Cuidarnos para hacer periodismo feminista y viceversa

Cuidarnos para hacer periodismo feminista y viceversa

Necesitamos hacer que los cuidados atraviesen las estructuras periodísticas de arriba a abajo, crear las 5Ws del cuidado periodístico. Quién, cómo, cuándo, dónde y por qué nos tenemos que cuidar para no dejar que el entusiasmo que tan bien define Remedios Zafra, arrase con nosotras.

Texto: Andrea Liba
Imagen: Núria Frago
22/01/2020

¿Qué cosas hacen que la vida valga la pena ser vivida? ¿El deseo? ¿Los proyectos ilusionantes? ¿Tener recursos para una vida digna? ¿Las personas que nos rodean? Y, ¿qué cosas hacen que el periodismo merezca la pena ser ejercido? ¿Las rutinas asfixiantes pero apasionantes? ¿El anhelo satisfecho de la escritura? ¿La curiosidad y la tensión? ¿La pasión investigadora? ¿La relación con las personas? Los cuidados nunca forman parte de esa lista de cosas que anhelamos hacer tachar y resolver. Nunca los cuidados son punto de partida para caminar por nuestros sueños vitales y, muchos menos, para articular nuestras rutinas de trabajo. Y hablar de cuidados es también hablar de lo que a menudo los anula: el entusiasmo. La escritora Remedios Zafra revisa este concepto transformando una reflexión de Fernando Pessoa: “Puede que solo dos estados de ánimo constante hagan que la vida valga la pena ser vivida. Yo diría el noble goce de una pasión creadora o el desamparo de perderla. Me refiero a esa pasión que punza y arrastra y que nos motiva a anteponer el deseo frente al inmovilismo. Pronto aprendemos que vale la pena intentarlo. Que ‘ese detalle que empieza a crecer’ como una pasión lo merece”.

Es un poco lo que nos pasa a las feministas, ¿no? Esa punción en el estómago cada vez que agreden o asesinan a una de nosotras, ese acelerarse el corazón con cada comentario machista que nos empuja a no quedarnos calladas, ese apretar los dientes para resistir a la precariedad a la que la mayoría estamos abocadas, y esa certeza, fundada o no, de que merece la pena seguir incomodando en cada reunión, seguir acudiendo al colectivo cada semana, seguir haciendo pancartas, seguir saliendo a las calles, seguir escribiendo y creando discurso, seguir luchando. Y es también un poco lo que nos pasa a las periodistas feministas, ¿no? Esa punción en el estómago cada vez que leemos un titular que nos responsabiliza a las mujeres de las violencias que sufrimos, ese acelerarse el corazón con cada cobertura misógina, ese apretar los dientes para resistir a la precariedad a la que nuestros proyectos periodísticos se ven abocados o a la que nosotras nos vemos abocadas en medio de un proyecto periodístico androcéntrico, y esa certeza, fundada o no, de que merece la pena seguir publicando, seguir mejorando los enfoques, seguir incomodando con titulares y textos que cuentan historias que siempre se han querido silenciar, seguir siendo trinchera y punto violeta periodístico.

Zafra, en su libro El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital, explica algo así como que la vida a menudo se hace espesa como “magma de vivencias”, pero que cuando el entusiasmo “no es fingido, es capaz de iluminarse entre esos nudos con la humildad y ternura de un primer dibujo infantil. Y quizá aquí radica la potencia que salva, la que anima a ‘volver’ y rendirse ante ese verso, esa música, esa inspiración que engrandece la pequeñez humana”. Esa… ¿redacción? ¿Qué pasa cuando el entusiasmo, fingido o no, coloniza tu trabajo o, lo que es peor, es de lo que parte tu trabajo? ¿Qué sucede cuando lo que te “punza y arrastra” es susceptible de convertirse también en tu sustento vital? ¿Qué ocurre cuando tu militancia y tu trabajo se solapan? Zafra hace un croquis del contexto en que se encuentran los “sujetos creadores” que están “envueltos en precariedad y travestidos de un entusiasmo fingido, usado para aumentar su productividad a cambio de pagos simbólicos o de esperanza de vida pospuesta”. Es un poco el todo por la causa trasladado, sin revisiones, al ámbito laboral, al centro físico de trabajo, a las rutinas periodísticas.

Recuerdo las palabras de Edurne Epelde, integrante de Euskal Heriko Bilgune Feminista, en las Jornadas de Formación Feminista de Iruñea previas a la Marcha Mundial de las Mujeres en Bilbao en 2018. Epelde habló de construir “vidas que se puedan vivir”. Lo de “merecer la pena” lo dejó fuera del saco. Tras años de militancia feminista, defendía la necesidad vital de sanar. Reivindicaba lo cada vez más imprescindible que se hace medir los tiempos, bajar el ritmo, parar, cuidarse. Practicar el autocuidado como acción política, como línea estratégica: “Cuando sano yo, sanas tú”. Cuidarnos de la saturación, de la sobrecarga, del agobio, de la ansiedad, de la inseguridad, de los ritmos inabarcables o de la intranquilidad emocional debería cobrar importancia. Y no solo. Cuidarnos también de los salarios de mierda, de los entornos de trabajo hostiles y de los espacios de trabajo insalubres o irrespetuosos con el medio ambiente es también indispensable. Decía el filósofo y poeta estadounidense Ralph Waldo Emerson que “cuando patinamos sobre hielo quebradizo, nuestra seguridad depende de nuestra velocidad” y eso es algo que las periodistas sabemos bien. Cuando haces periodismo feminista en un contexto androcéntrico, machista y misógino, la hostia puede ser brutal. Epelde confesaba que, para poder seguir militando, era imprescindible descansar, respirar, sanar. En el periodismo, igual: elogiar el cuidado y el autocuidado frente a la productividad para alcanzar la rentabilidad sin dejar atrás a las personas, sin dejar atrás la vida, se convierte en imperativo emocional.

Cuidar los temas, los enfoques, la relación con las fuentes, la relación con las colaboradoras, la escritura, los formatos, las imágenes, la publicidad, las plataformas, las tarifas, desde la perspectiva feminista, sin cuidar al equipo no solo suena ridículo, sino que anula todo lo anterior. ¿Qué sentido tiene apostar por un reportaje sobre ecofeminismo y que en la redacción ni siquiera se recicle? ¿Qué sentido tiene cubrir la lucha de las trabajadoras de hogar por unas condiciones laborales dignas y que la plantilla de la redacción tenga horarios insufribles o salarios de miseria? ¿Qué sentido tiene publicar sobre la cadena global de cuidados o sobre la necesidad de poner la vida en el centro y de visibilizar el trabajo de cuidados y que, al mismo tiempo, en la redacción, no haya espacio para el cariño, para el encuentro o para el descanso?

Necesitamos hacer que los cuidados atraviesen las estructuras periodísticas de arriba a abajo y de lado a lado: las rutinas de trabajo, los temas, las fuentes y las relaciones entre el equipo, pero también las redacciones, esos espacios físicos en los que más tiempo pasamos en nuestro día a día. Necesitamos crear las 5W del cuidado periodístico: ¿Qué? Hacer que la vida se contemple en el entorno de trabajo. ¿Quién? De la primera a la última, todas las personas que forman parte de la redacción. ¿Cuándo? Antes de que habernos embarcado en hacer otro tipo de periodismo con las mismas dinámicas del que renegábamos nos explote en la cara en forma de inviabilidad de nuestros proyectos periodísticos. ¿Por qué? Porque no tiene sentido hacer un periodismo feminista que se sostenga sobre las crisis de ansiedad de quienes lo ejercemos. ¿Cómo? Eso es lo que queda por construir.

Yo propongo empezar por los cimientos: por la arquitectura de nuestras redacciones periodísticas y por la estructura organizativa de nuestros proyectos, haciéndonos algunas preguntas sencillas: ¿estamos cómodas en nuestra redacción?, ¿podemos trabajar tranquilas?, ¿nos sentimos arropadas por nuestras compañeras para enfrentar la reacción machista que le sucede al periodismo feminista?, ¿nos tratamos de igual a igual cuando compartimos rutinas de trabajo?, ¿hay espacio suficiente para desarrollar nuestra labor en la redacción?, ¿nuestro horario y nuestra carga de tareas nos permiten tomarnos un descanso, alimentarnos bien y descargar energía negativa?

¿Cómo hacemos para hacer saludable el entusiasmo no fingido? Es el turno de las preguntas y de la reconstrucción feminista del oficio más bonito y más maltratado del mundo.

 

NOTA DE LAS EDITORAS
Este texto tiene su raíz en la experiencia de la autora en la redacción de Pikara Magazine. Por eso estas reflexiones creemos que tienen cabida en los llamados medios alternativos, por ser los espacios donde pueden permear estas ideas y donde se puede apelar a la coherencia entre los valores del medio y las rutinas.
Download PDF

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

Download PDF

Título

Ir a Arriba