‘El túnel’: un asesinato machista hecho libro

‘El túnel’: un asesinato machista hecho libro

'El túnel, de Ernesto Sábato, es una apestosa narración realista que te toca los lugares más recónditos de tu infancia podrida (o no) y por sus santos cojones saca lo peor que hay en ti.

Parte de la portada de El túnelassfasf a

He dudado sobre reseñar la novela El túnel, de Ernesto Sábato. Mientras la leía con ojos como platos pensaba que sí, que tenía que hacerlo. Cuando reflexionaba sobre frases concretas y en las sensaciones que me ha creado leerlas o reconocerme en ellas, deseaba empezar a redactar ya, en ese mismísimo instante, sin haber llegado al final del libro siquiera. Al terminar, con una sensación de desconcierto total, seguía pensando que ¡por supuesto! Pero es que me ponía en la pantalla del ordenador, pensaba por dónde empezar y sentía algo muy raro: este no es el lugar de reseñar El túnel.

Así que este texto lo escribo por dos motivos: porque es una lectura absorbente (te lo juro) que te hace desconectar de todo lo demás (y creo que esto ahora, con la que está cayendo, viene bien), y porque tratando un tema polémico, en cierto modo me siento culpable por haberla disfrutado tantísimo. Esto de sentirme mal por disfrutar me pasa muy rara vez, así que hay una parte de mí que quiere explicarse, por si a alguien más le ha pasado. Lo de siempre: el único objetivo de mi sección es hacerte ver que no estás sola. O sea, sí, en realidad estás sola, tampoco te voy a mentir, pero yo también estoy sola, no sé si me explico. Lo estamos todas, ya tú sabes a qué me refiero.

Bien. A lo que vamos. Lo cierto es que no tenía ni la más remota idea de quién era el argentino Ernesto Sábato hasta el 23 de enero. Quizás debería conocerlo de antes, pero estoy hasta las narices de que la gente suponga que todo el mundo debe estar al tanto de pensadores influyentes hombres, sólo porque son “de buena calidad”. Me vais a perdonar, pero algunas hemos estado años de nuestra vida (y seguimos) usando nuestro tiempo de ocio como nos sale del sobaco sin tener que ir de guays o parecer más listas por solo acercarnos a lecturas o cine pretenciosamente reconocido***. Añado que Filmaffinity son los padres, en masculino, enteraos de una vez. Y bueno, de la música ni hablamos. Como no tengo que demostrar nada a nadie, afortunadamente puedo disfrutar de lo que me dé la gana. Escribo esto y me entra la risa. Bueno… a ver. Seriedad. Di la verdad, María, no seas hipócrita. Venga, vale. Admito que esta frase del “no tener que demostrar nada a nadie” suena categóricamente falsa, así que la voy a reformular para que sea cierta, y dice así: como me he pasado sintiendo que debía demostrar y mostrarme a todo el mundo de una manera muy determinada que no es quien yo soy, y a ratos lo he pasado mal por no encajar, reivindico no hacerlo con todas mis fuerzas y lo que antes me costaba complejos y vergüenzas, ahora me produce risa. Y esto sí es cierto. Observar fijamente con cara de moco a gente que me quiere hacer sentir menos por no saber quién es alguien me enternece, incluso.

Bueno, el caso es que Ernesto Sábato proveniente de familia de italianos migrantes, con bastante poca fe en un destino, se dio a escribir sobre la sociedad deshumanizada en la que sentía que vivía. Esto, según los expertos, le hizo precursor de la moderna literatura argentina. Estamos hablando de hace más de cuarenta años, no te vayas a pensar. La obra que hoy nos concierne fue publicada por primera vez en el año 1977. El ejemplar que yo tengo entre manos cuenta con 163 páginas, porque, al ser la edición de Cátedra de Ángel Leiva, añade al inicio un fragmento donde se presenta al autor y su obra. Después, empieza la historia, que se divide en 39 partes. Digo partes, porque no me parece que sean capítulos. De hecho, la obra entera en sí, aunque tenga diferentes escenarios y trascurra en un tiempo que se extiende, es un todo, y yo te recomiendo que ahora, en pleno confinamiento, te la leas de una atacada si no tienes nada más que hacer y tus (¿privilegiadas?) circunstancias te lo permiten. Yo tuve que hacerlo en tres días, porque, por aquel entonces, había que salir a la calle a fingir normalidad. Ahora podemos seguir fingiendo normalidad encerradas en casa sin que nadie nos vea.

Esta breve pero intensa novela que te acompañará unas cuantas semanas más de lo que tardes en leerla es un análisis introspectivo del personaje principal Juan Pablo Castel. Se llama Juan Pablo, pero podría llamarse tranquilamente María Unanue, porque puedo suscribir con puntos y comas absolutamente todo lo que piensa (las acciones no) este ser vivo. Y digo ser vivo, porque no sé ni cómo llamarle. ¿Es una persona? ¿Es un ser humano? Es un ser sintiente, y pensante, eso lo tengo claro: muy sintiente y muy pensante. Desgraciadamente en ese orden, y no el inverso, que es lo que nos suele traer problemas a algunas. La novela trata sobre el vacío, la soledad, y en un intento por sobrellevarla mejor, sobre la búsqueda de compañía, de compartirla y compartirse, de un intento de fusión, de sentirse más vivo a través de otra(s) persona(s). La búsqueda incansable de las que tenemos insatisfacción crónica y una crisis existencial de caballo desde que nos parieron a este mundo. Tú naces y estás fatal. Y dices: voy a ver si estando con otras personas que también están fatal, se sobrelleva esto mejor. ¿No te pasa? A mí, bastante. Bueno pues en este caso, esa otra persona se llama María Iribarne. O sea, este es un libro donde un hombre se siente muy mal muy mal, y se quiere sentir mejor a través de una mujer, que pasa un poco de él, que piensa que él que tiene que y le va a mejorar la vida. ¿A que tiene fatal pinta? ¿A que sólo de leerme decir esto te está dando un asco del horror? A mí también, hijamía, pero te lo lees y entras al trapo totalmente. Es que es una apestosa narración realista que te toca los lugares más recónditos de tu infancia podrida (o no) y por sus santos cojones saca lo peor que hay en ti. El argumento es sencillo y no te hago ningún spoiler si te digo que Juan Pablo escribe desde la cárcel, por haber asesinado a María. Así. Tal cual. Estoy reseñando un asesinato machista hecho libro. Te cagas.

¿Qué es lo bueno que tiene?, pregunto yo, mientras vosotras os tiraréis a mi cuello y diréis que qué vergüenza y que no hay nada positivo en algo así. Pues lo positivo que tiene es que esta novela podría ser cierta, porque todas sabemos que vivimos en un cisheteropatriarcado capitalista racista clasista y especista como la copa de un pino. Lo que sucede es que a la hora de identificar a estos sanos hijos del sistema maltratadores de mierda, la cosa se complica porque saludan a los vecinos en el ascensor cuando bajan la basura, y ayudan a la vecina de abajo con las bolsas de la compra, es decir, no se pasan el día entero gritando como energúmenos a todo el mundo que tienen alrededor, ni minando su autoestima, ni señalando sus defectos. Con el resto de la gente sonríen y se portan “normal”. Lo cual hace más difícil que tú sepas si la causante de sus eternos enfados y decepciones eres tú con tus acciones, o si es cosa suya. Antes de nada te digo que por supuesto ES COSA SUYA. Nadie puede responsabilizarte a ti de su humor. ¡Lo que faltaba! “Me has hecho enfadar” no existe. La gente se enfada porque quiere. Si alguien no se quiere enfadar que sople dentro de una bolsa o se dé cabezazos contra la pared hasta que se le pase. ¿No? Bueno. Pues esta novela, aunque podría estar basada en hechos reales, afortunadamente es ficción. ¿Y? Pues que pocas veces alguien en su vida real explica todo tan minuciosamente como lo hace una novela, porque no solemos tener acceso a los pensamientos, las imaginaciones, los razonamientos y los anhelos o deseos de la gente de manera tan descriptiva, explícita y transparente. Desgraciadamente. Porque a mí me gustaría mucho tener una sinopsis de la peña con la que trato, para saber de quién me rodeo en realidad. En fin. A lo que vamos: ¿qué demonios nos enseña esta narración? Esta narración nos enseña que si te sientes ASÍ, bien sea como él -que yo es con quien más me identifico a día de hoy- o como ella, tienes que pedir ayuda y salir por patas de donde estás. Esa relación de amistad, pareja o familia que te resuena al túnel, no es para ti. No está funcionando. Así que sigue la luz, y pírate.

Voy a decir una cosa que igual es controvertida, pero la aprendí en terapia el año pasado: no hay gente tóxica. Igual algunas ya lo sabíais. Igual algunas no estáis de acuerdo. Yo cuando mi psicóloga me lo dijo por primera vez, la miré pensando: “Qué sabrás tú, si yo con la mitad de años, soy más lista y creo que sí”, que es algo que yo que me creo inferior a todo el mundo, curiosamente pienso mucho cuando estoy en negación y no quiero escuchar. Hay gente gilipollas, hay machirulos que lo flipas, hay lerdos como una casa, hay fantoches sin precedente, pero gente tóxica así a secas, las 24 horas del día, por lo visto no. A medida que analizaba y reanalizaba la frase, me di cuenta que me cuadraba. No hay personas tóxicas, hay relaciones tóxicas entre personas que no se llevan bien. Igual si ese fantoche redomado encuentra a otro fantoche, la cosa marcha. Como las personas somos gregarias, interdependientes y nos relacionamos entre nosotras constantemente (unas más que otras), muchas veces las actitudes que tenemos con alguna gente, no las tenemos con otra. ¿Qué quiere decir esto? Que la mayoría de las personas mínimamente socializadas, no tienen el mismo proceder según quién haya delante. Normalmente, miramos a la otra persona, la observamos, medimos, comparamos, valoramos y actuamos de manera relativamente maquinada para encajar en lo que espera de nosotras. Puede parecer que no es posible, pero esta negociación con las actitudes de una misma se da en un lapso de tiempo muy corto. Desde que mi psicóloga me dijo esto y yo me lo creí, he cambiado un montón de situaciones que a priori iban a ser un fiasco, en interacciones exitosas (al menos para mí) y por lo tanto creo firmemente que hasta las que somos muy-demasiado impulsivas y medimos mal, hacemos esto de relacionarnos planificando. Todas sabemos que decirle algo a x, no es lo mismo que decirle algo a y. Las consecuencias hacen que a la hora de decir eso según a quién cambiemos el tono, los gestos, que sonriamos o que adornemos las palabras. Bueno, pues con las relaciones igual. Tú puedes tener una compañera de piso que no entiendes en qué momento ha podido compartir vida contigo siendo tan diferente a ti, teniendo unas trifulcas dignas de duelo de western de sobremesa pistola en mano, y ver cómo con otra persona que no eres tú, funciona como la seda. ¿Por qué? Porque vuestra forma de relacionaros no era sana, pero la que tiene con la otra persona, por su forma de actuar y responder -que no es la tuya- quizás sí lo sea. Y pensaréis: ¿en serio pagas terapia para enterarte de esto que todas sabíamos? Pues sí.

Vale. Sin hablar, hemos hablado suficientemente de la relación entre Juan Pablo y María. Son un chico y una chica que aparentemente tienen una visión del mundo muy similar e incluso cosas en común, pero que, cuando se comunican, no se entienden. Él es demasiado demandante y ella es demasiado poco comunicativa. Presuntamente. Él pide explicaciones y ella no se las da. Obviamente, ella está en su derecho de pasar del culo de un obsesivo de tres pares de huevos que la sigue allá donde vaya. Pero desgraciadamente, ese punto de halago que siente con su “perseverancia” (ese gran eufemismo para no decir ACOSO con todas las letras) la destruye. Este libro es la panacea porque hace que te sientas él, (yo me he sentido él) y hace que te sientas ella (yo me he sentido ella). Hace que cojas todas tus relaciones amorosas, amistosas y familiares a lo largo de tus 35 años de vida y pases inventario. ¿Cuándo he sido él? ¿Cuándo he sido ella? Sorprendentemente he llegado a la conclusión de que cuando no soy él, soy ella. 50-50. Y viceversa. De que en mis patrones relacionales solo se han dado esos dos roles de mierda, y que me lo tenía que hacer mirar muy urgentemente. No se puede ser una acosadora de mierda pidiendo a la gente lo que no te puede dar, o una pringada que cuando es vista por alguien, por mucho que te agobie, sientas tal gratitud por existir por fin, que te quedes hasta el final. Qué horror. ¿A alguien más le ha pasado? DELETE. FORMATEO. NO PUEDE SER. ¡PÍRATE DE AHÍ!

En cualquier caso, yo en este párrafo anterior quería decir que dejando al margen su tóxica relación, y el monólogo interior obsesivo de Juan Pablo, esta novela tiene unas profundas reflexiones dignas de tratado de filosofía. No sé si me he leído algún tratado de filosofía en mi vida, pero era una frase hecha que creo que tenía que poner, ya podéis perdonarme. ¿Qué quiere decir? Que trata temas que a mí me parecen de interés general y da visiones que yo no había necesariamente escuchado con anterioridad. La vanidad, la bondad, la generosidad, la humildad (esta parte sobre la humildad me ha dejado impactada, pero no quiero citar nada, porque es mejor que lo leáis del propio libro), la ansiedad, el amor anónimo, las relaciones humanas, la comunicación, el futuro, las expectativas, la paciencia, la (auto)compasión, el miedo o, en definitiva, la vida. Para más inri, María Iribarne, en un momento dado está leyendo a Sartre. Sí, ¡¡Jean Paul Sartre!! el amiguito de nuestra gran Simone de Beauvoir, ya sabes quién. Me sacó una sonrisa verlo por escrito, porque desde que comencé a leer El túnel me recordó en muchos pasajes a La nausea, un novelón de Sartre que he mencionado en esta sección del orden de 30 veces. Pienso mucho en La nausea. Lo leí hace diez años, y es de los libros que más compañía me han hecho y que me siguen acompañando. Además, casualmente, hace poquísimo también me he leído Las palabras, libro autobiográfico del mismo escritor que estaba barajando si reseñar, o no. Por lo visto, además, el autor de El extranjero, o La Peste, (también dos lecturas muy poderosas, aunque a mi entender no tan consistentes como las de Sartre) Albert Camus se obcecó en traducir a Sábato a francés a toda costa. Vamos, que para quienes seáis amantes de la calidad, el Fimaffinity de libros, daría a Sábato más de un ocho sin duda, y en las reseñas, aparecerían otros atormentados amigos suyos de la época adulando al escritor sin miramientos.

No sé. Siento que no he reseñado bien esta novela, pero creo que si cito pasajes o me centro en temas concretos os voy a jorobar la lectura. De verdad que es una lectura maravillosamente buena. Superentretenida. Un análisis impecable. La radiografía de una relación tóxica a la que todo el mundo debería tener acceso para medirse. Así que lo voy a dejar aquí. Leed esta novela si tenéis ocasión. Ahora bien, si os sentís como alguno de los dos personajes del libro, no lo trivialicéis: id a terapia. Y si resulta que estás en pareja, relación familiar o amistad con alguien que os resuene a Juan Pablo o a María: ¡¡pies para que os quiero!! Cuéntaselo a alguna amiga y LARGO DE AHÍ en cuanto puedas.

 


*** ACTUALIZACIÓN. Con esta frase (“Me vais a perdonar, pero algunas hemos estado años de nuestra vida (y seguimos) usando nuestro tiempo de ocio como nos sale del sobaco sin tener que ir de guays o parecer más listas por solo acercarnos a lecturas o cine pretenciosamente reconocido”) no quiero decir que quienes conozcan a este escritor canónico y a cualquier otro vayan de guays. No sé si ha parecido que he dicho eso, pero creo que me he expresado mal, o he creído ser más clara de lo que realmente he resultado ser. Me da mucha vergüenza que penséis que me meto con la gente maja-normal que lee Pikara. Os juro que no. Lo que quería decir con esta cutre-frase es que hay personas que sólo leen ciertas lecturas para fardar y decir que las han leído, pensando que eso las hace más cool. Tengo ejemplos concretos en mi cabeza. Curiosamente son todos tíos. Pero algunas, disfrutamos por igual de baja cultura y alta cultura, y por lo tanto NO nos es posible llegar a todo lo publicado, canónico o no. De ahí que no conozcamos muchos escritores, que se presupone que debemos conocer, por haber leído a otros. Los conceptos alta cultura y baja cultura me parecen la cosa más clasista y ridícula que hay, pero se los he copiado a Ter. Los usa con sorna, y me representan. Yo ni los conocía. Gracias a ella me di cuenta de que todo lo que me gustaba que no fuera académico era baja cultura. Y he sido supercriticada por disfrutarla desde pequeña: entre amigas, en casa, en el aula, en el curro y en todos lados. Se ve que yo era cutre, o una hortera, o no tenía criterio válido. Y me da mucha rabia. Hoy me lo siguen diciendo, pero ya cada vez menos gente, y mi acercamiento a recibir esos comentarios es otro: ahora entiendo que quien separa unas lecturas de otras creyendo que hay gente mejor que otra por conocer a ciertas personas y a otras no, y te lo hace saber explícitamente pseudoridiculizando tu ignorancia, tiene unas carencias brutales y demuestra más su necesidad de ser aceptado y encajar entre la élite, que mi desconocimiento real. Pero y quiero subrayar esto muy mucho: esto no convierte a quien solo disfruta de alta cultura en alguien que va de guay. (Me dan ganas de decir la frase: yo tengo un amigo que sólo disfruta de alta cultura. Como si me fuera a salvar. Se llama Pepe. Vive en Madrid. Le mando un saludo desde aquí.) Me sorprende que la gente se haya sentido aludida si realmente no es su caso, y nunca va de guay. Si alguien dijera, por ejemplificar, que quien se ha leído…yo que sé… a Judith Butler, va de guay, yo no me sentiría aludida, porque en primer lugar, me la leí para ver si era capaz de entenderla -me di cuenta que unas cosas sí y otras no- y, en segundo lugar, yo con este tema de querer parecer más lista de lo que soy, creo que no voy de guay. Igual sí voy de guay y yo no me estoy enterando, y me lo tendría que hacer mirar. Pero fíjate, la ignorancia es atrevida, y soy tan tonta que no me doy ni cuenta. No sé si me he explicado, pero lo repito otra vez: jamás me meto con la gente maja-normal que lee Pikara. Me meto con quienes se creen mejor que los demás y te hacen de menos. Por una vez tengo un hueco para que quienes hemos sido machacadxs seamos la normalidad, y quiero que en mis artículos quienes se sientan especiales sean esas personas, no la gente que es oficialmente aplaudida por ser como dios manda y disfrutar lo que hay que disfrutar. ///// En otro orden de cosas, también quiero decir que a quienes tienen 20 años más que yo y piensan que tienen peor autoestima (algo literalmente imposible), les quiero dar un abrazo gigantesco y mandarles mi más sincera gratitud y cariño. Ser de luz: mi autoestima es pésima, y tú que escribes algo tan bonito sin esperar nada a cambio sólo puedes ser absolutamente adorable. Comentarios como los tuyos son regalos. Gracias, gracias y gracias de corazón.)


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