Un hogar para T.

Un hogar para T.

"Te voy a vengar, T. Y voy a vivir y voy a ser feliz y voy a transformar toda esta mierda en alegría". Mar Gallego escribe al enterarse del suicidio de T. "Petardo tú y petarda yo. Bendito tú y bendita yo".

Texto: Mar Gallego
Imagen: Núria Frago
15/01/2020
Ilustración de Núria Frago. La silueta de dos personas que apoyan las manos en el hombro de la otra, conforma un paisaje de raíces, casas y plantas.

Ilustración hecha inicialmente para el artículo ‘Rota conoce a rota’.

Acabo de saber de tu suicidio. Ha sido el primer mensaje de WhatsApp cuando he encendido el móvil. “Por Dios, qué has hecho” es lo primero que he pensado. Repetir tres veces tu nombre ha sido lo segundo. No creerlo lo tercero. Y recordar por qué eres tan especial lo cuarto.

Las presencias extrañas me alertaron de algo hace unos días. Puede que este eclipse haya hecho el resto. Una luna enorme gobernaba anoche el cielo. Tú habrías sabido apreciarlo.

Tengo rabia T. Siento que el suicidio, en muchos casos, es la muerte silenciosa de personas demasiado sensibles y demasiado auténticas. Siento que debí hablarte aquella vez en la que intenté acercarme a ti a través de un mensaje. Lo que recibí a cambio no me gustó: la contestación de un hombre heteronormativo medio, aburrido, que quería ofrecerme la apariencia de control: “Estoy realmente bien”, me dijiste. Me enfadé porque me estabas mintiendo y a mí nunca me mentías.

Te estoy echando de menos.

Nuestra relación comenzó hace mucho. Éramos adolescentes y conectamos al instante. Me regalaste tu gorra blanca. Es la única que me pongo cuando llevo gorra. Las redes sociales de las que me he alejado en estos meses y nuestros mensajes extraños evidenciaban una relación especial que luego fue confirmada por la gente que teníamos en común: “Él realmente te quiere. Él realmente te aprecia”.

Agradecías aquellas partes de mí que el universo normativo detesta. Me lo hacías saber en tus intervenciones en mi muro. Sólo comentabas aquellas imágenes políticamente incorrectas. Cuando me vestía de unicornio en una manifestación, cuando me divertía poniendo alguna imagen provocadora. Ésa era la Mar que realmente apreciabas. Me escribías “badass” y yo tenía que ir directamente al translate inglés-español. Significado: “Persona que posee una personalidad genuina, que no busca aparentar, como lo haría un poser”. Precisamente ha sido el postureo lo que no he soportado últimamente de la redes sociales. No digo que sean sólo eso. Digo que también son eso.

Vivir con autenticidad para ti y para mí pasaba por afirmar que algo pasaba cuando estaba pasando. No soportar los silencios familiares. Ahogarnos cuando el mundo no reconoce. El universo adulto es experto en esconderlo todo debajo de una alfombra. El universo adulto es navegar sin remordimientos por el mundo de la apariencia.

Para nuestros cuerpos, que se niegan a mentir, sí pasan cosas y es por eso que somos identificados como seres indeseables. Catalizadores de sus mentiras: “Esconde tu dolor. Actúa como si tuvieras el control”. Nuestra negación a aparentar pone en peligro su mundo. Por eso, a veces, no perdonan nuestra forma de habitarlo.

Ahora estoy maldiciendo todos aquellos momentos en los que me he esforzado por encajar. Nuestra chispa y nuestro fuego se han extinguido la mayoría de las veces intentando imitar al resto. ¿Cuántas vidas se perdieron en ese instante? ¿Cuántas se podían haber salvado con un referente distinto?

Tu mensaje de amor definitivo vino cuando subí la foto más políticamente incorrecta en mi Instagram. Una foto en la que salía enseñando el culo al personal. Una foto que, por supuesto, eliminé. Te apresuraste a escribirme por privado y me dijiste: “Creo que somos la misma alma dividida en dos personas, y en continentes distintos”. Todo ello desde tu inglés apresurado y acortado.

Petardo tú y petarda yo. Bendito tú y bendita yo.

Esta mañana sentí precisamente eso. Que moría una parte de mí. Que moría mi otra Verónica y que, tanto tú como yo -demasiado sensibles, demasiado alegres, con demasiado dolor, demasiado fuertes, con demasiada depresión a veces-, nos podríamos haber intercambiado. Sentí que, en este momento en el que he hecho de la vulnerabilidad mi mayor don y fortaleza, en el que empiezo a sentirme cómoda en mi propia piel, realmente te podría haber contactado con un mensaje claro y conciso: “Ey… realmente creo que podemos ser felices tal y como somos”.

¿Qué referentes tenemos las personas como tú y como yo si no nos convertimos en los nuestros?

Te refugiaste en el arte y usaste la escritura y la comedia como modo de vida. Como forma de exorcizar los fantasmas. El arte y el mundo del espectáculo son, la mayoría de las veces, los únicos lugares aceptables para identidades que son deseables como personajes pero despreciadas como personas. Nadie quiere tener delante a las protagonistas que admira en sus novelas. Cuando son de carne y hueso, estas protas viven en un continuo desahucio, en una continua otredad. El mundo es un infierno para las personas que desprecian la mentira. El mundo es un infierno para las personas auténticas.

Ésa es la clave de la hipocresía universal. La misma que reduce tu suicidio hoy a tu forma inestable de habitar el mundo. La misma que comenta lo cabra loca que eras. La misma que no quiere ver tu contexto ni preguntarse por qué. Que prefiere reducirlo todo a la locura, la bebida, las malas elecciones.

Tu historia me deja un claro mensaje: tenemos que fabricar la alegría mientras no ocultamos la tristeza. Necesitamos ese referente para no extinguirnos. Fabricarla desde este queer que nunca encuentra su silla. Hacer de este no encajar la primera trinchera.

Trazar este camino destartalao y gritarle al mundo que sí: que no es fácil, que ir contra vía es difícil, que nos aprieta el genio, la precariedad y el cansancio. Pero que este camino tiene también sorpresas increíbles. Que hay amigas mágicas y explosivas aquí. Que es bonito mirarse al espejo y reconocerse. Que son preciosas las familias que construimos cuando decidimos creer en nuestras desviaciones. Que hay mucha alegría, como la que tú tenías, detrás de nuestros dolores. Porque, tú lo sabes como yo T, sólo quien habita los cuartos oscuros sabe cómo crear un mundo que merezca la alegría. Una alegría fuerte, escandalosa, poderosa. Una alegría que hace temblar a quienes nos quieren norma.

Tu historia me deja claro que necesitamos construir ese doble referente de sentires de manera constante. Te voy a vengar, T. Y voy a vivir y voy a ser feliz y voy a transformar toda esta mierda en alegría. Fabricaré un hogar enorme donde podamos habitar quienes también lloramos. Un mundo donde tú no tengas que comportarte “como un hombre”. Donde nadie tenga que hacer como si nada pasara. Una casa donde nuestras partes oscuras, lo mejor que tenemos, sean bienvenidas.

Thank you and love and miss…
Your Badass

 

 

Download PDF
Etiquetas: ,

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

Download PDF

Título

Ir a Arriba