“Belén se hizo fuerte en la cárcel”

“Belén se hizo fuerte en la cárcel”

Belén tiene 48 años y tres vidas. Aquí nos habla de las tres y de su barrio, San Francisco, en Bilbao, en el que ya no vive, pero donde siguen pasando las cosas más importantes para ella.

Belén

Ilustración de Zuriñe Burgoa.

– ¿Vas a poner mi nombre cuando me entrevistes?
– Como quieras
– Quiero que pongas los tres, quiero responderla como Félix, Boni y Belén.

Estamos en la calle San Francisco tomando algo frente al bar Urkiola y ella dice que sí, que quiere contarlo de una vez. Belén tiene 48 años y tres vidas. Está en pleno trámite de un divorcio complicado porque es la primera persona de España que está casada como un nombre -Félix- y quiere divorciarse con otro -Belén-. “Me dijo la abogada que no consta nadie así en el registro civil”. No hay precedentes. Belén ya no es Félix, nunca lo ha sido del todo. Tampoco es Boni, porque Boni despareció en la cárcel. “Aunque Boni es un nombre muy bonito, la verdad, pero me quedo con Belén”, dice.

Félix

Félix era de Barakaldo. Su hermana y su tía ya tenían claro que estaba “en el cuerpo equivocado”, cuenta Belén. “Mira, yo creo que mi hermana era lesbiana, pero cuando vio cómo me las habían hecho pasar a mí en mi familia, prefirió no decirlo”, cuenta. Félix tenía cinco hermanos del matrimonio entre su padre y su madre, y otros dos más, “una de uno y otra de otro”, dice. Belén ya no tiene relación con ellos. Ni quiere: “No me apoyaron en ningún momento”. Llega a Pikara Magazine, se sienta en el sofá y comienza la entrevista. Se le quiebra la voz.

Estoy un poco nerviosa, porque yo nunca he hablado sobre este tema, es la primera vez.

¿Por qué? ¿Igual por miedo?[Suspira fuerte]. Ahora no tengo ningún miedo.

¿Y antes?
Antes, en la familia. No me apoyó en ningún momento, desde que se mató mi madre. Y como que yo, familia, no tengo.

¿No aceptaron que seas mujer?
No.

¿Cuándo supiste que lo eras?
De cría. Y mi madre me lo notó, porque mi madre tenía una despensa con un espejo como el que tenéis allí [un espejo de cuerpo entero] y yo me ponía los tacones de ella, me ponía una toalla y empezaba a actuar de Isabel Pantoja.

¿Te gusta la Pantoja?
Me encantaba. Y mi madre me venía y me decía, “Félix, ya te has puesto mis tacones”. Porque se los torcía enteros. Yo le decía que era mentira, pero pienso que alguna vez me vio.

¿Y tus hermanos?
Ramón murió joven, se ahogó. Agustín, cuando se enteró de que a mí me gustaban los hombres, me tiró un hornillo con alcohol y tengo toda esta parte quemada [se señala el vientre]. Yo tenía diez u once años y él dos o tres más. No me digas cómo se enteró, pero yo ya había tenido relaciones en el colegio. Mi hermano se ensañó mucho, por maricón. Me tocó dormir con él porque éramos muchos y se hacía pajas conmigo. En el colegio también fui maltratada. Se juntaban tres, me llamaban, “vamos pa’ca, vamos pa’ca”, me llevaban al campo y ahí me pegaban. Uno solo. Los otros se descojonaban. Ahí ya no vivía mi madre. Tenía 13 años. No me defendía porque no podía. Tenía miedo de que se metieran los otros. Me hicieron sentir mal, pero yo ya tenía claro lo que era.

Cuando se murió tu madre, te mudaste con tus tíos.
Sí, nos cuidaron unos tíos a tres de los hermanos. Lo pasé muy mal también. Mi tía me pegaba mucho. A mí y a mis dos hermanas. Mi hermano se fue voluntario a la legión, estuvo un año. Vino y les echó a mis tíos de casa, porque era el piso de mi madre y mi madre ya no vivía. Vivíamos en Sestao, en Urbinaga. Y, cuando les echó, nos fuimos con mis tíos y sus hijas las tres hermanas a vivir a Basauri. Y allí empezó mi pesadilla. Tendría 14 años. Mi tía, cuñada de mi madre, me mandaba a pedir, solo a mí, puerta por puerta, por Ermua, Gernika… muchos sitios. Y eso que cobraba una ayuda de 25.000 pesetas del Estado por cada hermana, por la muerte de mi madre. Tenía que llevar las 5.000 pesetas a casa todos los días, ¿eh? Si no las llevaba, paliza pal’ canto.

¿Solías conseguirlas?
Siempre. El día que no quería ir a pedir, me encerraba en una habitación con un candado.

¿Cómo era la relación con tus hermanas?
Nunca me han dado cariño. Me prostituía. Mis hermanas se iban a las cuatro al bar a buscarme y se quedaban allí esperándome, viendo cómo subía yo con el cliente. Me han visto fumar chino en el parque, en los arcos, y no han dicho, “eh tú, ven pa’ca”.

¿Cuándo empezaste a prostituirte?
A los 16 años, cuando me escapé de Basauri. Fui a casa de mi hermano, de mi madre, en Sestao. Estuve una semana. Salía a la calle Amistad, que había un club, y a la semana un día volví a casa y me abrió mi cuñada la puerta. “Me ha dicho tu hermano que no vuelvas más”. Y así fue. ¿Sabes dónde me tocó dormir? Aquí antiguamente estaban los túneles de Abando [en Bilbao], ahí me tocó dormir. Y estuve un tiempo allí. Me he prostituido hasta los 29 o 30 años.

Boni

A los 16 años, Boni empezó a tomar hormonas. Las compraba en la calle Cortes, a otras personas trans operadas que se las vendían a 5.000 pesetas. A los 18 ya se las recetó el médico. Boni tenía algo de sombra en la cara y a veces usaba peluca. Tenía dos. Una era rubia y se la regaló una compañera, pero la usaba poco. En seguida pasó también del maquillaje. “Esther y yo éramos las únicas dos trans que íbamos con la cara lavada. El día que no me pintaba, tenía más clientes”. Llevaba el pelo corto. Los taconazos los conseguía en la zapatería El estilo, que estaba frente a lo que ahora es el hostal Bcool de San Francisco. Ahí compraban calzado todas las mujeres trans del barrio.

Te voy a contar una anécdota. Cuando empecé conocí a un chico y nos llevó a Valencia a mí y a otra. Llegamos en pleno invierno. Un frío. Y yo con un pelucón, una minifalda, unos taconazos… y la otra, altísima también, con pelucón. Llegamos y nos dijo, “me esperáis aquí”, nosotras con las maletas [se ríe] y no volvió. Pues así nos dejó a las dos tiradas, en Valencia, con pelucones y un frío… Nos vinimos en otro bus. Yo creo que este tenía que hacer un viaje y dijo, “quiero compañía”.

Decías que a los 16 te fuiste de casa. ¿Entonces dejas de saber de tu familia?
A partir de los 16… [niega con la cabeza]. En el 93 me casé. Con una brasileña y por un millón de pesetas. Yo estaba enganchada a la heroína y a la cocaína, si no, no lo hubiera hecho, ¿sabes? Y ella quería los papeles para hacer plazas. También era puta y para que la policía no le dijera nada en la calle. La policía iba a por las extranjeras… Las últimas novedades que tuve de ella fue hace poco, cuando me llamó la abogada. Había estado empadronada del 93 al 95 en la calle Cortes. En el 95 se fue para Zamora y ya no se sabe más de ella. Lo que pasa que a la semana de la boda me tuve que tirar de un coche, me escayolaron una pierna. Me quedé en mi apartamento un mes, que me vino el millón de pesetas como las perlas porque no podía bajar a trabajar. Cuando bajé al mes y pregunté por ella, sus paisanas me dijeron que la había expulsado la policía. Yo estaba metida donde estaba metida y ni me preocupé.

¿Te tuviste que tirar de un coche?
Sí. Haciendo la prostitución. Un cliente que era mayor me quería robar. Me llevó a Artxanda y me tiré en marcha. ¿Y qué llevaría encima? Cinco o seis fletes [servicios] que me había hecho, no más. A los 18 años también estuve con un cliente toda la noche. Cuando acabamos de hacer de todo él no encontraba las llaves del coche y yo me eché a dormir. Al rato vino la policía y me llevó, estuve tres días en [la prisión de] Maturtene y luego se encontró las llaves Amalia, la de El Bodegón, un bar de comidas de las Cortes. Me han pasado más cosas de estas. En el Bodegón también. La primera vez no fui yo, la segunda sí. Fui allí, entré al fondo y salí, y a la madre de Amalia le faltaba la cartera. Una trans, Maika, dijo que había sido yo. Como estaba enganchada todo el barrio lo creyó. Así que otro día entré y la madre se había dejado la cartera en la barra y me la llevé, 80000 pesetas tenía. Dije, que me acusen con razón. Pero ahí no me acusaron. Lo hice porque estaba enfadada. Iba a pedir 2000 pesetas pero la vi ahí y la cogí. No estoy arrepentida. Cometí un error, pero se aprende.

¿Dónde vivías entonces?
En Cortes, 12. Compré un piso cuando cumplí los 18 años y lo reformé. Me enfrenté a una deuda de tres millones de pesetas. Iban a renovar el edificio y a mí Surbisa [sociedad municipal de rehabilitación de Bilbao] no me daba ninguna subvención. A todos los vecinos se la dieron y yo tenía que meter cinco mil y diez mil pesetas más la droga que me metía. El piso me lo quitaron las vecinas. Debía ciento y pico mil pesetas de comunidad y ochenta y tantas mil pesetas de piso. Luego, los vecinos, ahora lo comprendo, estaban hasta los cojones. Porque yo subía ahí a todos a fumar plata. Subía a los clientes, les robaba. Y todos los días discusiones. Ganaba unas 80 o 40.000 pesetas, hacía unos diez servicios al día. Había clientes que te pagaban bien y otros que te pagaban lo justo, dos mil pesetas como se corriera antes. Y el viernes igual empalmaba con sábado y domingo.

¿Y dónde trabajabas?
Empecé a trabajar en un club, en el JB. Lo han tirado ya. De ahí me echaron, luego me enrollé con una brasileña y fui a otro. Ahí me enganché. Estando de prostituta tienes que aguantar a cualquiera. Y una rayita por aquí, otra rayita por aquí. Conocí a un hombre y… “vamos a probar una rayita”, “Yo nunca he probado”, “Pues vamos, que sienta bien”. Así fue. Me sentó como una patada en el culo, la verdad. Me puse malísima esa noche por la nariz. A los días me dijo, “pruébalo fumado, que te va a gustar”. En buena hora, si me hubiera sentado tan mal como me sentó por la nariz, habría sido mejor. Me sentó como un globo, de puta madre. Estuve enganchada hasta los 38 años que entré en prisión.

Cuando te casaste, todavía constabas como Félix
Sí, sí. Yo hasta hace poco he constado como Félix. La boda la celebramos donde trabajaba yo, en un club de carretera. Y ella, no se me olvidará, iba con una minifalda blanca y un chaleco blanco. Yo iba con un pantalón vaquero y una camisa vaquera de hombre. El pelo un poco más largo que ahora [lleva melena por encima de los hombros]. Invitamos a amigas prostitutas que trabajaban en el Edén. El padrino fue una amiga que en ese momento también estaba enganchada a la droga, aunque ahora está muy bien, se quitó, que me alegro un montón y ahora está en Cádiz, trabajando. Y una mora mayor fue la madrina. Esa señora ya habrá muerto, supongo.

¿Lo recuerdas con cariño?
No, no, por favor, para nada. Yo estaba loca por que terminara eso. Llegar allí, que me diera el millón de pesetas, que me dieran mi libro de familia y desaparecer para meterme.

¿Y por qué organizasteis una fiesta?
No lo sé, fue ella, pregúntaselo a ella que yo ni la conozco [risas]. Si te digo que no me acordaba de que estábamos casadas… Eso luego te lo cuento que fue cuando salí de la cárcel.

¿Tienes alguna foto?
No, por favor, qué dices. [risas]

Entre tu boda y la cárcel, ¿cuántos años pasan?
Me casó en el 93 y en el 2009 fui a la cárcel de Basauri. Allí estuve un año en preventiva y luego fui condenada a siete años más. Por robar comida en los supermercados. Nunca poniéndome chula, nunca echando a correr. Pasaba por aquí por la calle San Francisco, [los policías] me veían y me quitaban las cosas. Me decían, “venga, búscate la vida otra vez de nuevo”. Municipales, ertzainas… había algunos que me decían, “venga, Boni, hoy pasamos de ti, pero tampoco te acostumbres, ¿eh?”. El día que me quitaban lo que había robado les decía, “Hazme justificante”, “Si te hacemos justificante te tenemos que llevar detenida”. Así que como que no tienes ganas. No me acuerdo por qué el juez sentenció siete años. Tuve abogado de oficio y pienso que a todos les dio bastante igual. Pero un policía ya me lo había dicho, “Boni, te voy a amargar la vida”. Me dijo que me tenían que meter un buen paquete.

¿Por qué?
No lo sé, si quieres cuando le veamos se lo preguntamos a él. El caso que yo iba a cumplir los siete años de cárcel en Zabala, Vitoria. Pero había una persona en Basauri a la que apreciaba mucho y que andaba siempre descalzo por el patio y se pinchó. Se le infectó y le amputaron un poco del pie. Luego otro medio, luego otro. Era un señor mayor que conocía de hace años de aquí del barrio y que me había tratado muy bien, a mí y a todas las trans. Para mí que lo mataron de tanto cortarle la pierna. Discutí con el médico. Tomaba interferón y eso te pone muy nerviosa. Le dije que había matado a este hombre. Por esa discusión me mandaron a Palencia y allí me putearon. A mí también me quisieron amputar un dedo, pero les dije que ni hablar.

Entonces, ¿era algo que se hacía habitualmente?
Que se hace, no se hacía. Llevo solo dos años fuera y a mí me lo quisieron hacer. Palencia se me hizo muy duro. Llegué allí y me encontré con 92 hombres. Por el altavoz no me llamaban Félix, me llamaban Monje Pastor, mis apellidos.

Tampoco te llamaban Belén
Bueno, yo antes me llamaba Boni también. Decidí ponerme Belén en prisión porque Boni intentó quitarse de la droga muchas veces en Proyecto Hombre, comunidad que fue mi peor pesadilla en Gordejuela. Allí estuve para desintoxicarme. No puedes salir para nada, para nada en tres meses. Y más metadona y más metadona. Belén se hizo fuerte en prisión. Se quitó de la droga, me enfrenté a 92 hombres, una trans sola, nadie se metió conmigo, pero el pánico lo tienes. Porque en Vitoria, en Nanclares, vives como una señora. A los trans nos meten en enfermería para que no nos agredan. En Basauri, también. En Palencia no, me tuve que liar con un preso que trabajaba en el economato para sentirme protegida. Estuvimos años, pero me cansé. Eran discusiones día a día.

¿Él te gustaba?
No.

¿Has estado enamorada?
Sí, con 18 años, con el que me dijo de probarlo. Como una loca, como una loca. El de mí no sé.

¿Y eso era amor?
Amor platónico [se ríe]. Nunca me he enamorado como esa primera vez.

Belén

Belén colecciona cintas de casete de sus cantantes favoritas. Ahora es, sobre todo, fan de Rocío Jurado, pero también le gustan Marifé de Triana, Lola Flores o María Jiménez. A veces suena Camela a tope en su casa. Las vecinas le piden que suba el volumen y todo el bloque vibra. Estamos en un bar, en la calle 2 de Mayo, y fuera del ambiente de la redacción se relaja más. Fumando un cigarro y tomando un vino, aparecen otras historias que se han quedado perdidas en el sofá de Pikara.

Ah, eso no te lo he contado. Estuve un año en un albergue en Hontzak, había diez literas. Desde el principio me trataron como mujer, como Belén, y estuve muy bien. Antes me daba mucha vergüenza cuando tenía que enseñar mi carnet y así. Y muchas veces me tenía que acompañar alguna monitora de la comi [Comisión Antisida]. Por ejemplo, cuando me empadroné en Santutxu no me querían llamar Belén en la sala de espera del médico. Y cuando enseñaba mi carnet me encontraba gente maja y gente que no.

¿Has notado un cambio en los últimos años? ¿Más respeto?
Sí, sí. Muchísimo, lo noto mucho. Pero hija, todo me pasa a mí, porque ahora ya tampoco existe la unidad de género, que yo me tuve que apuntar para ponerme el nombre y al poco tiempo lo quitaron.

¿En qué consistía?
Era una prueba psicológica para poder hormonarte. Primero te mandaban al psiquiatra. Y luego ya al médico aquí abajo en la calle Bailén, que había un médico antes.

¿Cómo eran las preguntas?
Ni me acuerdo apenas. Pero que no haya unidad de género me parece perfecto, que si una criatura es trans no le haga falta unidad de género para hacerse el DNI, perfecto. Yo me hormonaba a los 16 años con el Androcur y ahora tomo otra que no conocía. Recomiendo a las trans que no se apunten a las hormonas si no tienen sombra [bello facial]. Bueno, y si algunas no les importa tener, no las critico. Pero si son como yo y quieren quitársela, que se las tomen dos o tres años.

¿Te has operado?
No. Tengo muchas dudas. Cuando empecé de prostituta conocí a un mujer trans mayor operada y no sentía nada, no se corría. En 2016 la vi desde la celda que estaba yo en prisión y ella dijo que todavía no se corría pero que sí sentía. Tendré que hablar con el médico porque habrá cambiado. Pero sí, quiero operarme. ¿Sabes que yo nunca había visto un chocho hasta que me lo enseñó una amiga? Le dije, “nunca he visto un chocho”, “¿Cómo que no? Venga al baño que te lo enseño”. [risas] Todos mis clientes eran hombres. He hecho cuadros con mujeres porque los clientes lo pedían, pero nunca llegué yo a tocarlas ni ellas a mí. También he hecho cuadros con trans. Sí que me puse tetas con 18 años, en Madrid y me las quité a los 19. Me costaron 300.000 pesetas, me las quité por 50.000 y luego las vendí en 15.000 [risas]. Algunas trans que no llevaban pecho, se ponían calcetines. Me dijo una “Boni, ¿me las vendes?”, “Sí, toma”. Te metes las prótesis en el sujetador te toca el tío y, como es blandito, parece pecho. Ahora las que tengo son por las hormonas, ya llevo muchos años y son muy bonitas, pero se me caen, las otras no, estaban tiesas [risas]. Pero me daban frío. La silicona es fría, y además me las puse muy grandes, una ciento y pico o así [más carcajadas].

¿Cuándo conseguiste cambiar tu documentación?
Cuando salí de prisión en el 2017 y empecé con los trámites. Dentro de prisión no pude porque era una prisión de hombres. Salí el 4 de septiembre del 17 y, no te voy a mentir, me lié con tres y me dio cuatro días por meterme. No heroína, ¿eh? Si no, ya estaría enganchada, la verdad. Cocaína, que engancha, pero de aquí [se señala la cabeza]. ¿Y sabes lo que me retiró de ellos? Al principio fumaban, pero luego uno dijo, “yo me quiero meter un pico”, y los otros dijeron, “ah, pues también”. Y yo les veía picarse y eso es lo que me echó para atrás. Venga Belén se acabó. Me pegué con una persona de esas y estuve sancionada tres meses en la comi. Y ahí conocí a Marian, que es la primera feminista a la que conozco. Y con ella a mis amigas de ahora. No hay mal que por bien no venga. Yo soy feminista y algunas veces soy machista, no te voy a mentir. Para mí a Marian me la ha puesto mi madre por medio. Es lo que yo nunca tuve. Hermana, amiga, confidente, todo. Ya no vivo en este barrio, pero me siento mucho más acogida. Aunque hace poco subía yo por aquí e iba un poco cargada. Llevaba algo de Marian en el bolso [duda un segundo y confiesa], el Pronto, y estaba la Policía.

El Pronto, ¿la revista?
Sí, me encanta y me la leo entera. Total, pasé al lado de ellos y uno me dijo a grito pelado, “¡Félix, Félix, Félix!”. Pasé una vergüenza y un apuro. Y menos mal que pasaba una monitora de Bizitegi [asociación para la inserción que ahora mismo da vivienda a Belén] y me defendió a muerte. Yo les dije: “Habéis sido malos, sois malos y seréis malos. La gente cambia, yo ya he cambiado de vida, señores, y ahora soy Belén. Antes robaba por necesidad, ya no tengo ninguna necesidad”. Me lo negaron me dijeron que no me habían llamado por ese nombre.

Decías antes que te olvidaste de que estabas casada…
Completamente. Al año de salir de prisión y tener mi DNI, una monitora me fue a hacer los papeles para el complementario [ayuda económica], y me dijo, “Belén, ¿estás casada?”. Y ahí y empecé a hacer los papeles del divorcio con Bizitegi. Me presenté con la abogada para pedir el papel de que estaba casada pero, claro, Belén no está casada y nos está costando un huevo y medio. Llevo nueve meses con esto y parece que me podré divorciar pagando por cambio de papeleo. Y tendré que declarar ante un juez, que me preguntará por qué me casé.

Pero en cualquier caso podrás divorciarte, aunque sea como Félix
Pero no me da igual. No quiero firmar papeles como Félix. Quiero hacerlo como Belén. Si puedo conseguirlo bien, si no, mala suerte, pero lo intentaré. Hace poco me llegó una carta del 2008 y era como Félix, estaba con el divorcio y estaba cagadita por lo que pudiera ser. Y resulta que era una multa, ¡del 2008! 66 euros. Por robar en un supermercado. Pero si tuve 15 días arresto domiciliario, que me dieron la opción porque no podía pagar la multa porque estaba metida en la droga. Ahora, después de un montón de años, que me venga…

¿No puedes recurrir?
No quiero. Llamé por teléfono, les dije que ya me había cambiado de nombre, que era Belén, y me dijeron, “ah, pensábamos que era tu hermano”. Les dije, “mira por favor, voy a pagar la multa, pero olvidarse de mí. Yo ya he cambiado de vida, Félix pasó a la historia”. Y esperemos que no me vengan multas de cuando tuve que cumplir trabajos a la comunidad.

¿Cómo te ves de aquí a unos años?
Como ahora pero con un poquito más de arrugas, ¿no? [risas] Estoy muy bien, con lo que tengo me conformo, no quiero ahorrar, para invitar a un zurito a mis amigas no necesito más. No pensaba que iba a poder estar así de bien, estoy más guapa que a los 29 años. Y mis amigas me han salvado la vida. Creo que ahora no pasan las cosas que pasaban antes. Ojalá no me equivoque. Y más adelante también me veo trabajando, en limpieza igual, y viviendo en mi propia casa. Ya no estoy enganchada, no necesito el control.

Oye, tienes un aire a María Jiménez
Ella es más rubia. [Y suelta una carcajada]


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https://www.pikaramagazine.com/2020/04/los-barrios-khaira/

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