Los cuidados en el centro para derribar el capital

Los cuidados en el centro para derribar el capital

Las trabajadoras del hogar y de los cuidados recuerdan las promesas incumplidas en una charla organizada por Oxfam Intermón en el marco del Foro de Davos.

Texto: Ter García
05/02/2020
Trabajadoras de hogar y de cuidados se manifiestan en Bilbao por el reconocimiento de sus derechos y contra la enmienda 6777. 27/06/2018.

Trabajadoras de hogar y de cuidados se manifiestan en Bilbao el 27/06/2018 / Foto: Ecuador Etxea.

Vivimos en un sistema que no funciona por sí mismo. Un sistema que es cojo y, para funcionar, necesita del trabajo invisible y precario de miles de mujeres en los cuidados, que es esencial para sostener la vida. Este es el punto de partida del encuentro ‘Los cuidados, lo que el capitalismo nos dejó’, celebrado el pasado 23 de enero en Madrid. Organizado por Oxfam Intermón, el evento ha contado con las ponencias de Nerea Basterra—responsable del área de Cuidados y Participación en Oxfam Intermón—, la periodista feminista Isabel Muntané, y las trabajadoras del hogar y de cuidados Constanza Cisneros, Jessica Guzmán y Rafaela Pimentel.

“Sin el trabajo de cuidados desaparece, la vida se apaga”, resalta Zinnia Quirós, responsable del Programa Doméstico de Oxfam Intermón y encargada de introducir el evento. Quirós subraya la importancia del trabajo de los cuidados para que el sistema capitalista funcione, pero también el conflicto que reside entre el capital y la vida. “Es un conflicto estructural, porque es la base misma del sistema, y es irresoluble, porque la solución está en dinamitar el sistema y hacer un cambio radical”, señala.

Explica que, el trabajo de los cuidados, en el que se reconocen menos derechos porque lo hacen las mujeres, no solo se reparte en cuanto al eje de género, sino también en cuanto a los ejes de poder, de raza, de clase y de estatus migratorio. “Cuando no podemos hacer ese trabajo de cuidados porque tenemos que echar horas a la maquinaria capitalista, lo que hacemos es subcontratarlo a otras mujeres con una situación más precarizada, aprovechando esas legislaciones que discriminan y que hacen que impunemente se puedan vulnerar derechos humanos”. “Todas y todos somos cómplices porque lo necesitamos —destaca—, y, por lo tanto, todas y todos somos parte también de la solución”.

“Tiempo para el cuidado de la vida”

“Tenemos una economía al servicio de un pequeño número de personas, la mayoría hombres y blancos, con un sistema basado en mantener sus privilegios”, ha afirmado Nerea Basterra. “Nos suelen decir que hay un gran efecto secundario de este sistema que es la pobreza, que se nos vende como una lacra que hay que ayudar a paliar sin tener nunca en cuenta que esta pobreza y estas desigualdades son consecuencia de este sistema”, añade.

Basterra referencia el informe de Oxfam que da nombre a su charla, ‘Tiempo para el cuidado de la vida’, publicado por esta ONG coincidiendo con la celebración del Foro de Davos, que cada año reúne en Suiza a los principales líderes empresariales y políticos del mundo. En el informe se expone cómo la “desigualdad sigue fuera de control”, en palabras de Basterra, que señala que se cuentan 735 millones de personas en una situación de extrema pobreza. Un panorama muy relacionado con el trabajo invisibilizado de millones de mujeres. Un trabajo cuyo valor económico, si se contabilizara, alcanzaría los 10,8 billones de dólares —9,76 billones de euros— en el ámbito mundial mundial y, en el caso de España, cerca de un 15% del Producto Interior Bruto (PIB). “Cuesta pensar cómo se podrían pagar estas horas porque, si dejamos de hacerlas, el sistema y la vida desaparecerían”, añade.

Son unos trabajos de cuidados que cargamos las mujeres, subraya Basterra, a raíz de unas normas sociales no escritas. “Un peso en una mochila que cargamos toda nuestra vida”, continúa, y que afecta tanto a las niñas que no pueden estudiar por tener que ocuparse de los cuidados en sus hogares, a las mujeres adultas que no pueden acceder a trabajos remunerados por ocuparse de los cuidados familiares o a aquellas que para trabajar, tienen que derivar estos cuidados a otras mujeres, provocando las “cadenas globales de cuidados”. Una situación que, además, afirma que va a empeorar a causa del envejecimiento de la población, el incremento de la natalidad en los países del sur global y al decaimiento del Estado del bienestar.

“La sociedad no asume que los cuidados tienen valor” es el problema de fondo, según Basterra. Frente a esto, resalta la necesidad, por parte de los Estados, de invertir en sistemas de atención y cuidados, de acabar con la riqueza extrema —que provoca la pobreza extrema—, establecer salarios dignos y garantizar que las personas que ocupan esos trabajos tengan parte en la toma de decisiones. También en que contribuyan al cambio e esas normas sociales que cargan a las mujeres con los trabajos de cuidados y promuevan la responsabilidad de las empresas en cuanto a la flexibilización de horarios y la conciliación laboral y familiar.

“Tras la puerta: cambiando el discurso de los medios”

Isabel Muntané, periodista, impulsora del máster Gènere i Comunicaciò de la Universitat Autònoma de Barcelona, ha puesto el foco en el papel de los medios de comunicación. “Antes de reclamar hay que saber qué pasa con las trabajadoras”, señala la también socia de la cooperativa Almena Feminista. A partir de un estudio realizado en 2019 sobre las informaciones sobre el sector publicadas en trece medios de comunicación estatales y catalanes entre los que se cuentan 20Minutos, El Mundo, El País, eldiario.es o El Salto, la periodista ha expuesto cuál es el imaginario que los medios de comunicación ofrecen a la ciudadanía en cuanto a las trabajadoras del hogar y de cuidados. “Es lo primero que hay que cambiar”, apunta. Incultas, mentirosas, ladronas o provocadoras sexuales son algunos de los sambenitos que muchos de los medios tradicionales colocan a las mujeres que trabajan en el sector de los cuidados.

El estudio lo realizaron en colaboración con mujeres de varios colectivos de trabajadoras del hogar y de cuidados, como Mujeres Pa’lante y Las Libélulas. “Fueron ellas las que analizaron los discursos de los medios de comunicación. Nosotras, que somos periodistas feministas, también nos sorprendimos y aprendimos mucho”, afirma. Muntané explica que el estudio no vio diferencias notables entre territorios, pero sí entre los discursos que ofrecían los medios según si eran tradicionales o si tenían una estructura distinta, con más peso de sus trabajadoras y trabajadores. Analizaron la autoría de las publicaciones —si tenían firma o si eran de agencias o firmadas como “redacción”—, el motivo de la publicación, la sección del medio en la que se publicaba o si en esta se contaba o no con la voz de las trabajadoras y con qué otras fuentes. Uno de los resultados visibles fue que en más de la mitad de las noticias publicadas la fuente principal eran la policía o los juzgados. Son noticias sobre robos u otros delitos de las que no había un posterior seguimiento en cuanto si se había celebrado o no juicio, o si en el caso de que este se hubiera celebrado, si había habido una condena o una absolución.

También resaltaba que había temas que eran sistemáticamente silenciados u omitidos: las reivindicaciones de las trabajadoras, el papel de los cuidados como sostenedor de la vida, la reclamación de derechos laborales o las violencias sexuales que sufrían. Estos temas eran, según resalta Muntané, sistemáticamente sustituidos por estereotipos: las trabajadoras del hogar como víctimas, como personas con baja cualificación, como sospechosas o presuntas delincuentes. “En los medios de comunicación no hay presunción de inocencia para ellas”, resalta la periodista.

“Construyendo herramientas colectivas para defender nuestros derechos”

Constanza Cisneros es trabajadora del hogar y de los cuidados y una de las mujeres que forma la asociación Senda de Cuidados y el Observatorio Jeanneth Beltrán, organización que debe su nombre a una trabajadora interna que murió en Toledo al no poder acceder al sistema de salud. “No tenemos los mismos derechos que el resto de trabajadores”, denuncia, citando, por ejemplo, que ella y sus compañeras no tienen acceso al subsidio de desempleo si pierden un trabajo y se ven obligadas a encontrar otro empleorápidamente para poder subsistir.

“El observatorio se ha hecho por esto —continúa—, para recoger y denunciar las vulneraciones que se dan en el trabajo del hogar, muchos de ellos por desconocimiento”. Y es que, según señala Cisneros, el estigma de no tener papeles en regla provoca que muchas mujeres migrantes acepten cualquier trabajo y cualquier tipo de condiciones. “Querían brazos y venimos personas”, añade.

Cisneros subraya la importancia de la organización entre las trabajadoras ya que muchas compañeras llegan al Estado español sin saber a quién acudir y aceptan trabajos de interna, que “es esclavitud”, denuncia. “Hemos llegado a dormir a los pies de las personas que cuidamos para atenderles —añade— o a trabajar 16 horas seguidas”. Son organizaciones como Territorio Doméstico las que les han permitido “acuerparse”. “Que es que nos unimos y protegemos unas a otras”, define.

Denuncia también el desprecio que sufren por ser migrantes: “Muchos piensan que somos menos, que somos ignorantes. Una [clienta] me preguntó que si conocía a dios, que si estaba bautizada, que como somos animalitos…”.

“No tener los papeles en regla es una falta administrativa, no es un delito, pero nos estigmatizamos y no conocemos nuestros derechos”, lamenta Cisneros. Pero cuando están juntas, afirma que se sienten fuertes y tienen claro que su principal reivindicación es la aprobación en el Estado español del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo, que regula los derechos de las trabajadoras domésticas. “Y ahora no nos vamos a dejar engañar”, resalta en referencia al aplazamiento de la equiparación del trabajo doméstico al resto de sectores laborales en derechos, inicialmente decretada para el 1 de enero de 2019, aunque aplazada por el Gobierno de Mariano Rajoy a 2024. “Creía que no podríamos con ello y fue un momento muy importante, nos articulamos con otros colectivos y con mujeres de toda España y nos plantamos en el Congreso y en el Senado ante su promesa incumplida”, recuerda, por su parte, Rafaela Pimentel. En octubre de 2018, a raíz del pacto entre PSOE y Podemos, con un nuevo plazo máximo en 2021 para la entrada en vigor.

“Resistencias y alianzas de las expulsadas del neoliberalismo”

Jessica Guzmán es presidenta de la asociación de mujeres migrantes Malen Etxea, un espacio de reflexión feminista, de mujeres emprendedoras, que trabaja por el derecho a una vida digna y que tiene como una de sus referentes a la activista María Galindo, de la que Guzmán ha cogido el título de su charla.

“¿Por qué migramos las mujeres?”, pregunta Guzmán para comenzar su intervención. “Porque somos las expulsadas del neoliberalismo, que es un sistema patriarcal que nos separa de nuestras familias”, responde. Señala en primer lugar a la Ley de Extranjería, que obliga a estas mujeres migrantes a permanecer en la clandestinidad durante tres años, con trabajos muy precarios, “rogando que el patrón te de papeles porque si no pueden ser cinco años”.

La asociación que preside Guzmán dispone, desde hace ocho años, de un centro de atención a mujeres migrantes en situación de calle y sin recursos, garantizándoles un techo, en Zestoa (Gipuzkoa). “Estamos en un pueblo perdido en Euskadi y hasta aquí nos ha llegado que esto se trata de una estafa laboral”, continúa, denunciando redes de trata laboral de personas que son traídas a España con una fuerte deuda detrás. Afirma que si antes las mujeres que llegaban al Estado español para trabajar en cuidados rondaban los 45 años, ahora llegan chicas de 18. “Les dicen que todo va a ser maravilloso aquí, que les buscarán trabajo y les ayudarán con el pasaporte por entre 15.000 y 20.000 euros. A ellas les dan 1.500 euros de los que 1.000 los tienen que entregar en una casa en las que están hacinadas con otras muchas mujeres y solo se quedan con 500, y a buscar trabajo. Ahí empieza el tráfico”. Guzmán señala que estas mujeres terminan trabajando de internas por sueldos miserables de los que buena parte van a pagar la deuda y otra parte a la familia que dejan en sus países. “A ellas no les queda ni para un café”. Y tampoco pueden abandonar el trabajo de interna hasta saldar su deuda.

Por ello resalta el valor de espacios como el que Malen Etxea tiene en Zestoa, donde muchas mujeres migrantes encuentran un techo y apoyo hasta que pueden salir adelante. “Es una casa precaria, pero cuando llegan se les cambia el rostro y ya no son esas mujeres sumisas y calladas, se empiezan a dar cuenta de que tienen derechos”, relata. Guzmán también señala que el problema con el que muchas mujeres migrantes se encuentran a la hora de empadronarse en Euskadi. Desde su asociación han hablado con varios ayuntamientos y ya han conseguido que en tres de ellos se permita el acceso al padrón desde el primer día. “Es un pequeño cambio que significa un gran cambio para una mujer”, concluye.

“Frente al capitalismo, resistencia y activismo”

“Después de esto hay que hablar de qué hacemos, de cómo lo solucionamos”, comienza, por su parte, Rafaela Pimentel, de Territorio Doméstico y activista de la Coordinadora Feminista 8M. Pimentel ha señalado la importancia de las alianzas en la lucha por los derechos de las mujeres que trabajan en cuidados. “Esto es algo que afecta a la sociedad y que tenemos que solventar entre todas y todos, no podemos ser un montón de mujeres sosteniendo la vida de otros a costa de la nuestra”, añade, tras resaltar que,hoy, también hay muchos empleadores que están empezando a darse cuenta de que la situación de carencia de derechos de estas trabajadoras no es normal. Es el Estado el gran ausente, dejando los cuidados a las mujeres y, especialmente, a las mujeres migrantes. Los otros ausentes, añade, son los hombres, “que casi nunca se han hecho responsables”.

La organización entre las trabajadoras es una de las cosas de las que más se enorgullece Pimentel, y también que ellas mismas hayan visto que su trabajo es importante, que sin ellas mucha gente no podría salir a trabajar, a estudiar, o simplemente a vivir: “Nosotras estamos organizadas de una manera diferente a la de un sindicato, partimos de nosotras mismas, ponemos la voz y el cuerpo porque no queremos que nadie hable por nosotras”. “Vamos a conseguir que el capitalismo caiga y vamos a conseguir una sociedad igualitaria en la que las mujeres no estemos obligadas a cuidar, pero una sociedad que esté bien cuidada y con derechos”, continúa. “Ya decimos que no somos una mujer con un plumero, que tenemos vida”, concluye.

Debate

“16 millones de mujeres trabaja de forma gratuita, no me puedo imaginar ningún sector en el que los trabajadores no sean pagados”, señala, a modo de introducción, Marisa Kohan, periodista de Público y encargada de dinamizar un debate. ¿Es posible combinar un trabajo digno con la economía actual, mientras conseguimos acabar con el capitalismo? ha sido su primera pregunta.

Para Nerea Basterra, “es bastante complicado que un sistema que pone el beneficio económico en el centro pueda poner en su lugar la vida”. “Hay que ir hacia una economía feminista”, añade. Pero señala que, como no es algo que vaya a pasar de la noche a la mañana y hay que trabajar con lo que tenemos, sí existen maneras diferentes de plantear políticas públicas: “Hay muchas cosas que se pueden hacer y se pueden apoyar iniciativas que ya están sucediendo y trabajar conjuntamente con otros espacios de la sociedad civil”.

Jessica Guzmán, por su parte, tiene claro que los cambios vendrán cuando la gente lo pida en las calles: “Si la gente común y corriente no mueve el culo para decir que este sistema no les gusta no va a cambiar nada porque los cambios vienen de las calles”. Pero, para ello, añade Isabel Muntané, hay que saber cómo llegar a la sociedad, y cambiar los discursos de los medios de comunicación.

Precisamente el papel de los medios de comunicación y qué tendrían que cambiar estos ha sido la siguiente pregunta de Kohan. Y Constanza Cisneros lo ha dejado claro con una frase aplaudida por todo el público: “Podrían alfabetizarse, que investiguen y se sensibilicen”. Rafaela Pimentel subraya también la importancia de los medios de comunicación, más dada la invisibilidad de los trabajos de cuidados. “Faltan grandes campañas en las que se hable de esto para que este se convierta en el tema de conversación de la cena navideña”, subraya.

La última pregunta de la periodista de Público se ha referido al nuevo Gobierno de PSOE y Podemos, que ha presentado como uno de sus principales objetivos “poner la vida en el centro”. “¿Cuáles son las primeras medidas que le pediríais?”, pregunta Kohan. “En el centro estamos nosotras porque sostenemos la vida, y ya saben nuestras propuestas y reivindicaciones. Que se pongan las pilas, que estamos ya muy cansaditas de esperar”, responde Pimentel. Constanza Cisneros lo ha reiterado: “Que se apruebe el Convenio 189, pero que no nos engañen”. Pero también que las tengan en cuenta para que estas trabajadoras sean parte de este cambio y la eliminación de la Ley de Extranjería. Jessica Guzmán también ha resaltado como una de las primeras medidas en poner en marcha la eliminación de la Ley de Extranjería, “que permite que muchas mujeres trabajen como esclavas”.

#Defensoras
Este texto forma parte del #PikaraLab de Defensoras,

realizado con el apoyo de Calala Fondo de Mujeres  y financiado por el Ayuntamiento de Barcelona.  

 


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