Relatos breves de amigas confinadas
Algunas amigas confinadas de Pikara Magazine han querido enviarnos sus historias breves, para ir tejiendo nuestro discurso colectivo sobre la pandemia.
No sólo vamos a escribir nosotras, ¿verdad? Aquí os dejamos con los relatos breves de nuestras suscriptoras. Te necesitamos para seguir haciendo periodismo feminista. ¡A leer!
Las habitantes de Notre Maison
Os pongo en situación: en Notre Maison, como llamamos a nuestro peculiar hogar, convivimos tres amigas y un conejo. Él es el que más sorprendido está de vernos todo el día en casa y nosotras lo vamos llevando a golpe de resignación, mucho humor y sobre todo, imaginación (que resulta, tenemos más de la que recordábamos). Hemos organizado un calendario de actividades variadas entre teletrabajo de unas y trabajo en el hospital de otra. ¡Bravo por nuestra súper nurse! Os podríamos contar todos nuestros planes pero nos vamos a centrar en uno: cada fin de semana, una de nosotras organiza una actividad sorpresa para las demás. Ayer tuvimos una sala de escape por tooooda la casa y… ¡lo conseguimos! Vencimos al cuoronaflirus, tomamos nuestros antídotos y, lo más importante, ¡nos reímos como enanas! Seguiremos aprovechando para compartir tiempo entre nosotras y con nosotras mismas, es buen momento para (re)descubrir(nos) nuevas facetas. ¡Ánimo!
Zaloa Lafuente
Soy súper fan del apocalipsis. Te lo juro. Películas, series, libros… He devorado toda la ficción distópica que existe. Pues, ¿te puedes creer que no vi venir todo esto? YO. Que me he pasado la vida gritándole a la pantalla: “Huye, coño, ¿¡es que no ves la que se te viene encima!? Le he chillado tanto a John Cusack en ‘2012’ que me sentía con la licencia de decir que sobrevivió gracias a mi. Lo siento por el spoiler, pero sinceramente, os estoy haciendo un favor, ver a ese mamarracho haciéndoselas de héroe no es algo que necesitéis esta 40tena.
Desde luego algo que he aprendido estos días de confinamiento es que, aunque creas que estas preparada para algo, amiga, no lo estás. Joder, que yo me creía Michonne de ‘The Walking Dead’. Y coño, que dentro de lo que cabe, estamos haciendo lo que podemos y más. ¿O es que creéis que Will Smith vio venir que acabaría solo en el planeta con un perro por única compañía? Venga ya.
Mirari Ullibarri Ugarriza
Yo también soy una montaña rusa
A veces río, a veces lloro.
Tengo ganas de correr, salir y gritar.
Ayer a la noche discutí con mi madre, dormí fatal, no paraba de darle vueltas a la cabeza. Hoy a la mañana cuando me he despertado no he dudado en pedirle disculpas. Según se las pedía, me he derrumbado y me he convertido en un mar de lágrimas. Nos hemos abrazado y hemos llorado juntas. Son tiempos difíciles y debemos poner los cuidados en el centro, ahora, más que nunca. Juntas saldremos adelante, como otras veces. Entre hijas, madres, abuelas, amigas y compañeras. Sororidad.
Kattalin Gorri
Vaya perra que soy
Pastillica mañanera de Venlafaxina redonda, compacta, 225 miligramos de antidepresivo. En la farmacia se creen que no me doy cuenta de que me dan la marca cara y no el genérico, pero esta, en concreto, es bonita, le he cogido cariño.
Pastillica de Topomax desayuno, comida y cena. ¿50 gramos? No me acuerdo ya. Esta es fea. Me cuesta tomármela. Me esfuerzo al máximo por que no toque mi lengua pues tiene cobertura rugosa, desagradable y, encima, yo para mis adentros, que no me hace efecto. La psiquiatra me dijo que era para que no bebiese alcohol en esta cuarentena, pues esto me haría rechazarlo. Ajam. Si es que es muy lista Doña Mercedes. Ella. Que ha estudiado tanto. Que sabe tanto sobre enfermedades mentales. Sobre el mundo. Sobre lo que me pasa. Pero hay una pregunta que me guardo para mí, y a la Merche no se lo contamos: ¿Esta noche blanco o tinto?
Vaya perra que soy.
Lena
Recién llego de comprar, mi hermana me ha prestado el coche y eso es una súper noticia, siempre voy en bici a todas partes pero me sentía con ganas de pisar el acelerador, y aunque el trayecto haya durado 5 minutos, han sido liberadores. Lo cierto es que un bello silencio lo inundaba todo, pero cuando he ido a pagar la cajera me dice son 44… justos… y yo en mi cabeza pensando, ¿JUSTOS? Así que la he dicho, eso tiene que significar suerte y ella se ha reído, lo he visto en sus ojos a pesar de que su bonita sonrisa estuviera cubierta con una mascarilla, incluso al salir (cargada con dos bolsas bien pesadas, pues ya que voy, que me dure para bastante) me he atrevido a desearla buena tarde y sonreírle de vuelta. Siempre hay esperanza, la irradiamos las personas desde dentro. Pronto disfrutaremos de ver la infinitud de los horizontes de nuestras vidas.
Anxes Álvarez Rodríguez
Bolleras en queerentena sin sombras
Con nuestra particular curva de emociones y sensaciones recorremos el día a día con un diverso menú de lenguajes. Es maravilloso no tener puertas cerradas en nuestra convivencia que, ahora, en esta situación nos permite transitar por todos nuestros espacios y sentirnos libres.
Puede que estemos experimentando lo que tantas veces hemos conversado y aunque para ello no nos hubiéramos entrenado, estamos disfrutando de lo nuestro sin necesidad de instalar aplicación alguna. Solamente el placer de parar, hacerlo todo tranquilamente, sin plazos ni presiones. Lectura, música, cine, series, silencio y vermut bollero virtual con nuestras amadas mujeras. Bolleras que recorren el valle con nosotras y descansan con risas e ingeniosas narraciones.
No es una guerra y no conseguirán convertirnos en sus soldadas. Somos bolleras combativas también en cuarentena y no salimos a la ventana a felicitar “al de Zara”.
Sira Quiroga
La cultura japonesa utiliza dos vocablos para referirse a la crisis: amenaza + oportunidad. Y yo ante todo, me quedo con segunda. Es tiempo de parar y oportunidad de reconciliarse con la vida, con las vidas. De escuchar el silencio y los aplausos de personas que hasta hace unas semanas no sabías ni donde vivían ni a qué se dedicaban. Es el momento de cuidar y cuidarse, tanto por dentro como por fuera. De hacerse pucheros a fuego lento y leer esas palabras que se amontonaban en la estantería. Y de reflexionar sobre lo urgente y lo importante de la condición humana. De echar de menos los abrazos y las caricias y demás las prisas y la ceguera social. Tenemos la oportunidad de hacerlo mejor, de reflexionar, meditar y actuar. De poner la vida en el centro. A eso me dedico estos días. Y vosotras, ¿aceptáis el reto?
Marta Pérez Arellano
Paraíso paliativo
No os voy a mentir: he tenido mis momentos. Hace pocos días, murió un familiar. Además, alguien muy querido está sufriendo una depresión y no resulta fácil apoyarle desde el confinamiento.
Respecto a asuntos más esperanzadores, en nuestra ciudad se ha creado una red de solidaridad con las personas sin casa a través de la cual se están consiguiendo mejoras.
Aquí, mi compañero cocina ramen, pizza casera, curry y otros manjares que normalmente reservamos al domingo. También ha reordenado los armarios (ahora el mío parece más grande).
Como no tenemos que teletrabajar, pasamos horas bailando, jugando y leyendo con Nahia, nuestra hija. Juntas pintamos con los dedos y amasamos plastilina. Para paliarle mínimamente nuestros 45-metros-sin-balcón, hemos abierto la veda a usar el patinete, la pelota y saltar en todas las superficies de la casa, duras o blandas. Atendiendo a su buen humor, habitamos una versión menguada del paraíso…
Neus IV de Neustria
Amazonas en la Luna
La bicicleta estática se ha transformado en Cuzco. El ombligo de mi mundo. Se ha transformado en la Virgen de mi capilla. La pared de gotelé pierde sus formas y, de repente, me encuentro en un concierto berlinés de Janis Joplin. Visitando por enésima vez un faro remoto. E incluso cabalgando el sillín en medio de una fantasía sexual sin precedentes.
Una amiga propone dejar los ordenadores con el Skype encendido y, de tanto en tanto, fingir confesionarios. Una de las partes así, dice, sacará el dolor y la incertidumbre de su cuerpo. La otra parte, tendrá un monólogo con primera fila asegurada. Desvariamos. Pero eso ya lo hacíamos antes. Desvariamos y planificamos que para no pasar aisladas la próxima cuarentena y asegurarnos los cuidados, tal y como acabe esta, tendremos una boda poliamorosa y transatlántica. Uniremos nuestras bicicletas estáticas. La capilla perfecta para jurarnos amor eterno.
Matilde Gordero-Moreno
Todo esto
Soy la persona con menos excusas para salir de casa. Teletrabajo, no tengo perro. Aquí estamos: atrincherados en el piso de nuestros privilegios. ¿Dejará de llover? Este coronavirus ha llegado con una nube debajo del brazo. Y con unas gafas de aumento: se ve más el polvo, la pila de platos, la tristeza, la ropa sucia, lo que no me gusta de ti. Pero mira, me vuelvo a ver reflejada en el espejo del baño, hemos hecho espacio en la cocina, disfruto yendo a tirar la basura, me traes el café a la cama los domingos. Me he apuntado a Frena la curva, he colaborado con esta campaña. Le pregunté a la vecina qué necesitaba y me dijo que nada. Me ayudan las novelas, el yoga, los laxantes, vestirme, no callarme ni una, tus ojos azules, tu mano para la cocina y, sobre todo, no intentar aprender nada de todo esto.
Sol
Yo me llamo Sol y lo que me está salvando el encierro es el sexo, y no el presencial, porque no tengo a mis parejas sexuales en la misma casa, pero sí nos comunicamos y nos damos unos ratos de lujuria que me están flipando. ¡Démosle una vuelta al sexo, chiques! Os animo a que escribáis a vuestras parejas sexuales relatos eróticos, o a hacer una videollamada y veros, mandar fotos, o mandar mensajes de voz para poner al otre la piel de gallina. Siempre en un entorno de confianza y cuidados, pero son unos ratos de diversión y sexo increíbles. ¡Abrazos a todes!
Cacoethes Scribendi
El último recoveco
El apartamento entero. Primero, todas las partes traseras de los muebles, de dónde salieron recuerdos o fantasmas. Nunca he sabido la diferencia entre unos y otros, pero no era el día para averiguarla. Había mucho que limpiar. Seguí con las tres puertas, los marcos de la única ventana y, después, el cristal que la tapaba. Las esquinas de la cocina escondían comida fosilizada.
La casa relucía, ¡y debería! Pués fregué cada azulejo en el baño y usé hasta bastoncillos de oídos para repasar el gotelé… pero no podía quitarme la sensación de que algo se me escapaba.
Después de ducharme, lo pensaré, pensé. Desnuda, noté mi pezón derecho endurecerse. Sujeté la teta con la mano izquierda. Nerviosa, empecé muy ligeramente a escarbar la superficie con la uña del dedo meñique de mi mano libre. De una grieta insospechada, salió una bolita grisácea. Por fin, todo limpio.
Montse Soria
Pacto
Con dolor en el estómago es difícil comer. O escribir. O participar de una buena conversación. Proyectarme por encima de mi cuerpo no me ha dado nunca un buen resultado. Y ahora aquí, encerrada conmigo misma, no me queda otra elección que ir negociando cuándo y cómo hacerle caso.
Nada de atracones que me lleven a urgencias. Nada de dos litros de refrescos carbonatados. Nada de trasnochar. Nada de chatear con extraños. Nada de posponer. No más de cinco horas de radiaciones electromagnéticas.
Dicen que si mantienes un hábito durante veintiún días pasa a ser parte de tu cotidiano. Yo ya llevo unas cuantas jornadas en este tira y afloja. Confío en que cuando todo esto haya acabado pueda, de manera automática, decir orgullosa <<No, gracias>>.
Amanda Bernal
Reconciliarnos con la piel del otro
Reconciliarnos con la piel del otro. Volver a acercarse “al infectado”, “al enemigo”, “al portador”, superar esa sensación de exposición al peligro. La corporeización de la enfermedad nos distancia inevitablemente de los demás, aunque nuestras redes siguen siendo activas y más que nunca. Como comenta Naomi Klein entrevistada por Diana Moreno en el medio El Salto: “Nunca hemos estado tan distanciados físicamente, pero tal vez es debido a la distancia física que estamos tan decididos a llegar uno hacia el otro”. Con la propagación del virus Covid-19 se han llevado a cabo una serie de redes de ayuda que debemos mantener cuando nos permitan salir del confinamiento. Un sistema político y social que no funcionaba tampoco lo hace ahora, por eso es imprescindible encontrar la referencia en el otro y no en el discurso político mediatizado. Mantener esta red de curas y de afectos es la reinvención que necesitamos.
Ana
Tuvimos un accidente de tráfico JUSTO hace un año. Uno chungo. Yo vivía en USA (ahora he vuelto) con mi ex-pareja americana (todo es un poco más complicado, por simplicar, el prefijo) y mi familia nos visitó por primera vez para hacer un roadtrip típico de película. Y estamos vivas. Mi familia fue repatriada a España, y yo me quede allí, un poco sola, un poco aislada en nuestra casa de extrarradio americana, cuidando. Las heridas, las que se pueden, se van curando, las que se ven y las que no. El después del accidente me recuerda a este momento… Pero ahora estoy menos sola, más cobijada. Mi cuerpo ha aprendido (un poquito más) a vivir día a día, hora a hora. E intento no preguntarme tanto. Espero… A ver como va la cosa.
Haizea Murgia
Quién iba a decirme que mi precariedad iba a convertirse en riqueza de un día para otro.
Vivo en una casa de 100 años, un solo baño y somos 6, ya veis.
Cuando entré en esta casa, hará ya 5 años, éramos 7 y no había salón, cada persona tenía su rollo de papel higiénico. Ahora, además de salón y papel, compartimos muchas otras cosas. Ya no hay chicos ni pestillos y las que la habitamos somos familia, y eso se nota en días de cuarentena.
Hoy compartir el espacio con amigas es un privilegio. Nos juntamos en la cocina, o en el salón, en el balcón… habitamos cada esquina. Nos tocamos la puerta para contarnos tonterías. Echamos risas, compartimos desquicies y nos reímos de nosotras mismas. Hacemos pinchopote de habitación en habitación, gritamos juntas, charlamos de la vida, de lo que haremos al salir, de lo afortunadas que somos.
Ruska
Los mirlos cantan, mi mirada cruza la cuarentena, se asoma al patio de manzana, a la libertad. Pero la libertad no es lo de antes del confinamiento. No es dormir, comer, currar, comprar y volver a empezar. La libertad eras tú. Mi tía la loca. La que me arrancaba de las garras de las monjas por las tardes. La que me llevaba de paquete en la bici, en los 80, sin cascos ni sujeciones. La que bajaba la cuesta de los taxis a toda pastilla. La que me daba fruta de merendar, sí, pero también sándwiches de queso y cocacola y chocolate cuando nadie miraba. La que corría conmigo al jardín a comprar chuches y calippos de lima-limón. La que bailaba conmigo sin parar, en el muelle, en casa, frente al mar, con Tina y Bruce, puro rock&roll. Esas tardes entre semana, esas mañanas de domingo, tan cortas y tan eternas, tan felices. Eso era la libertad: ir contigo, de paquete, a toda velocidad. Pronto volveremos a bailar. A la luz o in the dark. You’re simply the best.
Ane Etxebarria
Topa!
Ortzadar batek eman digu egun ona gaur goizean. Santiago elizaren atzetik zabaldu ditu bere besoak, industriak gelditzearen metafora balitz bezala. Behingoan, bizitza ekonomiaren aurretik jartzeko erabakia hartu omen dute. Hala ere, presio ezberdinak direla eta, hasierako utopia hau bere horretan geratuko dela dirudi, hau da, utopia izaten jarraitu.
Bitartean, etxean segitzen dut, dugu. Lainoek tregua ematen digutenean nire eguneroko eguzki-dosia hartzeko erabiltzen dudan balkoia nire auzoa berrezagutzeko ate bihurtu da. Ardo kopa eskuan kale hutsera begira dagoen 3. pisuko mutila, liburua irakurtzen dabilen bere goiko bizilaguna, landareak eguzkiak jotzean ureztatzeagatik errieta egiten didan pareko etxeko andrea… Kontrastea egiten dute pisu turistiko bihurtu zuten etxebizitzako pertsiana itxiekin.
Aurrekoan, goiko pisuan bakarrik bizi den andreari papel bat utzi genion gure laguntza eskeintzen. Laguntza eskatzera ez, baina ardo botila batekin etorri da etxera esker ona ematera.
Behingoan guztiok aurpegira begiratzen garen sentsazioa daukat, elkar ezagutzen hasi garela, 10 urtek lortu ez dutena dabil berrogeialdiak lortzen. Topa!
María Bonafonte Recio
Los primeros días de cuarentena los viví como una caída infinita hacia un abismo del que no sabía nada y al que le rodeaba una incertidumbre inquietante. No tener un horizonte fijo, una fecha inamovible en la que volvería a pisar las calles y abrazaría a mis amigas, me generaba ansiedad.
Una tarde me asomé por la ventana decidida a aplaudir. Me sentía atraída por la idea de toparme con otros cuerpos y confirmar que la vida continuaba más allá de las pantallas. Pero no vi a nadie. Seguí aplaudiendo, acompañando a otras manos que se chocaban en alguna otra calle. Poco después, una chica apareció en la acera de enfrente, dos edificios más arriba. Desde entonces nos saludamos, gritamos eufóricas algo que la otra nunca entiende pero recibe con cariño. A veces pone música ella, otras la pongo yo. Me atrevería a decir que he hecho una mi amiga.
Maribel Martínez
La lectura mi mejor calmante
Mi hijo me llama diciendo que regresa a casa, pero que se aísla quince días en su habitación.
Mi marido (hipocondriaco) me despierta a las cinco de la mañana con lamentos porque cree que tiene los síntomas del virus, para dormirse justo después de que le preguntes “qué te ocurre” y ya no cojo el sueño.
El abuelo que tiene noventa años, afirma que todo es un cuento de los curas y que él se va a la calle.
Pido ayuda al resto de la familia, me dan evasivas.
No puedo más, y lloro todo el día, me saturo de información, y me derrumbo.
Pero cojo mi libro y vuelve a suceder, me ayuda, me aísla, me saca de la tristeza.
Recapacito.
Doy las gracias cada tarde a todas las personas que se juegan la vida para salir de esto.
Soy afortunada.
Estamos juntos, sanos.
¡Y puedo leer!
Loreley
Click
Mi familia está contenta este otoño. Todos tendremos el tiempo suficiente para contar las nueces, que caen desde el viejo nogal. Las nueces despiertan el día. Las nueces nos entregan sus secretos.
Al oír el primer click, mi familia se pone alerta; al oír el segundo click, todos corremos rápido al patio y recolectamos las nueces que cayeron.
Mi tía es, por ahora, la ganadora. Ya ha recolectado seis kilos de nueces.
Hemos estado pensando en regalar nuestra cosecha, y ya estamos confeccionando bolsas para envolverlas. Estarán hechas con materiales que he guardado en mi caja de sorpresas. Allí puse: telas estampadas, cintas, plumas, canciones, botones, hilos, un trozo de corazón, encajes, poemas, tijeras. Con todo esto, de seguro, podremos regalar un poco de nosotras mismas, cuando termine el invierno.
Me despido… Ya sentí un doble click sobre mi tejado.
Edurne Pujana Deba
Gaur
Gaur, azkeneko egunetan bezalaxe, nire etxea ez den etxe batean esnatu naiz.
Gaur, betiko legez, nirea ez den pijama batekin jaiki naiz.
Gaur, nola ez, nirea ez den ispilu baten aurrean begiratu naiz.
Eta hor geratu naiz. Gaur.
Niri begira.
Isolamendu egoera honek erantzunik gabeko hainbat galdera sorrarazi dizkit.
Nortzuk ez dituzten nik ditudan baliabideak, zenbaten bizipenak ez diren albiste, noiz arte egongo garen horrela, edo nola demontre sortu duten hau guztia.
Aldi berean, isolamendu egoera honek arnas egiteko hainbat aukera eskaini dizkit.
Lehenbiziko egunetan produktiboa, produktiboa, produktiboa izan behar nuen.
Orain, aldiz, zama hori kendu eta laztandu dut neure burua.
Familiar egin zaidan ispilu berri honetan azal guztia ukitu eta leuntasunez laztandu dut.
Daukadan organorik handiena zaindu dut eta, bide batez, bat egin dut nirekin.
Begietara begiratu naiz, aspaldiko partez, eta irribarre egin dut.
Bai.
Ni ere etxean geratuko naiz.
Bai.
Ni ere nirekin geratuko naiz.
Alba Chantada
A vida
“Fai sol e como cada mañá inicio a miña rutina de exercicios.
Cando se achegue a hora de comer mirarei pola ventá e verei á veciña e saudarémonos e contarémonos as novidades de cada unha. Xa cando se achegue a noitiña volvémonos saudar mentres aplaudimos á nosa rúa baleira pero xuntas, a través das ventás, non estamos soas. Pola noite vémonos polo ordenador, xa que as dúas nos anotamos a un curso de solo pélvico co que falamos con outras mulleres e tecemos unha rede de información e compañía día a día. Xa pola noite na cama poño música. Estes días estou empezando a Vivaldi e pouco a pouco quedo durmida agardando comezar outro día máis. Seguirei construíndo porque a vida non parou.”
Júlia Mas Maresma
Cuando nadie está mirando
Dicen que no hay mal que por bien no venga, ni que 100 años dure. También que el tiempo es relativo.
Yo, como cada vez que consigo estar más de 30 minutos seguidos delante del ordenador, me encuentro con las manos heladas, los pies congelados y mis pajaritos en la cabeza, más revoltosos que nunca. No hay quien se concentre estos días, o sí, pero esa no soy yo ni ninguna de les yoes que me habitan.
Tengo diálogos internos que hacía tiempo que se habían quedado a medias, afloran voces que estaban atontolinadas y adormecidas; redescubro y recupero aquella que soy, como decía la Venegas, “cuando nadie está mirando”, aunque ahora es buen momento para identificar con más claridad quién te mira y quién, en cambio, te ve; quién te responde y quién te escribe.
Siempre es buen momento para cuidar y fortalecer el amor, empezando por el propio
Estherisc
Viernes 13, caos, prisas por no perder el ritmo y locura en las redes sociales… Poco a poco, mis redes se han ido relajando, he encontrado el modo de mover el cuerpo y relajar la mente… Ahora, mi montaña rusa de emociones que antes suavizaban los abrazos y sonrisas, ¡ay, amiga!, para esto, solo he encontrado imaginación. Para abrazar, enviar ese calorcito: una canción, una foto de un recuerdo, una video-llamada sorpresa o un corazón morado, un “estás presente y no te olvido, a pesar de mi silencio”. Y, lo que más me gustan, las sonrisas: disfraces, parodias de un día de confinamiento, felicitaciones divertidas, bailar como locas o recrear un momento en nuestra terraza, que, realmente es un pequeño balcón, aunque, nos da tanto aire, que nos parece infinito. Pequeños gestos que, a veces, nos acercan tanto, que casi siento que nos tocamos ;)
Anónimo
Teatro
– Coleguis, posponemos el teatro, ni podemos ensayar, ni sabemos si en mayo podremos estrenar.
– ¡Jo, qué pena!
– Bueno, ánimo gente
– Volveremos con más ganas
etc, etc…
Voy al ordenador. Pienso en para qué me metí a teatrere, para qué sirve todo esto. Si lo que importa es comer, estar sanes, tener techo, tener red. Dejo el ordenador. Me voy a subir y bajar escaleras escuchando a las Alicias: la Ramos y la Vatra. Vuelvo al ordenador. Las busco en instagram, twitter, face…Les escribo. Me contestan. ¡Qué majas!
– Oye pauli, he pensado en ti para una personaja
– ¿Has metido escenas nuevas? Ya me han dicho que no ensayáis
– No, es una obra nueva. Te mando el texto, está cogidito con pinzas, necesita muchas vueltas aún pero ahí te va…
– ¡Ays, qué ilu!
– Y con música libre. De las Alicias. ¡Qué majas!
Marta Plaza
Menuda estafa entrar en cuarentena con tanta antelación. Se había preparado para recibirla pero como solía hacer: abrir ventanas dejando entrar al verano y colarse dentro otro año sin invitación.
Era de angustia, delirio y paranoia fácil y no quería sospechar por sospechar a estas alturas, pero… ¿era solo casualidad que la cuarentena fuera obligatoria y omnipresente mientras intentaba autoconvencerse de que podía despedirse de sus 39 y entrar en década nueva? Una pandemia internacional no podía tener que ver con ella, ¿verdad?
Pasaron abril, mayo, videollamadas, demasiadas legumbres, papel higiénico rasposo. Con su cumple llegó el verano, la esperada vacuna, el fin (¡por fin!) del aislamiento y un fiestón sorpresa en casa con tarta vegana riquísima.
Sopló 40 velitas como su asma se lo permitió.
― ¡Años queriendo una fiesta sorpresa y prácticamente te la ha organizado el coronavirus! ¿Qué has pedido? ―preguntaban sus amigas.
―Abrazadme y callaos, anda.
Anónimo
Te levantas por la mañana y no puedes hacerte un café porque se te ha jodido la cafetera y piensas: ¡maldita lejía! Aún sin café en vena, te enganchas a tu dosis diaria de WhatsApp. Saltando de grupo en grupo, tu amiga te ameniza el momento con unos audios cantando trap: “La cuarenta de las TIC va a ser tocha al salir a la calle por fin”.
Tanto TIC y tanto TOC, de aquí a un centro de desintoxicación. Aunque la mejor desintoxicación será con amigas, en las calles, los barrios, las plazas, las asambleas, los bares con un par de cañas y una ración de (las) Bistecs: “Señoras bien, señoras fetén, capitalistas, chochocentristas”
De lo que nos queremos desintoxicar es del peor virus que lleva muchos años arraigado y no se va con lejía, se llama patriarcado, capital y monarquía. Y por eso brindaré con mi tribu y haremos activismo en manada.
Anónimo
Desde la ventana
No tengo balcón. Pero por las tardes, a través de la ventana y cuando Galicia lo permite, puedo absorber unos rayos de sol estupendos que me recuerdan la vida.
Me costó confinarme, lo reconozco. Una vez en ello, la vida dentro de casa, con más o menos ansiedad o placer, la voy llevando. Lo que duele es que nos hayan quitado las calles.
Desde el principio me inquietó la tendencia “policía de balcón”, y el espacio ocupado por la verdadera. Afectó a mi bienestar emocional. Pero tuve la gran suerte de contar con una red de afinidad que sentían y cuestionaban lo mismo.
Estos días, además de los rayos de sol y comer rico, me hace mucho bien estar relacionada, tener una persona que quiero cerca, alimentarme de pensamiento crítico, y poder seguir politizando el aislamiento con mis compis transfeministas, empeñándonos en que éste solo sea físico.
Mónica Almagro Corpas
Llevo días sin reír en presencia de otro cuerpo, días sin compartir piel, abrazos, caricias.
Me siento vulnerable, y decido tomar las riendas. ¡Quiero reír! Me río conmigo; río tan fuerte que lloro. Lágrimas caen de un cielo que explota tras un día de calor y humedad.
¡Qué bien! Por fin respiro de nuevo, fresco, limpio, ligero. Aire.
Aire que me llena los pulmones y alcanza a cada célula de mi cuerpo. Aire que me revitaliza y me da fuerza.
¡A por otra semana!
Me siento vulnerable, y sin embargo, a ratos, me siento poderosa. Esto nos hará más capaces, más autónomas, más auténticas.
Medito, escribo, canto, pero sobre todo bailo. Me lo bailo todo, el miedo, la pena, la soledad, la frustración, el enfado y también la alegría. La alegría de poder disfrutarme, de sentirme. Soy un cuerpo que siente, y estoy aquí.
Aurora Efe
Hay que irse familiarizando con esta nueva forma. Para mí, una extensión de los últimos tiempos: tras las pantallas, lanzando mensajes, construyendo vínculos, cuidando los afectos. No olvidar que la escritura es la fuente. Seguir, no olvidar que hay que seguir. Buscar la fuente de la palabra. Leer. Respirar. El cuerpo detrás de todo pensamiento, es la carne que nos materializa. Cuidarlo.
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Leo 100 páginas de Reina de Elizabeth Duval del tirón. Me obligo a parar para no quedarme huérfana tan rápido. Veo parte de las comparecencias de Rebelo de Sousa, Costa y Sánchez, y un capítulo de Casa do Cais. Quiero que la lectura prime sobre lo demás. Libros, papel. Tengo material suficiente. Tengo papel y palabras suficientes. Pronto volveré a tener la cabeza para traducir.
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Es momento de elegir bien las compañías, siempre lo es. Incluyo, claro, las lecturas. Empiezo a estar muy bien acompañada.
Encina
Vecinas
Petri y yo llevamos años viviendo a pocos metros de distancia. “Nunca te había visto”, me dijo la primera vez que nos cruzamos la sonrisa en la cita de las 8. Yo tampoco a ella. Y ahora, muchos días, es la única persona con la que hablo en directo.
Andrea es amiga y vive a dos calles de la mía. El 4 de abril era su cumpleaños y, transgrediendo el confinamiento con la argumentación de que vernos reforzaría nuestro sistema inmune (diseñada para cuando mi madre me llamara, como luego hizo, imprudente) lo celebramos en el callejón frente a su casa. Hablamos a distancia y compartimos, con escrupuloso cuidado, alimentos que cada una había traído. Dos horas después volvía a casa como quién regresa de pasar el día con amigas, feliz y esponjada.
Son los vínculos con las personas más cercanas, ahora literalmente las más próximas, los que me mantienen cuerda.