Buenos tiempos para el sexo, ¿y para los afectos?

Buenos tiempos para el sexo, ¿y para los afectos?

Sexualidad en tiempos de coronavirus. Crónica ¿demasiado? personal de una mesa ¿redonda? virtual.

Texto: Marta Plaza
20/05/2020

 

Ilustración: Señora Milton

En estos días muchas intentamos escapar del mandato capitalista de ser hiperproductivas, que casi nos ordena salir de la pandemia con un nuevo libro escrito bajo el brazo, una tesis por fin presentada y defendida, habiendo visto y analizado con las amigas las temporadas de Pose y Fleabag, habiéndole pegado un repaso a los volúmenes de Las Imprescindibles sobre Butler, Millett y Beauvoir, y teniendo fresco nuestro inglés y alemán entre bailecito y bailecito de zumba frente a la pantalla del YouTube (más, para muchas, el curro, el peque, el abuelo, la compra, la ropa y toda la ingente cantidad de tareas asociadas que sabes que no se hacen solas porque como no las hagas tú, se quedan sin hacer). No somos esa supermujer, no es novedad tampoco. Pero -no por dogmas sino por necesidad- también quería yo hacer algo más que deambular por la casa en formato semizombi mientras doy de comer a los gatos y -ojo al logro- a veces puedo seguir una peli de Netflix si descarto todas las que superen los 100 minutos.

En este diálogo entre mi PauloCoelho interior y yo misma… (“A ver, algo tendrás que hacer hoy, sé productiva / Pero qué productiva ni qué leches, QUE-SE-DESMORONA-EL-MUNDO-A-VER-SI-NOS-ENTERAMOS / Pues esa NO es la actitud, que lo sepas / Mira, me levanto, pero a por donuts, no te hagas ilusiones”) …estaba cuando vi en redes el anuncio del encuentro virtual que iban a tener sobre sexualidad en tiempos del coronavirus Roma de las Heras, activista bollo feminista y sexóloga; Urko, activista postporno y especialista en disidencias sexuales; con la moderación de Eva Abril, activista queer (y portavoz de Barcelona En Comú, organizadores del acto).

Así que ahí me preparé un espacio en casa, en mi cuarto, sin tareas por delante, sin gatos, sin suegro, conmigo, para ponerme a ver el encuentro en directo. Pero como suele pasar, cuando creí haberme quedado sola en el cuarto descubrí que no, que se había colado también tremendazo ataque de ansiedad por nada que venga a cuento, pero que se cargó inmisericorde mis planes de sábado y los del domingo ya también, por no pecar de modesto.

Cuatro días después, ahora parece que con la respiración controlada y el ánimo menos por los suelos, vuelvo a intentar ver el video. Tomo notas y más notas, porque me interesa lo que cuentan y porque sé también que, entre mis disociaciones, lagunas de memoria por angustias o por medicaciones, la mitad de lo que veo se me escurre luego en la presa del olvido que está al borde del desborde (un poco como yo, qué maja, dicen que las presas se parecen a sus dueñas como los perritos a su familia). Pensé también… ¿y si estas notas sirvieran a alguien? ¿Y si las quieren publicar en Pikara Magazine? ¿Y si en cualquier caso las escribo a limpio aquí para que no se queden perdidas en este cuaderno? A esto he venido (y sí, todo lo anterior era el contexto; capacidad de ir al grano → escasa)

La crónica

Empezó Eva, ya que moderaba, con los tradicionales agradecimientos y también compartiendo el reto que sigue siendo cuando desde espacios políticos se tratan temas
activistas o más propios de los movimientos sociales, como era esta vez el caso. Previo a esta charla compartida y subida después a redes, ya habían tenido encuentros cerrados
entre militantes de Barcelona En Comú en los que salió el tema de cómo se estaba llevando el encierro en parejas no normativas, gente que viviera sola… Esas conversaciones fueron el germen para tener esta vez el encuentro abierto al que sumaron a Roma y Urko.

La sensación compartida es que la crisis de la Covid19 ha traído de nuevo al primer plano el imaginario de pareja tradicional con la que se convive, monógama, hetero, formal, dejando fuera muchos otros modelos que hoy coexisten con el de la familia nuclear más tradicional.

Hay otras realidades tanto sexuales como relacionales, de convivencia y hasta familiares (si alguien ha podido reinventar esa etiqueta de forma constructiva y no dañina, ruego me escriba y explique cómo; urge), pero todas quedan hoy fuera del marco rígido que, por el sacrosanto bien común, trae el coronavirus (las que necesitaríamos otros marcos vivimos felizmente en la irresponsabilidad egoísta, supongo).

El virus ha aumentado tanto la sexofobia, el puritanismo, una asepsia pública (¿volvemos a meter el sexo en el cubo de lo “sucio”, a estas alturas?). Y desde las instituciones no se ha hecho nada con estas otras necesidades relacionales y eróticoafectivas, quizá volviendo a la antigua estrategia de “lo que no se habla, no existe”.

En el vídeo, Roma comenta cómo, al haber aumentado el tiempo que pasamos en nuestras casas, posiblemente hay nuevas conversaciones que mantener (y no solo para las parejas queer o no normativas). Una de esas preguntas: ¿cómo mantener cierta intimidad propia en un espacio de convivencia 24/7? ¿Hablamos de si hay normas o espacios para la masturbación? ¿Para recibir llamadas de mi o mis amantes, de los tuyos? La comunicación ―como siempre, vaya― tendría que ser la estrella y recibir espacio y mimos en estos momentos extraños. Y quien se pregunta si esto de lo que habla Roma, relaciones no normativas, es para un sector muy muy específico de gente, pensemos qué relación sobrevive disfrutona y confiada cuando la comunicación se extravía o, en otro ejemplo, parejas que entenderíamos como tradicionales, de más de 50 años, pero que no viven juntas y ahora llevan dos meses sin poderse ver o tocar. Parece que el marco de “lo normativo” se va estrechando tanto en su rigidez que cada vez más quedaremos fuera…

Otra alerta que nos salta con la pandemia: en su negación de la pluralidad de los deseos ha reafirmado el imaginario sexo bueno vs sexo malo. ¿Hacer galletas y gimnasia juntos, hablar y aprovechar este tiempo para conocer a tu pareja? ¡Sexo bueno! ¿Saltarse el confinamiento y follar en el fotomatón? Uyuyuy, sexo malísimo, así no. Y qué poco curioso, pero qué útil para el sistema, que las noticias vayan también por ahí, por policías responsables interviniendo una orgía (sexo malo), y no deteniendo convoyes de metro que iban llenos de trabajadores no esenciales (capitalismo, bueno). La imagen que quieren que tengamos de irresponsabilidad en orgías en nosédónde, no jardineros cortando el césped en la urbanización donde está contratado después de pasar 40 minutos en un metro atestado (ni mucho menos sus jefes, héroes de la economía local).

Urko cree que no van a ser necesariamente malos tiempos para el sexo, que puede nutrirse de mucho más que los encuentros físicos, pero sí pueden ser malos tiempos para los afectos. El sexo puede reinventarse y reimaginarse y, de hecho, esto podrá añadir un punto de fantasía, el morbo de lo desconocido. Sexualmente hay opción de descubrir nuevas prácticas y disfrutar juntes con ellas. En estas semanas ya ha habido un repunte de un 25 por ciento tanto en el porno mainstream como en el porno queer, ético, más alternativo. Y otro rasgo de la comunidad poliamorosa, queer, BDSMera, como son los pactos, ahora van a ser fundamentales. Pregunta estrella, quizá incómoda pero necesaria: ¿qué nivel de riesgo elige y acuerda asumir la unidad de convivencia familiar? En otros temas, también llevan mucho camino andado ya y son prácticas habituales desde follar por teléfono a jugar a follarse estando a un par de metros, sin roce real. Estas y otras pueden ser cosas nuevas para descubrir y ya se habla del aumento del sexting (intercambio consensuado de fotos, audios y vídeos de contenido sexual), del wassex (usar el whatsapp con funciones erotizantes), retos… Son juegos o estrategias por los que ahora se está interesando más gente dada la obligación de distancia física (que no emocional –ni tampoco, como vemos por lo que nos cuentan– sexual).

Sí que debería chirriarnos (volviendo al sexo bueno o malo y a la perenne asociación placer = peligro que intentan vendernos) cómo se hablaba en tiempos a.C. (antes del Coronavirus) del mismo sexting, por ejemplo (que era el mal, inseguro, terrible, prácticamente de guarras descocadas cuyas fotos iba a acabar teniendo todo el vecindario, por SU culpa y SU lujuria). En cambio, ahora que a todos nos puede servir, no hay periódico ni revista que no traiga algún reportaje para que descubras el sexting y no eches de menos a tu amorcito a 380 kilómetros. Imaginad una campaña de marketing por ahí: “¡Sé una ciudadana responsable, manda fototetas! Este virus lo paramos entre todos. Ministerio de San(t)idad”.

Volviendo a esta pseudocrónica de la charla, que me desvío. En el encuentro compartieron algunas de estas ideas novedosas que hoy pueden venir mejor que bien: desde sesiones espontáneas por videollamada hasta sesiones programadas donde el juego, la actuación, pensar previamente los sonidos, las ropas, o dejar grabadas nuevas órdenes en dictado de voz… pueden ser una parte importante del encuentro sexual. También podrían extenderse más allá de la comunidad LGTBQI+ y BDSMera otra de las cosas que en ella se practican con frecuencia: los retos y desafíos. Esperar tu turno para entrar al súper de la esquina puede volverse mucho más interesante con algún juguete sexual a control remoto incluido en la actividad (como siempre, consensuada sin presiones).

El propósito común es reducir riesgos aumentando sexo y placer, y usando lo que esté a nuestro alcance para ello: máscaras, disfraces, látex… Quienes hemos tenido hasta ahora prácticas sexuales que encajaban más en otros límites estrechos y normativos, podríamos seguir aprendiendo de la comunidad LGTBQ, como hemos hecho en otros ámbitos (pienso inmediatamente cómo en el activismo loco nosotras, las locas, nos hemos reapropiado de esa palabra que se utilizaba como insulto, en el camino que ya habían abierto bolleras y marikas antes que nosotras).

En cualquier caso, tampoco podemos pretender una hiperproductividad de la que huíamos al inicio del texto, pero ahora en lo sexual. Estamos en una crisis mundial en casa (¡quienes tenemos casa!), solos o viviendo con gente quizá elegida por nosotras o por las circunstancias. El cuerpo (y la mente) puede reaccionar de muchas maneras ante esta situación nueva, estresante: mucho deseo en oleadas, menos, ninguno… La clave es no problematizarlo de inicio, dejarnos estar, dejarnos fluir y escuchar lo que sí nos vaya pidiendo el cuerpo, sean masajes, cosquillas suaves, bailes, sueño…

Urko incluye en la conversación un nuevo tema. Un golpe en la mesa que lleva a otras cavilaciones, y que introduce a partir del artículo de tres activistas del Movimiento de Vida Independiente: ‘Si no merecemos vivir ahora, ¿cómo vamos a vivir después?’. ¿Desde qué lugar podemos hablar de cuerpos deseables y cuerpos deseantes cuando para el mundo muchas son/somos cuerpos desechables? Cuando YA hay personas que viven en confinamiento indefinido, sea en instituciones cerradas (esto también nos pasa a muchas compañeras psiquiatrizadas, y más allá, en cada espacio de encierro, prisión, psiquiátrico, centro de menores, CIE…), en casas que no cumplen los criterios de accesibilidad, o en sus propios hogares de los que salen en contadas ocasiones, cuando alguien viene “y las saca”.

Como nota positiva, Urko habla del proceso de empoderamiento colectivo (también modelo a seguir para tantos), que ha hecho una parte de la comunidad tullida que ahora viven su corporalidad de forma orgullosa, siendo también creativas a la hora de pensar el sexo, los placeres… conocerles ayuda a ampliar la mirada y los propios deseos y prácticas placenteras. [No lo mencionan en la charla, pero recientemente Netflix ha incluido en su oferta el documental Crip Camp, A Disability Revolution (2020), que, aunque viene avalado por la familia Obama (!!), puede ser interesante de ver para formarse una idea propia de la obra].

En este punto de la charla las invitadas hablarán un rato sobre porno, postporno, porno queer, porno feminista, porno ético… al final para las que vemos trece cajas parecidas de la que no sabríamos con cuál quedarnos, nos es útil lo que plantea Urko: el porno mainstream deja fuera e invisibiliza todas las prácticas y corporalidades no estándar mientras que en el porno no hegemónico, las protagonistas toman en primera persona las herramientas para mostrarse deseantes y deseables. Además, cumple otros principios que caracterizan un porno ético, con garantías para quien trabaja en él… y el porno queer y el porno feminista que conoce también los equipara bastante (exceptuando el porno gay mainstream que, de hecho, no se suele considerar porno queer). El postporno, en toda esta amalgama, tiene un estilo más experimental que pretende llevar quizá más a reflexiones y a críticas antes que al propio placer sin más.

En la conversación sale tanto el tema de pagar por porno como el de si este tiene alguna función educativa. Sobre esto, se comparten ideas como:
— es muy difícil desear lo que nunca se ve, si hay otro porno que amplía la frontera de lo deseable, nuestro propio imaginario se amplía: nuestro deseo también se puede trabajar, revisar, deconstruir…
— pagar por el porno en vez de recurrir a videos gratis posibilita las condiciones laborales dignas para quien trabaja en el sector. Lo mismo que pensamos del consumo ético en la ropa aplica a los demás sectores laborales, porno ético incluido.
— el porno puede ser educativo… depende de qué entendamos por educación. ¿Podemos utilizar el porno con una intencionalidad X dentro de un contexto educativo? ¿Puede servir tener más referentes, acceder a experiencias menos hegemónicas? Será educativo -formará parte de su educación sexual- de una u otra manera.

Prohibir el porno solo sería posible dentro de un pensamiento mágico, y además nosotras tampoco queremos dar alas a un sistema punitivista, insiste Roma. Si lo que preocupa es la educación sexual con la que crecen adolescentes, podemos dar OTRA educación sexual, podemos acompañar en sus dudas, malestares, miedos, necesidades; atentas siempre a nuestros propios miedos y adultocentrismos, incluidos los tecnológicos: ellos no saben, ¿qué van a hacer allí con eso? La clave, oh sorpresa, pasaría por el diálogo y la escucha activa, y desde ahí, desde su lenguaje, dialogar sobre sus dudas y preocupaciones.

Cerca de terminarse el tiempo de la charla, Eva pone nombre a un mismo error que cometemos con la infancia y las personas con diversidad funcional: cuestionar que sean personas sexuales, quedarnos en el “eso no es para ellos”. Urko destaca que además la edad de inicio en experiencias sexuales es antes en cada generación. Lo que está en manos de padres, madres, educadores, y otros familiares y vínculos afectivos es construir con peques y adolescentes una mirada crítica, dando un lugar a la conversación compartida en estos temas, donde, por ejemplo, poder hablar de la importancia del consentimiento.

También se quedaba en el tintero si en la “nueva normalidad” habrá sitio para el poliamor y cómo. Roma da algunas pistas: reforzando la siempre necesaria comunicación, quizá negociar por escrito, por turnos, incluso utilizando apps para fantasear, pueden ser herramientas de excitación y comunicación a la par. Ahora que el aislamiento ha aumentado algunas intensidades, seguramente hay acuerdos previos sobre terceras o cuartas relaciones o sobre otros encuentros, amantes, amores… que deban revisarse y adecuarse a las circunstancias actuales, sin caer en la fantasía de “el césped del vecino es siempre mejor que el mío”. Todas estamos teniendo problemas, conversaciones, y más allá del poliamor, en el vínculo con otras personas siempre habrá aprendizajes que hacer, rigideces que pulir… con monogamia o sin ella.

Todos los que vivimos en una sexualidad (y más allá) fuera de la normatividad, necesitamos comunidad, creamos comunidad, somos de hecho comunidad. Sabernos comunidad nutre.

Acaba la charla y en mi cabeza la idea sonriente y cálida de comunidad mira a un Yo refunfuñante que sigue en una esquina y me espeta enfadado:
― ¿Y ese ABRAZO con mayúsculas que necesitamos, yo al menos lo necesito… ese de dónde lo sacamos?

Y entonces le cuento en voz baja que el otro día cuando bajé al paseo de rigor en mi horario de rigor, con mi mascarilla de rigor y sin salirme de mi kilómetro a la redonda de rigor, me encontré con Mer. Cruzamos para estar en la misma acera, pero separadas por los dos metros…
―…de rigor, ya. ¿Y?
―Y solté la bolsa, ella dejó en el suelo las suyas, me quité el chal, ella su cazadora, le pregunté si tenía el pelo mojado, me dijo que un poco porque se lo había lavado esa misma tarde, y entonces, lo lejos de rigor que dicen las recomendaciones sanitarias, lo dentro una de otra que dicen los relatos de Polifonía Amorosa, cada una se abrazó fuerte-fuerte a sí misma. Dos muchachas chaladas abrazándose cada una a sí misma meciéndose con los ojos cerrados. No es el abrazo que define la RAE y bien me parece seguir llevándole la contraria, pero esos son los abrazos en mayúsculas que aún tenemos: en los que sentimos la humedad y el olor a champú en un pelo recién lavado que no llegamos a tocar.

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