“Queremos cambiarlo todo”
Las V Jornadas Feministas de Euskal Herria Salda Badago, celebradas en Durango entre el 1 y el 3 de noviembre, muestran la fuerza del movimiento y el aumento del peso de debates que hasta ahora estaban en la periferia: “Tenemos que salir de las zonas de comodidad”.
Como un caldo caliente que alimenta y reconforta en época de frío y de tempestad (salda badago significa “hay caldo”), la participación de unas 3000 mujeres en las V Jornadas Feministas de Euskal Herria para hablar, escuchar y debatir de feminismo remendó y tonificó a cada una de las presentes. Aunque hubo momentos duros, la sensación general fue de calor, de estar cómodas y a gusto. Las caras así lo decían, los aplausos lo reafirmaban.
Ante la imposibilidad de hacer una crónica exhaustiva de los mil detalles y momentos dignos de narrar y fotografiar que surgieron entre los días 1 y 3 de noviembre en Durango, la mesa central con la que arrancó el encuentro, ‘Agenda compartida para poner las vidas en el centro y soberanías’, ofreció los primeros debates e interpelaciones directas al feminismo occidental y blanco, hegemónico.
“¿Desde dónde miramos el mundo?”, lanzaron desde la plataforma Trabajadoras No Domesticadas. Este colectivo reúne a trabajadoras y extrabajadoras del sector de los cuidados y del servicio doméstico, en otras palabras, a “mujeres trabajadoras activas, sujetas protagonistas”, como remarcó la portavoz del colectivo. (Por cierto, esta crónica carece de nombres porque las propuestas y posiciones, aunque fueran lanzadas por una sola persona, recogían el trabajo compartido. Que las mesas no mostraran los típicos carteles identificativos con nombre y cargo, aunque incomode a las periodistas, fue significativo).
“Ceder privilegios” y “queremos cambiarlo todo” vertebraron gran parte de las propuestas feministas llegadas desde las consideradas periferias. ¿Pero cómo cambiar ese ‘todo’? En Durango salieron muchas maneras de ponerlo en práctica: detectar, nombrar, destapar, sospechar, cuestionarse, romper, deconstruir, atreverse a soñar y a conspirar. Siguiendo con la propuesta de Trabajadoras No Domesticadas: “Tenemos que salir de las zonas de comodidad, somos vulnerables, no somos perfectas”.
Más allá de la retórica del discurso, el mensaje fue claro: “No podemos permitir que haya mujeres empobrecidas trabajando en condiciones de aislamiento”. Las que antes venían de Extremadura, Andalucía y Galicia, ahora llegan de América Latina, África o Europa del Este (esto se escribe desde Bilbao). Los aplausos resonaron cuando se pidió asumir contradicciones, quedando claro que “no todas tenemos las mismas condiciones para estar” y que hay que respetar la diversidad y las situaciones vitales de cada una.
“Queremos revolución”
¿Quiénes son las que están sosteniendo la vida? Este interrogante apuntalado en el tiempo, y cuya respuesta es obvia aunque se ignore, sirvió para incidir en la importancia de replantear el mundo del trabajo para que incluya a nuevas sujetas, pues “ cuidar es trabajar”. Desentrampar los cuidados y la emancipación son fundamentales para lograr un “derecho colectivo al cuidado”, el reclamo último, sin olvidar que “no queremos reformas, queremos revolución”.
En la misma línea, desde la red de mujeres socialistas Itaia afirmaron “que los cambios legales no siempre logran un sistema justo”, por lo que abogaron por usar las reformas únicamente como punto de partida: “Las mujeres que se encuentran en las situaciones más atroces seguirán siendo dependientes si no existe una propuesta real que aborde su liberación”. Itaia, de hecho, criticó que a pesar de la fuerza del movimiento feminista, muy patente en las calles en días como el 8M, no hay “una propuesta que organice toda esa fuerza para cambiar las condiciones de vida de las mujeres trabajadoras de forma radical”. Entre los retos del futuro esbozados, remarcaron la construcción de “una cultura colectiva basada en la solidaridad y el cuidado, que tenga como fundamento reglas sociales que respondan a los intereses del proletariado”.
Que el sistema de dominación que pone precio a la vida es biocida fue parte del análisis hecho por Euskal Herriko Bilgune Feminista, que apuesta por la soberanía (feminista y del cuidado, entre otros aspectos) como idea fuerza: “Debemos reafirmarnos a favor de la vida y crear otro modelo económico”.
¿De dónde viene la comida?
La mirada rural y baserritarra llegó desde Etxaldeko Emakumeak, un colectivo que apuesta por la soberanía alimentaria así como por la ganadería y agriculturas ecológicas. ¿De dónde viene la comida? fue otra de esas interrogaciones lanzadas que sirven para pensar en qué lugar se está, de dónde se parte: politizar el consumo, poner la alimentación en el centro y apostar por un modelo campesino que priorice los derechos fueron algunas de las propuestas de este grupo. Y es que, por ejemplo, muchas mujeres baserritarras carecen de pensión, como denunció Oneka Plataforma de Mujeres Pensionistas de Euskal Herria, también presente en la mesa: de media, las mujeres cobran un 37,5 por ciento menos que los hombres de pensión.
“Hay obstáculos y retrocesos, pero las ganas son mayores”. Esta frase de Itaia sirve para resumir el sentir de la primera mesa de la jornada, cuando el ansía de escuchar era más que palpable.
Además de sostenibilidad de la vida, hubo otros cuatro ejes fundamentales de trabajo en Salda Badago: decolonialidad, cuerpos y sexualidad, vidas libres de violencia y las entrañas del movimiento feminista. “Estamos vivas y el movimiento tiene cosas que decir”, resumió una de las organizadoras al arrancar.
Lee también: