Fotoperiodismo feminista, claves y retos
Las cifras dicen que el fotoperiodismo es todavía una profesión ejercida por hombres y que, en la mayoría de los casos, contribuye a alimentar las imágenes estereotipadas de las mujeres, darles poca visibilidad y revictimizarlas en los casos de violencia machista.
Los medios de comunicación son fundamentales a la hora de crear opinión, transmitir valores y prejuicios. Las personas que trabajamos en ellos tenemos una gran responsabilidad a la hora de elegir los temas que tratamos y el enfoque. El machismo y el patriarcado están presentes en todos los ámbitos de la sociedad y la prensa, como parte de esa cultura, los refuerza y reproduce. Los temas que se eligen para contar, la publicidad que se incluye, el uso de que se hace del lenguaje, la invisibilización de las mujeres, los roles no igualitarios, el tipo de programación, las personas invitadas a opinar, la jerarquización de los temas… son dinámicas atravesadas por la cultura machista. La perspectiva feminista debería atravesar toda la redacción, pero se encuentra con trabas: la precariedad laboral es una de ellas.
Hacer un tratamiento feminista y transversal de la información es cada vez es más complicado. La situación de las personas que trabajan como freelance ha sido objeto de especial atención en los Informes que elabora la Asociación de la Prensa de Madrid (APM). Entre las principales conclusiones de estos estudios se destaca que cada año aumenta el número de periodistas o fotoperiodistas que se ven en la obligación de trabajar de manera autónoma. En la edición de 2017, la APM destacó el aumento de periodistas freelance que cobran entre 600 y 1.000 euros mensuales. El 90 por ciento, además, considera que su seguridad jurídica está en peligro. Ante este panorama, las y los profesionales del fotoperiodismo con contrato de trabajo han desaparecido prácticamente. La precariedad ha forzado a más mujeres a abandonar esta profesión: bajos ingresos, inseguridad económica y laboral, horarios imposibles de conciliar con la maternidad o con la vida en general… Cada vez hay menos mujeres fotoperiodistas en prensa local. La profesión está altamente masculinizada y la mayoría de las fotos se hacen a empujones.
Además, la precariedad y la situación de vulnerabilidad en la que ese tipo de colaboraciones profesionales colocan a las freelance hace muy difícil que se puedan denunciar los casos de abuso sexual y de acoso en el entorno laboral. Por otra parte, las y los profesionales del fotoperiodismo difícilmente pueden proponer enfoques en una reunión de redacción ni opinar sobre cual es la mejor foto para un tema del que seguramente desconocen el enfoque y el titular. Anna Gimeno, autora junto con Remei Castelló del ‘Manual de estilo para el tratamiento de la violencia machista y el lenguaje inclusivo en los medios de comunicación‘, editado por la Unió de Periodistes Valencians, afirma que “las mujeres somos la mitad de la humanidad y aproximadamente el 70 por ciento de las graduadas en periodismo, pero solo ocupamos un 27 por ciento de los espacios de responsabilidad en los medios. Tampoco estamos cuando se utiliza sistemáticamente un lenguaje no inclusivo. No estamos cuando las fuentes informativas y las voces expertas son en un 80 por ciento hombres”.
La necesidad de visibilizar a las mujeres
Según el estudio Génere i informació, de la Associació de Dones Periodistas de Barcelona, sólo hay un 6,55 por ciento de mujeres fotógrafas, frente al 39,67 por ciento de fotos con autoría masculina. El resto, sin firmar. Según este mismo estudio las mujeres tan sólo aparecen en fotos de prensa el 8,8 por ciento de ocasiones mientras que los hombres alcanzan el 66,68 por ciento. La representación de las mujeres en el mundo de las imágenes, delante o detrás de la cámara, sigue siendo mínima.
La imagen es fundamental en los medios de comunicación y es básica la hora de interpretar la realidad. El lenguaje audiovisual nunca es imparcial y siempre está mediado por el punto de vista de quien está tomando la fotografía. Es importante, igual que lo es elegir un tema u otro, decidir qué foto se pone, en qué tamaño o en qué lugar del periódico. Para Judith Prat, fotoperiodista aragonesa experta en conflictos internacionales, la mirada a las mujeres es primordial. “En mis coberturas en contextos de conflictos considero fundamental hablar de qué les ocurre a las mujeres porque se enfrentan a una cascada de violencia, a menudo ocultas como el estigma que sobre ellas pesa tras haber sufrido violencia sexual. Pero además es imprescindible que preguntemos a las mujeres qué opinan de lo que ocurre a su alrededor. Su opinión aporta información, matices, nuevas perspectivas y si no las incorporamos a nuestra cobertura estamos ofreciendo informaciones sesgadas. No podemos seguir narrando la historia sin escuchar a las mujeres, sin el relato de ellas la historia no está completa” afirma.
Machismo en la prensa diaria: cosificación, sexualización y roles
¿Pero qué ocurre con la prensa diaria? En los medios tanto escritos como digitales que se publican en España, las mujeres están invisibilizadas o expuestas. En la prensa deportiva casi no se habla del deporte femenino y si se hace es para resaltar la “belleza” de las deportistas o su carácter de madres o novias. Para saber si una foto o un titular es sexista basta con imaginarnos a un deportista varón en esa misma situación. En la sección de economía y empresas las mujeres apenas aparecen. En política en muchas ocasiones los titulares y las fotos de mujeres remarcan su estilo al vestir, aspecto físico, la supeditación a otro hombre (el líder masculino de su partido o formación) o remarcan sus cualidades como madre o esposa. Hay que prestar también atención a las poses, el tamaño, los planos, la actitud y los gestos (fotos que muestran mujeres sexualizadas, infantilizadas, frágiles, empequeñecidas, etc.) En ciertas ocasiones y en cualquier sección del periódico, aparecen mujeres situadas al lado de personajes masculinos y que, a juzgar por los pies de foto, no merecen ser citadas. Esta circunstancia ocurre cuando hablamos de personajes anónimos. Pero también pasa con mujeres conocidas que, al aparecer, en una posición próxima a la de hombres conocidos, son menospreciadas. En general deberíamos de evitar las imágenes que incitan al deseo y cosifiquen a las mujeres así como intentar visibilizar a las mujeres y mostrar la diversidad de cuerpos, géneros, identidades, culturas, etc.
El tratamiento de la imagen: la violencia de género, las agresiones sexuales y la prostitución
El Tribunal Constitucional habla del derecho a la propia imagen como un derecho autónomo de los derechos de la personalidad. “Que la fotografía no suponga una intromisión en el derecho a la intimidad del demandante no excluye que pueda constituir una intromisión en el derecho a la propia imagen, pues, conforme a la doctrina del Tribunal Constitucional, protege a su titular frente a la captación, reproducción y publicación de su propia imagen que afecte a su esfera personal, aunque no dé a conocer aspectos de su esfera íntima”, recoge un fallo del Supremo. Pero, insiste el tribunal en que son las circunstancias concretas las que determinan qué derecho fundamental prevalece sobre el otro. El Supremo cita especialmente el caso de “las víctimas de delitos gravemente atentatorios de su dignidad como los delitos sexuales o de violencia contra la mujer”, junto con el de las y los menores, como casos en los que la divulgación no consentida de la identidad de una víctima (en imagen o con información escrita) supone una intromisión ilegítima en su derecho a la intimidad.
Es por ello que deberíamos tener especial atención con las fotografías de víctimas de violencia de género. No hay que realizar ni publicar fotos de víctimas mortales cuando se está produciendo el levantamiento del cadáver, ni de sus domicilios, ni de sus familiares. Para Yolanda Monroig, jurista especialista en violencia de género, “mantener la intimidad de la víctima es fundamental y lo contrario no solo es una falta de ética total y una vulneración de la legislación relativa a protección de datos, sino la doble victimización tanto de la mujer como de su familia y allegados” y recuerda que los medios de comunicación han de “realizar una labor de concienciación en el tratamiento de las noticias con el respeto que las mujeres y sus familias necesitan. Evitando el morbo y mostrando también a las mujeres que salen de situaciones de violencia”.
En estas noticias deberían utilizarse imágenes de archivo de manifestaciones feministas, concentraciones en repulsa por la violencia de género, imágenes genéricas de centros de atención a mujeres, juzgados, policías, asistencia médica, etc. Fotografías que den el protagonismo a las mujeres u ofrezcan recursos para salir de la violencia. Debemos evitar también las fotos de banco de imágenes donde se teatralizan las agresiones. Las representaciones de la violencia, muy manidas en prensa, quitan veracidad a la noticia y de nuevo revictimizan a las mujeres. También habría que evitar las fotos de archivo de mujeres caminando solas o saliendo de fiesta que alimentan el discurso patriarcal. Debemos evitar señalar con las fotos a una comunidad racializada, a un barrio en concreto porque la violencia machista se da en todos los ámbitos. Si el agresor es una persona conocida o importante se han de evitar las imágenes que muestren sus logros. Por ejemplo, hay que evitar el tratamiento que hicieron muchos medios ante la denuncia a un futbolista por una agresión sexual a una mujer: a él se le mostraba en el campo de fútbol y a ella con fotos posando de su Instagram; había fotos de ambos en rueda de prensa. Si hay una denuncia en firme con información en abierto se pueden publicar fotos de los agresores, respetando la presunción de inocencia. Identificarlos puede servir como medida de prevención. Hay que hacer constar si es presunto o condenado y valorar si prima el interés público o el derecho a la intimidad.
Con respecto a la prostitución y a las víctimas de trata hay que evitar poner a las mujeres en situación de prostitución en riesgo publicando su imagen y siempre será preferible publicar fotos de los hombres, clientes o proxenetas, aunque sean de espaldas o en coches pasando por delante de clubs o rotondas.