‘Big Little Lies 2’ o la larga sombra del abuso

‘Big Little Lies 2’ o la larga sombra del abuso

La segunda parte de la serie creada por David E. Kelley comienza cuando descubrimos que no es suficiente con destruir a Barba Azul, porque algo de él forma parte de una misma y es necesario extraerlo.

Las protagonistas de Big Little Lies, apodadas en esta segunda temporada como 'las cinco de Monterrey'

Las protagonistas de Big Little Lies, apodadas en esta segunda temporada como las cinco de Monterrey

Lo interesante de continuar un relato que nos pareció brillantemente cerrado es, precisamente, ofrecer algo capaz de trascender el brillo. Y una de las mejores opciones a prueba de efectismos narrativos es contar lo que ocurre después de un aparente happy ending. Entre las amigas aniquilamos al monstruoso Barba Azul en la primera temporada de Big Little Lies y creímos que se trataba solo de eso: hablar, apoyarnos y apartarnos de él. Pero el portazo a un abuso no nos libera de él tan fácilmente como quisiéramos, especialmente si ha requerido el uso de un arma que nos pesará en tiempos de paz, como es el caso.

Ahí viene la historia escrita con letra pequeña que nos ha dejado la segunda temporada de Big Little Lies, más real que cualquier otra porque no suele contarse, porque su complejidad impide resumirla en un solo enunciado. Cuando descubrimos que con destruir al monstruo no es suficiente, porque algo de él forma parte de una y es necesario extraerlo, como el alien del Octavo Pasajero o de Stranger Things, para poder estar en paz con nosotras mismas.

La situación inicial de las cinco de Monterrey, esta vez, es la opuesta a la del momento en que las conocimos por primera vez. Podía esperarse que, tras el catártico final de la primera temporada, hubieran quedado tan triunfantes como lo hicieron la crítica y el público, pero no. El lustre de una vida maravillosa al estilo del preámbulo de Blue Velvet que esconde una realidad hedionda bajo el reluciente césped, desapareció para siempre. Y ahora saludamos a un grupo de amigas cuyas vidas, lejos de liberarse, se precipitan gradualmente a la autodestrucción. Y me encanta porque eso advierte de que las verdaderas soluciones no son tan rápidas, fáciles o providenciales como las de un cuento infantil. O porque una mentira salvadora en un momento dado siempre hay que salvarla de sí misma poco después. A no ser que fuéramos tan cínicas como Judha Rosenthal en Delitos y faltas, como Woody Allen considera que funciona la realidad.

Tratar la responsabilidad aparejada a cualquier acto deshonesto nos separa, a nosotras y al feminismo, de los abusadores; y eso constituye un relato necesario en el proceso de emancipación. Aunque el contexto justifique o descargue a la mujer de una culpa o castigo desproporcionada e injusta, como conté aquí; o aunque la muerte final del maltratador funcionara más a un nivel simbólico, como expliqué aquí sobre Lady Macbeth.

La larga sombra del abuso

La gran protagonista de la segunda temporada es la abuela, madre del abusador, que arremete contra "las cinco de Monterrey"

La gran protagonista de la segunda temporada es la abuela, madre del abusador, que arremete contra “las cinco de Monterrey”

Dar un final alternativo a la serie que nos enseñó a unirnos en la diferencia, además, nos da la ocasión de contemplar más matices de esas verdaderas relaciones de amistad que necesitamos para salvarnos. Pero, sin duda el argumento más potente de esta secuela deviene de tratar la larguísima sombra que extienden las secuelas del abuso continuado como una descontrolada y oscura mancha de crudo vertida sobre el caldo de la cadena alimenticia. Las secuelas que debilitan a Celeste, como la vergüenza, el síndrome de Estocolmo o el de abstinencia; la dificultad para permitirte ser amada y no usada (o abusada) como también sufren Jane y la aparentemente poderosa Renata; la reproducción de la violencia y la ira en Perry y su madre.

La nueva protagonista es la abuela, madre del abusador, quien se convierte en la viva personificación de la culpa que sienten las amigas. La que más y la que menos son víctimas de los ataques en forma de juicios a los que esta mujer, aposentada en la cima de la verdad, las somete a todas sin excepción. La posición que detenta es de una autoridad soberana pues no solo es conferida por su rol de abuela, de anciana madre, sino por el de madre de un hijo muerto, lo que la dota de una aureola incontestable, casi sagrada, que nos resulta muy difícil contrariar. Para colmo, y muy apropiadamente, la interpretación del personaje corre a cargo de la adorada Meryl Streep (cuya actuación, especialmente en el último capítulo, mereció las reverencias de la mismísima Nicole Kidman), lo que termina de bruñir la voz que detenta.

Mary Louise representa, además, la voz de quienes se encuentran en ese lugar en el que la protección de los tuyos se opone (aparentemente) a combatir el machismo existente, también entre los suyos. Una paradoja que, haga ella lo que haga, se saldará con un duelo cuya intensidad va a depender de su disposición a enfrentarlo, que es nula. No es difícil comprender la desconfianza férrea de esta abuela en nombre de su progenie, como no lo es temerla y odiarla profundamente hasta el último capítulo. Y tampoco resulta difícil sentir compasión de ella cuando otra mujer más poderosa la debe arrastrar allí donde solo puede mirarse a sí misma.

La madre de Perry condena a su nuera porque así lo hicieron con ella. Es espeluznante oírla asumir el castigo que su marido le infringió por la muerte de su hijo pequeño: “Él me culpó del accidente y se marchó. Me merecí esa culpa y que me dejara” (9’:46”/2×4). El alien se quedó dentro de Mary Louise y de allí se trasladó a su otro hijo, el siguiente más débil en la cadena, y amenaza con devorar también a sus nietos.

Sentenciar, sin cuestionarse, sin examinar previamente en nosotras los restos de otros abusos enquistados (que, como Mary Louise, nos creímos merecer) nos convierte a su vez en personas abusadoras. De cualquiera que se encuentre en una situación vulnerable, extendiendo la pandemia sin fin.

Por eso, lo importante no es que evites la tormenta y esperes los días soleados, dóciles o imperturbables. Lo importante, como dice la canción que cierra la serie, es saber si Have you ever seen the rain (si alguna vez has visto caer la lluvia) en un día soleado, brillando. Porque no dejará de ser siempre así.


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