Tarajal. El alma cargada
"La memoria es la justicia de quienes el sistema quiere dejar fuera y La Marcha del Tarajal es una de las pocas citas que en el Estado español condena las fronteras desde una convocatoria que se trabaja con muchísimo esfuerzo". Crónica de una cita anual que lucha para que las muertes en el playa del Tarajal en 2014 no queden impunes.
8 de febrero de 2020. Catorce kilómetros y muchísimo desconocimiento elegido separan la provincia de Cádiz del continente africano. Para escribir esta crónica, me traslado en un autobús facilitado por la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) que sale a las 7.20 de la mañana de Chiclana de la Frontera (antigua frontera castellano-nazarí) y que llega al puerto de Algeciras una hora después. Voy acompañada de mi amiga salvadoreña-andaluza Fati, que me cuenta que su hija le ha preguntado si va a África a ver elefantes. Ella ha contestado:
—Quizás vea algún gato, hija.
Mi primera vez en Ceuta será mi primera vez en la Marcha del Tarajal. Es la séptima que se hace desde que al menos 15 personas murieran a pocos metros de la playa del Tarajal, la orilla española más cercana a la frontera entre Marruecos y Ceuta. Guardia Civil y pelotas de goma.
Reconozco que me siento tremendamente cateta ─y cada vez reivindico más este término─ cuando salgo de viaje. Esperaba que el ferry que nos lleva de Algeciras a Ceuta iba a ser una especie de catamarán grande, pero no tan grande. Me sorprende su amplitud y hago por disimular mi flipe andando como si supiera adónde voy.
Nada más entrar en el aparato, un grupo de guiris corpulentos que creo reconocer como estadounidenses se pasean a sus anchas dejando voces altas tras sus pasos. Siempre me han dado miedo estos tíos en grupo. Para mí son la esencia de todo lo que implica la masculinidad hegemónica. Tiene que ver mucho con las fronteras y los nacionalismos. Marcan territorio y ejercen violencia levantando vallas mientras se autoproclaman “ciudadanos del mundo”. No puedo disimular mi (allá va, voy a decirlo) odio y miro fijamente a dos de ellos con cara de repugnancia.
El género y su perspectiva van conmigo hasta para mear, pero, al hablar de fronteras, no estaba yo mucho pensando en eso. No hasta que una compi que veo me pregunta para quién cubro el acontecimiento. Y entonces le digo que para Pikara Magazine y se alegra porque da por sentado que habrá feminismo en mi mirada. Entonces me la paso pensando en las muertes en la frontera desde una extraña desubicación desde que me he sentido permeada por esta sugerencia suya que ahora inunda todo mi ser. La cabrona me ha puesto en mi sitio y me ha dado una responsabilidad que, en principio, no traía. ¿Cómo cubro esta marcha con perspectiva de género? ¿Alguien tiene un poco de perspectiva que pueda dejarme?
Dejo mi asqueroso síndrome de la impostora de lado y me dejo llevar por cada acontecimiento que me espera. Reflexiono, sin embargo, en este pensamiento y creo que, siendo muy sincera, tiene que ver con esa tendencia que tenemos las blancas europeas —inserte aquí también a las que tienen el privilegio de afirmar que no se sienten europeas─ de pensar que las cuestiones que tienen que ver, entre otras cosas, con el racismo no esconden complejidad o diversidad. Como si todo fuera un libro (blanco por supuesto) que se puede leer desde un solo punto de vista. O sea, desde una única perspectiva. Aquí empieza el alboroto de miradas, significados y conceptos. Me acabo de chocar contra el muro de mi propio prejuicio pero menos mal que el lema del encuentro es:
Frente a vuestros muros, construimos puentes
A 11 las llegamos al salón de actos del Ayuntamiento de Ceuta donde tendrá lugar la programación antes de la marcha. El puente empieza aquí con cada saludo, mirada y abrazos. La gente se conoce, se reconoce, se encuentra y se quiere:
—¡Cuánto tiempo!
Hacía muchísimo que no veía tantas caras de emoción. Se siente y se palpa en ese salón. Hay escucha, hay complicidad. Está la alegría del encuentro. Olvidamos a veces que la generación de comunidades se da con mayor potencia en los momentos en los que estamos en una mayor vulneración de derechos. Las comunidades más resistentes nacen, en parte, del saber que nos necesitamos para sobrevivir. La vulneración peligrosa de derechos genera comunidades “peligrosas”. Aquel salón de actos está, como dice uno de los carteles que porta un asistente, “a nada de serlo todo”.
Sobre las 11.30 acaba la presentación del evento y Patricia Fernández, la coordinadora de Barrios para el Seguimiento de Menores y Jóvenes, recuerda cómo está la situación en los Juzgados con lo sucedido en la playa del Tarajal. De hecho, la juventud subsahariana está muy presente en aquella sala. Pienso en el inmenso caudal de valentía y valores que estas personas llevan consigo. ¿Qué mundos no pueden generar quienes han tomado la decisión de cambiar así sus vidas? Siguen con atención cada detalle que se comunica tanto en castellano como en francés. El mensaje por parte de Fernández continúa en esa línea:
─El proceso a El Tarajal es un montón de personas valientes que no se resignan a vivir de rodillas, que saben que cruzar una frontera les puede costar la vida y en las muertes en las fronteras las olas no dejan marca. Llevamos seis años tratando de esclarecer qué ocurrió el 6 de febrero de 2014 en la frontera del Tarajal. Sabemos lo que ocurrió porque nos lo han contado los supervivientes. Fueron precisamente las víctimas que no cayeron quienes de modo valiente en los días siguientes a la tragedia nos contaron de modo meridiano y claro lo que había ocurrido [Traduce al francés Marie Kadjie]. El reto era entonces trasladar esa verdad a los juzgados. Conseguir que se reconociera la verdad, que se reconociera la responsabilidad de las personas que actuaron esa noche y sobre todo que tuviéramos garantías de que lo que pasó aquel 6 de febrero de 2014 no iba a volver a ocurrir [Traduce Marie Kadjie]. No ha sido fácil pero el 24 de septiembre la jueza encargada de la investigación reconoció que había indicios de que se habían cometido delitos de homicidio imprudente [Traduce Marie Kadjie]. Catorce delitos de homicidio imprudente y un delito de denegación de auxilio [Traduce Marie Kadjie y hace una pausa en castellano para corroborar un dato].
Nos dieron la oportunidad de presentar nuestros escritos de acusación a las cinco asociaciones que actuamos como acusación popular [Traduce Marie Kadjie]. También le dieron esta oportunidad al Ministerio Fiscal y el fiscal presentó un escrito diciendo que no se había cometido ningún delito y que había que archivar el procedimiento [Traduce Marie Kadjie]. Después de presentar nuestros escritos de acusación, el juzgado acordó archivar el procedimiento porque decía que, aunque se había cometido el delito de homicidio imprudente sobre los compañeros muertos, no podía continuarse el caso porque el fiscal no acusaba y porque las víctimas tampoco podían acusar [Traduce Marie Kadjie]. La Justicia, la Administración de justicia, los tribunales, son también un muro para las personas migrantes cuando reclaman justicia [Traduce Marie Kadjie]. Por lo tanto, es nuestra responsabilidad el seguir agujereando estos muros [Traduce Marie Kadjie]. Hemos recurrido este auto. Ahora es la responsabilidad de la Audiencia Provincial de Ceuta el tomar una decisión sobre si este procedimiento va a juicio o si se archiva definitivamente [Traduce Marie Kadjie]. No sólo se hace justicia en los tribunales [Traduce Marie Kadjie]. Hacer memoria de los compañeros que han caído es una manera de honrar sus vidas, honrar sus muertes y hacer justicia. [Traduce Marie Kadjie].
Seis años [Traducción], setenta y dos meses [Traducción], 2.192 noches [Traducción], siete memoriales [Traducción], diez personas investigadas [Traducción], todos ellos guardias civiles [Traducción], catorce compañeros muertos [Traducción], nueve cuerpos en Marruecos [Traducción], tres autos de archivo [Traducción], dos autos ordenando la reapertura [Traducción], cinco compañeros enterrados en Ceuta [Traducción con voz entrecortada y una pausa], 555 disparos [Traducción], seis declaraciones de testigos (tres de ellas de compañeros supervivientes) [Traducción], cero diligencias solicitadas por el Ministerio Fiscal [Traducción], cinco acusaciones particulares [Traducción y pausa].
Para vivir de rodillas ─continúa Fernández─ mejor ahogarse en las olas. Las olas no dejan marca.
Para vivir de rodillas… [Marie Kadjie empieza a traducir esta frase en francés, hace una pausa y suspira]. Alguien le sugiere en voz alta la palabra en francés que parece no recordar, a lo que ella contesta:
—Sí [traga saliva], lo sé…
No es que no encuentre las palabras. Es que hay cosas que no pueden ser traducidas. El público detecta su emoción y su llanto sumergido y se une a ella con un fuerte aplauso. Acaban de construir un puente.
“Nos quitan nuestras riquezas y yo entierro a mis muertos”
La obra de teatro Boza. El grito que derrumba muros, de la compañía Teatro Sin Papeles, fue la siguiente en hacer acto de presencia. Las experiencias migratorias son complejas y esta pieza consiguió mostrarla de manera muy sencilla y pedagógica a un público que había pasado por cada una de las situaciones descritas. Arrancaron tanto lágrimas como carcajadas ante el absurdo, por ejemplo, de la burocracia y de las posiciones privilegiadas. Como la de esa trabajadora que explica de manera sencilla cuál es la situación de quienes buscan ayuda:
─Sin papeles no hay trabajo y sin trabajo no hay papeles. ¡Qué guay soy!
Nunca sabes cuándo la obra te ha puesto contra la cuerdas o ha hecho que te rías de tu propia caricatura blanca. El paternalismo, la violencia institucional, la cotidianeidad en un autobús y el racismo constante tanto de los cuerpos de seguridad en cada detención sin justificar [─killo, que estás hablando con un español, soy de Cádiz, ¡Estefaníaaaaaaaa! (risas)] como de la ciudanía ponen en evidencia que la violencia en la frontera es la punta de un iceberg interminable que esconde una infinidad de historias y perfiles.
─Nos quitan la libertad y yo entierro a mis muertos. Nos quitan nuestras riquezas y yo entierro a mis muertos. Nos quitan el pan y yo entierro a mis muertos…
Tras una mesa redonda sobre el concepto de “hospitalidad”, a las 14.10 se advierte a quienes van a marchar que no entren en las provocaciones que puedan encontrar a su paso. La ultraderecha está muy fuerte en Ceuta y los posibles incidentes podrían tener más consecuencias sobre quienes están sufriendo ya una vulneración de derechos: “Traguemos saliva por ellos y por ellas”.
Se hizo una pausa para comida y arrancó la marcha.
Boza means freedom
La marcha arranca desde la plaza de la catedral de Ceuta sobre las 15.30. Alrededor de 500 personas ─se comenta que menos que el pasado año─ marchan agarradas a esa memoria colectiva como única forma de generar relato. La memoria es la justicia de quienes el sistema quiere dejar fuera y La Marcha del Tarajal es una de las pocas citas que en el Estado español condena las fronteras desde una convocatoria que se trabaja con muchísimo esfuerzo. Se hace inevitable no pensar en las ausencias y en por qué siempre encontramos a menos colectivos aquí que en ningún otro sitio. Más personas que manifestantes han perdido la vida en 2019 intentando llegar al Estado español. Según el balance migratorio realizado por la APDHA, 585 personas, de las que 331 fallecieron en estas políticas asesinas de fronteras y 254 desaparecieron.
El año anterior, 2018, perdieron la vida 1064 personas. Según Ana Rosado, coordinadora del informe Frontera Sur y coautora del Balance migratorio 2019 de la APDHA, “para reducir los flujos, el Estado español ha subvencionado prácticas de violencia, maltrato y muerte en Marruecos contra la población subsahariana, que se ve sometida a la prohibición de residir en las ciudades del norte de país, y que son objeto de continuas redadas de deportación tanto en campamentos como en viviendas particulares”.
Para el informe, el descenso de llegadas, de 64.120 personas en 2018 a 33.261 en 2019, responde al apoyo de la Unión Europea a Marruecos con 140 millones para el control migratorio, la financiación para la compra de centenares de vehículos todo terreno (384), y a la instalación en el lado marroquí de la frontera de una triple hilera de concertinas. Además, el reforzamiento de Frontex ha traído como consecuencia, apunta, la militarización de los rescates y la merma en las funciones de Salvamento Marítimo, un servicio público que tenía como objetivo garantizar el derecho a la vida. Ello, en paralelo al hecho de haber dejado en manos de Marruecos el rescate de embarcacione en su zona SAR (Search and Rescue) “en condiciones absolutamente precarias”, ha provocado el incremento en términos relativos de las personas que han fallecido intentando alcanzar las costas españolas.
Durante la marcha, leo los carteles y los mensajes que allí se traen: “Tarajal nunca más”, “Ninguna persona es ilegal”, “No son muertes son asesinados”, “Marlaska, canalla, salta tú la valla”, “No más muertes en el Mediterráneo”. Los cánticos se gritan en castellano y en francés en un entorno aparentemente muy diverso, pero que, según me cuenta una vecina ceutí, no encuentra espacios compartidos en la ciudad. La diversidad es un eslogan turístico. No se fomenta esa riqueza, al contrario, son más las separaciones de espacio. Tarajal es una excepción que, durante un día, reivindica también una forma concreta de ver el mundo. Hay gente que mira la marcha de manera tímida tras un balcón o una ventana.
A las 16.40 pasamos por debajo de un puente. Los puentes ya han dejado de ser lo mismo tras la jornada de la mañana. Por cada puente, ¿cuántos muros?
Avanzamos y los tendederos repletos de ropa y calzoncillos rojos a la vista del personal anuncian la llegada a un barrio pobre y obrero. Aún queda, pero la frontera del Tarajal no está tan lejos. El suelo también cambia y se inclina hacia la derecha. ¡Qué movida! Una escuela con barrotes azules que parece una cárcel y un sol de injusticia que nos pega en todo el cogote. La gente grita y el discurso se divide:
─¡Ahí enfrente muere [otra gente grita “¡matan!”] mucha gente!
16.51 y otro cartel que dice: “Abrazamos a quienes caminan”. El camino se estrecha y pasamos por debajo de otro punto. ¿Cuántos muros?
─¡Ahí enfrente muere [¡matan!] mucha gente!
Alguien se arranca “por soleares”:
─¡Matan matan! ¡Allí nadie se muere de forma natural!
Otro puente, ¿cuántos muros?
A las 17.10 pasamos por una zona de bazares, venta al por mayor y tiendas con carritos de la compra colgados de la pared. Leo ‘Bazar rebajas del mundo’. La sensación es que estamos más cerca de Marruecos que del Estado español. Para despejar dudas, ya está la capilla de todos los santos que luce una raída banderita española. Que no se nos “valla” a olvidar de quién es esto. Territorio, nación, límites y símbolos.
La marcha transcurre con mucho colorido. Me fijo en algunos pantalones de chándal amarillo fosforito y pienso en la cantidad de gente que invalidará un derecho porque quienes protestan portan gorras rojas, deportivas o móviles. Quiénes condenarán incluso la alegría del canto en algunos tramos. Pasamos otro puente y la gente grita al personal que está haciendo fotos desde un puente que tenemos arriba: “No nos mires, ¡únete!”. Pero lo cierto es que quienes están haciendo fotos son quienes están cubriendo la marcha. Sin embargo, les grito igual porque me da coraje: ¡ése es el puente en el que yo debería estar montada para sacar una buena foto de la marcha!
Las señales de tráfico ya anuncian la frontera y, al acercarnos a la Playa del Tarajal, se me activa un termómetro interno que me dice que están pasando demasiadas cosas. Se me va la vista para todos lados y mi condición de PAS no me permite fijar la atención en una sola: es demasiada información para mi sistema nervioso. Bullicio, entradas, salidas y la perspectiva de género haciendo acto de presencia: allí están las porteadoras. Claro que sí, siempre es diferente. No hay una sola experiencia migratoria.
Esto es una frontera: partir una playa en dos como partimos en dos a las personas con los géneros. Valla y concertinas en medio de la arena, el océano con el que me crié, que ya no es el mismo. Recordar aquel vídeo en el que al menos quince personas perdieron la vida. El vídeo ya no es vídeo: no hay pantallas ni marcos. Fue allí allí allí mismo. No parece un sitio especialmente escondido… Los puentes no son puentes, las playas no son playas, los carnets no son carnets… Junto a la playa, la valla. Junto a la valla, las playas… Y se procede a la lectura del manifiesto y al recuerdo:
─Eran las 5:45 de la mañana. Hacía frío. Aproximadamente 200 personas iban a la carrera acercándose a la frontera. La policía marroquí intentó frenar al grupo.
7:40. Un grupo llegó a la playa. Intentó cruzar el espigón de la playa del Tarajal. Unos cuantos entraron al mar, querían alcanzar la costa española. Gritos de socorro. Disparos de pelotas de goma.
Seis años han pasado desde aquel 6 de febrero de 2014, un día que marcó un antes y un después en nuestra frontera sur, por ello, nos reunimos de nuevo aquí, en esta séptima marcha por la dignidad para pedir justicia y respeto a las víctimas y a sus familias.
Aquel día, al menos, quince personas murieron en esta misma playa en la que estamos ahora. Intentaban llegar a Europa y lo que recibieron fueron pelotazos de goma y gases lacrimógenos cuando luchaban por no ahogarse en el mar. Buscaban otra vida y encontraron la muerte.
Fati mira alrededor. No hay elefantes pero me dice que cree que son veinte los cuerpos de seguridad que rodean el sitio. Después de ponerse en evidencia una vez más que mi amiga es más periodista que yo, me pregunto qué puede resultar tan peligroso ahora, con tanta cámara grabando, que requiera de tanto cuerpo de seguridad. Entonces recuerdo la comunidad de abrazos y de risas y de lágrimas y de gente que resiste y el cartel que portaba uno de los manifestantes frente a mí, que me aclara la necesidad de presencia policial masiva, y que decía:
“TENGO UN ALMA Y ESTÁ CARGADA”.
Tarajal 2020.
Otros artículos sobre fronteras