Entrepatios, una casa común
Un sueño participativo de viviendas colectivas en derecho de uso y ecológicas está germinando en el sur de Madrid. Las preguntas son necesarias para elaborar un diálogo que construya nuevas imaginarios.
Nunca he ido a parar un desahucio. Lo he pensado muchas veces, pero al final no me he animado a contactar con nadie para ir. Por rabia, por comodidad… qué se yo. Por miedo. A los palos. A los juicios. Sería diferente si le ocurriera a alguien que conoces o a alguna vecina con la que intercambias un saludo en la escalera. Ahí sí te mueves, cuando le pasa a alguien que tienes cerca, te acaba rozando. Te toca la piel y ya sabes que de ahí sacas la fuerza para superar el miedo. Hay demasiadas puertas en los edificios. Demasiados cerrojos y demasiadas personas a las que desahucian sin que nadie se entere, aunque sean tus vecinos. A veces no te enteras. A veces haces por no enterarte. Quizás por eso, por los cerrojos y la gente encerrada detrás de las puertas con los televisores encendidos escupiendo noticias sobre la inseguridad. Quizás por eso tenemos más miedo. Quizás por eso hay gente que se junta para vivir de una manera diferente. Quizás por el miedo. Quizás por la necesidad de construir una manera distinta de vivir y de relacionarse. Es más difícil desahuciar a los del 4ºA si el bloque entero se opone, si son comunidad.
Creo que fue por eso por lo que me metí en Entrepatios. No por el miedo, sino por la necesidad de construir un modelo de vivienda diferente. Cuando lo cuentas, cuando dices que estás en una cooperativa de vivienda en derecho de uso que se va a construir con criterios ecológicos, te fríen a preguntas: ¿me estás diciendo que vas a comprarte una casa que no va a ser tuya sino que la propiedad va a ser colectiva, de todas las personas que viven ahí? ¿De verdad crees que eso va a contribuir a frenar la especulación inmobiliaria? ¿Vas a pedir el crédito a un banco que no es de los grandes con el panorama que hay? ¿Vais a hacer todo el proceso participativo aunque eso suponga echar horas y horas de reuniones? ¿Estás segura de que construir un edificio ecológico va a suponer mucho menor gasto de energía? ¿Creéis que vais a ser capaces de mezclaros en un barrio en el que aterrizáis sin ningún vínculo previo? ¿Vais a poder gestionar todos los espacios comunes que tendréis en el edificio sin tiraros los trastos a la cabeza? ¿Crees que vais a saber resolver los conflictos que se dan al convivir con gente que es tu amiga? Todas las personas del proyecto contestamos con un “sí”. En Entrepatios nos gustan los síes, como a los que paran desahucios. Nos gusta el “sí se puede”. “Eso lo decís porque soñar es gratis”, nos responden muchas veces.
Y sí, soñar es gratis, pero decir que soñar es gratis no es lo mismo que decir que soñar es fácil. Sabemos que no sueñan fácil con viviendas colectivas en derecho de uso y ecológicas las personas que hacen cola para recoger un ticket que les cambiarán por comida en un banco de alimentos, los migrantes que tratan de atravesar fronteras, las campesinas que cultivan alimentos, las personas que habitan las periferias desde que nacieron, las que no tienen calor y luz en sus casas porque los directivos de grandes empresas decidieron que así fuera. Sabemos que la mayoría de las personas del planeta no tienen fácil este sueño. Lo sabemos. Soñar no es fácil para mucha gente. Y desde ahí tratamos de construir.
Si me preguntas no sabría decir exactamente cuándo comenzamos a pensar en montar una cooperativa de vivienda. No sabría decir cuándo porque me parece que fue casi desde siempre, desde que nos independizamos de las casas familiares y nos hicimos la pregunta de cómo queríamos vivir. Construir este sueño llevó muchos años. Y ya sabemos que Entrepatios no resuelve el problema del acceso a la vivienda ni frena desahucios. Pero sabemos también que se mueve con criterios que tratan de sacudir el orden establecido. En Entrepatios construimos una comunidad de manera participativa. Entrepatios es eso: las interacciones que se dan entre las personas que lo formamos, las interacciones que ocurrirán en los espacios comunes entre unas casas y otras. Entrepatios es la construcción de la vida de manera comunitaria. Es poner en valor la interdependencia, porque sabemos que nuestros cuerpos son vulnerables y necesitamos cuidados y la ecodependencia, porque sabemos que somos sólo una especie más que necesita de las demás para poder sobrevivir.
El proceso ha sido largo, ya lo decía, pero acabamos comprando un suelo al sur de Madrid. Y de repente te ves con un rotulador rojo en la mano escribiendo en papeles pequeños ideas para el taller de sueños. Un sueño por papel. Una canasta de baloncesto en el patio. Una pared para hacer cine de verano. Un edificio muy eficiente energéticamente. Muchos espacios comunes para interaccionar con las vecinas y vecinos. Un edificio austero. Autosuficiente. Bonito. Agradable. Que no sobresalga. Un edificio que permita la interacción con el barrio. Plantas. Muchas plantas. Un espacio donde quepamos todas y todos juntos para comer. Si no hay, piscina por lo menos una manguera para mojarnos en verano. Que se pueda mantener con tecnologías simples. Materiales ecológicos. Interacción con el exterior (otra vez). Ajustarnos al presupuesto que tenemos.
Construir el sueño requiere un trozo importante de renuncia. Después de un tiempo trabajando tozudamente por hacer posible esta idea, aprendimos que se puede soñar renunciando a lo individual para favorecer lo colectivo y que esta renuncia llega a ser, incluso, placentera. Los sueños individuales fueron mutando, transformándose, rehaciéndose. Así una y otra vez según íbamos avanzando en el proceso, según entraban personas nuevas, según otras se iban marchando. Construyendo fuerte la idea de que nos adentramos en este proceso por algo que trasciende nuestras casas. Decidimos que fuera una vivienda en derecho de uso porque creemos que así se rompe una esquina de algo que despedaza el mundo: la propiedad privada. Decidimos construir con criterios ecológicos porque pensamos que sólo así podremos poner en valor nuestra dependencia de los ecosistemas. Decidimos que todo el proceso fuera participativo porque es como creemos que hay que construir las sociedades. Decidimos empaparnos de la realidad del barrio en el que se construya porque no nos gustan las burbujas. Es una esquina pequeña, insignificante si se mira desde arriba, pero somos gente tozuda que sueña con abrir grietas que se van agrandando.
No recuerdo desde cuándo pienso en construir una vida comunitaria, pero creo que lo aprendí de otra gente a la que vi vivir de una forma distinta. Hay modelos de vida que parecen improbables o imposibles, pero que son reales. Yo los vi. Los vimos mucha gente que formamos Entrepatios. Formas de vida que tratan de romper el cerco de lo establecido por un sistema económico depredador de vida. Tuvimos la posibilidad de conocer, de imaginar y de soñar que sería posible y esto fue fundamental para conseguirlo. No ocurrió desde el principio, ha sido un proceso lento, pausado, a distintos ritmos, pero ya nadie habla de “mi sueño”, hablamos de “nuestro sueño”.
Y sí, prefiero decirlo sin más, Entrepatios es un proyecto político desde el inicio, lo es desde antes de llamarse Entrepatios, desde que un grupo de amigas y amigos comenzamos a juntarnos para pensar otra forma de vivir. No se creó aislado del entorno que lo rodea, creció a la par de lo que ocurre en el contexto social que le rodea, por encima y por debajo, hacia el sur y hacia el norte. Entrepatios nació de una parte de la realidad social en un mundo en declive donde existen espacios de resistencia. Y lo creamos utilizando los aprendizajes que sacamos de distintos contextos: en las luchas feministas, en las cooperativas de trabajo, en grupos ecologistas, mirando lo que ocurre en las periferias, escudriñando lo que sucede más allá de las puertas de nuestras casas, en periódicos que cuentan lo que sucede en las calles, en un proyecto de crianza colectivo. Aprendimos que no da igual qué opción tomar. Aprendimos que hacer las cosas de una u otra manera tiene repercusiones para otras personas, para el planeta. Y porque lo aprendimos necesitamos aplicar lo que pensamos también en nuestras viviendas.
A veces pienso que esta cooperativa de vivienda podría ser un intento de metáfora de algo más grande, de otra forma de organizarse que quizás podría ser. Una metáfora inesperada, improbable en un mundo en descomposición. Una metáfora que quizás podría dar pistas de otra forma de montar el mundo.
Seguramente se te ocurren más preguntas. A mí también. No tenemos muchas de las respuestas, ya te lo adelanto. En realidad se trata de eso, de hacer preguntas que generan más preguntas, de desembocar en un diálogo necesario para seguir construyendo esos otros imaginarios donde no sólo se resisten los embates del capitalismo, sino que se crean alternativas que caminan tratando de pisar suave la tierra, hacia delante.
Pienso en más preguntas. Una mosca se choca tozudamente contra los cristales de la sala donde estamos sentadas en círculo esperando a que comience la asamblea. Son tozudas las moscas. Se empeñan en atravesar esa pared transparente que les impide el paso. Nosotras tenemos más registros sonoros que el zumbido repetitivo de las moscas y no somos igual de pesadas, pero nos parecemos en la tozudez, en el empeño en tratar de atravesar paredes rígidas y transparentes. Nos enseñaron a creer en la propiedad privada, a no dar importancia a lo ecológico, a mirar sólo hacia el interior de nuestras casas y no lo que ocurre alrededor. Pero intuíamos que, al otro lado del cristal, hay otras formas de vivir diferentes al orden establecido. En colectivo conseguimos verlas. Ahora, después de años de asambleas y reuniones y debates y encuentros y algún desencuentro, conseguimos atravesar el cristal. No queríamos sólo mirar por el cristal transparente las formas de vida que apuestan por el derecho de uso, por los criterios ecológicos, por participar, por vivir también hacia el barrio. Queríamos tocarlas y vivirlas. Queríamos sentir que juntas podemos saltar por encima de cualquier miedo. Nos parecemos en eso a las moscas, somos tozudas cuando queremos atravesar paredes transparentes. Ahora ya estamos preparadas para comenzar a vivir en el otro lado.