Intérpretes, el tercer bando de la guerra civil española

Intérpretes, el tercer bando de la guerra civil española

Ausentes del relato histórico impuesto, quienes interpretan en tiempos bélicos no suelen ser retratados. El libro 'Lenguas entre dos fuegos. Intérpretes en la guerra civil española (1936-1939)', de Jesús Baigorri, reconstruye el conflicto a través de las palabras como armamento. En el contingente soviético la representación cuantitativa de las mujeres traductoras fue muy destacada, un hecho poco habitual hasta aquel entonces.

Texto: J. Marcos
Imagen: J. Marcos
22/04/2020

Portada del libro ‘Lenguas entre dos fuegos’. 

Cosas de la guerra, de cualquier guerra. Que enfrenta a los buenos (siempre nosotros) contra los malos (siempre ellos). Y esto, contado desde nuestro bando, claro. En mejor de los casos, una facción (la que ostenta la Verdad y tiene la Razón, si es que no a Dios de su lado) contra otra (irracionales, salvajes, infieles y un largo etcétera). Así es como se construye la Historia, con una mayúscula inicial que se perpetúa dejando entrever que solo existe la versión impuesta, la que se enseña y la que se estudia; la escrita, ya lo advirtió W. Benjamin, por los vencedores.

Desde las periferias, los sures y otros rincones del planeta llegan, cada vez con más frecuencia, historias tejidas a contrapelo, visiones otras que cuestionan o contradicen directamente la corriente historiográfica hegemónica que produce todo conflicto bélico. Pequeños grandes rastros de obligado seguimiento para entender cualquier contexto complejo. Y cosas de la guerra, de cualquier guerra, no hay conflicto alguno que no sea poliédrico.

En medio de esta lucha por el relato, el dichoso relato que tan en boga vuelve a estar en estos tiempos, Jesús Baigorri ha publicado una obra sobre la guerra civil española. Hasta aquí, ninguna novedad reseñable, pues son ya más de 50.000 los títulos impresos al respecto. El gran mérito y originalidad de Lenguas entre dos fuegos. Intérpretes de la guerra civil española (1936-1939) es que no está escrita desde la facción nacional ni desde la republicana. Tampoco desde una atalaya desde la que sentar cátedra, otra de las frecuentes desviaciones de una Historia pretendidamente abstracta y objetiva.

Baigorri des-cubre, quitando el velo que hasta ahora cubría, un tercer bando de la guerra civil: el de quienes hicieron de intérpretes durante el conflicto. Una tercera trinchera, allí donde la palabra se convierte en arma de guerra y donde los idiomas cobran una importancia vital. Porque la tesis de la lengua como arma no es meramente metafórica, ya que “la falta de entendimiento entre diferentes unidades de combate o entre la tropa y el enemigo o la población civil puede acarrear consecuencias imprevisibles en el desarrollo de las operaciones bélicas”, escribe el autor.

El castellano fue la lengua de referencia obvia durante el conflicto fratricida, pero la zona de traducción se extendió tanto en el ámbito estratégico como en el táctico, desde las altas esferas hasta la supervivencia diaria a pie de calle. El libro recoge varias anécdotas fruto de confusiones lingüísticas, como cuando un pedido del equipo anglo-español para la atención sanitaria confundió ‘angulas’ por ‘agujas’ o cuando a un brigadista de Liverpool lo trataron contra la diarrea cuando tenía estreñimiento. Especialmente emotivos son los testimonios de algunas personas heridas de muerte que fallecen sin traducción por falta de un idioma común.

Historiador de formación e intérprete de profesión, el autor se mete en su propia piel para visibilizar una de las realidades más olvidadas de cualquier guerra que tenga un mínimo componente internacional. He aquí la principal virtud de su propuesta, una especie de arqueología de “unos personajes marginales en el conflicto bélico, a juzgar por las escasas referencias que se encuentran sobre ellos en obras de todo tipo, pero cuya presencia constituyó una pieza más en el engranaje bélico”, explica.

Mujeres políglotas en las Brigadas Internacionales

La política de no intervención de los países del entorno no se sostuvo mucho tiempo. Y aunque una minoría sobre el total, la guerra civil española congregó a decenas de miles de personas procedentes de numerosos países. La Babel de idiomas era tal que las dificultades para entenderse se explican por sí mismas. Las cifras en el bando republicano revelan la presencia de unos 35.000 voluntarios de más de cincuenta países, encuadrados en las Brigadas Internacionales, además de unos 2.000 asesores soviéticos. El lado franquista contó con el apoyo de unos 80.000 efectivos procedentes del protectorado español en Marruecos, unos 79.000 enviados por Mussolini (el Corpo Truppe Volontarie) y otros 20.000 por Hitler (la Legión Cóndor), además de 10.000 portugueses y otros grupos de menor entidad cuantitativa.
Editada por la editorial Comares (2019), Lenguas entre dos fuegos retrata al millar largo de intérpretes (las cifras son inciertas y podrían ser más altas, advierte Baigorri) que participaron en la guerra civil española, tanto locales como extranjeros, profesionales y sobre todo políglotas sin más. En su gran mayoría, hombres jóvenes y de cierto nivel socioeducativo. Aunque hubo excepciones, sobre todo en el contingente soviético, con buena presencia de intérpretes de clase obrera y, por primera vez en la historia (contada) de los conflictos, con una presencia cuantitativa destacable de mujeres.

De los más de dos centenares de intérpretes provenientes de la Unión Soviética, la mitad fueron mujeres, algo excepcional hasta ese momento. Según explica Baigorri, esta inusitada representación tiene una justificación sociológica: la Revolución de octubre de 1917 promovió la participación femenina en el mercado laboral en pie de igualdad y la inmensa mayoría (9 de cada 10) nacieron a partir del año 1900, así que su adolescencia formativa coincidió con aquel contexto.

Por primera vez en la historia (contada) de los conflictos, en la guerra civil española hubo una presencia cuantitativa destacable de mujeres intérpretes

Dada la escasez de efectivos con capacidades políglotas, cumplieron su función de forma más individual que en equipo, y les tocó ejercer principalmente en unidades separadas o acompañando a mandos concretos. Su permanencia en la península se prolongó por lo general entre unos meses y algo más de un año. Prácticamente la mitad de ellas recibió condecoraciones por sus servicios, “lo que atestiguaría un nivel muy general de satisfacción de sus superiores en cuanto a la dedicación a sus tareas, híbridas entre la eficiencia lingüística y la lealtad ideológica”, escribe Baigorri.

Soledad Sancha, las hermanas Abramson, Lydia Kúper, Ruth Zernova, Anna Obrucheva, Elizaveta Parshina… mujeres entre dos fuegos, protagonistas silenciadas de la guerra civil española, acallamiento que se repetiría posteriormente en la Segunda Guerra Mundial. Baigorri abre el apetito para seguir tirando de un hilo apenas investigado hasta ahora. “Si la guerra es uno de los fenómenos en los que se manifiesta el motor de la historia, las lenguas fueron a menudo aceite de engrase de ese motor y, a veces, también gasolina vertida en el fuego de la contienda para atizar la llama”, se lee.

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