Carruthers, vulnerabilidad para escribir lo que es necesario escribir
La activista estadounidense Charlene A. Carruthers nos habla del proceso de revisión que tuvo que hacer para poder escribir su libro 'Sin concesiones ' y nos da también su visión sobre el momento que estamos viviendo.
Sin concesiones es una guía para activistas del siglo XXI que buscan tumbar las ideas dominantes sobre raza, clase y género y labra un camino hacia la liberación colectiva a través de la tradición radical negra. El libro bebe del activismo negro intelectual y comunitario —como la revolución haitiana, el movimiento estadounidense por los derechos civiles y los movimientos feminista y LGTBQ—, apelando a todas aquellas personas involucradas en la lucha por la justicia social a hacer de este un movimiento más negro, más radical, más queer y más feminista. En esta entrevista Charlene A. Carruthers nos habla del proceso de revisión que tuvo que hacer para poder escribir su libro y nos da también su visión sobre el momento que estamos viviendo.
Charlene A. Carruthers es directora y fundadora de BYP100 (Black Youth Project 100), una prominente organización estadounidense de jóvenes activistas del movimiento por la liberación negra. Ha publicado en medios como The Nation, NBC News, BBC, The Huffington Post, The New Yorker, Al Jazeera, Ebony, USA Today y The Washington Post.
Carruthers nació, se crió y aún reside en la parte sur de Chicago. Y hablamos estando una en Chicago y la otra en Barcelona.
Resulta raro saber que, aunque viviésemos en la misma ciudad, utilizaríamos la misma manera de comunicarnos, a través de internet, conscientes que los privilegios siguen vigentes sobretodo en una situación de máxima alerta como la que estamos viviendo estos días. Hablamos en la distancia de su libro Sin Concesiones. Preceptos negros, queer y feministas para movimientos radicales, publicado por la editorial consonni.
Negra, feminista, queer, organizadora comunitaria y educadora, Charlene A. Carruthers (Chicago 1985) se ha convertido en una de las activistas más influyentes de Estados Unidos. Lleva más de una década formando líderes como estratega y considera Sin Concesiones su forma de declarar públicamente que ya no tiene miedo de “decir lo que hay que decir, y que nuestro movimiento posee una autoridad que nadie acallará ni hará desaparecer”.
Tu libro fue publicado en Estados Unidos en 2018. En la prefación comentas cómo las clases de historia en la Universidad te descubrieron el papel de las “race women” (las mujeres de raza) que a finales del siglo XIX practicaron el activismo negro en el sur de Estados Unidos tras la privación de derechos sufrida por los hombres negros. Me gustaría saber algún nombre, alguna historia que te ha impactado especialmente.
Si pienso en ellas, en las “race women”, pienso especialmente en Ida B. Wells, periodista y activista negra que documentó cientos de casos de linchamientos raciales, dándolos a conocer a nivel nacional e internacional. Se preocupó de niños, mujeres, hombres negros y fue una de las primeras personas que utilizó datos y números para denunciar cómo la violencia de los supremacistas blancos estaba impactando en nuestras comunidades y matando a las personas negras. Ida utilizó esta información para lanzar una campaña nacional contra los linchamientos y lo hizo siendo una mujer negra y una periodista. Algo realmente excepcional para la época. Para mí y para muchas personas ella es una de las figuras más importantes que habitan este momento de nuestra historia.
Hablando de la primera vez que en BYP100 se utilizó la expresión “organizar a través de una lente negra, queer y feminista” vuestras acciones, en tu libro recuerdas cómo para llegar a concretar este concepto tuvisteis que “desaprender antes de volver a aprender”. Siendo hoy una mujer feminista, activista radical y queer me gustaría preguntarte qué es lo que tú has tenido que desaprender antes de volver a aprender.
Personalmente he tenido que desaprender la idea que mis pensamientos, mis visiones políticas y mis experiencias no merecían ser contadas en general y ni tampoco en un libro. He tenido que desaprender que yo no era “suficiente” y que mis ideas no eran significativas o tan importantes como para ser compartidas con otras personas. No había entendido que escribir y compartir mis opiniones y experiencias de vida era una manera de honrar la historia de mis antepasados, de mi gente. El patriarcado, el racismo, la antinegritud, el supremacismo blanco, el clasismo, los sistemas opresivos de alto nivel tienen un impacto muy grande sobre lo que pienso yo de mí misma en el mundo; y, aún sabiendo cómo funcionan y cómo se mueven, fue muy complicado no escuchar lo que decían sobre mí. Así que he tenido que aprender a tener confianza en mi propia voz, a compartir mis ideas con personas que podían aconsejarme, personas que respeto, en las que confío.
Entre estas personas, ¿hay alguien que recuerdas o un episodio especifico o un libro leído que te ayudaron a hacer este “click” en tu cabeza y en tu corazón?
Hay una persona en particular y su nombre es Joy James, profesora al William College, investigadora senior del centro Warfield de Estudios Africanos y Afroamericanos en la Universidad de Texas. Ella me dijo que tenía que dejar ir muchas cuestiones para poder escribir este libro y que tenía que pasar por un proceso de transformación personal muy profundo. Me dijo que tenía que ser vulnerable para escribir lo que era necesario escribir. Tenía razón. Fue difícil.
En el libro comentas lo espantoso que te resultó escribir sobre la historia de uno de los líderes de vuestra organización, Malcom London, acusado de haber agredido sexualmente a una joven negra. En ese momento tú y otras tres compañeras del BYP100, siendo las tres supervivientes de violencia sexual por parte de hombres, decidisteis actuar con compasión y no le distéis la espalda. A distancia de años de los hechos, ¿qué te enseñó esta experiencia tan dura y compleja?
La transformación de las personas no es un proceso que empieza y ni siquiera acaba en un momento dado. Las personas no son la suma de las peores cosas que hayan hecho en su vida y no hay garantía que en el futuro se conviertan en personas perfectas. La idea de la trasformación en “un instante” genera expectativas irrazonables. Esto es lo que he aprendido. Ese momento especial que viví consolidó mis creencias sobre cómo gestionar los conflictos sin la necesidad del sistema carcelario. Esto no significa que no tenga que haber consecuencias para tus acciones. Creo más bien que, si se presentan situaciones como estas, las personas que han cometido violencias tienen que ser escuchadas. Puede que así no vuelvan a cometer más actos violentos contra nadie más. Se trata de ver estas situaciones como oportunidades para solucionar el conflicto. Hay demasiadas cuestiones delicadas que pasan y que tienen que ver con la relación que las personas tienen con el poder. Creo firmemente que el sistema en el que vivimos ahora es un sistema que premia la violencia, premia la explotación, premia los conflictos y no premia las sanaciones, las reparaciones, la comunicación. Tenemos que aprender a sanar y a reparar. Juntas.
Hablando de reparación. Según la definición de la Coalición Nacional de Negros por las Reparaciones en Estados Unidos (National Coalition of Blacks for Reparations in America), “reparaciones” son reivindicaciones y proyectos políticos que conllevan reparar, sanar y restaurar a un grupo de personas que ha sufrido daños a manos de un gobierno o una corporación a causa de su identidad de grupo y en infracción de sus derechos humanos fundamentales. Una de las maneras para conseguir reparaciones es practicar un cambio profundo en la narración dominante sobre algunos hechos de la historia. Un proyecto como el ‘1619 Project’, impulsado por The New York Times, ¿puede contribuir a un cambio concreto en el paradigma narrativo? ¿Hay más ejemplos que rompan estas narrativas?
Creo que el ‘1619 Project’ es muy importante porque abre a muchas historias que no han sido contadas sobre este país, sobre nosotras y también ha proporcionado una plataforma para que las personas pudieran debatir. Así que el resultado fue y sigue siendo generar debates, discusiones. Muchos profesores están utilizando esta herramienta como instrumento de educación en sus clases en todo el país. Así que cuando se cuentan a las personas jóvenes otros tipos de historias en las que se ven representadas, se abren muchas posibilidades para ellas. El arte, la televisión, las plataformas pueden tener el mismo impacto, la misma fuerza que ‘1619 Project’. El trabajo cultural en general es muy valioso para nuestras comunidades y hay que impulsarlo, así cómo es importante un sistema educativo que incorpore nuestras perspectivas.
Cuando un movimiento social radical que vive al borde del sistema consigue moverse hacia el centro y consigue obtener la atención para cambiar realmente las cosas, el capitalismo es capaz de romper el movimiento y de incluir sus narrativas en su patrón. ¿Cuáles son los consejos que darías a las jóvenes activistas para evitar esta dinámica?
Es muy difícil vivir totalmente afuera de un sistema que está presente hasta dentro de los tejidos que nos ponemos para salir a la calle cada día. Una de las cosas que podemos hacer para combatir el capitalismo y construir dinámicas diferentes es estar conectadas entre nosotras. Una de las estrategias del capitalismo es separarnos de las creencias que nos tienen conectadas las unas con las otras así que, si podemos hacer un buen trabajo y volver a conectarnos, construyendo buenas relaciones, si somos capaces de construir relaciones uno a uno dentro de nuestras organizaciones, dentro de nuestras familias, con nuestras amigas, con nuestras vecinas, entonces iremos más allá del individualismo para fortificar la colectividad. De todas maneras no podemos hacerlo bien todo el tiempo. Este proceso requiere honestidad: tendremos conflictos. El liberalismo nos dice que tenemos que portarnos bien todo el tiempo y que no tenemos que generar “problemas”, pero está claro que los conflictos son naturales. Hay un libro muy interesante: El conflicto no es abuso (Conflict is not abuse) en el que Sarah Schulman nos cuenta cómo tener conflictos saludables relacionándonos entre nosotras.
¿Cómo cambiará el concepto de “revolución” en el futuro, teniendo en cuenta lo que estamos viviendo estos días?
Cuando pienso en el concepto de revolución pienso en Grace Lee Boggs, una escritora, activista, filósofa chino-estadunidense que enfocó su vida en las luchas de la comunidad afroamericana de los Estados Unidos. Ella comentaba cómo la “revolución” hay que hacerla, primero de todo, hacia nosotras mismas. En relación con la organización de los movimientos sociales tenemos que interrogarnos y para entender qué cambios interiores son necesarios para crecer. Esta es la primera parte del proceso que lleva a una “revolución”: cuestionar nuestro ser y crecer como individuos. La segunda parte es preguntarnos: ¿qué pasará cuando la revolución se haya cumplido? ¿Cómo podremos llevar la educación a todos los barrios, el agua limpia a todas las personas? ¿Cómo y cuándo estaremos listos para hacer realmente todo esto? Pensar en el día siguiente es fundamental para que la revolución se cumpla.
Con el coronavirus se abren escenarios nuevos para el activismo. En los mejores de los casos estamos confinadas en casa y no comunicamos a través de internet. A partir de noviembre de 2019, el Gobierno español puede intervenir y asumir el control de la infraestructura física y digital que soporta internet si considera que existe una amenaza inmediata y grave para el orden público. ¿Qué piensas de esta situación?
Las personas esclavizadas africanas utilizaban los sonidos de los tambores para comunicar. Esa ya era “tecnología”, era una manera tecnológica de comunicarse. Una pista podría ser que no toda la tecnología es digital y no toda la comunicación tiene que pasar por la tecnología digital para ser efectiva. Podemos ir más allá. Ya fuimos más allá. La gente fue capaz de colonizar continentes enteros sin un teléfono y las personas esclavizadas fueron capaces de organizar rebeliones sin un teléfono. Pensamos en la revolución de Haití de 1791. Todavía no tengo ninguna idea clara sobre este tema pero podemos empezar a reflexionar a partir de hechos históricos.
¿Crees que aprenderemos algo?
Quien quiera aprender lo hará. Nadie se transforma si no quiere transformarse.
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