El periodismo feminista como principio ético

El periodismo feminista como principio ético

Un periodismo feminista es aquel que adopta como punto de vista para analizar e interpretar el mundo los principios del feminismo.

22/01/2020

Ilustración: Señora Milton

 

 

Hablar hoy del tan cuestionado periodismo y defender que es imprescindible que sea feminista, que sea de calidad, que sea buen periodismo, puede parecer osado o ingenuo. Pero la historia nos ha demostrado que el mundo se mueve y cambia gracias a osadías e ingenuidades porque así se construyen acciones realmente transformadoras. Somos sinceras, osadas y quizás ingenuas, pero defendemos que hoy es más necesario que nunca un periodismo que aplique la perspectiva de género como herramienta profesional imprescindible.

Por ello cualquier persona que se dedique al periodismo debería tener formación en perspectiva de género, porque todas las actividades humanas están atravesadas, de una manera o de otra, por la desigualdad derivada del sistema sexo/género, uno de los cimientos más resistentes de la organización social. Esta desigualdad nos lleva necesariamente a denunciar y visibilizar otras desigualdades marcadas por las categorías de etnia, estatus, clase, edad, procedencia, idioma, capacidad, orientación sexual, etc., que configuran las interseccionalidades y tienen que formar parte innegociable de esta formación en perspectiva de género porque nos afectan a todas, ya sea desde los privilegios, ya sea desde las discriminaciones.

Para empezar, deberíamos preguntarnos qué es el periodismo en el siglo XXI y qué tipo de periodismo se debería ejercer. Desde el Máster Género y Comunicación defendemos que el periodismo es un método de interpretar la realidad. Nosotras la interpretamos y la interpelamos desde el feminismo y, no sin dificultades, defendemos nuestro posicionamiento. Eso sí, sabemos también que no hay una única manera de interpretar la realidad porque las y los profesionales del periodismo son hombres y mujeres socializadas en una determinada cosmovisión, unos determinados valores, unas creencias, unos procedimientos y unas rutinas muy arraigadas. Todo ello constituye la cultura profesional, la doxa, lo que parece la manera natural de pensar el periodismo.

No se trata de creer que el periodismo tiene que ser “objetivo”, un concepto que ya hoy nadie defiende, por su imposibilidad, pero sí creemos que el periodismo –sobre todo el informativo, otra cosa sería el periodismo de opinión– tiene que ser veraz, honesto, riguroso, confiable, serio, ético y digno. En periodismo es difícil separar la información de la opinión porque todo en periodismo es elección: desde el tema, hasta el lugar que ocupa o la manera de titular, el enfoque o las fuentes que se consulten; pero sí consideramos que hay una diferencia entre informar y opinar. Durante mucho tiempo se pensó que el periodismo informativo era un espejo de la realidad, cuando ciertamente es un “constructor de realidad”, pues depende de cómo se presenten los hechos y acontecimientos, la ciudadanía tendrá una percepción u otra de los mismos fenómenos (Gaye Tuchman, 1978). Los medios “crean” realidades, pues la repetición de unos mismos conceptos y esquemas acaban modificando la misma realidad que los inspiró.

En esta relación dialéctica entre realidad y periodismo, periodismo y realidad, en esta interacción permanente, este diálogo que cuestiona y responde y vuelve a cuestionar para intentar luego responder, es donde nosotras creemos que debe situarse el periodismo de calidad en el que creemos. No se debe dar nada por sentado, por sagrado, por intocable. El buen periodismo informativo debe ser crítico, cuestionar aquellas tradiciones, costumbres o ideas que se habían tenido por verdad. Ser capaz de presentar a las audiencias interpretaciones honestas, basadas en datos confiables, en declaraciones contrastadas, en una diversidad y pluralidad de fuentes que permitan a la audiencia hacerse su propia composición del asunto de que se trate.

El periodismo, ni el informativo ni el de opinión, puede disponer de una única verdad, así que abogamos por un periodismo que reconozca abiertamente desde qué perspectiva o punto de vista aborda la realidad. Creemos que es legítimo que un medio se declare de izquierdas, de derechas, confesional, nacionalista o feminista siempre que así lo explicite en sus principios fundacionales y no pretenda estar más allá del bien y del mal. Sobre todo, planteamos que el punto de vista o enfoque tiene que estar meridianamente claro, que las personas que siguen ese medio tienen que saber desde dónde se analiza e interpreta la realidad. Sobre todo, renunciar a la pretensión de tener la única verdad, porque la vida y el mundo están llenos de verdades diversas, de formas de ver y mirar.

Si un medio puede tener suficiente altura de miras como para, dentro de sus principios fundacionales y sin traicionarlos, dar cabida a una pluralidad de estados de opinión, será mucho más creíble y respetable. Si es honesto, si declara desde dónde contempla el mundo, no tiene que tener miedo de ofrecer su espacio a discrepancias, siempre que sea coherente, que no dé bandazos ideológicos que suman a las personas que lo siguen en el estupor, que explique y rectifique si se equivoca, si incurre en errores manifiestos. Creemos que un medio tiene que adquirir un compromiso ético con lo que considere intrínsecamente bueno o malo para la sociedad, y ser fiel a ese compromiso. El medio tiene que explicitar bien cuál es su línea editorial y ajustarse a ella, aunque a veces desagrade o no satisfaga las expectativas de su audiencia, las marcas que se anuncian, los vínculos económicos o ideológicos que haya contraído en el marco social en el que se desenvuelve. Siempre habrá quien no esté de acuerdo con lo que un medio propone, por ello tiene que intentar defender su autonomía e independencia, y estar abierto a críticas, pero sin querer satisfacer a todo el mundo, sean las personas que lo siguen, los anunciantes o los poderes públicos.

Un medio tiene que explicitar bien cuál es su línea editorial y ajustarse a ella

Teniendo estas reflexiones como telón de fondo común para lo que desde el Máster Género y Comunicación entendemos como periodismo, en consecuencia, un periodismo feminista es aquel que adopta como punto de vista para analizar e interpretar el mundo los principios del feminismo.

Creemos que una persona que se dedique al periodismo puede y debe tener formación en perspectiva de género, pero no necesariamente tiene que ser feminista –por contradictorio que pueda parecer– pues el género es una categoría de análisis, y el feminismo es una ideología que da soporte a un movimiento social y político. Feminista o no, una persona que quiera ejercer el periodismo de manera rigurosa debe conocer cómo se adquieren las identidades de género, la importancia de esta adquisición y las diferencias y discriminaciones que se establecen entre los seres humanos por la adscripción a un sexo/género u otro, y la problemática que se deriva de la construcción de las subjetividades. Ello le permitirá, como profesional del periodismo, ser consciente de cómo el género atraviesa toda aquella información que elabora y así poder construirla desde un conocimiento profundo sobre la discriminación histórica que hemos experimentado las mujeres y diversos colectivos y hacerlo en un constante ejercicio de reflexión interseccional consciente.

Una persona que desee ejercer un periodismo como el que defendemos aquí tiene que mirar la realidad desde otra perspectiva, cuestionar la cultura profesional que ha sido considerada la doxa universal, esa que ha ocultado una visión androcéntrica del mundo, que ha dejado en los márgenes de la historia todas aquellas experiencias humanas no hegemónicas que no se han ajustado a los patrones del sistema patriarcal.

 

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