“Si nos tenemos que quedar confinados, necesitamos una política social que nos apoye”

“Si nos tenemos que quedar confinados, necesitamos una política social que nos apoye”

Nahia Idoiaga ha estudiado cómo afectan las pandemias a la salud emocional de una sociedad. Ahora, participa en un investigación que analiza cómo está viviendo la población vasca la crisis del coronavirus.

25/03/2020

 

Nahia Idoiaga habla de la política social que necesitamos en tiempos de confinamiento.

Imagen cedida por Nahia Idoiaga

Nahia Idoiaga (Bilbao, 1985) es  doctora en Psicología por la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea. En 2016 presentó su tesis ‘Representaciones sociales de las enfermedades infecciosas emergentes: del conocimiento científico al pensamiento cotidiano. El efecto en los medios de comunicación’. Charlamos con ella, vía audios de WhatsApp, mientras batalla con sus criaturas y analiza los resultados de un estudio en el que trabaja ahora para conocer cómo está viviendo la población vasca la crisis del Covid-19.

¿Sabemos los y las periodistas informar sobre pandemias? ¿Qué claves tendríamos que tener en cuenta?

Habría que definir quiénes sois las periodistas. En otras pandemias que he analizado, la retransmisión mediática ha sido muy criticada por la población. Hablamos de medios y parece que estamos hablando de un ente único, pero, hoy en día, ya no es así. Sí que existen todavía grandes medios, pero también muchísimas personas que están trabajando de otra manera. La ciudadanía cree que hay una gran manipulación y, en esta pandemia, se está quejando mucho del bombardeo mediático, pero hay que mirar los flecos. Estamos saturadas de información y no sabemos bien quién informa. ¿La periodista del telediario? ¿Las personas que generan las fake news? ¿Nosotras al reenviar la información?

¿Cómo nos está afectando tanto bombardeo?

Estos días, más allá de la gente que tiene ansiedad o depresión, cualquier persona que haya tenido un bajón en su vida, una separación, una enfermedad que no tenga nada que ver con esto, un momento vulnerable, lo que sea, está mucho peor. En China esto se tuvo en cuenta. Los estudios que vienen de allí dicen que, desde el principio, pusieron en marcha teléfonos de asistencia psicológica. Esa ayuda aquí no se está llevando a cabo de la misma manera o no se está sistematizando. Necesitamos políticas sociales. Si nos tenemos que quedar confinados en casa, necesitamos una política social que nos apoye. Tendría que haber una previsión institucional para toda la gente vulnerable: personas con depresión, sí, pero también personas mayores o que viven solas, que igual no tienen con quién hablar. Es muy triste no tener con quién hablar. El miedo al contagio y a morir en soledad de esas personas es mucho mayor.

¿Responde a la función de utilidad pública de los medios estar informando continuamente de lo que está pasando? 

Podría. Es importante informar, pero también son importantes otras muchas cosas. No puede ser que solo haya programas sobre el coronavirus. Necesitamos evadirnos, tener información sobre otras cosas. Una periodista decía el otro día que no era fácil hacer otro tipo de informaciones por el propio confinamiento, pero, más allá de poner el prisma en el periodismo, podíamos ponerlo en nosotras. Si estamos todo el santo día hablando de esto, viendo programas sobre esto, igual nuestra salud mental se ve perjudicada. Necesitamos respiros en nuestra propia vida en aislamiento.

¿Se puede evitar la sobresaturación?

Nunca hemos vivido una situación así. En otras epidemias, la gente se quejaba también de recibir mucha información, pero ahora las redes sociales juegan un papel importante. No sé si se puede evitar, pero sí podemos filtrar o no filtrar, escuchar o no escuchar, leer o no leer depende qué cosas. En la investigación que estamos haciendo ahora hemos encontrado en la población joven niveles de ansiedad que no son crónicos, pero sí más altos que en la población mayor. Una de las explicaciones que podría darse está relacionada con la cantidad de audios, mensajes, y, entre ellos, fake news que reciben. Tienen un bombardeo absoluto con las redes sociales. Esta situación es una mierda, pero para salir de aquí, podemos socializar a través de las redes y eso nos salva. Tendríamos que ayudarles a poner filtros para garantizar su bienestar psicológico. 

¿Qué pasa con las redes?

Las redes sociales están creando dos corrientes. Por un lado, son muy criticadas por el fenómeno de las fake news, que no nos está dejando ni respirar, pero también, ante la situación de confinamiento, son una herramienta de resiliencia. Mis hijos hacen videollamadas con su bisabuela. Las personas somos seres sociales y necesitamos socializar. Las redes nos están dando mucha vida. Luego, hay que tener cuidado con el postureo social. Ahora, en casa. Parece que estamos aquí genial, que los niños y las niñas siempre están entretenidas, que tenemos terrazas de 400 metros cuadrados y parece que está mal decir que esto del confinamiento es una mierda. Sí, puedes sacarle el lado bueno, pero sigue siendo una mierda. Yo, por ejemplo, los primeros días me enfadé muchísimo con las imágenes de famosos y famosas diciendo #YoMeQuedoEnCasa. Entiendo que cuenten con ellos porque la gente les sigue, pero yo también me quedaría en sus casas con piscina y terraza. Es decir, el confinamiento de la mayoría de nosotras es mucho más restrictivo y en consecuencia mucho más duro, y no se puede frivolizar. Para la gente normal, que vivimos en casas normales, es una putada. Nadie está a gusto en un confinamiento forzado. Tendríamos que tener derecho a quejarnos.

¿A qué tenemos tanto miedo?

Es curioso porque en las investigaciones que estamos haciendo ahora, el miedo se asocia a la infección, pero, sobre todo, de personas mayores y personas vulnerables, pero también aparece un miedo extraordinario a las consecuencias económicas. 

Las imágenes que se están mostrando crean mucho miedo. He visto imágenes de la UCI, creo que de Italia, que daban pánico, pero, la mayoría de nosotras, no ha visto nunca una UCI y seguramente todas den miedo. Eso sí, el miedo irracional no nos lleva a nada. Los médicos y epidemiólogos dicen que la mayoría de la población nos contagiaremos, pero lo pasaremos como un simple catarro o asintomáticos, pero es verdad que tenemos que tener en cuenta que puede haber un colapso del sistema que nos perjudique a todos.

Hay miedo, pero también otras emociones que tenemos que tener en cuenta y de las que no se habla tanto, como el enfado. Estamos enfadadas porque las autoridades no hacen todo lo que creemos que es necesario, porque no lo gestionan a nivel económico o social; nos enfadamos con los medios porque avasallan. En otras ocasiones, esto ha llevado a un cansancio emocional, que se relacionaba con la idea de que nos decían que iba a venir un lobo que no acababa de llegar. Ahora, parece que está aquí, pero también nos podemos cansar. Si nos cansamos y nos enfadados, la tendencia será seguramente no cumplir con las restricciones y eso puede tener consecuencias graves, por lo que más vale la pena trabajar de antemano el bienestar psicológico de la población.

¿Lo vivimos distinto hombre y mujeres?

Estamos encontrando que las mujeres expresan más sus emociones, pero eso no quiere decir que a nivel emocional estén mejor ellos. Simplemente, se lo guardan. Sí creo que hay un factor que no se está teniendo en cuenta. Los trabajos de algunas mujeres pueden adaptarse más fácilmente al teletrabajo y, cuando no se puede, muchas están pidiendo reducciones de jornadas o excedencias para poder cuidar. Deberíamos hablar de quién se está quedando en casa a cuidar a los críos. Incluso a la hora de salir, ¿quién sale a hacer la compra? Es muy distinto un confinamiento cuando sales a trabajar, que cuando te quedas en casa. ¿Quién se está haciendo cargo de los cuidados? Las mujeres, que no están leyendo un libro. Tenemos que teletrabajar desde casa, con todo el agobio que eso supone y, además, cuidar todo el día. Encima, parece que tenemos que hacerlo todo a la vez. No sé por dónde quieren que nos salgan más brazos. Además, con el teletrabajo incluso parece que tenemos que rendir más, demostrar que estamos trabajando y subir el nivel de exigencia. Hoy mismo mis alumnas me comentaban que están agobiadísimas con todas las tareas que les mandamos. Ayer, una niña, amiga de mi hija de 10 años, me decía lo mismo. Igual en esto también tenemos que filtrar. Estamos trabajando y cuidando a la vez. Es más que suficiente con llegar a lo que llegamos todos los días. 

¿A quién echamos la culpa?

Normalmente intentamos asociar las epidemias a un ‘otro’ que podemos identificar. ¿El ébola? Los y las africanas. ¿El VIH? Los homosexuales. Hubo una pandemia, una de las más importantes, a la que llamaban ‘la gripe española’. Siempre intentamos encontrar esos otros, pero no es posible cuando empieza a afectar a gente que es ‘como nosotras’ y en este ‘como nosotras’ necesitamos buscar una representación. Lo habitual es encontrar héroes, víctimas y villanos. Los héroes, el personal sanitario o científicos. Los villanos, las autoridades, las empresas, los medios de comunicación, la industria farmacéutica que, en este caso, aparece poco, pero aparecerá. 

Las víctimas, hasta ahora, solían ser las personas infectadas, pero, ahora, también se habla de que a nivel económico cualquiera puede ser víctima.

Lo curioso de estas investigaciones es que las autoridades no aparecen representadas. El presidente del país ha cogido el mando único, nos ha metido en casa y, aun así, cuando hablamos del coronavirus, no aparecen ni las autoridades locales ni estatales. Ni bien ni mal, ni como referente para seguir sus indicaciones. Parece que no existen. Esto tendrían que planteárselo porque las estrategias comunicativas que están usando parece que no están siendo demasiado efectivas. Normalmente, en una epidemia sanitaria, las autoridades suelen tener un papel positivo al principio, de guías y, más adelante, uno más negativo. Ahora si ni siquiera aparece ese primer rol positivo, habrá que ver cómo acaba esto.

A nivel comunicativo, en una de las investigaciones anteriores nos aparecía que la gente era muy crítica con los medios de comunicación porque entendían que la información que daban era unidireccional, que nos vendían, tal cual, todo lo que vendían las autoridades y la industria. Ante ello, situaban las redes sociales como una opción para lograr una información más bidireccional. En esta pandemia esto es clave. Al principio había muchas contradicciones y, ante ellas, no sabíamos dónde encontrar respuestas. Bueno, ahora quizá tampoco, pero nos hemos resignado. Nos decían que no era una enfermedad peligrosa, pero cerraban las escuelas. Eso genera ansiedad porque no entendemos qué está pasando. En este caso, la comunicación en redes sociales se nos ha ido de las manos. La gente no para de comentar y de decir lo que les da la gana sin tener ni idea del asunto. Tenemos que aprender a ponernos filtros ante la información. Si pudiéramos aprender a ponernos el filtro a nosotras mismas antes de hablar estaría muy bien también, pero eso igual ya es más complicado.

¿Nos vamos a olvidar de todo esto?

No. Yo creo que esto nos va a marcar para siempre. Tendrá que verse de qué manera afecta  a generaciones futuras. Si dentro de un tiempo hay alguna epidemia que no tiene las mismas características de contagio, ¿vamos a reaccionar de una manera exagerada? No sé si se va a quedar en algo anecdótico o si de aquí en adelante vamos a reaccionar así ante las epidemias. Habría que plantearse si es la mejor opción. Vale, es la que se ha decidido ahora, pero igual a largo plazo habría que pensar qué se hace y cómo se trabaja, tanto a nivel epidemiológico como a nivel social y psicológico, ante las pandemias. Esta no creo que se nos olvide tan rápidamente y tal vez sirva para que abordemos el tema desde una perspectiva más holística, para que nos replanteemos cómo queremos vivir.


Más información sobre el coronavirus con perspectiva feminista:

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