El año de la marea del #MeToo en Centroamérica

El año de la marea del #MeToo en Centroamérica

2019 se ha distinguido por ser el año en donde la mayoría de países centroamericanos han sido testigos de denuncias sexuales a expresidentes, escritores, músicos y otros hombres con poder. Los colectivos feministas se han convertido en tsunamis inevitables que se han llevado consigo toda la maleza social escondida.

24/07/2019
Muchas mujeres tumbadas en el suelo tapadas de rojo.

Una performance en el 8M de 2019 en Costa Rica. / Foto: Yamlek Mojica

En Costa Rica las denuncias por violencia sexual cayeron como caen las fichas del dominó. La primera, inesperada y paralizadora, empujó el grito de mujeres de todos los lados de la sociedad costarricense, que por años pensaron que nunca iban siquiera a ser capaces de murmurar. El resto se vino en cadena, desatando una marea imparable que se transfiguró en un tsunami que no toma excepciones.

El 5 de febrero de 2019 marca el antes y después en este país al sur del istmo centroamericano. No pasaban las seis de la mañana cuando un reportaje dentro del medio local Semanario Universidad publicaba una investigación que detallaba los abusos sexuales que el expresidente de Costa Rica y premio Nobel de la Paz, Óscar Arias, había cometido contra la psiquiatra y activista antibélica Alexandra Arce von Herold.

Arias como presidente de Costa Rica fue una pieza clave dentro de la búsqueda de la paz en un período altamente bélico de Centroamérica. Esto lo convirtió en un personaje aparentemente “intocable” o una “vaca sagrada”, como en el lenguaje costarricense se dice.

La denuncia pública y penal de Arce von Herold congeló a uno de los países más felices del mundo y provocó la replantación de la cultura del silencio en todos los países centroamericanos, quienes hasta la fecha no habían presenciado un hecho como este. Pero no estaba sola. Posterior a su testimonio, más de cinco mujeres afirmaron haber sido víctimas de acosos y abusos sexuales por parte del exmandatario. Una de ellas logrando también denunciarlo penalmente.

Hulda Miranda Picado, editora de investigación del Semanario Universidad y coautora de la investigación titulada ‘Activista antibélica denuncia a Óscar Arias por violación‘, dice que abordar el tema no vino de una propuesta editorial, sino que llegó inevitablemente por sí solo. Fue Alexandra Arce quien se contactó con la periodista ya que era insostenible seguir silenciando su historia.

“Cuando la escuchamos fue impresionante, por todo lo que traía poder denunciar a alguien como un Nobel de la Paz. Hicimos varias sesiones para escuchar su relato y para reconstruir todo el caso hasta que logramos publicarla. Después de ahí otras mujeres se nos acercaron para denunciar a otros casos de abusos y violaciones. Una tras otra”, recuerda la periodista.

Una de esas mujeres fue la escritora costarricense Margarita Durán.

En 2012, cuando Margarita tenía 32 años, su interés por la literatura la llevó a unirse a un grupo local de Facebook llamado “Literofilia”, administrado por el escritor multipremiado Warren Ulloa.

En ese entonces, Ulloa la contactó en esa misma red social para hablar sobre estos temas, sin embargo rápidamente la conversación comenzó a tornar sexual. “Él me comenzó a decir si yo quería que él fuera mi querendengue (amante), una pregunta que salía de la nada. Yo le dije que no quería nada y explotó. Se puso increíblemente violento y me comenzó a decir que era una “mujer promedio”, que me creía la gran cosa, que ni le gustaba. Yo lo bloqueé de Facebook porque aunque le decía que me dejara en paz, él seguía insultándome. Eso me dejó realmente impactada porque nunca había experimentado una situación así de violenta”, recuerda.

En ese entonces Durán realizó un escrito dentro de su blog personal relatando la historia, sin mencionar el nombre del autor, puesto que afirma que este se veía como “un ser intocable dentro de la cultura costarricense”.

La denuncia contra Óscar Arias fue lo que la inspiró a finalmente nombrar públicamente a su vivencia, pero no se quedó ahí. La escritora reunió a más de 20 mujeres que también sufrieron algún tipo de abuso por parte de Ulloa, entre ellos tres casos de violación. Tomó y procesó sus testimonios y coordinó con Semanario Universidad la publicación del reportaje.

“Mi único objetivo es que él -Warren Ulloa- ya no le hiciera más daño a otras chicas. Tuve que escuchar todos los horrores que le había hecho a tantas personas, que sentía que era un deber detener tantos abusos. Mujeres desde escritoras, estudiantes, abogadas. Él usaba su poder para aprovecharse y vulnerar como quería, eso tenía que parar”, recuerda.

Ulloa fue despedido de las editoriales donde trabajaba y también de un programa radial donde participaba. Desapareció de las redes sociales y no ha hecho apariciones públicas hasta la fecha. Sobre las denuncias comentó que no era su culpa sino la de un “huésped que llevaba dentro”.

Ninguna de las 20 denuncias presentadas han logrado ser procesadas penalmente, aunque Durán no descarta que se puedan realizar en un futuro cuando las mujeres estén listas. “Una de ellas logró hacer los primeros pasos de la denuncia, aunque posteriormente no se pudo realizar. Algunas todavía no están listas para enfrentarse a ese proceso. Solo con hablarlo, con sentir que alguien te escuchó, es suficiente”, expresa.

Hulda Miranda recuerda que finalmente hablar sobre casos concretos de abusos sexuales desató una marea de denuncias en medios de comunicación y redes sociales. Un fenómeno que nunca se había antes visto, puesto que la cobertura de abuso sexual partía desde Fiscalía hacía los periódicos, no de la otra forma.

“Lo interesante es que los trabajos comenzaron a replicarse en muchísimos medios nacionales e internacionales, se hizo inevitable hablar sobre el tema. Creo que la respuesta que el público le dio a las chicas fue bastante sensible ante la lucha feminista y ante temas tan fuertes. Yo diría que la principal reacción de los lectores nacionales fue el apoyo a las denunciantes y el entender que estas mujeres atendían a la prensa no para “llamar la atención”, como algunos dicen, sino como un grito de ayuda”, reflexiona.

Posterior a estos dos casos, se han expuesto denuncias sexuales en universidades públicas, secundarias, iglesias y ambientes laborales. En la Universidad de Costa Rica (UCR) se conformó el colectivo “Me Pasó en la UCR”, en donde anónimamente jóvenes comparten sus historias de acosos y abusos sexuales vividos en el campus y se acompañan en los procesos de denuncia. Las jóvenes se reúnen mensualmente para analizar la situación contra el hostigamiento sexual en sus ambientes académicos.

El Instituto Nacional de la Mujer en Costa Rica (INAMU) ha calificado a este movimiento como “revolucionario” y ha impulsado a que el propio instituto mejore sus políticas ante las denuncias de este tipo. Lo que comenzó con Alexandra, la mujer que se fue contracorriente, es ahora un tsunami sororo que ha catapultado a la sociedad costarricense y la ha cambiado definitivamente.

El caso de Guatemala

Costa Rica no es el único país centroamericano en donde se han realizado denuncias masivas contra el abuso sexual que se han registrado en este último año.

En Guatemala, por ejemplo, el medio comunicación Nómada lanzó en junio una investigación con cuatro testimonios de abuso sexual contra un exdirector de la Escuela Municipal de Música y de la Orquesta Juvenil de la Municipalidad de la Ciudad de Guatemala, Bruno Campo. A este ya se le había denunciado previamente ante la Alcaldía de la municipalidad y, en vez de ser investigado, fue sacado del país mediante una beca hacia Italia.

Durante ese período, Campo violó a la artista Rossana Paz Pierri, que había viajado a la misma beca con él y que en ese entonces tenía 19 años. Campo la conocía desde que ella tenía 15 años y era director de la Orquesta Juvenil, donde Paz era integrante. Así mismo, en el reportaje se detallan situaciones de acoso sexual que Campo ejercía contra estudiantes de la orquesta, en muchas ocasiones siendo estas menores de edad.

Ante las acusaciones, múltiples plataformas de orquesta han condenado las acciones del artista y afirman haberse desligado de cualquier relación con este. Por su parte, ni la Municipalidad de Ciudad de Guatemala ni la Escuela de Música donde múltiples abusos fueron cometidos se han pronunciado acerca del tema. Según reportes de medios de comunicación locales, el Ministerio Público de Guatemala (MP) abrió una investigación contra Campo sobre las acusaciones.

Paz Pierri afirma que decidió contar su testimonio al conocer en febrero de este año que Bruno Campo había violentado a otras mujeres antes y después de la violación que ella vivió y que en marzo fue seleccionado “músico favorito” por los alumnos de la Orquesta Nacional de Radio en Albania. “Todos los que estuvimos dentro de la orquesta fuimos víctimas de su manipulación, maltrato y distintos tipos de violencia”, recordó.

El músico, que actualmente vive en Europa, ha afirmado que se trata de acusaciones falsas hechas en el contexto de las elecciones de Guatemala y que “tomará cartas en el asunto”. Hasta la fecha se contabilizan siete acusaciones en su contra.

El caso de Zoilamérica en Nicaragua

La historia de denuncias en Nicaragua data de hace décadas. En 1998 Zoilamérica Ortega Murillo, que en ese entonces tenía 31 años, denunció públicamente a su padrastro, el actual presidente del país, Daniel Ortega, de haberla violado, abusado y acosado sexualmente por al menos 20 años.

Zoilamérica, con ayuda de colectivos feministas y de derechos humanos, publicó un documento de más de 30 páginas donde detalló rigurosamente su historia de abusos, con la esperanza que se procesara judicialmente a Ortega, que en ese momento vivía bajo la protección del poder que le brindaba ser expresidente y revolucionario sandinista.

La denuncia llegó hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), pero la socióloga la retiró argumentando que vivió un proceso revictimizante donde su caso fue tratado como un asunto meramente político, afectando a su familia y calidad de vida en general.

Tras que Ortega volviera al poder en 2007, Zoilamérica recibió acoso por parte de la familia presidencial hasta su exilio en Costa Rica en 2013, donde ha admitido que hasta en ese país también es víctima de hostigamiento.

En 2016, Elvia Junieth Flores, joven proveniente de una familia militante en Nicaragua, admitió haber sido víctima de abusos sexuales por el mandatario desde que tenía 15 años. Según reportes, Flores se vio obligada a escapar de Nicaragua hacia Estados Unidos, en donde hizo la denuncia pública de su caso y expuso que debido a su fuga uno de sus hermanos fue encarcelado.

En Nicaragua no existe una institución pública que acompañe a las mujeres víctimas de abusos sexuales en sus procesos de denuncia. Organizaciones feministas como La Corriente y el Movimiento Autónomo de Mujeres son víctimas de persecuciones políticas por parte del Gobierno de Daniel Ortega.

El precio de alzar la voz

Una alerta de Defensoras sobre el Colectivo Amoras

Más al norte, en El Salvador, las Amorales, un grupo de feministas interseccionales dedicadas a la denuncia de situaciones de violencia en el mundo artístico, denunciaron en 2016 casos de hostigamiento sexual antes que el “MeToo” se hiciera popular.

Era contra el maestro del diplomado de teatro de la Universidad de El Salvador, Ricardo Mendoza, que habría solicitado a algunas estudiantes que se desnudaran para él, entre otras conductas de abuso sexual académico. Mendoza ya había sido acusado de un caso similar en 2011. La denuncia había sido interpretada, como mejor lo podrían hacer. Se dio durante una protesta dentro del recinto, donde se gritaban consignas acusando al profesor como hostigador.

En El Salvador, uno de los países más pequeños de Centroamérica y con alrededor de seis millones de habitantes, se hacen 12 denuncias de abuso sexual al día, según datos de la Policía Nacional Civil (PNC).

Las Amorales decidieron no realizar el proceso penal. Esto fue suficiente para que Mendoza haya interpuesto una demanda de difamación contra el colectivo, que todavía no ha sido resuelta ante el poder judicial del país. Las jóvenes han afirmado constantemente que no tienen miedo. “La calumnia y la difamación se quiebra con la verdad, y nosotras la tenemos”, afirmaron al salir de una sesión del centro judicial donde el proceso se está llevando.

El caso no se ha resuelto, pero las redes sociales dicen más. Bajo un hashtag, como comenzó el MeToo, las mujeres salvadoreñas de todos los sectores las han cubierto bajo un manto de sororidad bajo el lema “Yo les creo”.

La cultura de Centroamérica va cambiando lento, pero seguro. Como un tsunami imparable, que retrocede despacio, para tirarse con todas sus fuerzas. Al final, la marea no se puede evitar.

 

#Defensoras
Este texto forma parte del #PikaraLab de Defensoras,

realizado con el apoyo de Calala Fondo de Mujeres  y financiado por el Ayuntamiento de Barcelona.  

 


 

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