Ya tenemos los permisos iguales e intransferibles, ¿y ahora qué?

Ya tenemos los permisos iguales e intransferibles, ¿y ahora qué?

La nueva legislación refuerzan la marginación y la negación de la maternidad

17/07/2019

Ilustración de Susanna Martín.

Ya tenemos en España los permisos iguales e intransferibles, aprobados por Decreto Ley en los últimos días de un Gobierno saliente. Sin consulta ciudadana ni informes de expertas, el diseño final de la medida no satisface a la PPIINA (Plataforma de Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción), la plataforma que durante años ha impulsado su introducción, y tampoco resuelve la situación de una gran mayoría de madres que, para conciliar maternidad y el empleo, seguirán enfrentándose a dilemas imposibles. La PIINA critica un diseño de los permisos que ya no puede hacer realidad su sueño constructivista de corresponsabilidad y desaparición de los sexos, y se confirma lo que desde PETRA (Plataforma de madres feministas por la ampliación de los Permisos Transferibles) venimos denunciando desde hace tiempo: que finalmente los permisos iguales e intransferibles van a servir sobre todo para asignar a los hombres nuevos privilegios y para canalizar recursos del Estado hacia quienes ya los tienen.

Muchas personas dicen: “Es cierto que las madres necesitan un permiso más largo, pero es positivo que los padres tengan más tiempo para la crianza”. Quien conozca un poco las estructuras familiaristas de nuestro Estado de bienestar y las dinámicas actuales de inversión en protección social sabe que, una vez que esta medida se haya introducido y financiado, es inconcebible que en un futuro cercano vaya a existir ni la capacidad económica ni la voluntad política para ampliar los permisos maternos con una prestación digna. Esto es aún más improbable si se mantienen los criterios de igualdad y de intransferibilidad. Unos permisos iguales e intransferibles de seis meses no cubren el periodo de exterogestación (los nueves meses posteriores al parto), y defender 9 o 12 meses de permiso para cada persona de la pareja en España es pura demagogia. Fantasía política para acallar la opinión pública.

La actual medida otorga a los padres españoles el permiso paterno más largo del mundo. Es un permiso tan anómalo y exagerado en proporción al permiso materno, y también en términos comparativos con otros países, que como decisión política da mucho que pensar: ¿somos realmente líderes mundiales en igualdad y conciliación, o se trata de una de esas innovaciones que valiéndose de un aura de modernidad testean en los países del sur de Europa políticas aún más rabiosamente neoliberales y patriarcales?

Para desenmarañar este asunto veamos primero cuál es el estado de la corresponsabilidad hoy en España. Algunas de las cifras que nos da el Instituto Nacional de Estadística (INE) invitan al optimismo: en la Encuesta de Población Activa (EPA) del año 2018 sobre conciliación entre la vida laboral y la familiar se nos dice que un 28,9% de mujeres y un 27,4 % de hombres de entre 18 y 64 años se ocuparon regularmente de los cuidados de sus hijas menores de 15 años, y entre las personas ocupadas ¡hay más hombres que mujeres que cuidaron regularmente de sus hijas! (34% y 32,8%). Los datos parecieran indicar que ya casi hemos alcanzado la igualdad. Sin embargo, si analizamos los datos desagregados según la situación laboral de las personas el espejismo de igualdad desaparece: entre las y los parados cuidaron de sus hijas regularmente un 32,5% de las mujeres y un 19,7% de los hombres, y entre las y los inactivos lo hicieron el 19,3% de las mujeres pero solo el 5,5% de los hombres.

Los datos perfilan una sociedad dividida en castas, desiguales, entre otras cosas, por el diferente acceso a la “igualdad” de cada una. Entre las y los ocupados con empleo decente la igualdad de género pareciera ser ya una realidad, en parte gracias a que un volumen importante de los cuidados –precisamente aquellas tareas que NO consisten en cuidar de hijas– se delegan en trabajadoras domésticas y, por lo tanto, no recaen en ninguno de los dos miembros de la pareja.

En las clases medias los salarios pueden no dar para contratar a estas trabajadoras, y si bien los padres colaboran en el cuidado de las hijas, el grueso de las tareas domésticas menos gratas suelen recaer sobre las madres. En los próximos años será importante estar atentas a la implicación de los varones en los cuidados: si ahora ellos se van a encargar de llevar a las criaturas al parque, acostarlas y bañarlas de modo que las madres con doble jornada tengan tiempo para fregar, limpiar y cocinar a diario, ¿es esto un avance en igualdad o se trata de una nueva estrategia de apropiación patriarcal?

En cuanto a la población parada e inactiva –muchas son personas que alternan estos estados con periodos de empleo temporal, autónomo o que realizan trabajo informal– la igualdad en los cuidados brilla por su ausencia–. Y en España este grupo constituye más del 30% de las personas de entre 18 y 64 años.

Los permisos iguales e intransferibles no tienen la capacidad de cambiar nada de este reparto desigual en el acceso a la “igualdad”, y su efecto finalmente se resume en la concentración de recursos en las clases altas y medias siguiendo dinámicas típicamente neoliberales, en lo que se ha llamado “socialismo para los ricos”.

Veamos ahora algunas características de los nuevos permisos iguales e intransferibles tal y como se han regulado en el Decreto Ley: a partir de 2021, cuando la medida se haya se implementado en su totalidad, los padres deberán simultanear sus seis semanas obligatorias de permiso con la madre y, además, posiblemente podrán disfrutarlas a media jornada. Esta simultaneidad anula el supuesto efecto igualitario por corresponsabilidad forzada de los permisos. Además, si los padres acaban disfrutando de sus permisos a media jornada —unas medias jornadas que a menudo se alargarán bajo la presión de los empleadores— esto significa que, tal y como dice la PIINA, los padres seguirán estando disponibles para la empresa durante su permiso, solo que ahora será el Estado quien les pague la mitad de su jornada. Vemos entonces que la única inversión presupuestaria seria en transferencias para crianza en España de las últimas décadas finalmente irá destinada ¿a quién?, ¿a la criatura?, ¿a la madre? No. Al padre y a la empresa.

Otro asunto que atañe a las reformas aún pendientes en el reglamento para la introducción de los nuevos permisos es la posibilidad de que se permita consumir el permiso a media jornada sin incorporarse al empleo, es decir, alargar el permiso al doble (32 en vez de 16 semanas) pero cobrando el 50%. En el análisis de la PIINA esta posibilidad no se presenta como lo que es: una opción más, sino como una coacción; y se afirma que “las mujeres se verían presionadas a alargar su permiso a costa de reducir la remuneración”. “Presionar” no es un término correcto para algo que no restringe sino que incrementa las opciones posibles para las mujeres. Si existe alguna “presión”, es la miseria del tiempo disponible de permiso para las madres. Como ocurre a menudo cuando se analizan los comportamientos de las madres desde el establishment se presenta lo que son adaptaciones a condiciones adversas como decisiones libres o preferencias. El que la posibilidad de tomar 32 semanas al 50% pueda ser una preferencia de algunas mujeres ante una situación adversa y que esto colisione con lo que otras priorizan no justifica que el mensaje se manipule. Como feministas no podemos cuestionar la capacidad de discernimiento de las mujeres a la ligera. Hacerlo sería paternalista.

No cabe duda de que la maternidad, especialmente en la fase de la exterogestación, debería de contar con muchos más apoyos del Estado, que las madres debieran de disponer de más tiempo decentemente pagado, y que las diferencias en las reposiciones salariales de la Seguridad Social debieran ser menores. Pero más allá de reconocer la necesidad de introducir más políticas redistributivas y de apoyo a la crianza, conviene no confundir a la opinión pública. La proclama “¡No permitamos que las madres tengan que renunciar a un ingreso digno!”, además de dar un relato falso de la situación, carga sobre las mujeres la culpa de la precarización de la crianza en España, cuando esa responsabilidad es la de unos Gobiernos que –siguiendo lógicas patriarcales— se han inhibido siempre de dar apoyo a la maternidad.

No se pueden seguir contemplando los comportamientos de las madres como disfunciones que hay que corregir, analizando las supuestas “trampas” en las que las madres caerían una y otra vez –en España y en todos los países de los que tenemos datos– por querer cuidar y por descuidar sus carreras laborales, como el resultado de una tara o incapacidad de análisis racional por parte de las madres. Esta visión no es otra que la del patriarcapitalismo, y considerar que es tarea de un Estado igualitarista-paternalista corregir esas taras es plegarse a ella.

Los datos son tozudos. El INE nos dice que el 28,13% de las “personas” de 18 a 64 años con algún hijo propio o de la pareja abandonaron su trabajo en algún momento desde que dejaron sus estudios, y cerca de la mitad de ellas (45,4%) cogieron excedencias de más de seis meses. La gente quiere más tiempo para cuidar, y quien puede permitírselo, lo toma. Pero llama la atención que en el texto de su nota de prensa sobre conciliación el INE omita el dato de que la gran mayoría de esas 4.873.700 “personas” que abandonaron su trabajo en algún momento para cuidar de sus hijas eran mujeres (87%). Todas estas mujeres que interrumpieron su vida laboral, ¿lo hicieron como consecuencia de una alienación patriarcal?, ¿fueron presas de la mística de la maternidad?; ¿no puede ser que muchas madres actuales hayamos elegido libremente nuestra maternidad y hayamos decidimos conscientemente ser rebeldes a los mandatos del sistema laboral capitalista, al menos durante el periodo de la crianza temprana?, ¿no podría ser que las madres lideramos la defensa de uno de los principales reductos de resistencia frente a la tiranía del capitalismo tardío y que conscientemente tratamos de defender los márgenes, de ensanchar esas grietas que el capitalismo salvaje, aunque lo intenta, aún no ha conseguido colonizar?

Analizar el comportamiento de las madres como debilidad mental y no como subversión frente a un sistema que ataca la vida es la verdadera “trampa” ideológica en lo relativo a la conciliación, y es además caer en visiones misóginas, puesto que la misoginia, si bien juzga distorsionadamente a todas las mujeres, siempre se ha ensañado especialmente con las madres. Me gustaría terminar con una cita de John Holloway recogida en Agrietar el capitalismo: “No, en este espacio, en este momento, no vamos a hacer lo que la sociedad capitalista espera de nosotras. Vamos a hacer aquello que consideramos necesario o deseable. Tomamos el momento o el espacio en nuestras manos y tratamos de hacer allí un lugar de autodeterminación rehusándonos a permitir que el dinero –o cualquier otra fuerza extraña– determine lo que hacemos”.


Nota de las editoras: el enfoque de este texto se ciñe a la realidad de parejas heterosexuales, por lo que no contempla la situación de madres que maternan sin haber gestado.


Leer más:

Download PDF
Etiquetas:

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

Download PDF

Título

Ir a Arriba