Las niñas salvajes: la ciencia ficción social (y salvaje) de Ursula K. Le Guin

Las niñas salvajes: la ciencia ficción social (y salvaje) de Ursula K. Le Guin

'Las niñas salvajes', una novela corta o novelette de Ursula K. Le Guin, narra la historia dos niñas hermanas, pertenecientes a una tribu nómada, raptadas por unos hombres de una ciudad para convertirlas en esclavas de sus familias

Texto: Lola Robles
18/03/2020
Fragmento de la portada de 'Las niñas salvajes', de Ursula K Le Guin, de Virus Editorial

Fragmento de la portada de ‘Las niñas salvajes’, de Ursula K Le Guin, de Virus Editorial

Voy a hablaros de una historia espléndida y cruel. Se trata de Las niñas salvajes, una novela corta o novelette, de Ursula K. Le Guin (Berkeley, California, 1929-Portland, Oregón, 2018), autora de ciencia ficción y fantasía.

Si no puedes esperar a saber en concreto sobre el libro, salta directamente al párrafo seis. No obstante, antes quiero recordar que la alianza entre ciencia ficción y feminismo es poderosa. Desde hace años imparto un taller de lectura y debate de textos no realistas, escritos por autoras. Y, en el inicio de cada curso, siempre me encuentro con nuevas asistentes que me dicen: «No me gusta la ciencia ficción», «Es un género que no leo y no me interesa nada». Comprendo muy bien esos comentarios. Asocian la ciencia ficción a las películas de batallitas galácticas y naves espaciales, a lo científico y tecnológico: máquinas, robots, astronautas, monstruos, marcianos verdes. Ni la tecnología ni la ciencia han sido, durante siglos, dominios habituales para la mayoría de las mujeres. Nosotras hemos vivido más en los territorios de la literatura gótica: casas, mansiones, tal vez castillos o palacios, en todo caso recintos cerrados y, fuera, las iglesias y los cementerios. Además, el terror fantástico nos permitía expresar, a través de símbolos y metáforas, nuestros miedos, pulsiones y deseos, tabúes más íntimos o inconscientes.

Sin embargo, cuando las escritoras (y las lectoras, como las asistentes a mi taller) descubren que la ciencia ficción es un universo lleno de posibilidades, se entusiasman con ella. Y es que el género tiene una enorme capacidad para la crítica y la especulación sobre cuestiones biológicas, lingüísticas, culturales, sociales, políticas, religiosas: cualquier aspecto de la vida humana (y poshumana) puede ser su tema. Solo es necesario transgredir el presente y pasado históricos, presentando un cambio o novedad inexistentes en ellos, y hacerlo como si fueran plausibles. La ciencia ficción puede convertirse en un espejo de nuestra realidad y nuestras sociedades, de manera muy crítica, pero también, muy importante, es capaz de presentar alternativas a esa realidad. Alternativas feministas, por ejemplo. En ese sentido, podéis leer el artículo “Ciencia ficción y feminismo” de Layla Martínez, incluido en este libro que reseño.

Se habla de una ciencia ficción hard o dura, la más centrada en temas científicos y tecnológicos, y una ciencia ficción soft o blanda, que trata de cuestiones sociales. Nunca he entendido muy bien esa diferencia y no me gustan las connotaciones del término soft. Pero se dice que Ursula K. Le Guin escribe ciencia ficción soft.

Le Guin es una excelente escritora. Tiene grandes novelas y muy buenos cuentos, donde expresa su ideario feminista, pacifista, ecologista y anarquista: La mano izquierda de la oscuridad, Los desposeídos o El nombre del mundo es bosque. Me parece una lástima, e inexplicable, que no se hayan reeditado ni estas ni muchas otras obras suyas en los últimos años. Solo editoriales independientes han recuperado alguna de sus narraciones más breves. A mí me gusta mucho porque escribe muy bien. Y porque expresa sus ideas sin violencia, sin sarcasmo, risotadas ni burlas, sin insultos, menosprecio ni prepotencia. Eso no quiere decir, en absoluto, que sus obras sean ni moderadas ni blandas. Un ejemplo claro es esta narración, Las niñas salvajes (The Wild Girls). He leído bastantes obras de la autora y esta es de las que más me han impresionado.

Se trata de la historia de dos niñas hermanas, pertenecientes a una tribu nómada, raptadas por unos hombres de una ciudad para convertirlas en esclavas de sus familias. Ellos viven en una sociedad rígidamente jerarquizada, con castas y preceptos inflexibles. El destino de las muchachas, Modh, de once años, y Mal, de cinco, es, también, ser esposas de sus captores. Irán creciendo y cada una de ellas se enfrentará a ese destino de muy distinta manera. Además, hay un elemento fantástico en un relato que puede entenderse como ciencia ficción (si pensamos que sucede en otro planeta) o como una fábula. Estamos, en todo caso, ante una sociedad preindustrial, atávica, donde la violencia es norma. Hay patriarcado y esclavismo. Nos recuerda a algunas colectividades antiguas o actuales de nuestro mundo. En todo caso, que sea imaginada nos permite verla sin sesgos concretos hacia una época o lugar conocidos: es lo bueno de la ciencia ficción y la fantasía, su capacidad de abstraer los problemas.

Por momentos, la obra me ha evocado a Angela Carter, que tenía predilección por enfrentarnos a las no diferencias entre «barbarie» y «civilización». Carter mostraba que no hay «buenos salvajes» y que la vida en las sociedades primitivas puede ser muy dura, pero, en ningún caso, nos permite, a quienes vivimos en la «civilización», que nos creamos superiores. Lo hace, Carter, en Héroes y villanos, o en El doctor Hoffman y las infernales máquinas del deseo (eso sí, en Las niñas salvajes no aparece la oscura fascinación que algunos personajes de Carter sienten por lo bárbaro). El elemento fantástico en esta narración de Le Guin, sobre el que he hablado antes, me ha hecho acordarme, asimismo, de Toni Morrison y su novela Beloved.

Pese a la belleza del estilo, este cuento largo resulta descarnado y terrible, sin concesiones de ningún tipo para tomar aliento. Habla de opresión, de interseccionalidad y de violencia. Pero también de rebeldía y de vínculos entre mujeres. Como toda buena literatura, es simbólica y, a la vez, literal. Perturba, enoja, deleita. Seca los ojos, mientras nos hace reflexionar radicalmente. Advierto: el fantasma de las niñas salvajes nos perseguirá tras la lectura, igual que… No puedo contarlo, se trata de un secreto de la historia. Claro que, a la vez, desearemos volver a leer la obra. Enseguida.

Para quienes no tengáis miedo a los spoilers, hay un breve prólogo de Arwen Curry, productora y directora del documental Worlds of Ursula K. Le Guin, que nos introduce en la historia y profundiza, luego, en sus raíces más profundas. También existe la posibilidad de leer esta introducción después de Las niñas salvajes, para completar nuestra lectura. Tras la narración en sí, el libro incluye un texto muy curioso sobre la modestia, «La conversación de los modestos»… ¿Se puede hablar de la modestia, reivindicando algunos de sus aspectos positivos, desde el feminismo? Pues Le Guin lo hace. Y, en el final de la obra, encontraremos el artículo «Ciencia ficción y feminismo» de Layla Martínez, quien repasa la obra de autoras de ciencia ficción anglosajonas muy significativas, vinculándolas a las sucesivas olas feministas, así como mostrando un panorama de sus propuestas utópicas y distópicas (alternativas a nuestra realidad patriarcal y críticas a esta mediante una exacerbación de los conflictos, respectivamente).

Advierto que la buena ciencia ficción es como un virus y, una vez se te inocula, no hay manera de curarte de él. Hace adictas.

Gracias a Virus editorial por haber elegido y publicado este relato; a Arrate Hidalgo, por su traducción; a Arwen Curry por sus mundos; a Layla Martínez, por su artículo, a Adara Sánchez, por sus ilustraciones, y a Píkara por la oportunidad que me ofrece de publicar aquí.


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