“Las periodistas también somos defensoras de derechos humanos”
La periodista mexicana Cirenia Celestino Ortega, integrante de CIMAC, uno de los colectivos de periodistas pioneros en el mundo en introducir la perspectiva de género, trabaja para que las mujeres puedan ejercer su derecho a la libertad de expresión libres de violencia sin riesgo a ser violentadas.
Cirenia Celestino Ortega, periodista mexicana y coordinadora del Área de Estrategias de Comunicación y del Observatorio de Medios de Comunicación e Información de la Mujer, A.C. (CIMAC), fue una de las participantes del I Congreso de Periodismo Feminista Mª del Carmen Molifé, organizado por Pikara Magazine. Entre talleres y ponencias, las diferentes personas que asistimos pudimos intercambiar conocimientos, debatir, cuidarnos unas a otras y entrevistar a compañeras para conocer su lucha. Como la de CIMAC, que nació hace más de 30 años en México para incluir la perspectiva de género en el periodismo y la comunicación. Para hablar con Cirenia Celestino, nos escapamos de los talleres. Y entre sonrisas, varios pintxos, dos cafés y con el clásico alboroto de una un bar de la Plaza Nueva del Casco Viejo de fondo, la periodista describe la situación actual de las mujeres en México y la impunidad ante las violencias que sufren las periodistas y que no paran de incrementar.
¿Ha cambiado la visión o enfoque inicial con la que nació CIMAC?
Afortunadamente sí han cambiado cosas. Pero, hay otras que permanecen igual y, hoy, aún no se han alcanzado las metas que se establecieron en un principio. Por ejemplo: CIMAC nace de la ausencia de las mujeres en los medios de comunicación mexicanos. Sin embargo, 30 años después solo estamos presentes en el 24 por ciento de las noticias. Es decir, aún no se ha logrado que las mujeres gocemos en igualdad al acceso a puestos de información. A pesar de todo esto, en México hemos incidido para que se creen otros suplementos, revistas, medios digitales que tomen como modelo CIMAC para así aumentar la presencia de las mujeres. Es cierto que ahora tenemos una organización consolidada y que se van abriendo espacios, pero las mujeres aún no hemos alcanzado a ocupar ese 50 por ciento deseado. El aumento de la violencia entre otras cosas ha hecho que CIMAC esté más presente y con ello todo lo que llevamos denunciando desde hace años. La sociedad mexicana ya no ve solo el sexismo en los contenidos mediáticos, sino también la violencia que se vive fuera y dentro de las redacciones, la precarización y las malas condiciones laborales. Es decir, ahora hay una agenda mucho más amplia que incluye nuestra realidad y nuestras voces. Aún nos queda trabajo por hacer para que esas voces obtengan mayor presencia en los medios y sean valorada y respetadas.
En los últimos años se ha podido apreciar un aumento de la violencia y de las agresiones a mujeres en el territorio mexicano. En caso de que una periodista sea violentada, ¿cuál es vuestro modo de actuar?
Desde 2005, al crear nuestra propia metodología, empezamos a registrar los casos, documentarlos y a acompañar a las periodistas que habían sufrido violencia. Una vez que nos llega la información de que ha sido violentada, contactamos con ella para dar acompañamiento puntual a su casos. Tratamos de que no se sienta sola y le asistimos durante el proceso. Ofrecemos atención desde la contención emocional, y también ayudamos a orientar y les redirigimos a alguna organización que les pueda apoyar, entre otras cosas.
¿Cómo se trabaja en un territorio en el que el 95 por ciento de las denuncias de agresiones y violencia de género se archivan?
Con dificultades porque sufrimos machismo desde tres instancias diferentes: el periodismo con los propios compañeros periodistas, las organizaciones e instituciones, tanto públicas como privadas, y finalmente el Gobierno. Nuestros propios compañeros de profesión consideran que no hacemos el mismo nivel de investigación profesional que ellos. Desvalorizan nuestro trabajo. Nos cuestionan continuamente con preguntas del tipo: ¿cómo te van a estar violentando por cubrir “cosas de mujeres”? Por otro lado, cuando empezamos a documentar la violencia que recibimos las mujeres, algunas organizaciones salieron diciendo que “para todo queréis feminismo”, poniendo en duda nuestras vivencias y negándose a reconocer toda la información recopilada sobre violencia hacia las periodistas. Y en cuanto a las instituciones de Gobierno, nos trasladan su postura negativa de dos formas diferentes: cuando nos acercamos a las instituciones en busca de información sobre los casos de violencia registrados y de ellos cuántas son mujeres y cuántos hombres y nos dicen que no hay datos. Esto evidencia una clara omisión por parte de la autoridad. Por otro lado, cuando una mujer acude a poner una denuncia en vez de sentirse amparada por la justicia tiene que oír frases como: “Tú estás exagerando, algo has de haber hecho”. Eso lo dicen los propios agentes de autoridad que no tienen datos, no creen en la voz de las mujeres, actúan con machismo frente a la denuncia y encima hacen un análisis inadecuado de los riesgos a los que está sujeta una periodista porque carecen de perspectiva de género. Partiendo de un análisis así es normal que las medidas de protección que proporcionan no cubran las necesidades básicas.
Entonces, ¿qué otras salidas/medidas adoptáis al ver que la vía judicial no ha resultado efectiva?
Lo principal es el acompañamiento. Saber qué es lo que necesita la compañera; y, si es orientación, acudir con ella frente alguna autoridad u organismo. Ahora bien, tenemos otras vías que son más de denuncia, como los pronunciamientos, declaratorias y las alertas dependiendo del nivel de riesgo. Si hay una compañera que ha sido amenazada y su vida corre peligro se saca una alerta de inmediato especificando que lo que le está ocurriendo es responsabilidad del agresor, si se le tiene identificado, o en todo caso del Estado, señalando que no ha cumplido con su función de garantizar su seguridad. Si la autoridad es omisa, sacamos una declaratoria expresando que la autoridad debía hacer esto y no lo está haciendo. Con actitudes como esta se está violentando los derechos humanos de esta periodista. Hay casos que por su nivel de riesgo no se saca a los medios de comunicación. Pero hay otros casos que el hecho de que hayan salido en los medios de comunicación nos ha ayudado a hacer presión política. La denuncia pública provoca que las instituciones tomen medidas y decisiones con mayor agilidad. Obliga a que se posicionen.
¿Hay algún tipo de protección para las defensoras de derechos humamos?
Trabajamos mano a mano con dos instituciones: la FEADLE (Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión) y con el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas. Ambas vías se citan en el informe que hemos realizado y en el que explicamos que, aún habiendo sido creadas para garantizar y salvaguardar la integridad de los periodistas, y de contar con estas instituciones del Estado mexicano, no han garantizado la seguridad ni han supuesto la disminución o erradicación de la violencia. Al no tener perspectiva de género cuando les llega un caso no saben qué hacer. Estas dos instituciones son de gobierno. No tienen un consejo especializado con perspectiva de género que les permita crear medidas al contexto de la periodista aunque lo hemos exigido varias veces incluso a través de nuestro informe.
¿Qué ha la publicación del informe ‘Simulación y desplazamiento. Violencia contra las mujeres periodistas 2012-2018’, que habéis publicado recientemente?
Ha logrado colocar un tema que nunca antes se había puesto sobre la mesa del debate social: la perspectiva de género en lo que se refiere a la protección de las periodistas. Lo que nos lleva decir que sin CIMAC no habría perspectiva de género dentro del periodismo. Estamos poniendo en el ojo de las y los periodistas la protección como un elemento principal para poder ejercer su libertad de expresión. Además, este informe ha servido instrumento para, en el ámbito nacional, colocar la discusión, porque a escala internacional ya hay dos informes que lo recogen.
¿Han perdido las periodistas el miedo a denunciar?
Algunas. Para otras todavía es difícil. Tenemos muy naturalizada la violencia. Las mujeres estamos acostumbradas a no quejarnos, a aguantar y a resistir. Encima en el periodismo esa violencia se excusa con la premisa de “siendo periodista asumes o corres riesgos”. Que sí, tienen razón pero eso no debería significar para las mujeres una doble exposición ante el riesgo. Sigue habiendo una marca que dificulta la capacidad de identificar hechos violentos. Desde ya hace un tiempo en CIMAC buscamos nuevas formas de tejer confianza con otras compañeras, para que cuando se acerquen a nosotras confíen y tengan plena seguridad de que sus datos no van a ser divulgados, que su caso será cuidado. Y lo más importante, que no serán revictimizadas sino escuchadas.
¿Habéis buscado tejer redes fuera de vuestra organización?
Sí, con varias. Por ejemplo, hemos hecho una alianza con el Movimiento de la Libertad de Expresión. Dentro de este acuerdo siempre hacemos hincapié en que la violencia no nos afecta, impacta, ni se expresa igual manera en nuestros cuerpos. También trabajamos con el movimiento de mujeres. Las periodistas también somos defensora de derechos humanos. Las periodistas acompañamos el movimiento feminista y también hay periodistas feministas. En ambos lados hay mujeres periodistas que son defensoras de derechos humanos. Estas alianzas nos han permitido ir sumando agendas con los diferentes colectivos con los que trabajamos y tener una afección más integral. En CIMAC somos periodistas, no somos abogadas ni psicólogas, por lo que necesitamos tejer alianzas para brindar a las compañeras lo que ellas necesitan.
Comos dices, las componentes de CIMAC además de periodistas sois defensoras de derechos humanos, por ello muchas veces se os considera directamente activistas. ¿Cómo lográis conciliar la vida del periodismo y el activismo?
Antes teníamos más problemas con ello, íbamos a entrevistas o a ruedas de prensa y nos preguntaban si veníamos como activistas o periodistas. Y hoy, en cambio, podemos decir bien alto que somos defensoras de los derechos humanos de las mujeres y lo hacemos a través del periodismo y de la comunicación. Esa es nuestra herramienta para la defensa. Ayer escuchando a las Pikaras me reafirmé: nosotras somos una apuesta periodística feminista y el feminismo no le resta a nuestro periodismo, sino más bien enriquece cómo analizamos la realidad.
Nosotras hacemos un periodismo de paz para las mujeres, un periodismo que acerca las mujeres víctimas de violencia a la justicia, a la verdad y a la reparación del daño. Pero sobre todo un periodismo de derechos humanos porque velamos y defendemos estos derechos desde nuestro ejercicio periodístico e identificamos el acceso a información y a la comunicación como claves para ejercer los demás derechos. Si yo no tengo información sobre dónde acudir para que me atiendan un aborto difícilmente voy acceder a mi derecho a la salud.
¿Qué ha supuesto el alcance del movimiento #MeToo para las periodistas mexicanas?
En México el movimiento #MeToo es muy reciente. La encuesta que realizamos en 2008 sobre las condiciones laborales de los y las periodistas ya mostró que vivíamos bajo la brecha salarial, con falta de prestaciones laborales y con horarios masculinos donde las mujeres teníamos dificultades para combinar la vida personal y privada y el acoso. En 2014, pensando que habría cambiado, volvimos a hacer otra pero el resultado fue el mismo. La única diferencia que encontramos fue un aumento del hostigamiento. En aquel entonces se podría identificar mejor la violencia que recibiamos las mujeres desde el interior y exterior del gremio por parte por parte de los jefes y de los compañeros de trabajo. Entonces, cuando en 2019 aparece el movimiento #MeToo era algo de lo que ya teníamos conocimiento. Gracias a las redes sociales y la confidencialidad que estas otorgan, las mujeres lograron denunciar aquello que hace años llevamos sufriendo en silencio. En México, algunos medios tomaron medidas despidiendo a directores y periodistas que habían sido denunciados, pero otros, no.Este movimiento ha abierto la puerta a diálogos que marquen protocolos de actuación para casos de violencia surgidos dentro de las redacciones. Ha servido también para la concienciación de periodistas sobre violencia contra las mujeres y la perspectiva de género. Es decir, permitió abrir un tema que ya estaba ahí, que nosotras identificamos hace ya diez años. Es entonces cuando nos dimos cuenta del poder masculino mantenía calladas esas voces, pero gracias a las redes sociales ya no nos vamos a volver a callar.
En tu intervención el congreso de periodismo feminista de Pikara Magazine dijiste que “la libertad de expresión es fuente de poder para las mujeres” , ¿qué querías decir con esto?
No es que a mí se me ocurriera esta cita. Bueno sí y no. La declaración de 1994 de Bangkok recoge que “la comunicación es fuente de poder para las mujeres”. Nosotras nos adueñamos de dicha frase pero lo adecuamos un poco, ya que consideramos que no solo la comunicación, sino también la libertad de expresión es una herramienta que empodera a las mujeres. Esta libertad se puede ejercer en varios sentidos, partiendo de nuestra propia voz. Tan solo con el habla trasladamos nuestro parecer de boca a boca. Y ya si hacemos uso de los medios de comunicación podemos ser un megáfono de nuestras necesidades, demandas y condiciones de vida concretas. Por eso es fuente de poder. Somos muchas, somos diversas, y es la libertad de expresión lo que nos permitirá expandir nuestras voces. Por ello es necesario garantizar la libertad de expresión en el día a día de todas las mujeres. Por otro lado, si las periodistas no tenemos condiciones de vida garantizadas no podremos hacer uso de nuestra libertad de expresión correctamente, por lo que tendremos una sociedad desinformada. Es por ello que digo que la libertad de expresión se debe proteger tanto para las mujeres que forman parte de la sociedad en su conjunto como para las periodistas. El hecho de que las mujeres podamos ejercer este derecho libres de violencia nos da tiempo para la creatividad, para pensar nuevos enfoques, temas, narrativas, entre otros. Para ejercer la libertad de expresión es necesario erradicar cualquier tipo de violencia contra las periodistas.
¿ Qué significa eso de “periodismo de paz para las mujeres”?
Cuando decimos esto reconocemos que somos sujetas de derechos humanos y de acción. Se trata de mostrar a través de la narrativa lo que ganamos las sociedades cuando las mujeres somos plenas y estamos libres de violencia.
Impunidad total
Comunicación e Información de la Mujer A.C., más conocida como CIMAC, es una asociación civil fundada en 1988 en México por un grupo periodistas que buscan generar y publicar información con perspectiva de género. Se centran en dar a conocer las diversas situaciones que viven las mujeres, el trabajo periodístico que realizan las periodistas y las condiciones bajo las que lo ejercen.
Con motivo de la celebración de sus 30 años de actividad, han publicado un informe que denuncia la violencia contra mujeres periodistas en México durante la presidencia de Enrique Peña Nieto: ‘Herencia de un sexenio: Simulación y Desplazamiento. Violencia contra mujeres periodistas 2012-2018’.
Tras el estudios de datos obtenidos a través de diferentes investigaciones CIMAC ha fijado en un 222% el incremento total de las agresiones contra periodistas. Este dato se ha obtenido tras comparar el total de agresiones durante el gobierno de Felipe Calderón y el posterior sexenio de Peña Nieto. Con lo que se puede decir que este último mandato se caracteriza por una impunidad casi total, donde la violencia es ejercida sin apenas ninguna consecuencia jurídica o social. En otras palabras, se aprecia un total negligencia por parte de las instituciones mexicanas. Según detalla el informe, en seis años el número de mujeres vejadas, amenazadas, desaparecidas, secuestradas, violadas e incluso desplazadas se disparó notablemente. De todas las agresiones registradas, las más frecuentes durante el sexenio fueron: actos de intimidación (19,56%), amenazas (13,39%), hostigamiento (11,51%), agresiones físicas (10,15%), el bloqueo informativo (8,69%), campañas de desprestigio (7,22%) y el uso desproporcionado de la fuerza pública (6,28%).
A raíz de toda la información recogida, CIMAC apunta que a pesar de que ejercer el periodismo en México conlleva un alto riesgo de padecer violencia, hay algunas características diferenciales que confirman que el umbral de peligrosidad para mujeres es mucho más mayor. Puede llegar a afectar a diferentes ámbitos de sus vida: en lo laboral con un incremento de precariedad, hasta en la vida personal con amenazas y hostigamiento continuo. En consecuencia, desde CIMAC trabajan para lograr la “solidaridad del gremio” con estas reporteras que se sienten “muy solas”. Cuando las periodistas huyen, porque corren peligro, “el desplazamiento para ellas y sus familias es mucho más complicado que para los colegas varones”, recoge la investigación, que también insiste en que este “linchamiento” público, esta “normalización” de la violencia hacia las periodistas se ve incrementada por la impunidad. “No hay ningún caso que haya sido investigado”, apunta.
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