En tiempos pandémicos, alianzas y desastres emocionales

En tiempos pandémicos, alianzas y desastres emocionales

La sintomatología emocional de estos días parece terriblemente impredecible: un día nos despertamos con miedo, otro con tristeza y otro con alegría. Es normal.

Imagen: Emma Gascó
25/03/2020
Ilustración de Emma Gascó para el texto de Paula Alcaide sobre desajustes emocionales.

Ilustración para Mujeres con Voz.

Esta semana ha sido de shock, de adaptaciones a marchas forzadas, de desajustes emocionales. Hemos sometido a los sistemas —el sanitario, el social, el económico y nuestro propio sistema de regulación emocional— a un estrés excepcional.

Nos subimos por las paredes de nuestro sistema nervioso.

No ha habido tregua en ningún ámbito psicoemocional: cambios en el entorno y en los hábitos, montañas rusas emocionales con extra loop, sensación de descontrol e infoxicación al máximo exponente.

La sintomatología emocional de estos días parece terriblemente impredecible: un día nos despertamos con miedo, otro con tristeza y otro con alegría. Es normal. Buscamos recursos internos para hacer frente a la situación externa, que tiene tantos matices como personas.

Para empezar, hablemos del miedo.

En clave personal, diría que mi preocupación radica en frentes dispares. Por un lado, el cuidado de las personas que nos cuidan. Por otro lado, la coronofobia que va a dar lugar a una sociedad en clave de estrés postraumático. Y en último lugar, los arañazos profundos que este cambio de paradigma nos va a dejar y que tendremos que coser, como nos enseñaron nuestras abuelas.

¿Pero qué es el miedo?

El miedo es una emoción que responde ante cualquier estímulo de amenaza. ¿Pandemia global computa como amenaza? Pues sí. Por lo tanto, lo lógico es sentir miedo ya que es la emoción que nos guía en la búsqueda de seguridad. Si tenemos un exceso de miedo entramos en bucles catastrofistas, vaticinamos lo peor, nos aislamos, sufrimos más estrés y ansiedad, no nos concentramos y nos volvemos obedientes. Si nos pasamos de frenada y anulamos el miedo, tenemos comportamientos imprudentes. El punto perfecto—al que llegaremos un ratito cada semana— será aceptar los pensamientos negativos sin negarlos, aceptar la incertidumbre y buscar espacios de seguridad.

¿Cuántos inputs al día tenemos que activan el miedo?

Nos hemos intoxicado de forma súbita y amasamos tal cantidad de información que nuestro sistema nervioso no tiene tregua. Por ello es necesario que pautemos momentos del día en los que no tengamos ningún tipo de información respecto al coronavirus y sus consecuencias. Hagamos una lista de actividades a las que podemos recurrir para aliviar la presión emocional y mental de la situación: hacer ejercicio, leer aquél libro olvidado, llamar a alguien para hablar de aquello que hicimos o qué haríamos, investigar mujeres pioneras en la historia, inventarse un juego… lo que se nos ocurra.

¿Qué hago?

Controla lo que puedas controlar. ¿Qué voy a hacer esta tarde? ¿Qué depende de mí? ¿En qué puedo mejorar lo que depende mí?

La tristeza, dicen, es la emoción de quién antes de destruir se autodestruye. También se dice esa carga tan chula que llevas de vez en cuando es la emoción más inteligente.

Sentimos tristeza cuando anticipamos pérdidas presentes y futuras. Es de las emociones más inteligentes ya que nos permite desarrollarnos, reflexionar, pero es fácil que nos atrape. Podemos llegar a extremos de soledad, desubicación y desconcierto, llantos y bucles mentales negativos. Tenemos que intentar rebajar el estrés con respiración, meditación, distracciones. Así que planifiquemos el día, volvámonos cortoplacistas y pensemos: ¿qué actividades puedo hacer que me reporten gratificación aquí y ahora? ¿qué me permite desarrollarme?

La rabia se hace presente de vez en cuando, y nos hace buscar culpables, criticar, percibir las injusticias, ser un poquito tóxicas… la dispara la sensación de traición o mentira, las expectativas frustradas, pero es una emoción enérgica que nos hace movernos, ponernos en pie y actuar. Hay que utilizarla para ponernos creativas y ayudar de verdad (desde dentro, no desde fuera).

Pueden ir apareciendo otras emociones como el orgullo que se tiene que transformar en empatía y responsabilidad social cuidando de los más vulnerables; el amor, en una búsqueda del equilibrio entre cuidar de los demás y el autocuidado, perteneciendo; y la alegría, que sirve como válvula de escape en este maremágnum de emociones contrapuestas que atraviesan, incluso llegando a anestesiarnos momentáneamente. 

El suelo tiembla a nuestros pies en un vaivén desenfrenado de infoxicación e incertidumbre, la demanda externa sobrepasa con creces las estrategias de afrontamiento internas así que lo lógico es que aparezcan emociones dispares cada día o en diferentes momentos del día. Hemos subido el nivel de intensidad y si antes ya era a veces complicado aguantarse a una misma, ahora el ruido ha subido de volumen.

Vulnerables, irritables, dramáticas, indestructibles, eufóricas y aterrorizadas. Aceptémonos con toda la miseria y el sentido del humor de los desastres que somos en tiempos de pandemia.

No nos regodeemos en el miedo. Pertenezcamos, contribuyamos, seamos responsables socialmente.

Cuidemos(nos). 

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