Teresa Ferreiro, en la viñeta de la DJ
“Supongo que me siento “ilustradora de músicas”: cuando ilustro, sigo pulsiones y las interpreto para crear una narración”, afirma la artista gallega.
Ya sea desde sus investigaciones tras la cabina de DJ o desde la composición de una viñeta de cómic, Teresa Ferreiro siempre hace aflorar un ansia patente de autodescubrimiento. Tanto en su involucración en el activismo por los derechos LGTBIQ como en su síntesis entre acervo galaico y pulsión nu-disco con la que está reinventando el folclore en sus sesiones de DJ, los frentes abiertos definen una personalidad inquieta y poderosamente creativa. Sobre todo ello, charlamos con ella.
Tu faceta artística recorre la parte musical, la de ilustradora y la de autora de cómics. ¿Qué te arrastró a cada uno de estos frentes?
El aislamiento social (risas), pero no lo digo de una forma negativa. Yo soy hija única y vivo en una zona de Santiago que está un poco aislada. La verdad es que es un privilegio. Pero no tenía un grupo de niños y niñas con los que jugar, aunque después de unos años vinieron dos de mis primos. Me pasé muchas horas sola en el salón, pero pasándomelo bien. Como nuestro cerebro nos pone siempre tareas para resolver y entretenernos, empecé a dibujar mucho, desde que tengo memoria, y más tarde a hacer cómics, desde los siete u ocho años. Tenía y tengo una imaginación muy activa. La pasión por la música creo que debo agradecérsela a mi madre. Aunque ambos ponían música en casa, ella es la que me inculcó de forma indirecta la pasión por la música tradicional latina. Ponía todo el rato en casa a Mercedes Sosa, Los Panchos, Antonio Machín y Juan Luis Guerra, a quienes admiro mucho.
Dentro de tus sesiones musicales, eres capaz de traducir a Rocío Jurado bajo ropajes disco, pero también inundar el canto tan profundamente galaico de Leilía entre brumas de ambiente oscuro. ¿Hasta qué punto te sientes como una ilustradora de músicas, en principio, antagónicas?
Creo que no es demasiado contradictorio y funciona narrativamente porque al final todo en la vida es un batiburrillo de expresiones y sentimientos antagónicos. Rocío Jurado tiene mucho que ver con el disco, desde un punto de vista político y estético. Siempre defendió a la comunidad gay, entre otros principios feministas. Es un icono de mujer fuerte, sensible y elegante. Es y siempre será una “queen”. También veo una relación entre comenzar un mix con los cantos de Leilía que se convierta en un tema de techno oscuro. Pero todas estas relaciones son muy subjetivas. Creo que la música tradicional gallega, así como mucha otra música folclórica de otros países del mundo, tiene en común ritmos y cantos tribales que para mucha gente, entre ellas yo, connotan una espiritualidad que es difícil de explicar. También encuentro eso en el techno o en otros géneros de la música electrónica.
Supongo que me siento “ilustradora de músicas” (risas): cuando ilustro, sigo pulsiones y las interpreto para crear una narración. Aunque esta no tenga más sentido que el emocional.
¿A qué motivaciones de fondo responde tu selección en las sesiones?
A veces hago el trabajo de investigación previo buscando un tema concreto común entre la mayoría de canciones o melodías. A veces depende de la temática del evento y trato de que haya una relación entre lo que voy a pinchar y la otra persona que está también pinchando, o en relación a lo que le gusta a la gente que va allí. Pero cuando lo hago solo para mí lo que me gusta es tratar de sorprenderme a mí misma y que el mix final tenga un mensaje. Aunque solo tenga sentido para mí. A veces, es un poco difícil conocer las motivaciones que tengo para actuar como lo hago hasta que ya está hecho y lo veo en retrospectiva (risas). También utilizo audios que me gusten y tengan un mensaje importante, como el discurso de Natalie Portman en la Marcha de Mujeres o el poema de Olivia Gatwood “Ode to the Women on Long Island”, y mezclarlos con una melodía.
En tus sesiones, también haces un uso acentuado de la cultura latinoamericana. En tiempos de globalización a la carta, me resulta tremendamente interesante tu manera de enfocar músicas de las que subrayas su procedencia por medio de su colisión con otro géneros.
Sí, como dije, eso se debe a mi madre, sin duda. Igual la gente se va a imaginar que ella es latina, pero es picheleira de toda la vida. Creo que es normal, siendo millenial, que la cantidad de información a la que hemos sido expuestos desde la aparición de internet en nuestras vidas tenga un impacto en nuestra cultura. Creo que es maravilloso poder saber qué tipo de música se está escuchando en Ciudad del Cabo o qué tipo de música tradicional se hace en Mongolia. Es algo a lo que mis padres no tenían acceso y ha revolucionado cómo vemos el mundo y nos relacionamos con él. Y eso, me ha influido a mí y a mucha otra gente.
En tu modo de enfocar el proceso creativo, ¿cómo se retroalimenta tu parte musical con la de ilustradora?
Creo que sigo un proceso creativo parecido. Igual la práctica de hacer cómics e ilustración se refleja ahora en la práctica musical. En mi caso, me gusta crear obra narrativa. A menos que sea un encargo, cuando comienzo a dibujar la mayor parte del tiempo no sé qué es lo que va a acabar apareciendo en el papel. Es como un diálogo entre las ideas que, supongo, me vienen del subconsciente y cómo yo las organizo o interpreto. Estas ideas se basan normalmente en cosas que, por un motivo u otro, he almacenado en mi memoria. A medida que las voy plasmando en el papel en formas de signos y metáforas, este va contando una historia que, a veces, me sorprende hasta a mí misma. En el caso del dibujo, el proceso de investigación es más casual porque tenemos un bombardeo constante de información visual que se acumula inconscientemente. Con la música suele ser más intencionado, especialmente si voy a un evento, porque entonces busco temáticas que concuerden con ese evento. Por ejemplo, la última vez que fui a pinchar con Akelarre, un grupo de reinas drags y DJs de Vigo que son fantásticas y recomiendo seguir, me había visto antes un montón de vídeos de vogue en Youtube. Recogí muchas de las canciones que utilizaban. Ver películas y series es a veces una gran fuente de nuevos temas. De la misma forma que lo son para crear ilustraciones y cómics.
¿Qué fue antes para ti, la música o el dibujo?
A la hora de crear un proyecto, el dibujo, sin duda. Dibujo desde que tengo memoria. La música también ha estado presente en toda mi vida, pero nunca he tenido una educación musical formal, ni sé tocar un instrumento. Todo lo que conozco ha sido a través de escucharla y bailarla. A mis padres siempre les ha gustado ponerla en casa. También se ponían a bailar espontáneamente conmigo. A veces veo a gente que no se atreve a bailar porque le da vergüenza y me doy cuenta de que si alguien te enseña a normalizar esto desde una edad temprana es un regalo. Al fin y al cabo es otra forma de comunicación artística y, la verdad, en una época en la que hay mucha gente no religiosa pero sí muy espiritual, el baile es lo más cercano al ritual espiritual que tenemos en sociedad. Es un momento de alegría compartida y enajenada que purifica el alma. Me ha quedado muy místico, pero, de verdad, lo creo.
En tu saga Coming Of Age In Samil ya vas por la tercera parte. Entre muchas de las vías abiertas, lo capto como un retrato generacional donde el humor se nutre de una mirada que empatiza tremendamente con la soledad marcada por esta era de redes y sobre comunicación a distancia.
En realidad esos tres cómics (Coming of Age in Samil 1, 2 y 3) los hice hace mucho tiempo. Creo que el uno y el dos los hice especialmente en el año 2014, durante las vacaciones de verano. Los hice en inglés porque vivía en Londres y me di cuenta de que había muchas ferias de fanzines en las que quería participar, así que los imprimí y empecé a ir y a vender. El tercero lo hice en español porque lo estaba haciendo solo para mí, aunque finalmente lo imprimí. Eran historias sueltas que fui haciendo con grandes lapsus de tiempo por medio. Los escribí porque me apetecía, basándome en las cosas que me habían sucedido a mí y a gente conocida. La verdad es que sé que se ha dicho múltiples veces que vivimos en una época de aislamiento social, pero la verdad es que yo viví la época pre y post-internet, no tuve internet en casa hasta los 18, y no he notado ninguna diferencia con respecto a la angustia existencial que nos consume un poco a todas las personas. Creo que tiene mucho más que ver con el capitalismo salvaje que con las redes. Es decir, todo depende de cómo utilices una herramienta.
De vuelta a tu faceta musical, en Londres, te unes a la agrupación de DJs Cheeky Soundsystem. ¿Cómo llegas a contactar con ellos?
Vivía con ellos en la misma casa, no con todos pero sí algunos, y llegué allí por casualidad, gracias a un anuncio en Facebook. En esa casa se construyó un sistema de sonido, bastante impresionante, de forma artesanal; y allí estaba, ocupando todo nuestro salón. Después alquilaron una nave industrial e invitaron a pinchar a diferentes artistas y colectivos. Esto me influyó porque vi a mucha gente distinta actuar y pinchar. Pero, aunque alguna vez les había comentado que pinchaba, yo no tenía vinilos, ni los tengo ahora. Y ellos sí pinchan en vinilo. El asunto es que yo no tenía el dinero para empezar una colección y, siendo inmigrante en una habitación donde apenas me cabían los trastos, tampoco podía permitirme el lujo de almacenarlos. Y como estaba yo, está mucha gente. Mi presencia en el grupo fue más colaborando con otras cosas. Hacía carteles, como el mapa de uno de los festivales. Había también concursos drag en los que participaba. Uno lo gané vestida de Tito: un señor de 70 años que bailaba como una diosa, aunque está mal que yo lo diga.
¿Qué supuso para ti la experiencia en dicho colectivo?
Pues tener aún más contacto con el mundo de la música electrónica. En el caso de Cheeky, aprecio la capacidad de autonomía que tienen. Un equipo artesanal no es cualquier cosa. También es difícil encontrar locales donde poder organizar eventos, y ellos vendían camisetas y ponían de su bolsillo hasta conseguirlo. Luego dentro vendíamos cervezas y otras bebidas con una licencia que, en ocasiones, por horarios no sé yo cuán legal sería. También en los festivales había muchas actividades artísticas y culturales en las que podíamos proponer y llevar a cabo talleres. Lo bonito es que Cheeky Soundsystem no solo es un grupo de DJs, sino toda la red de gente que durante años ha promocionado y apoyado el proyecto. Así que esa es la gran enseñanza, que nadie hace nada sola.
En Londres, también participaste de forma activa en la vida activista pro-feminista y pro-LGTBIQ. ¿Qué diferencias encontraste en la forma de actuar desde Londres con respecto a estos colectivos en España?
Recuerdo que poco tiempo después de volver fue el día de Orgullo gay, y en Santiago no pasó nada. Me pareció una tristeza. Pero no me quejo porque he conocido a gente que tiene ganas de hacer cosas y crear más diversidad en la vida cultural de Galicia. Como comentaba antes, una es Akelarre, que organiza fiestas queer en Vigo. Es gracioso porque su fundador, Miguel Sestelo, y yo tenemos mucho en común. Al principio me interesé en sus fiestas y me ofrecí a hacer diseños para los carteles, pero luego le conté que había hecho carteles para Happy Endings, una fiesta queer de Dalston Superstore, un club LGBTQ de Londres. Él, que también había vivido allí, era fan de ese mismo club. Luego descubrí que bailaba para Glitterbox. Algunos de los DJs de esos eventos, como Purple Disco Machine, Horse Meat Disco, Dimitri from Paris o Honey Dijon, son referentes para mí. Creo que el primer obstáculo con el que nos encontramos es que aquí muchas de las personas que pertenecen a generaciones anteriores a la nuestra no asocian, posiblemente porque no les interesa, la escena nocturna o las fiestas y eventos musicales con la cultura. Y esta gente son las que tienen las llaves de los únicos espacios donde poder llevarlo a cabo, pero al mismo tiempo se niegan a delegar la organización de eventos a personas que sí tienen el interés por crear más movimiento. Así que algunas personas estamos viendo cómo crear nuestras propias plataformas. Dicho esto, creo que aun así en Galicia pasan muchas cosas y hay mucho movimiento cultural y colectivos políticamente comprometidos. Hablo de Galicia porque es donde vivo ahora. Creo que es importante crear más comunicación entre las provincias y acostumbrarse a viajar para ir a un evento, encuentro o protesta. Al fin y al cabo, en una gran ciudad te pasas una hora en tren para ir a cualquier lado. Entiendo que es difícil gastar dinero en transporte, pero también lo es pagar el alquiler en Londres.
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