacional. Pero ¿cómo puedo hacer para que mi madre lo entienda? No le puedo decir que se lea un libro de agronegocios pero sí puedo utilizar la danza para traducir y crear otros sentidos. Mi madre así lo entendió: “Al principio tú estás en un lugar verde, es como que eres feliz. Y después viene un cáncer o alguien te manda un cáncer y te empiezas a morir”. Igual ella no está entendiendo qué son las multinacionales pero está comprendiendo el mensaje. La danza me ha permitido eso. Proyectar en la otra persona lo que sabe. El arte te permite estar pensando quién va a escucharte y posicionarte en su lugar. Así podemos construir en conjunto qué podemos hacer y hacia dónde podemos ir. Por eso bailo.

¿Cómo entiendes la colonialidad?
No sólo fue un momento histórico. Ahora se habla mucho del colonialismo interno, pero también sigue siendo un colonialismo externo. Porque no hay que dejar de denunciar a quiénes nos vienen a despojar y extraer en nuestros territorios. La realidad es que Europa y Estados Unidos se vienen a apropiar de nuestra cultura e identidades. Nos ha quedado ser el basurero del mundo, lo subdesarrollado, lo potencialmente desarrollable. En el cuadro empecé a pensar qué pasa con nuestras basuras y, en específico, pensar la basura como un fenómeno propio de este sistema moderno capitalista. No es casual que la basura del norte viaje al sur. Nadie quiere ver basura, y entonces la basura se traslada. Es lo que pasa también con la ropa americana, en Latinoamérica hay muchísima. Es ropa donada por gente que no la necesita y hace su caridad, pero termina siendo su basura. Y nada mejor para sentirse bien, que mandarnos su basura. Yo si viajo soy un migrante, nunca seré un turista en España o en Francia, pero si una persona de allá viene aquí sí son turistas. Así está pensada la lógica y por eso hablamos de una colonialidad permanente, una lógica capitalista perversa. Nuestra vida ya está contaminada.

¿Cómo salir de esas lógicas, y de esa otredad impuesta?
Ha empezado a tener mucha fuerza pensarse en términos latinoamericanos y como espacios oprimidos. Es difícil, y puede volver a convertirse en algo mercantilizable, por eso tenemos que tener cuidado. En este nuevo transitar cada quien debe tomar su espacio y encontrarse en su propia identidad y particularidad. Si nuestras identidades también son apropiables, ¿qué nos queda? Desobedecer la realidad de lo impuesto es un camino complejo. La modernidad ha sido tan perfecta que yo debo pensar individualmente, y tengo que tener una respuesta individual de la vida, y no podemos pensar que esto se puede hacer en colectivo. Armemos estrategias conjuntamente para cambiar. Todo lo que transmito es un collage de diversas experiencias, de otras personas que he conocido y me han servido en este transitar. Creo que ahí está la clave, pensar esas colectividades y no tener miedo a poder dialogar en conjunto.

Ahora mismo te encuentras en México participando en la compañía México de colores. ¿De qué se trata?
Recibí una beca del Fondo Nacional de las Artes de Argentina. Tenía la experiencia de los roles en el folklore argentino, pero sentía que todavía no tenía las suficientes herramientas para pensarlo más ampliamente. Quería indagar más en nuestra identidad sexual, en nuestras identidades folklóricas latinoamericanas y para poder formarme en este conocimiento lo más cercano era México de colores. Es una compañía de danza inspirada en el folklore mexicano, con la particularidad de que son sólo varones que hacen transformismos. Está siendo interesante ver el diálogo y la transición para después transpolarlo al folklore andino.


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