¿Es peligrosa la película de Joker?
El colectivo Proyecto Una aprovecha su crítica a la película de 'Joker' (una campaña publicitaria para vender disfracen, escriben) para acercarnos al 'fandom' tóxico en cinco décadas, a cinco películas y a cinco contrahistorias feministas del cine. Sin olvidar recordarnos cómo el fascismo ha usado determinados filmes.
Que si había que poner seguridad extra y prohibir entrar a gente disfrazada en los cines. Que si había que dejar claro que Warner no apoyaba ningún tipo de grupo violento. Que si el FBI iba a rastrear tus cuentas en busca del título. El Guasón, El Bromas, como ya se le apoda cariñosamente en el ciberespacio. El Joker. ¿Qué pasa con él que tanto revuelo levanta?
Más allá de análisis sobre su calidad fílmica, Joker ha creado todo un culto, anterior incluso a su estreno, y tanto productora como director eran conscientes de ello y supieron dejar detallitos aquí y allá lo largo del filme. El archienemigo de Batman llevaba tiempo siendo un meme empleado por el sector gamer más retrógrado y la encarnación de Pepe the Frog como el payaso ha sido uno de los códigos clave de la alt-right este último año. Por no hablar de las referencias obvias a los límites del humor (manidísimo mantra que articula el argumentario tanto de viejos comediantes rancios como de ultraderechistas), algunas por parte directa de su director, quien tiene a sus espaldas un puñado de películas que reverencian la comedia adolescente facilona y de brocha gorda.
Lo cierto es que hacía mucho que no había un debate tan encendido sobre una película, incluso antes de que nadie la hubiera visto. La prensa se frota las manos esperando con ansiedad que se repita una tragedia con la que poder llenar titulares, mientras que ninguno de los participantes de la obra quiere llegar a hablar acerca de su esquivo mensaje, parapetándose detrás del viejo “es solo ficción”.
Pero como sabemos que las ficciones son importantes, desde Proyecto UNA hemos seleccionado dos películas (complementarias o antagónicas, como más les plazca) de cada una de las últimas cinco décadas para intentar entender cómo la recepción de una película y la creación de su fandom sí que dejan poso en nuestro imaginario colectivo, y sí que influyen en el modo en el que, como consumidoras y como reproductoras, construimos y entendemos el mundo.
Los años 70 : Taxi-Driver y The Rocky Horror Picture Show
Si hay una película con la que se ha relacionado a Joker, esa es Taxi Driver. La indisimulada inspiración parece acompañarla incluso fuera de los cines, pues la obra de Martin Scorsese tampoco estuvo exenta de polémica antes y sobre todo después de su estreno. De hecho, al filme también le colgaron el estúpido sambenito de “exhortar a la violencia”, más incluso cuando años después un hombre intentó asesinar a Ronald Reagan alegando su obsesión con el filme y con Jodie Foster. Cerraba así un círculo, pues el guionista Paul Schrader había confesado que para crear a Travis Bickle se había inspirado no solo en su propia experiencia como consumidor de drogas solitario y obsesionado con la pornografía, sino también en un hombre de aficiones similares que, tras haber sido abandonado por su pareja, había disparado al candidato presidencial George Wallace.
En el fondo, toda la mitología construida alrededor del “justiciero callejero frente a un mundo podrido y corrupto”, que encarnaba Travis, funcionaba como una máscara para problemas personales y estructurales que iban desde la enfermedad mental hasta la masculinidad tóxica, el trauma y el miedo al rechazo. Estas ideas han permeado la cultura popular y se han convertido en bandera de comunidades terribles como pueden ser los incels, con los que la propia peli del Joker ha sido acusada de compadrear.
Pero no todo era hipermasculinidad post-traumática. Esta década vio nacer también la película de culto por antonomasia, y sus valores eran diametralmente opuestos. Hablamos del filme inspirado por el musical del mismo nombre: The Rocky Horror Picture Show, otra película plagada de polémica en su estreno (la censura le ha acompañado tristemente a lo largo de los años) y que ha creado un fandom obsesivo que ha conseguido mantenerla en cartelera durante décadas y lleva a cabo auténticas performances en cada pase de la peli. The Rocky Horror Picture Show era hija de su época, del fin del idealismo post-hippie y post-Vietnam, y empezaba con la pareja de casados formada por Susan Sarandon y Barry Bostwick escuchando un discurso del recién expulsado presidente Nixon. Luego, se llevaba por derroteros donde la liberación sexual y de las pasiones, así como la aceptación de lo extraño y lo torcido, vencía a la aburrida heteronorma representada por la conservadora pareja protagonista, que sufría una transformación mucho más positiva y esperanzadora que la cresta de Travis Bickle.
Los 80: Scarface y Alien
Los 80 fueron los años del triunfo del sueño americano en la cultura y sus valores se hicieron hegemónicos. El neoliberalismo iba aplastando las resistencias a golpe de intervención militar y la transformación que vivió Hollywood en la década anterior daba paso al blockbuster familiar. Pero también surgieron taquillazos muy críticos con el establishment, que construyeron un fandom particular y que fueron recibidas con críticas y suspicacias por su violencia y mensaje.
Scarface, el remake de la peli de mafiosos inspirada en la ley seca, nos mostraba a Al Pacino como exiliado cubano en busca de fortuna en el Miami de las camisas horteras. Lo que era una reflexión sobre la psicología despiadada de las lógicas del capitalismo y el triunfo, coronada con una espiral de autodestrucción, acabó siendo malentendida por todo el mundo. Nominada a los razzies [premio a la peor película] y despreciada en su estreno, creó todo un culto alrededor de la figura hiper masculina de Tony Montana. Cuesta creer que nadie pueda entenderle como un modelo de conducta, pero la cantidad de referencias pop a sus frases y actitudes, la hiper reproducción de su imagen y la exaltación constante de su figura nos lleva a pensar lo contrario.
Alien, por su parte, supuso un punto y aparte en la sci-fi [cine de ciencia ficción]. Su protagonista, el primer personaje femenino al que se llamaba solo por el apellido, sigue siendo hoy en día un ícono del cine de acción. El relato de Ripley a bordo de la Nostromo está repleto de metáforas sobre la agresión sexual y la maternidad, tan solo un poco más veladas que la reprobación al capitalismo y los abusos empresariales.
Si Tony Montana buscaba venganza por la miseria laboral, Ripley se veía obligada a combatir los sistemas de opresión simbólicos, dándole la vuelta a mil y un estereotipos del género (del femenino y del fílmico), creando una figura de referencia para generaciones enteras de fans.
Los 90: Club de la Lucha y Thelma & Louise
Los años 90 trajeron la sobreexplotación de la identidad fan en la música, el cine y otras artes que se volvían masivas como el cómic y el videojuego. También supusieron el replanteamiento político de la izquierda, especialmente en lo referente al género y la resistencia al globalismo, abriendo el espectro del sujeto revolucionario a múltiples posibilidades, tras décadas en las que el obrero occidental fue casi siempre el centro.
En esta década también empezamos a ver muchas más mujeres en papeles de acción, aunque generalmente sexualizadas hasta el extremo bajo la mirada heterosexual masculina y/o condenadas a la tragedia final a modo de castigo por su atrevimiento. Thelma & Louise es un buen ejemplo de esto último. Acusada de incitar a la violencia y el homicidio (dato curioso, ya que solo morían tres personas y dos de ellas eran las protagonistas), pero también, oh dios mío, al lesbianismo, supuso la primera piedra a la hora de cambiar definitivamente la visión de la mujer en Hollywood. El viaje de Thelma y Louise a lo largo de la cinta las llevaba a enfrentarse a todas y cada una de las encarnaciones del patriarcado y el estado, hasta poco a poco ir siendo acorraladas por su máxima expresión, el sistema penal, y decidir que antes muertas que esclavas. Una búsqueda de refugio e identidad que representaba perfectamente la era de desencanto e incertidumbre que se vivía en todo el mundo en los estertores del siglo XX.
Estas preocupaciones, que aumentaban a medida que aumentaba la atomización social, fueron también las que impregnaron otro éxito polémico acusado, no sólo de violento sino, vaya vaya, de fascista. Sólo que lo hicieron desde la óptica masculina. Hablamos, evidentemente, del Club de la Lucha.
Sátira o parodia, crítica a la autodestrucción masculina o celebración de la misma, la importancia del Club de la Lucha en la cultura popular va mucho más allá de la interpretación que se pueda sacar del filme. Y eso es lo que nos interesa, pues los símbolos no se sostienen por ellos mismos, sino por la interpretación que hacemos de ellos. El acercamiento que las comunidades más tóxicas de internet han ido haciendo a esta historia a lo largo de los años dista mucho de irónica. Es curioso, porque esos mismos reaccionarios que acusan a las feministas de carecer de humor fueron incapaces de ver ni pizca de sátira en esa peli. Incels, neo masculinistas y toda la manosphere extrayeron de ella gran parte de su retórica (el insulto snowflake, que correspondería a nuestro “ofendidito”, por ejemplo) y por doquier surgieron clubes de la lucha reales y avatares con la cara de Tyler Durden. Como había sucedido en Scarface, daba igual que su destino fuese abyecto. La masculinidad, cual culto a la muerte, encumbraba la tragedia y la destrucción como salida a la frustración tardocapitalista.
Años 2000: V de Vendetta (maltrato de Evey) – Millenium
El 11-S, el miedo y el odio al diferente, la islamofobia creciente, el enorme aumento del control social, la paranoia y la búsqueda de ejes del mal nos dejaban un comienzo de siglo torcido y oscuro en la cultura de masas.
También fue la época en la que la cultura friki acabó por volverse masiva para siempre. En este contexto, las hermanas Wachowski apadrinaron la adaptación de una obra capital del cómic: V de Vendetta. Curiosamente, pese a la época (con los atentados del metro de Londres aún recientes) y pese a apoyar de una forma casi cándida el uso del terrorismo como un medio legítimo, la crítica y el público la aclamaron casi unánimemente. Todas recordamos la popularización que se dio de la máscara de Guy Fawkes por parte de las comunidades hackers, especialmente Anonymous. La película traía consigo un fandom aparentemente progresista que se explotó sobre todo a partir de los movimientos como el 15M u Occupy.
Todo esto ha sido fantástico, pero en su momento nos hizo pasar de largo cuestiones del filme como las torturas a las que V somete a Evey para incorporarla a su cruzada o cómo evitan hablar de anarquismo, verdadero protagonista de las soflamas políticas del cómic original. El tema de su fandom, que es de lo que hemos venido a hablar, supuso algo incluso más turbio, especialmente en el caso de Anonymous. La comunidad nació en 4Chan, cuando el foro aún era algo más que una cueva de neonazis, y tuvo una serie de campañas fulgurantes antes de ir apagándose poco, aunque haya excepciones, como el propio Estado español, donde mantiene cierta actividad de signo progresista. En el resto del mundo, pese a la llamada a luchar contra la opresión de su mensaje inicial, Anonymous ha ido sufriendo sucesivas escisiones, cada vez más contaminadas por retóricas conspiranoicas, y, como cuenta Gabriele Colleman en su libro Las mil caras de Anonymous, muchos de estos grupos derivados se caracterizaron por una misoginia atroz. La cosa degeneró tanto que algunas de sus figuras llegaron a tatuarse esvásticas. Sabemos que la misoginia es la autopista directa al fascismo, y con la popularización de internet y la fijación popular del relato del friki como un chico hetero tímido y marginado, se excluyó y humilló a gran parte de las mujeres que siempre habían formado parte de esa comunidad.
Pero también tuvimos un contrarrelato hacker en esa época. Una punk informática que caza nazis que secuestran y torturan a mujeres. Hablamos de Lisbeth Salander, protagonista de Millenium.
Aunque la adaptación americana de su primera parte no llegó hasta el 2012, las novelas y la saga fílmica sueca de la década anterior convierten a Salander en un icono de los 2000. Por sus traumas del pasado, su actitud terca y su moral inquebrantable, Salander podría ser acusada de encarnar la versión femenina del arquetipo de señor maltratado por la vida que emprende su cruzada contra un mundo corrupto, pero su condición de mujer parece suponer un hecho diferencial. Salander en ningún momento hace ningún amago de vengarse contra individuos aleatorios justificándose en las experiencias terribles que le ha tocado vivir. Las historias de Millenium, por otro lado, conectan siempre lo micro y lo macro, trazando magistralmente la relación entre la misoginia, la masculinidad y el poder.
Primera década del siglo XXI: Joker – Nación Salvaje
Después de este viaje por hitos culturales del cine y su contexto, queremos dejar claro, por si aún no lo estaba, que las películas nunca son un problema en sí mismo. Es la lectura que podemos hacer de ellas, la intencionalidad con la que se interpretan y las reacciones que suscitan lo que marcará que alimenten una línea ideológica u otra.
Joker no es una película que pueda provocar tiroteos, ninguna puede por sí sola. Pero sí que es un símbolo que podría estar siendo usado como arma propagandística dentro de los círculos en los que se mueven los causantes de ataques supremacistas.
Joaquin Phoenix dice durante su interpretación: “Me he pasado toda la vida sin saber si realmente existía, pero existo y la gente está empezando a darse cuenta”. Esto puede ser aplicable a una reivindicación de la otredad, de su condición de descastado, de pobre, de psiquiatrizado. Pero por desgracia, la película acaba siendo demasiado endeble como para que su mensaje no caiga en lo genérico e inofensivo. Y es ahí cuando la ultraderecha no duda en apropiárselo. ¿Si han sido capaces de apropiarse de sátiras y parodias contra su ideología, cómo no van a ser capaces de apropiarse de una peli que directamente les guiña el ojo? Como decía Jonathan McIntosh, responsable del vlog Pop Detective, “si no causa incomodidad en una audiencia, es porque está siendo complaciente con ella y con el statu quo”. ¿A qué tipo de audiencia está causando incomodidad y cuál se siente con más facilidad para identificarse con ella? La supuesta peligrosidad del Joker acaba por ser pura anomia, masaje para un fandom entregado a lo que consideran erróneamente transgresión. La pregunta es, ¿qué pasaría si Arthur Fleck fuese negro, mujer o musulmán?
Quizás la respuesta la podemos encontrar en Nación Salvaje, con la que decidimos cerrar nuestro hilo de paralelismos. Una historia que habla también de personas invisibilizadas, atacadas, odiadas y perseguidas por su condición que acaban por encontrar una solución violenta ante la sociedad que les rodea, les teme y les odia. Pero a diferencia del nihilismo del Joker, en ella hay piedad, hay sororidad y hay clemencia. No es una celebración ni una estetización de la destrucción. Es una reivindicación de la autodefensa y un señalamiento directo a esas comunidades de hombres que están encumbrando al Guasón y que llevan años plagando de criptofascismo las redes. El tono en el que está escrita la película, sus protagonistas (mujeres, trans, racializadas) y el mensaje mucho menos ambiguo hacen de Nación Salvaje una película con mucha más potencialidad para causar incomodidad en el público general, y a la vez la hacen casi inmune a que ningún grupo conservador pueda apropiarse de ella de forma simbólica.
Al final, el fenómeno Joker no ha sido sino una campaña publicitaria muy inteligente para vender muchos disfraces de Halloween. Pronto Warner se desentenderá de cualquier acusación pasada cuando estrene la película sobre la emancipación de Harley Quinn, para la cual no están dudando de instrumentalizar el Metoo.
Pero no podemos obviar lecturas más profundas como que medios y corporaciones han intentado monetizar el fenómeno de los tiroteos de masas usando figuras de cómics superhéroes, y cómo la derecha ha estado jugando con ese imaginario para apelar sobre todo a aquellos que, erróneamente, creen que la solución a su vacío existencial será individual. Especialmente hombres jóvenes incómodos con su posición en nuestro zeitgeist.
No es casualidad que todas las nuevas formas de fascismo estén articuladas alrededor de una masculinidad muy concreta, una que se siente herida, y que busca reencontrarse con un pasado que considera glorioso frente a un mundo en el que se le señala por primera vez como causante del problema.
Pero nosotras seguiremos defendiendo que el problema son el capitalismo, el fascismo, el patriarcado, y que la cultura nunca está fuera de estos fenómenos, sino que se ve afectada por ellos. Que podamos emplear la polémica causada por una película para hablar de todo ello es una oportunidad para analizar el mundo, y si podemos, intentar cambiarlo por otro donde exista mayor respeto por la vida.
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