‘Las madres no’, el crudo milagro de la vida

‘Las madres no’, el crudo milagro de la vida

Lo primero que voy a decir sobre la segunda novela de Katixa Agirre es: JO-DER. La Llorona, Dingo, la psicosis post parto, suicidio, Alaska, La Cenicienta, átomos, meningitis, innumerables hipótesis o la araña de Louis Bourgois. ¿Cómo entrelazar todo en una novela? Katixa Agirre tiene la respuesta.

La novela de Katixa Agirre Amek ez dute ha sido traducida al castellano. Aquí podéis leer la reseña en euskera.

Portada en euskera del libro de 'Las madres no', de Katixa Agirre

Portada de la edición en euskera de ‘Las madres no’, de Katixa Agirre.

Supongo que ya os habéis dado cuenta de que yo no hago reseñas negativas, es decir, que todas las recomendaciones de libros que hago en esta sección son para bien. Esto, por desgracia, no quiere decir que yo no tenga verdaderos bodrios entre manos. ¿Pero qué hago cuando me encuentro un libro nefasto? Sin pensármelo dos veces, lo dejo. Me acerco a la estantería a la zona de los “no terminados”, y ahí lo aparco con los de su especie. Que se entiendan entre ellos. Me acerco a la zona de los libros por leer, y abro uno nuevo. Fin. Sin remordimiento alguno. Es un acto metódico. Casi robótico. No hago duelo a las lecturas que no me gustan. No soy de las que se anda con sacrificios. Aún así, debo decir que grosso modo en los últimos diez años he disfrutado MUCHO la mayoría de los libros que he leído en euskera. Y esta obra de arte concreta me ha dejado con la boca abierta.

Lo primero que voy a decir sobre la segunda novela de KATIXA Agirre es: JO-DER. Agirre ha escrito una espectacular obra sin precedente sobre el tema de la maternidad. En euskera, que yo sepa, no ha habido otra de estas características (avisadme si la hubiera, por si me he columpiado). Lo reitero para que no quede lugar a duda: “JOOOOOO-DEEEEEER” será la repetitiva reacción que tendrás mientras leas su nueva novela.

Nacida en 1981 en Vitoria-Gasteiz, hoy en día Katixa Agirre es profesora de la Universidad del País Vasco. Ha publicado dos colecciones de cuentos, y en 2015 escribió su primera novela: Atertu arte itxaron, una especie de road movie muy premiado. No lo he leído todavía, pero me pondré a ello en cuanto saque un rato. ¿Por qué? Porque esta escritora me ha maravillado con su forma de narrar, con su elección temática. Después de haber terminado una de las mejores novelas que he leído NUNCA, estoy flipando en colores. Las madres no es una novela sin par. Según empiezas la primera página, sientes que has encontrado un puñetero tesoro. Y se mantiene el mismo sentimiento hasta que llegas a la ultimísima página. Eso no es nada fácil. ¡Enhorabuena!

Las madres no ganó el XVI premio Agustín Zubikarai organizado por la editorial Elkar en el año 2016 y se publicó en euskera en 2018 de la mano de Elkar. Este 2019, hemos tenido la suerte de que las 210 páginas se tradujeran a español, y quienes no tenéis el superpoder de hablar euskera debéis haceros con un ejemplar. Es una obra maestra como la copa de un pino. La historia está dividida en dos partes: CREACIÓN y VIOLENCIA. Cada parte cuenta con seis capítulos, y cada capítulo cuenta con una cita en su inicio. ¿Citas de quién? De Medea, de Ana Marins Marques o de Simone de Beauvoir.

Supongo que ya habrás adivinado cuál es la misteriosa temática de la novela. Pues si la sabes, me la cuentas porque, si te soy franca, yo no tengo ni la más remota idea de cómo acotar el tema en pocas palabras. El único tema que aceptaría sin ponerle ningún tipo de “pero”, sería: LA VIDA.  Esta novela habla sobre LA VIDA. ¿O no? A saber.

El caso es que según empiezas a leer, se te presentan dos madres. La primera acaba de dar a luz, vive en Bilbao y es una escritora premiada de alrededor de 30 años. La otra, Alice o Jade (según), una misteriosa mujer que acaba de ahogar a sus gemelos en la bañera. ¿O no? Al ver la noticia en los medios de comunicación, la madre del recién nacido Erik se percata de que conoce a Jade/Alice de antes. Esto la llevará a ponerse a investigar y a querer escribir sobre ella. ¡Madre mía! Es que es muy fuerte todo. ¡Vais a flipar! La Llorona, Dingo, la psicosis post parto, el suicidio, Alaska, la Cenicienta, los átomos, la meningitis, infinidad de hipótesis o la araña de Louis Bourgois entrelazados todos en la misma historia. ¿Cómo demonios se consigue esta maravilla? Katixa Agirre tiene la respuesta. ¿¡Y te lo vas a perder!?

Yo pude haber sido madre. No lo he sido, porque así lo decidí en su momento. En su día, interrumpí dos embarazos. No me arrepiento, y por ahora, sigo sin tener en mente ser madre de personas 24 horas al día. No puedo obviar que tengo hornadas de alumnado en cajetillas de 20 dosis cada hora de 8:30 de la mañana hasta que me voy a casa después de currar. Como intento establecer relaciones de cercanía, sin adultismo y de manera lo menos autoritaria que puedo (admito que a veces se me va, sobre todo los viernes a última), siento que mi alumnado es parte de mi vida. Les veo a diario. Son algo mío. Cuando termina el curso, yo cambio de centro y cada cual sigue su vida. Generalmente con buenos recuerdos. Suelo recibir emails. A veces les echo de menos. O me acuerdo de situaciones y me entra la risa. O una nostalgia bonita. A veces me cago en el padre de alguno, pero me pasa poco. Eso es el amor, ¿no? No querer aferrarte pensando en tu ombligo y permitir crecer a quien aprecias, aunque no sea contigo, sin tu atenta mirada. La verdad es que me siento suficientemente madre, sin serlo en realidad. Con 30 años decidí adoptar dos perras. Muchas amigas mías son madres. El hijo mayor de la primera de mis amigas que fue madre tiene siete años. El más joven acaba de nacer hoy mismo (¡felicidades Sarai!). Muchas de mis amigas practican la crianza natural: colechan con sus churumbeles, llevan a sus criaturas en mochilas, les dan pecho a demanda sin horario alguno, les alimentan con comida sólida una vez les crecen los dientes en vez de darles purés, no gritan a sus hijos, no pegan a sus hijas, y su prioridad es seguir los ritmos de sus recién nacidos bebés. Tengo otras amigas que han decidido no dar pecho, cuyos hijos duermen en cunas, que han decidido mandar a su descendencia al cole a los cuatro meses de haber nacido, porque tienen que volver a incorporarse al mundo laboral asalariado. Las primeras tuvieron (o intentaron tener) partos naturales sin epidural y con la mínima medicalización. Las segundas tenían más claro que el agua que pedirían la epidural a gritos en la mínima contracción. Las primeras sostienen que lo que se siente al dar a luz no es dolor, que es otra cosa y que debería llamarse de otro modo. Las segundas se cagaban en dios mientras gritaban DOLOOOOOR DOLOOOOOR DOLOOOOOR teniendo claro que lo que sentían no era otra cosa que daño bestial en la vagina. Unas se quedaron embarazadas de penalti. Otras, después de haberlo intentado cientos de veces. Algunas se han dejado más de 6.000 euros en in vitros. Hay quienes tienen parejas hombres. Otras tienen parejas mujeres. Cada cual con su maternidad personal e intransferible, si algo tiene todas en común es que dicen que la maternidad no es fácil. Que la maternidad no debe ser algo simple. Con más o menos conciencia política, traer una criatura a este mundo heteropatriarcal capitalista colonialista de mierda debe ser duro. MUY DURO. Además, no conozco madre que no te cuente que la maternidad es agotadora. No hay madre (¿ni padre?) que no señale el increíble esfuerzo que hace. No duermen. No tienen tiempo de vivir. Sus bebés se convierten en centro y eje de sus existencias. Sin dormir. Llanto. Sin dormir. Kaka. Sin dormir. Vómito. Sin dormir. Cansancio. Cansancio. Cansancio. CANSANCIO.

Pero si algo enseña la maternidad es que todo es temporal. A medida que la criatura crece, se hará más autónoma. Y con la autonomía del bebé, llegará la autonomía de la madre. (¡Cómo echo de menos a mis amigas madres!). Cuando cumplan 6-7 años, los hijos harán sus minividas y las madres en vez de ser sus siamesas se reconvertirán en persona. Eso me han jurado y perjurado al menos. Fingers crossed. Yo aún estoy a la espera.

Al leer esta novela, he recordado muchísimos comentarios, confidencias y descripciones que me han compartido mis amigas. No hay nada que Agirre pase por alto: lo primitivo del dolor, alejarse del bebé, vivir con otro ser encima las 24 horas, la identidad de madre, las excedencias laborales, justificaciones a tu cónyuge, a la trabajadora del centro educativo o a ti misma, trabajar fuera de casa, el dinero, la pareja, las clínicas de fertilidad, las in vitro, masculinidades heridas, mujeres abandonables, las malditas opiniones de la gente (deberías/no deberías), la culpa, embarazos no planeados, la cotidianidad, la vida… you name it!

Este trabajo escrito tiene pinta de ser terapeuta para cualquiera que acabe de ser madre (o padre, incluso). Balsámico. Y para quienes no hemos sido madres, por lo que sea, también.

Novela intensa. Novela profunda y al mismo tiempo muy terrenal. Una novela poderosa. Pasional viaje psicológico al centro de los personajes. Un escrito absolutamente analítico. Duro. Crudo. Novela que en ocasiones te saca una sonrisa por su humor totalmente negro. La narradora no tiene tiempo de andarse con mentiras ni chorradas, porque viene a explicar su verdad. La verdad. Novela con personajes muy reales. Novela original. Novela bien escrita: fácil de leer, pero con temas densos.

Al terminarla, yo me quedé sin palabras. Menuda brasa te estoy dando, Maricarmen. Si todavía no has comprado ni leído el libro, no sé qué estás haciendo con tu vida. En serio. ¿Qué haces? Serán los 20 euros mejor invertidos de este año. Como he explicado antes, trabajo en educación y vivo con dos perras. Llego a casa hecha puré post clase y paseo, así que me suelo tirar en el sofá, zombie perdida y veo lo primero que se cruce. Sin filtro alguno. Veo mierda seca. Bueno, pues hasta con el cerebro frito, me he terminado esta maravilla en dos días. ¡DOS DÍAS! Si empiezas a leer, no vas a poder parar. Dormir será una necesidad secundaria. Ni te acordarás de comer.  Te juro que vas a disfrutar muchísimo de Las madres no. De verdad. Créeme. Llega Navidad y seguro que Mari Domingui, Olentzero, los Reyes Magos y Papá Noel, en vez de repartir regalos, se quedan debatiendo al fuego de la chimenea después de haberse leído el ejemplar de Las madres no que tú les has pedido. Así que vete tú misma y cómpratelo. No vaya a ser. En serio. No te vas a arrepentir. Objetivamente te lo digo: Las madres no es genial.

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