¡Grita, gorda, grita!
Ojalá hubiera tenido acceso al libro de Magdalena Piñeyro mi yo de los 14 cuando metía barriga en la piscina al pasar delante de la gente. ¡Qué suerte saber que a partir de ahora, gracias al gordactivismo, al activismo corporal y al transfeminismo, habrá generaciones de niñes que salgan al mundo sin odiar sus cuerpos!
Este verano hemos estado de enhorabuena. La autora de Stop Gordofobia y las panzas subversas (que si no has leído, debes conseguir sin lugar a dudas) ha tenido por fin la decencia de regalarnos el segundo libro que tanto le rogábamos que escribiera. ¡Por fin! Su nuevo retoño se titula Diez gritos contra la gordofobia y se ha publicado en mayo de este año, en la colección Vergara de la editorial Penguin Random House.
Magdalena Piñeyro es uruguaya migrante en las Islas Canarias, licenciada en Filosofía y máster en Estudios de género y políticas de igualdad. Posiblemente la conoceréis por ser la co-creadora de la página Stop Gordofobia, plataforma que se dedica a evidenciar las discriminaciones por peso que recibe cierto sector de la sociedad (nosotras las gordas, vaya) y a criticar los cánones de belleza con los que nos vemos bombardeadas día sí y día también. Además de admirarla por todo lo anterior, debo admitir y admito que a mí su faceta que más me fascina es la de cantautora punk.
La obra consta de una magnífica introducción, diez capítulos (que a continuación enumeraremos) y agradecimientos. Además, está preciosamente ilustrada por Arte Mapache ilustraciones. Arte Mapache es una maravilla, porque sólo de ver a la persona de de la portada, tengo ganas de aplaudir y gritar muy alto: unos brazos cualquiera, una barriga cualquiera. Pero sobre todo un escote cualquiera con tetas que podrían ser las mías y no veo en ninguna parte. ¡GRACIAS! Por favor necesitamos más representaciones de tetas que no sean un par de bolitas redonditas ubicadas a la altura de los sobacos. Pregunta a navegantas con más de treinta: ¿a que tu escote no es como el de las revistas?, ¿a que la gravedad ya ha empezado a hacer de las suyas?, ¿a que tus pezones miran hacia abajo y no al frente?, ¿a que tienes las tetas más cerca del ombligo que del cuello? Aviso a navegantas de menos de treinta: el escote como el de las revistas no existe más que en las revistas y la gravedad, el paso del tiempo y la marudez de tu piel harán que tu cuerpo (gordo o no gordo) no se vea como cuando tenías 16 años. Pronto todo empezará a colgar y a ser más blando. No eres tú: SOMOS TODAS.
La dedicatoria de la obra da qué pensar: “Dedicado a mis abuelas, quienes me enseñaron a cocinar y a disfrutar de la comida”. Da gusto leer reconocimiento a quienes nos enseñaron a algo tan básico como alimentarnos y nutrirnos. Y da gusto leer reconocimiento a quienes han facilitado que lo hagamos gozando. Unas líneas después también puede leerse: “y a ti, que por algún motivo tienes este libro entre las manos”. ¿Por qué motivo lees los libros que lees? Tú sabrás. Yo, ni idea. Ahora bien: por favor no des por sentado que este escrito es sólo para gordas, porque no lo es. Las reflexiones de Piñeyro te serán útiles tengas el cuerpo que tengas, con absolutamente cualquier edad y sin importar el género con el que te identifiques. ¿Por qué? Porque al igual que, por todas es sabido, vivimos en una sociedad racista, clasista, machista, tránsfoba, etc., vivimos en una sociedad gordófoba. La sociedad recién descrita es la que es, y pese a ser tú una persona que no sufra directamente ciertas opresiones, conviene que las combatamos entre todas. ¿NO? Así que este libro te interesará: seas tú gorda o no. Si quieres ser mínimamente consciente y justa con tu entorno, no está de más enterarse de qué va la fiesta y cómo obran las múltiples violencias que tratan de ejercer sobre nosotras, para que estés al tanto y puedas responder de forma eficaz. Bien sea por si te venden la moto a ti, a tu paciente, a tu amiga, a tu hermano, a tu alumnado, a tu compañera de trabajo o al que te vende la fruta. ¿Por qué? Porque como la autora subraya justo antes de su introducción, “Tu silencio no te protegerá”.
Magdalena Piñeyro explica en las primeras líneas de su obra, que se ha mantenido casi callada durante alrededor de treinta años. (Piensa: ¿Cuántos llevas tú?) La escritora también añade en este primer mensaje a quien la esté leyendo, que la mayor parte de las reflexiones que plasma en Diez gritos contra la gordofobia, no le pertenecen a ella, sino que son una especie de puzle de haber unido conversaciones con infinidad de gordactivistas, amigas, feministas y gente en general. Me parece TAN importante decir esto, y se suele subrayar TAN poco por ese afán de creernos creadoras de conocimiento en bruto que nos han contagiado… En fin. Si os digo la verdad, yo que tengo el gusto de haber escuchado a la autora hablar, sé de buena tinta que en su caso esto es un acto de humildad extrema y que en realidad, mucho de lo que aquí plasma es fruto única y exclusivamente de sus cavilaciones.
“Ya, ya, pero ¿cuáles son los diez gritos que se nos comparten?”-pensaréis. Pues me alegro que me hagáis esa pregunta. Son los siguientes:
“Gorda no es un insulto” es el recordatorio por si todavía no te has caído del guindo y lo sigues usando como si lo fuera. Es más, es vital entender el hecho de hacer del insulto una reafirmación y autodenominarnos de tal forma; “Nuestra autoestima no es cuestión de actitud” pone los puntos sobre las íes al simplista “quiérete” que tanto nos repiten como si viviéramos vidas descontextualizadas asépticas no rodeadas de odio y las responsables de nuestros complejos fuéramos única y exclusivamente nosotras (no, querida lectora, lo de “responsabilizar al oprimido” es más viejo que la tos, y no te lo hacen sólo a ti. O sea que una vez más, no eres tú: SOMOS TODAS); “Nuestro cuerpo no da asco. ¡La sociedad da asco!” no puede ser más explícito y doy las gracias a diosa por este capítulo. No es plato de buen gusto leer situaciones a las que se han visto expuestas otras gordas, y yo siento unas tremendas ganas de (por mucho que no sea pedagógico) castigar sin recreo a mucha gente durante muchas semanas con este capítulo. Del mismo modo, entre citas de Constanza Álvarez, Lucrecia Masson, anécdotas de Gaborey Sidibe o de mujeres que decidieron contar sus vivencias en charlas, vas a sentir escalofríos. Definitivamente, “Sociedad, eres tú la que das asco” sin lugar a duda; Que “la salud es sólo una excusa” para hacernos thinsplainings y gordespotismo ilustrado lo sabemos todas las que tenemos carne sobre los huesos; lógicamente, el autoamor no crece en los árboles por desgracia, y “¿Qué dicen las representaciones culturales de las gordas?”; Debes leer el capítulo titulado “No tenemos que esconder nuestro cuerpo” por razones obvias; Y por el amor de diosa no olvides nunca que “Recomendar dietas es violencia y el #tequieroigual también”. De verdad, dejadnos vivir y no seáis cansinos. Que os repetís más que el ajo y sabemos antes de que articuléis palabra la sarta de gilipolleces gordófobas condestendientes que nos vais a ennumerar; No es un mal recordatorio que “El amor y no el odio, debe ser el motor de nuestras decisiones”. En este capítulo atenta al concepto “cuerpo tránsito” y ojito con soltar por esa boca FALACIAS como que la gente gorda es descuidada; Si algo he aprendido en el gordactivismo es que sin “Alianza gorda” (y sin redes en general) esto no marcha ni a la vuelta de la esquina y por eso este capítulo me ha emocionado tanto: “Solas a ninguna parte, juntas hasta la utopía”. Y para terminar el último capítulo trata sobre esa “hipervisivilidad invisible” y cómo “Tenemos derecho a existir y a ser felices”.
Te juro que acabas de leer la última palabra de la última línea del el último capítulo y, si no estás llorando un poco y llena de energía y subidón para salir al mundo y comértelo entero, te devuelvo el dinero. ¡¡¿Pero cómo hemos podido vivir hasta ahora sin este libro?!! Es oro puro. Echando mano de paralelismos con otras opresiones, de series de televisión, de personas del famoseo, de citas de compañeras gordactivistas, de historias de amigas, y de sus propias cavilaciones a menudo en forma de poema, Magdalena Piñeyro escribe lo que todas nosotras llevábamos queriendo leer hace tiempo. Ojalá hubiera tenido acceso a estas líneas mi yo de los 14 cuando metía barriga en la piscina al pasar delante de la gente. ¡Qué suerte saber que a partir de ahora, gracias al gordactivismo, al activismo corporal y al transfeminismo, habrá generaciones de niñes que quizás salgan al mundo sin odiar sus cuerpos y sabiendo que, no perteneciendo a la norma del canon estético, forman parte de algo que aunque las gordactivistas de pequeñas no conocimos, podemos facilitar a quienes vienen por detrás. Decía la escritora Arantxa Urretabizkaia en una entrevista, que ella sentía la obligación de agrandar el pequeño sendero feminista que le dejaron sus anteriores, y convertirlo en camino. Qué mejor que un grupo de gordas ocupando espacio al principio del camino para abrir una carretera de tres carriles. ¡Gracias, gracias y gracias Magdalena Piñeyro por el trabajo que te has tomado dejando parte de ti en este segundo libro! Es justamente lo que cualquiera que empieza a autoconocerse necesita leer, y lo que quienes sean responsables de personas en autoconocimiento deben saber para no entorpecer y contribuir a que tengan una percepción de sí mismas mejor. Si eres adulta: léete este libro y regálaselo a quien tengas alrededor que no lo sea. Si no eres adulta: léete este libro y habla de él con tus amiguis. Que no nos callen. Que sepan que existimos. Que los cánones de belleza impuestos por el capitalismo y el patriarcado no nos encierren en casa ni en nosotras mismas nunca más. Sabes perfectamente, y si no lo sabes te lo digo yo por milésima vez, que el capitalismo te quiere infeliz y consumiendo, y el patriarcado te quiere infeliz y sumisa reproduciendo los patrones que tiene cortados para ti desde hace siglos. ¿Así que ante esto qué hacemos nosotras?
¡INSUMISIÓN, DESOBEDIETA Y A VIVIR!
¡GRITA, GORDA, GRITA!
A ti, que has llegado hasta aquí: deseo que hayas tenido un muy consciente y feliz verano.